Inquirir: viejas y nuevas formas. Sobre la globalidad de la salud.
Si el mundo es o no una totalidad
es algo difícil de discernir. El tema que nos congrega hoy aquí tiene nombres y
campos de trabajo complicados de definir, delimitar y hasta reconocer en no pocas
ocasiones. Nombres como “salud global”, por ejemplo, cumplen estar
características: ¿De qué globalidad hablamos? ¿De qué salud? ¿Salud Global es una
corriente teórica… o es un nuevo plan de desarrollo de la OMS? ¿Esta supuesta
“salud global” cómo se refleja en los espacios locales? ¿O hemos de espera que por
fin se realice el sueño de Tofler sobre la “glocalidad”? ¿Los medios cuáles
son? Y más importante aún ¿Cuáles son los fines? Y es que, esta última pregunta
es maliciosa: las consecuencias y los fines son cosas diferentes, y en no pocas
ocasiones hasta contradictorias, más aun en lides políticas.
El año pasado, al momento de abordar
la cuestión de la “Salud Global” lo hicimos
preguntándonos ¿Qué tiene que ofrecer la salud global al estudio de consumos
de cannbis prolongados? La respuesta fue que al Salud Global ofrecía poco al momento
de hablar de drogadicciones, lo cual no implica que no se preocupe por otros consumos
como el Alcohol o los alimentos, igual que el “consumo de medicamentos” es una preocupación
primordial –muy noble quiero destacar de forma particular, si bien muy paradita
sea dicho-. En este ensayo nos alejaremos de una proposición tan concreta y nos
dirigiremos más bien a un estudio general y amplio de la cuestión.
Primeramente nos queremos
preguntar: ¿Qué es la “Impelementation research” y su relación con la Salud Global?
Las publicaciones son centralizadas, eso es indudable. Pero el refinamiento metodológico
es tal que en muchas ocasiones largas listas alteran sutiles órdenes de elementos,
o el número de los mismos: ahí donde alguien ve 3 pasos, otro ve 4 o 6. Ahí donde
uno habla de “pacientes” la mayoría habla de “stakeholders”, mientras que en
otros directamente se omiten los enfermos de las enumeraciones de agentes o actores.
Por otro lado existen después métodos o “modelos” muy reglados u organizados académicamente
–es decir, que son comunes en varios estudios publicados y apoyados por varios
académicos con la agencia propia sus respectivas instituciones-. Finalmente, las
traducciones al español suelen ser pobres, y en recuerdo del español de América
que calca la gramática inglesa y la replica al español.
Seguidamente querremos enfocarnos
en un contexto determinado: el hispano. Todo el ámbito hispano fue uno de los primeros
en entrar en lo que propiamente llamaríamos “globalización” –el anterior que me
parece más próximo sería el otomano, si bien su ausencia de relaciones transoceánicas
abiertas es problemático en relación al caso hispano y, en última instancia,
con las globalizaciones actuales-. Los primeros sistemas de salud en América no
vienen de EEUU, cosa que olvidan muchos críticos de los “estándares occidentales”
y de la occidentalización. Tampoco las primeras publicaciones, ni las primeras
facultades universitarias. Por otro lado, el caso peninsular abre la puerta a
las primeras reformas modernas sobre sistemas de salud. Pero también la ordenación
policía y jurídica de esos territorios ofrece casos de gran interés. Aquí, nuestra
principal preocupación, es mostrar dos caos: por un lado, que no es todo nuevo
por llevar una etiqueta diferente. Muchos fenómeno contemporáneos son muy viejos, llevan replicándose desde tiempo ah, y es
lógico si se piensa desde una concepción
no progresista de la historia[1]
–progreso este que se comparte desde la Ilustración como muy bien señalaron ya célebre
Horkheimer y Adorno, aunque sin el más mínimo
efecto fuera de los “estudios literarios” tal y como podremos ver-. Pero a su
vez todo el bloque hispano se ha ido introduciendo, ahora sí, en lo que se llama
“Global health” mediante fundaciones, tratos entre gobiernos por el desarrollo
y la promoción económica, mediante expulsiones clericales y financiamiento de
otras –piense en el evangelismo americano o el Opus Dei en la España fascista-.
Finalmente, más que en una
“región” querremos centranos en un “área de intervención” de la salud. Es ahí donde
se verán varias tensiones emergentes, pero ante todo esa supuesta “globalidad”
quedará quebrada en un sentido espacial, en contraste con el quiebre temporal
que proponemos en el apartado anterior. La salud mental, de por su rótulo
extraño en muchos frentes, es uno de los campos más importantes de intervención
sanitaria desde hace, directamente, siglos. Se formalizó tal y como lo conocemos
en el largo silgo XIX –el contraste entre un Pinel y un Freud-. Y se desarrolló
de modo riquísimo en el primer tercio del pasado siglo hasta que en la década
de los 60 aparecieron nuevos paradigmas –entre ellos el supuestamente revolucionario
“antipsiquiátrico” que algunos en la URV sostienen en base a fantasmas de hace más de 50 años…
es escandaloso el poder de la fantasía frente al “desencantamiento”, nos gustaría
poder decir-. Pero, no cabe pensar eran que las ciencias evolucionan “globalmente”
al unísono. No; más bien se configuran de modos muy particulares, que van
reuniéndose de modoso diversos y no siempre armónicos –Gestalt vs Psicoanálisis
o Evolucionista vs Behaviourista por ejemplo -.
Finalmente, plantearemos algunas conclusiones.
Si bien, como en otros trabajos, no nos gusta dejar ex proceso unas conclusiones
que niegan una reconstrucción elaborada y expuesta de forma extensiva en los
sucesivos folios: un artículo, por definición, es la versión sintética de un
estudio que puede extenderse hasta un libro. La otra opción son los estudios exploratorios
que deben dejar sintéticamente los resultados de un estudio determinado: lo más
interesate es que estos estudios rara vez ponen “toda la carne en el asador” de
las conclusiones: directamente ponen un apartado de “findings” o “relevant
cocnlussions”.
Definición e indefinición:
Lo primero es lo evidente: ¿Desde cuándo existe esta articulación
entre conocimiento y desarrollo? La implementation research se define en el ToolKit de la OMS (2014:
2)[2]
como:
This form of research addresses
implementation bottlenecks, identifies optimal approaches for a particular
setting, and promotes the uptake of research findings: ultimately, it leads to
improved health care and its delivery.
Es decir, es una forma de
investigación que se centra en los problemas de aplicación del conocimiento, de
proyectos y políticas, en la producción, distribución y consumo de la salud. Más
allá de los evidentes problemas –por ejemplo que al salud sea un producto, o la
verticalidad de muchas de estos programas en su propia “implementación” estructural[3]-,
nos queremos centrara ahora más bien en su “novedad”.
En este plano, el de la
definición, nos encontramos con una función de saberes. Es decir, no se está
analizando, por ejemplo el “Conocimiento académico”, o las “Técnicas tradicionales”
en contraste de alguna profesión. Se está describiendo un conocimiento, y la manera
de producirlo y el porqué de su utilidad –más allá de que se está manejando
“útiles” diversos de dichas intervenciones, mucho más allá de los “Toolkits”
que se planteen-. Así pues, nos es necesario salir un poco: ¿Este tipo de
conexión entre desarrollo, salud y conocimiento es un desarrollo reciente?
Lo evidente, es que no. Podríamos
volver a retomar el célebre discurso de Truman que tantas infamias ha producido
–algunas justificadas, otras envueltas de una leyenda negra antiyanque-, pero justamente
las raíces irán mucho más atrás. Ahora mismo, solo por coger un ejemplo,
podríamos pensar en la Poiltics and Economic
Planing (PEP). Esta organización se fundó en 1931 –el periodo de
entreguerras- como una fundación benéfica para desarrollar estudios económicos para
la intervención política. Tuvo expertos propios, pero también externos –especialistas
y no especialistas-. De igual modo sus publicaciones fueron un medio fundamental
de difusión del conocimiento generado. (Ritschel, 1997)[4]
No son pocos los que en la actualidad cuando han de pensar en las relaciones
entre Medicina y Política pública hecha la mirada aun más atrás. Cuando Martínez
Hernández (2011)[5] ha
de felicitar a la revista Saude & Transformaçao
Social, lo hace iniciando sus líneas buscando la continuidad de esta publicación
con un “compromiso” anterior, histórico, si se quiere canónico: el de Virchow y
al publicación Die Medizinische Reform.
El espíritu que busca recuperar, o más bien sostener Martínez es el de asumir
que:
la salud es un tema de interés político y
general y que los factores económicos y sociales deben ser indagados como
causas y condiciones de las enfermedades humanas.
(ídem: i)
Así, algunos han querido ver en Virchow un reclamo por la salud democrática,
o cuanto menos popular. Virchow nos ha legado la descripción clásica sobre las
fiebres tifoideas (Osterhammel, 2015: 284)[6].
Y es que Virchow es reconocido por aportes muy diversos: en especial en el
ámbito clínico, sus aportes al estudio celular. Pero también fue un hombre de
su época, como lo somos todos. Su polémica en relación a la evolución
darwiniana es una buena muestra, defensor de que el neandertal era un ejemplar
individual deforme y no tanto un “eslabón perdido” a explicar –lo cual, además,
es lógico en correlación con su oposición a
ciertas teorías eugenésicas de la época heredadas de la ilustración-. En
este sentido, muchos de los saberes de mediados
del XIX ya estaban articulándose en esquemas que nosotros también hemos
heredado.
Hacia mediados del siglo XIX, los científicos
compartían un concepto de ciencia que renunciaba a la vieja «aspiración a la
estricta generalidad, necesidad incondicional y verdad absoluta» y pasaba a
hacer hincapié en el carácter reflexivo del saber, su validez condicional,
intersubjetiva y autonomía en el seno de un sistema social específico de las ciencias.[7]
La vieja comunidad imaginaria de los eruditos[8]
[…] dio paso a[l] […] científico [que] se veía como un «profesional»,
especialista de un campo netamente delimitado, un tipo distinto del «intelectual»
que, con mucho talento expresivo, se dirige a una opinión pública más amplia y
está más comprometido políticamente. Se había abierto camino hacia las «dos culturas«,
y solo unos pocos naturalistas como Alexander Von Humboldt, Rudolf Virchow o
Thomas H. Huxley hablaron y encontraron audiencia para sus ideas sobre las cuestiones
extracientíficas. Hacia finales del silgo XIX, los gobiernos empezaron a interesarse
mas que nunca por la ciencia; la policía científica se desarrolló como un nuevo
sector de la actividad estatal sistemática.
(Ídem.: 1094-1095)
Es decir Virchow es una muestra más
de una serie de preocupaciones contextuales, y que en realidad pese a las
desinformaciones de Osterhammel, son previas y se articulan de modos muy prolongados
desde -aproximadamente- el siglo XV en
adelante. Es interesante, no obstante, como pese a este paradigma de relación
entre el poder y el saber, Foucault no habló ni de Virchow ni de Humbolt ni de
Huxley en su Le naissance de la clinique. Sin lugar
a dudas, el hecho de que este sea un manual para muchos, explica la ausencia de
cierta revisión “crítica” generalizada.
Hay quien podría afirmar que
Virchow es el antecedente de la Medicina basada en la Evidencia. Sin lugar a dudas,
eso sería mucho decir. Por esa regla cualquier negador de la astrología o al
fisiognómica premoderna estaría avanzando la medicina moderna. Y eso no es así.
No obstante, sí que puede decirse que algo tiene que ver. A parte de los
propios del trabajo de Virchow –ver nota 7-, podemos también fijarnos en la
evolución propia de al “Medicina basada en la evidencia” –antesala de la Implementation Research-.
Evidence based
medicine is the process of systematically finding, appraising, and using
contemporaneous research findings as the basis for clinical decisions. For
decades people have been aware of the gaps between research evidence and
clinical practice, and the consequences in terms of expensive, ineffective, or
even harmful decision making. […]
Most readers will
recognise that the ideas underlying evidence based medicine are not new.
(Rosenberg y Donald;
1995)[9]
Rangachari (1997)[10]
en un artículo relativamente popular, recuperaba a Pierre Charles Alexandre
Louis como uno de los antecedentes de la Medicina Basada en la Evidencia, por
su contribución a formular la Medicine
d'observation. Si bien esta asociación la hace el autor con cierta malicia
–el exponente por antonomasia de la época sobre estadística y medicina es
Quetelet, al cual ni cita-, hay ciertos elementos de cómo funcionó que sí son indicativos.
Por un lado, y principal, es una autor que atrae por su propia periferia en el
sistema médico francés la atención de estudiantes y expertos estadounidenses,
los cuales migraban en masa a Paris para estudiar medicina. Su claridad y capacidad
de convicción no eran menos –lo cual no quita que ya hubiera suspicacias como las
del doctor James Jakson Sr.-. Estos mismos estudiantes facilitarían al
traducción de sus doctrinas y su difusión. Finalmente la institucionalización más
clásica llegó:
Henry Bowditch,
organized the Boston Society of Medical Observation for discussing cases seen
at the Massachusetts General Hospital and in the city. This was similar to one
that had been created in Geneva called the Société Médicale d'Observation (with
Louis as perpetual president), which functioned as a critical appraisal journal
club.
(Ídem.: 282)
En esto es importante reiterar: El
caso de Louis no es representativo de la Medicina Basada en la Evidencia. Es sintomático
de los fenómenos que la envuelven, no obstante: relaciones académicas
internacionales, interdisciplinariedad, positivismo, inversión estatal en el
desarrollo de al salud pública, desarrollo de los medios de comunicación y transporte,
etc. Como fuere, las dos guerras mundiales traerían grandes aportes al
desarrollo de la medicina. Y nos situamos a mediados del siglo XX con una gran
relevancia de la epidemiologia clínica –se desarrollaría algo más tarde la llamada
“epidemiología crítica”-. Agustín Bratfor Hill, profesor de estadística en
Escuela de Higiene y Medicina Tropical de Londres, demostraría en la década de
los 50 la correlación entre cáncer y consumo de tabaco.[11]
Y es que los desarrollos en epidemiología son fundamentales. Pensemos por
ejemplo en la importancia de las experiencias africanas para el desarrollo de
la nueva epidemiología en los 80, asentado en experiencias previas como el
Poryecto Pholelea, fundando el Pholela Health Center en 1940.[12]
Como Advierte Frikce (2022)[13]:
“the post-World War II debates over
development programs and the rationality of widely differing fertility regimes
across societies”. Pero también se desarrollarían otras disciplinas,
como la psicología; igual que surgirán nuevas como la etología. La medicina crítica
también se desarrollará en estas décadas –posteriores a la II Guerra Mundial-,
con especial impulso de tecnologías como la Reanimación Cardiopulmonar, la estimulación
eléctrica del corazón mediante desfibrilador, la nutrición parentelar ya en los
70, respiradores y muchos otros. Ellos marcarían la transición que Gómez Rubí
(2002: 31 y ss.)[14] sintetiza
como que la “vigilancia electrónica de los parámetros fisiológicos
(monitorizada) comienza a sustituir a la clínica”. Así pues, no podemos
acusar al “medicina basada en evidencia”
de ser una superflua mezcla de “old french wine with a new Canadian label” como
escribiera Rangachari. Hay viejos vinos, pero también los hay nuevos: Archibald
Cochrane –alumno, por cierto, de Bradford Hill (Hortiales et al., 2017)[15]-,
y la fundación homónima, son vectores muy recientes de un fenómeno que lleva desplegándose
muy lentamente.
Esta medicina no es nueva. La que
es nuevo es la evidencia sobre al cual se sustenta. Y la medicina propiamente
no es nueva, es que ya no es “meramente medicina”. La medicina parece cada vez
ser menos un arte, una técnica, y parce convertirse más en una ingeniería, sea individual
bien sea social. Los ejemplos van desde los retoques estéticos, hasta la eugenesia
y la transexualidad[16]
o los debates entorno al aborto y la eutanasia –núcleo mismo de la emergencia
de la bioética-.
Cuando toca desarrollar, o mejor
dicho, desplegar proyectos de salud todo este imbricado campo de ciencias,
métodos, disciplinas, academias e instituciones, filosofías y teorías toca
vertebrarlo y concretarlo. En este sentido, la medicina Basada en al Evidencia
es acuñada en al década de los 80 y es estabilizada y propagada durante la década
de los 90: es del 97 la traducción al español de Medican basada en la evidencia. Cómo ejerce y enseñar la MBE[17]
de Sackett. A penas en el 2006 se abrió una revista para la “Implementation
research”: Implementation Science. Tanto para
autores extranjeros (Lobb y Colditz, 2013 o Theobald et al; 2018) como hispanos
(Suarez Obando, Gómez Restrepo y Castr-Diaz; 2018) [18]
es innegable la relación entre “Impelmnattion research” y “Medicina basada en la
Evidencia”. No obstante, sí queremos hacer notar que la OMS ha procurado
disimular estas relaciones. En su ToolKit (OMS, 2014) para la Investigación de
Implementación a penas menciona la “Medicina basada en la evidencia” (Evidence based medicine), intercalando la noción de “based”
con otros elementos dejando de dar así primacía al concepto “evidence” y
abriéndose a una supuesta pluralidad de fenómenos –pese a que los protocolos están
estructurados en un campo mucho menos plural, igual que las noción que se manejan
de riesgo, salud u otras; como exige un mínimo de coherencia por otro lado
(Bueno, 1987)[19]-.
En parte, junto a lo que iremos
mostrando en los dos siguientes apartados, debe mostrar no obstante algo
crítico: estas supuestas exploraciones emergen de un espacio hegemónico
occidental. No salen de todo el “norte global”, pues no todo el Norte es igual.
El Espacio colonial inglés[20],
igual que sus instituciones estatales han sido la clave para estos planteamientos.
Esto hace que la “tradición” científica y política a las cuales se acogen sean
de un corte muy malo. Por así decirlo: se necesita justificar que todo esto se
reduce a problema del XIX en adelante. Que lo más clásico es la física social
de Comte o alguna tontería por el estilo –como hablar de Louis pero no de
Quetelet-.
Contextos: el caso hispano.
El ministerio de sanidad publicó
en 2015 una guía sobre la Implementación. El documento se centra en la “calidad
de vida”, antes que la duración de al misma, ya que España es uno de los países
con mayor esperanza de vida pero no necesariamente de alta calidad. Fenómenos
como la transición demográfica o la transición epidemiológica son centrales.
Todo ello en el marco de la intervención sobre factores sociales. La ausencia
de la ecología podría sorprender a algunos, más por al ausencia de un dogma
bien arraigado en las políticas globales norte-sur, en especial vinculación con
los recursos energéticos- Esto se debe a que parte de la “evidencia” muestra
que “los factores que más influyen
en la salud son los sociales, frente a factores genéticos o biológicos que
influyen menos y además no son modificables” (Mins. San., 2015: 53)[21].
En España esta preocupación por los determinantes sociales de la salud ya es
vieja, pero no en el sentido que se da comúnmente. En función al panorama descrito
en el apartado anterior, se ajustan las publicaciones del llamado Informe Navarro (Navarro y Beneach,
1996)[22]
y el más reciente Avanzando hacia la
equidad (Min. San; 2010)[23].
Estos se unen con la Encuesta Europea de Salud en España –en línea con el “European Health Interview Survey”-.
Como muestra riquísimamente Javier Segura (2014)[24]
en un estudio excelente –si bien plenamente Etic.-; los antecedentes de estos
estudios son el Informe Blak británico,
o las investigaciones de la OMS. También están de fondo (ídem. 49) varios
desarrollos epidemiológicos como los de Mervin Susser, Nancy Krieger o Almeida
Filho –ya mencionados en estas páginas, y desarrollados en notas-.
Si bien esta suerte de sociología es importantísima al momento de determinar
una intervención actual, la historia siempre nos ayuda a tomar una perspectiva
con respecto a nuestras propias acciones: descubrir mediterráneos como hacen algunos.
No abordaremos el contexto franquista, pero sí que podemos dar un salto a eso
que Huber (2006)[25]
llamo “the unfication fo the globe by desease”. En los sucesivos acuerdos de
salud alcanzando a nivel internacional
durante el siglo XIX, España no se había quedado atrás. Suscribió muchos de
ellos, y parte de su legislación reflejó dicha actualidad. No obstante, como
señala Rodríguez Ocaña (1994: 14)[26]
estas reformas no supusieron un cambio real de la estructura interna del
sistema sanitario, sólo “la reforma
de la Sanidad marítima y de fronteras (lo que competía a Sanidad Exterior en
España) estuvo en primer plano de actualidad en torno a comienzos de siglo”.
Ello sucedería en varios frentes y en momentos futuros, así la “Instrucción [General de Sanidad] es el
texto más largo y minucioso en la legislación internacional comparada”. Así,
bajo el gobierno del general Primo de Rivera, y por consejo de Ramón y Cajal,
en 1923 España entra en contacto con la International Health Board, una división
de la Rockefeller Foundation. Rodríguez Ocaña (2000: 33)[27]
le reconoce a estas intervenciones durante varios años 4 aportes esenciales
para la salud pública española:
[1] La exigencia de una formación
especializada, para lo que se creó la Escuela Nacional de Sanidad, [2] el establecimiento del servicio de
Estadística como columna vertebral de la D.G.S., [3] la organización sanitaria interior según
el modelo sectorizado de centros de Higiene rural ensayado en Cáceresy sancionado
por la Conferencia internacional de 1931 [4] así como la inspiración de un régimen de incompatibilidades en
el ejercicio de cargos públicos fueron consecuencias directas de la presencia
de la Fundación Rockefeller.
El artículo de Ocaña es un estudio bien informado en los archivos de
la Rockefeller, y nos permite internarnos tanto en la perspectiva estatal como,
ante todo, por la de la administración de la fundación norteamericana. Se
reiteran los mensajes de corrupción sea desde al jerarquía o bien desde los
propios trabajadores, se denuncia la falta de recurso económicos e infraestructurales,
se denuncia la autoridad dogmática de los altos cargos, la falta de interés por
parte de los jefes por las novedades y proyectos, así como los problemas
genéricos del régimen político de turno –fuera la República fuera la Dictablanda
o la Dictadura-. Todos ellos, son comentarios que se recogen de las
experiencias en la “Implementation
Research” (véase Theobald et al, 2018 y Rifkin, 2009)[28].
Como sabe identificar muy bien Rodríguez Ocaña (2000: 28), el interés de la
fundación no era el mero amor libre –hasta amor
y libertad son realidades y conceptos
polisémicos-. Por un lado [ciertos sectores de] España se interesa por la
fundación por algunos éxitos ya prestados, en especial en América; de igual modo
y desde la Fundación:
Sólo la inmanente tentación imperial de
la I.H.B., tal vez subrayada por el antiguo papel hispano de metrópoli respecto
de las Américas, explicaría el último porque de los acuerdos entre la Fundación
Rockefeller y España.
Los antropólogos españoles conocemos
muy bien esta realidad, ni que sea por puro conocimiento doxográfico, por los
trabajos de Foster en la península Ibérica, donde tuvo como colaborador más
preciado al eterno maestro Julio Caro Baroja. No obstante, estos estudios no se
limitan a Foster. El interés por lo hispano por parte de EEUU ha de ir por
fuerza más allá, a fin de cuenta la mitad sur del territorio es de cultura hispana,
igual que algunos territorios de ultramar como Puerto Rico –ya todos conocemos
la triste historia de Filipinas[29]-.
Un buen ejemplo es el Hispanic Health Council, donde colaboran
autores de gran prestigio como Merril Singer (2003)[30]. E incluso la célebre etnografía de Scheper Hurgues
se encuadra en el contexto de la intervención de Kennedy para reorientar las
relaciones con los países latinoamericanos: “La Alianza para el Progreso”.
Según Green et al (2009: 159)[31],
la intervención de Kennedy y Johnson son claves para el impulso de un conocimiento
y su estructura a nivel global desde las coordenadas hegemónicas de Estados Unidos.
Singer (2003; 2 y 3) habla de la “anthropolgoical difference”, una expresión
acuñada en los 80 para hablar del apoyo dado por la antropología a la implementación,
a la práctica. No obstante, no hacía falta irse tan adelante. Ruth Benedict, Margared
Mead, Murdok y muchísimos otros colaboraron con su gobierno en planes de gran y
pequeña escala. Es lo que se ha llamado largamente en al antropología americana
“antropología aplicada”[32].
Cuando Beals y Hoijer (1972: 730 y ss.)[33]
dedican su último capítulo a la antropología aplicada, cogen dos ejemplos muy interesantes.
El segundo es sobre las pruebas atómicas en la isla Bikini, y que obligó a
reubicar a poblaciones nativas con cambios inconmensurados en un principio.
Pero el primer ejemplo que toma es el de la conquista de Méjico por parte de los
Españoles. En España se produjo la primera reorganización moderna de hospitales
en Europa bajo el auspicio de los reyes católicos, unificándolos y
centralizando funciones (López Piñero, 1989)[34].
El primer libro de Medicina de América se publicó en imprenta de Méjico. E
inclusive, el primer proyecto universal de vacunación salió también del
imperio. No pienso defender que España fuera una santa: España no existía
entonces, era otra cosa. Lo que si que voy a defender es que, como España fue
un imperio hegemónico, lo es ahora Estados Unidos y la Common Wealth –en esa transición/degeneración
que tarda tantísimo en realizarse, pero que probablemente se acelere ante la
muerte de Isabel II de autoridad religiosa-.
Pese a la invasión de la salud intercultural
(Campos-Navarro, 2004)[35],
la epidemiología cultural (Menéndez, 2008)[36]
o la Etnoepidemiología (Almeida Filho, 2020)[37]
parece que no se produce el desencantamiento del mundo. Las supuestas técnicas
cualitativas que debían revolucionar la producción de conocimientos son cada
vez más degeneradas (Ramírez Hita, 2013)[38].
Las grandes narrativas de postdesarrollo junto a las teorías posestructuralistas
hacen otro tanto, por mucho que sus representantes tiren balones fuera por
mantener el sillón (Escobar y Viola, 1999)[39].
Ciencias: la psicología.
Finalmente, queremos dar muestra
de otro contraejemplo. La salud Global se presenta como un paradigma unívoco en
muchas ocasiones. Lo cual no implica que no se reconozca heterogeneidad interna.
No obstante, parece existir una matriz común: Weber, Berger y Luckman, R.
Merton o Foucault (Hanna y Kleinman, 2013)[40].
Es notorio que todos estos autores no son anteriores a la segunda mitad del
siglo XIX, es decir que se está manejando un rango de teoría brevísimo en el
tiempo, y más pobre aun en cuanto a riqueza de materiales analizados y teorías elaboradas:
tiene más de una escalera con muchos escalones que de un arcoíris con infinidad
de matices de color.
Cuando Kirimayer y Swartz (2019)[41]
escriben sobre “cultura” y “salud mental global” no piensa en un aspecto
esencial: ¿Hay algo global fuera de su rango de operaciones? Es decir ¿Al hablar
de “global” estamos dando por sentado que una única forma de hacer algo
“global” o se es consciente de esa pluralidad de globalizaciones que imperan
sobre el mundo (Bueno, 2002)[42]?
Esta tensión sobre las tradiciones locales es un elemento crítico con diferencia.
Si bien es cierto que cierta universalización de conocimientos no tiene por qué
ser conflictiva, e inclusive la erradicación de saberes previos perjudiciales
puede ser considerada un éxito, ello no niega que cuando no se da esa desigualdad
de partes puede ser que se den respuestas de tipo reaccionario.
En España esta historia es ya
larga. Méndez Pelayo es uno de los mejores ejemplos al respecto, junto al
ilustre Padre Feijoo primer contestatario que alza acusaciones ilustradas. Caro Baroja igual que Joan
B. Llinares fue otro autor que aspiró a defender y levantar estandartes en
defensa de la tradición española de antropología –e incluso europea al recordar
que es Kant el fundamento de la antropología contemporánea y ningún abogado de
despacho inglés o estadounidense-. Gustavo Bueno hizo lo propio con la filosofía,
cosa que como pudimos ver en mi lectura a Fricker (Llinares, 2023)[43]
es aun necesario; desempolvando viejos escolásticos y sacerdotes más modernos
que los ilustrados, recordando el latín y el alemán frente al inglés o
desarrollando él mismo un “sistema” y una
academia –que algunos llaman secta… es curioso porque ese nombre podría aplicarse
a muchos grupos de pensamiento… ¿Think Tanks los llamaban
no?-. Pues con la psicología ha pasado algo parecido en Francia.
Como es bien sabido Francia fue
uno de los países cuyos aportes para el desarrollo de la ciencia contemporánea
fueron más relevantes, y mucho más en el ámbito de la salud y la salud mental
–en cuántas novelas de época los sanatorios están más allá de los Alpes-. Si
bien la Declaración de Hawái (1977) tubo relevancia, y además puso en el centro
un debate que aún es doloroso de recordar a día de hoy –los abusos sobre
internados[44]-,
también dio paso a la asunción de una ética médica muy concreta, donde el
individuo por ser tal tenía toda una serie de derechos inalienables –cosa irónica,
pues Estados Unidos ha sido un país que ha violados derechos como si no hubiera
un mañana (y lo digo explícitamente señalando a la noción de apocalipsis y
mesianismo)-. Esa noción ante ciertos autores franceses implica la importación
de una ética individualista a la yanquie. Tiago Pires (2017)[45],
un historiador portugués de al psicología algo heterodoxo, ha estudiado recientemente
estos debates con detalle. Autores como Horassius advertían que los internamientos
se reducían, pero a la vez se hacían más frecuentes; a parte de que se percibía
un falta de estigmatización que se transformaba en naturalización de la
patología psicológica. Jean Pierre Vidal señalaba que la noción individualista
de la salud había también dejado desprotegidos a muchos enfermos mentales, los cuales
eran internados de forma inmediata para evitarles daños inmediatos y autolesivos;
pero la verdad era que esa gente no tiene familia ni para asegurar la entrada
en el centro ni para hacerse cargo a la salida del mismo. Aspectos como la “multiculturalidad”
han traído también problemas en su inserción en el diagnóstico y en la gestión
de la persona –debates como los que ha sostenido Fassin por ejemplo-: ¿Si todos
somos ciudadanos a qué viene reconocer ninguna particularidad?
¿De qué nos sirve este caso?
the construction of this opposition as
part of a historical process, specifically the globalization of models of
mental health care, the legal codification of bioethics and the onset of
sanitary democracy.
(ídem.: 338)
Es decir, no vivimos en un mero continuum
de debates teóricos y prácticos fácilmente implementables por el hecho de considerarlos
así: lo que es implementable o no, y lo que es “evidente” –objetivo- no depende
de debates puros entre Kleinman y Good, o Menéndez y Almeida. Las críticas de
Henrich (2022)[46] a
lo que él ha llamado “psicología WEIRD” son un muestra riquísima no tanto de
soluciones, las cuales nos parecen escasas e irrelevantes, sino de los
problemas en la producción misma del concomito, de la evidencia. Un conocimiento
que, además, lleva mucho operando y constituyéndose en “tradición” canónica.
Conclusiones:
Naciones Unidas, y sus principales
financiadores como Estados Unidos y varias de sus fundaciones, empresas y
fondos hacen una ingente labor en el mundo por mejorar las condiciones de vida
de millones de individuos sobre la faz de la tierra. En ocasiones ello implica
castraciones forzosas, en otras enseñar a las mujeres a usar preservativos. En
unas ocasiones implica experimentar con al propia población con materiales
radioactivos, en otro luchar por que ciertas vacunas y tratamientos lleguen a
los hogares más pobres de los Andes. En unas ocasiones intervienen en países
desarrollados para dar apoyo a políticas propias, en otras se orquestan varios países
desde la propia OMS como el caso de la pandemia de al COVID-19 –por mucho que
todos sepamos que no hubo una coordinación real, eso no quita que sí hubieran
campañas, estudios y aplicaciones exitosas-.
No obstante hemos querido
remarcar dos dimensiones problemáticas cuando el discurso cae por vez primera
en nuestras manos. Por un lado, como antropólogo español me pregunto por cómo
afecta esto a mi país. Veo que España está en la OMS y tiene una buena salud, aunque
también veo que los problemas económicos se cronifican. Veo que los jóvenes tienen
nuevos problemas de salud que se han descontrolado en relación a generaciones previas.
También veo que América, esos que acogieron a mi familia con los brazos abiertos
después de la guerra civil, hacen cada vez colas más largas como Venezuela o se
endeudan aun más como Argentina y Chile –un modelo de capitalismo a la
Japonesa, subrogado pero que nunca se ha apropiado-. Pienso en que los grandes nombres
de estas teorías raramente son hispanos, y si lo son es porque ya no recuerdan
sus tradiciones locales. Estepais, que decía Larra con una ironía macabra, creo
que se hunde. La implantación de la antropología de la salud es pobre. Yo mismo
busco trabajo, junto a tantos compañeros, y no sabemos exactamente qué será de nosotros.
Nadie quiere un antropólogo… pero ciertamente ¿Lo necesitan? La salud Global me
dice que sí. Yo me acuerdo de lo que contestaron unos receptores de planes de
desarrollo: “Estamos aprendiendo algo nuevo; todo está bueno, solo nos falta
dinero” (Galicia y Balán, 1967: en Menéndez; 2018: 483)[47].
Como todos sabemos los “objetivos
del milenio” no se cumplieron. Pero la agenda sigue adelante, y la agenda 2030
es más larga y abstracta que la anterior. ¿Cuál ha sido nuestra respuesta ante
los fracaso? Creo, que poner el carro delante de los caballos. Las agendas de
la OMS parecen cada vez más cuestión política que está dispuesta a deconstruir
–y no en un sentido positivo a la derridiana, sino en un sentido peyorativo
como va adquiriendo la palabra- la conducta del hombre como la mejor sociología
de la conducta y política de la conducta americana han hecho (por ej. Merton,
1936 y véase Sánchez Agesta, 1962)[48].
Yo no me pondré a discernir estos límites, ya lo han hecho otros mejor que yo
(Nuño, 2016)[49].
Pero sí que puedo dar muestras fehacientes de que más allá de las preocupaciones
individuales, personales y en última instancia biográficas, hay elementos exógenos
que nos reclaman fácilmente. Que la salud no es un concepto abstracto, que los medios
son tan importantes como los fines, la historicidad de todo fenómeno humano,
los cambios inevitables de las hegemonías, etc.
Bertsein (2005)[50]
al analizar la cuestión de la Salud reproductiva llega a una conclusión: no ha
habido consenso alguno. La moral choca por doquier. Berstein habla de una moral
a la anglosajona, al modo de Hume. Donde al final Moral y Ética son relativos:
la moral no tiene autoridad, porque es imaginada como toda tradición, es como
creer en un cuento que nos explican nuestros padres; y por otro lado la ética
es política en tanto que la ética se encargaría de los quehaceres públicos.
Pero “Moral” tiene otro significado en nuestras más diversa tradiciones –las
hispanas y las italianas-. La moral es la costumbre,
el “habito”. Y justamente son esas “conductas” habituales –no otras rituales,
extraordinarias, cuotidianas[51],
etc.- las que no están alineadas de forma previa a formulación de dichas políticas.
Muchas políticas no reflejan necesidades reales de la población: ¿Cómo pueden
estar aplicándose políticas de género en países donde literalmente tiene
guerras abiertas, grupos armados miliares o paramilitares totalmente ácratas, donde
la corrupción impide cruzar una porción del país sin tener que pagar un infinidad
de sobornos? Esta crítica, por cierto, no es de un neurótico, justamente se las
escuché a L. E. Menéndez casi desesperado después de treinta años dedicados a
los alcohólicos de ciudad de México.
Pero es que, en un nivel más profundo,
era inevitable esa constatación fáctica a causa de la inexistencia de una
comunidad moral previa que pudiera servir de fundamento a un derecho
verdaderamente supranacional surgido de un auténtico gobierno mundial.
(M. Ayuso, 2018: 254)[52]
[1]
Un excelente ejemplo de esto es la
arqueología: está en realidad no ha sido un invento del XIX. Primero de todo
tiene varias pulsiones desde el siglo XVI, pero es que aparte es muy probable
que ya civilizaciones anteriores hicieran pesquisas arqueológicas en sus
entornos. En el caso occidental, el más relevante y accesible es el de la madre
del emperador Constantino, Santa Elena. Véase en general: RUMF, Andreas (1962).
Arqueología. V. 1 de 2. México: Unión
Tipográfica Hispano Americana.
[2] WHO (2014). Implementation Research Toolkit. Workbook. Ginebra: Wolrd Health
organization.
[3]
Estos problemas emergente de al
asunción implícita entre Third Way y
programas de globalización por la Salud Pública. Véase: Muntaner, Lynch y Davey
(2001). “Social
capital, disorganized communities, and the third way: understanding the retreat
from structural inequalities in epidemiology and public health”. En: International Journal of Health Services. V. 31, Nº 2. Pp.: 213-237.
[4]
Ritschel, Daniel (1997). “Political and Economic Planning: The PEP Group”. En: The Politics of Planning: The Debate on
Economic Planning in Britain in the 1930s. Oxofrod: Oxford Historical
Monographs. Pp.: 144–182.
[5]
MARTINEZ HERANDANEZ (2011).
“Mantener el asombro”. En: Saude &
Trasnforamçao Socail. V. 2, Nº 1. Pp.: i-iii.
[6]
OSTERHAMMEL, Jürgen (2015). La transformación del mundo; Una historia
global del siglo XIX. Barcelona: Editorial Planeta.
[7]
No obstante dice Virchow: “En el
transcurso de estas lecciones se verá que es casi imposible tener ideas más
mecanicistas que la que yo profeso cuando se trata de interpretar lo que pasa
en las formas elementales del organismo”. VIRCHOW, Rudolf (1998 [1879]). “La
concepción celular del organismo”. En: López Piñero (Comp.) Antología de clásicos médicos. Madrid:
Triacastela. Pp.: 265-268.
[8]
Osterhammel es profundamente continuista
de muchos de estos estatutos que está planteando, lo que en muchos sentidos lo
es sin saberlo. En este caso esta es una distinción Kantiana [Pastor &
Erudito], es decir algo previa al contexto que está describiendo; pero en su
texto no se hace explícita esta distinción. No la naturaliza históricamente,
pues ello podría hacerse mediante argumentación. Sencillamente pasa
acríticamente –ni naturalista ni culturalista-.
[9]
Rosenberg W, Donald A. (1995). “Evidence based medicine: an approach to
clinical problem solving”. En: BMJ.
Nº 310. P.: 1122
[10]
RANGACHARI (1997). “Evidence-based medicine: old French wine with a new
Canadian label?”. En: JOURNAL OF THE
ROYAL SOCIETY OF MEDICINE. Volume 90. Pp.: 280-284.
[11]
Es notorio que le dediquen un capítulo
en: DOLL y WAGSATFF
(2006). ““Science Will Always Win in the End”: The Epidemiologist Who Proved
that Smoking Causes Cancer”. En: Brown y Closser (eds.) Foundations of Global health and Interdisciplinary reader. Pp.:
40-45. En general esta obra
es muy rica en muestras de lo que hemos
procurado ir describiendo en este ensayo.
[12]
Véase el sitio web del centro:
<< http://www.kznhealth.gov.za/pholela/history.htm >>
[13]
FRIKCE (1997). “The Uses of Culture in Demographic Research: A Continuing Place
for Community Studies”. En: Population
council. Vol. 234, Nº 4. Pp.: 825-832. El año pasado, al amparo de la
lectura de Scheper Hughes hice una breve investigación sobre el desarrollo de
la epidemiología cultural. Véase en LLINARES, Artur (2023) “Lectura a Scheper Hughes:
La muerte sin llanto”. Blog autoeditado. Disponible en: << https://arturllp.blogspot.com/2023/01/lectura-scheper-hughes-la-muerte-sin.html
>>
[14]
GOMEZ RUBI (2002). Ética en medicina crítica. Madrid:
triacastela.
[15]
HORTIALES, GOMEZ, BARAJA et al
(2017). “Archibald Cochrane: evidencia, efectividad y toma de decisiones en
salud”. En: Bol. Med. Del Hosp. Inf. De
México. V. 74, Nº 5. Pp.: 319-323.
[16]
Si bien por lo general no se han reconocido
estos vínculos, son evidentes desde los propios experimentos de John Money.
Pero, para evitar acusaciones de excéntricos aludiremos al libro recientemente
traducido de Gill-Peterson (2022). Historia
de la infancia trans. Barcelona: bellaterra edicions. Creo que no es casualidad
que en estas décadas –el Hopkins abre en el 66 su espacio de transexualidad- García
Bacca escribiera desde Caracas pensando en el espacio de la casa, el
laboratorio y el mercado.
[17]
Nótese que la editorial se llama
Churchill-Livingstone… sin lugar a dudas es irónico que algunos proclamen la
necesidad de una descolonización de la salud global, cuando de facto el
colonialismo –virtual o actualmente- es fundamento de todo esto. Pensamos en Affun-Adegbulu
C, Adegbulu O. (2020). “Decolonising
global (public) health: from Western universalism to Global pluriversalities”. En: BMJ
Global health. V. 5, Nº 8. Pp: 1-3. Publicación en línea: <<https://gh.bmj.com/content/5/8/e002947.long>>
[18]
LOBB y COLDITZ (2013). “Implementation Science and Its
Application to Population health”. En: Annu.
Rev. Public Health. V. 3. Pp.: 235-251. THEOBALD, BRANDES,
GYAPONG et al (2018). “Implementation research: new imperatives and
opportunities in global health”. En: Health
Policy. V. 392. Pp.: 2214-2228. SUAREZ OBANDO, GOMEZ y CASTRO (2018). “Ciencias de la
implementación: de la evidencia a la práctica”. En: Acta Médica Colombiana. Vol. 43, Nº 3. Pp.: 207-216.
[19]
BUENO, Gustavo (1987). “El concepto de “etnocentrismo” y sus límites como
concepto crítico”. En: Etnología y
utopía. Respuesta a la pregunta ¿Qué es la etnología?. Oviedo: Júcar
Universidad. Pp.: 36-46.
[20]
Y no solo Ingles. África fue un
campo de experimentación, en el más estricto, triste y bizarro sentido de la
palabra para muchos países –solo hace falta recordar que los campos de
exterminio sistemático de los nazis lo desarrollaron ingleses y franceses en
las colonias africanas para reubicar poblaciones enteras*-. Un contribuidor muy
importante, en especial por el peso de las academias Prusianas y Vienesas en la
contemporaneidad –s. XVIII al primer tercio del XX-, son los aportes germanos:
mucho más dentro del marco tanto de la Medicina como de la Antropología. Ver: BRUCHHAUSEN,
W.; ROELCKE, Volker (2000). “Categorising «African medicine». The German
discourse on East African healing practices, 1885–1918”. En: Waltraud Ernst
(ed.). Plural medicine. London:
Routledge. Pp.: 76-94.
*Dichos campos de concentración los heredaron después
los gobiernos liberales de América Latina –si no es que ya los habían aplicado
en la caza de indígenas y en la retirada de los derechos de las comunidades. Es
ejemplar el caso de Bolivia. Bautista Huanca, Zenón Ferrer (2006). Violencia estatal en Bolivia durante el
régimen del Movimiento nacionalista Revolucionario MNR 1952-1964. Tesis de
Licenciatura. Disponible en: <<https://repositorio.umsa.bo/browse>>
[21]
Min. San., SS SS e Igu. (2015). Guia para la implementación local de la
Estrategia de Promoción de la Salud y Prevención en el SNS. Madrid: Min.
San., SS SS e Igu.
[22]
NAVARRO y BENACH (1996). “Desigualdades sociales de salud en España. Informe de
la Comisión Científica de estudios de las desigualdades sociales de Salud en
España”. En: Revista Española de Salud
Pública. Nº 70. Pp.: 505-636.
[23]
MINISTERIO DE SANIDAD Y POLÍTICA SOCIAL (2010). Avanzando hacia la equidad. Propuesta de políticas e intervenciones
para reducir las desigualdades sociales en salud en España. Madrid:
Dirección General de Salud Pública y Sanidad Exterior, Ministerio de Sanidad y
Política Social.
[24]
SEGURA, J. (2014). “Las
desigualdades sociales en salud: un reto para las políticas públicas”. En: Revista de Servicios Sociales. Nº 55.m
Pp.: 47-63.
[25]
HUBER, V. (2006). “The unification of the globe by disease? The international
sanitary conferences on cholera, 1851-1894”. En: The Historical Journal. N. 42, V: 2. Pp.: 453-476.
[26]
RODRIGUEZ OCAÑA (1994). “España en el contexto europeo, 1890-1925”. En: Rev San Hig Publica. Nº 68. Pp.: 11-27.
[27]
RODRIGUEZ OCAÑA (2000). “La intervención de la Fundación Rockefeller en la
creación de la sanidad contemporánea en España”. En: Rev San Hig Publica. Nº 74. Pp.: 27-34.
[28] RIFKIN. S. B. (2009). “Lessons from
community participation in health programmes: a review of the post Alma-Ata
experience”. En: Science Direct. V.
1. Pp.: 31-36.
[29]
Recientemente se ha publicado el
extenso y rico artículo de GÓMEZ RIVERA, Guillermo (22022). “Estadística: la
destrucción del idioma español en Filipinas”. En: AA.VV. Crónica de la lengua española. 20221. Madrid: RAE y AALE. Pp.:
233-264.
[30] SINGER, M. (2003). “The Hispanic
Health Council: an experiment in applied anthropology”. En: Practicing Anthropology. V. 25, Nº 3.
Pp.: 2-7.
[31] Green LW, Ottoson JM, Garcia C,
Hiatt RA. (2009). “Diffusion theory and knowledge dissemination, utilization,
and integration in public health”. En: Annu.
Rev. Public Health. V. 30. Pp.: 151–74. Este artículo lo conocimos por Lobb y Coldiz
(2013: 236) quienes lo introducen nada más iniciar su artículo sobre
Investigación de Implementación.
[32]
Marvin Harris (1998: 613) incluía
directamente a la Antropología médica como una subcategoría de la Antropología Aplicada.
Harris, M (1998). Introducción a la antropología general. Madrid: Alianza.
[33]
BEALS y HOIJER (1972). Introducción a la antropología. Madrid:
Aguilar.
[34]
LOPEZ PIÑERO (1989). “Introducción”.
En: Los orígenes en España de los
estudios sobre la salud pública. Madrid: Min. de San. y Consu. Pp.: 9-55.
[35]
CAMPOS NAVARRO (2004). “Salud intercultural
en América Latina”. En: Sine Loc.
Pp.: 36-43.
[36]
MENEDEZ, E. (2008). “Epidemiologia
sociocultural: propuestas y posibilidades”. En: Región y Sociedad. V. XX. Nº 2. Pp.: 5-50.
[37]
ALMEIDA FILHO (2020).
“Etnoepidemiología y salud mental: perspectivas desde América Latina”. En: Salud Colectiva. Nº 16. Pp.: 1-25.
[38]
RAMÍREZ HITA, S. (2013). “Usos y desusos del método etnográfico. Las
limitaciones de las narrativas en el campo de la salud”. En: Oriol Romaní
(ed.). Etnografía, técnicas cualitativas
e investigación en salud. Tarragona: URV. Pp.: 43-63.
[39]
VIOLA, Andreu (1999). “Antropología,
desarrollo y post-estructuralismo. Entrevista con Arturo Escobar”. En: Quaderns de l'Institut Català d'Antropologia.
Nº 13-14. Pp.: 145-160.
[40] HANNA y KLEINMAN (2013). “Unpacking
Global Health. Theory and Critique”. En: Farmer, Yong, Kleinman y Basilico (Eds.).
Reimagining Global Health. An
introduction. Los Angeles: University of California Press. Pp.: 15-32.
[41] KIRIMAYER y SWATZ (2019). “Culture
and Global Mental Health”. En: Vikram Pael, Harry Minas, Alex Coehn y Martin J.
Prince (Eds.). Global mental health.
Principles and Practice. Oxford: Oxford University Press. Pp.: 41-62.
[42]
BUENO, Gustavo (2002). “Mundialización y globalización”. En: El Catoblepas. Nº 3. P. 2.
[43]
LLINARES, Artuir (2023). “”. Blog autoeditado. <<https://arturllp.blogspot.com/2023/01/lectura-fricker-epistemologia-injustica.html>>
[44]
En general se articula a partir del
llamado “discurso antipsiquiátrico” que se mezclan con muchos movimientos
entorno al estado del bienestar y los cambios de configuración posteriores a
los 70. No obstante, estas denuncias se llevaban a cabo desde hacía ya muchos
años; igual que las denuncias de abusos de poder. Nelly Bly fue una periodista anglosajona
que lo denunció en el s. XIX; pero en ese mismo siglo también se recuperaron
varias figuras de clásica “locura” a la luz de una óptica romanticista sobre la
edad media –cuando Menéndez Pelayo empieza sus “Heterodoxos” lo hace
agradeciendo el paso de un siglo que tergiversó de un modo tremendo la “edad
media”. No es menor la evidencia de que el siglo XIX se inicia justamente con
grandes historiadores, pero también tergiversadores de al misma como Michelet
con sus estudios sobre la mujer [que han determinado un canon para el feminismo
posmoderno, como es el caso del anticlericalismo y la defensa de la bruja pagana],
o J. N. Thierry quien se propuso unir la épica clásica, con la sencillez de los
cronistas y la razón de su tiempo, coas que le valió el nombre de “Homero de la
Historia”-. Tiago Pires, autor que hemos citado, tiene varios trabajos en este
terreno. Dos ejemplos canónicos de “recuperación de locos” son los estudios
sobre el Quijote en Alemania y la recuperación popular de “Juana la Loca”;
igual que las inventivas sobre Carlos II “el hechizado”.
[45] PIRES, T. (2017). “Global mental
health, autonomy and medical paternalism: reconstructing the “French ethical
tradition” in psychiatry”. En: History of
Psycyhiatry. V. 28, Nº 3. Pp.: 326-343.
[46]
HENRICH, J. (2022). Las personas más ras del mundo. Cómo occidente
llegó a ser psicológicamente peculiar y particularmente próspero. Madrid: Capitán
Swing. Y es que el desarrollo de estos métodos de estudios esta directamente
relacionado con la “implementación social” de la ciencia. “En 1904 se
fundó la Société Libre Pour l'étude Psychologique de l'Enfant que bajo la
dirección de Binet reunía en su seno psicólogos prácticos en las escuelas.", en WOLF, W (1953). Introducción a la Psicología. México:
FCE. P: 220.
[47]
MENÉNDEZ, L. E. (2018). Poder,
estratificación social y salud. Tarragona: URV.
[48]
MERTON, Robert K. (1936). “The Unanticipated Consequences of Purposive Social
Action”. En: American Sociological Review.
V. 1, no. 6. Pp.: 894– 904.
SANCEHZ AGESTA, Luis
(1964). “La política como proceso de comportamiento humano”. En: Revista de Estudios Políticos. Nº 137.
Pp.: 157-169.
[49]
NUÑO, Laura (2013). “Puede ser la vida objeto de ingeniería”. En: Viento Sur. Nº 131. Pp.: 42-51.
[50] BERNSTEIN, S. (2005). “The changing
discourse on Population and Development: Toward a New Political Demography”.
En: Studies in Family Planning. V.
36, Nº 2. Pp.: 127-132.
[51]
En especial por el engaño ontológico
del que buena parte de la sociología del conocimiento saca provecho de modo
desenfrenado desde el célebre ensayo de Berger y Luckman. Ver REYNOSOS, Carlos
(20’11). “Las antropologías fenomenológicas: del empirismo trascendental a la
cotidianeidad”. En: Corrientes teóricas
en Antropología. Perspectivas desde el silgo XXI. Buenos Aires: sb
Editores. Pp.: 217-308
[52]
AYUSO, Miguel (2018). “Las aporías de la «Autoridad Mundial»”. En: Verbo. Nº 563-564. Pp.: 251-255.
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