Cazadores y recolectores: adaptación y organización social


<<Esta es una nueva propuesta reorganizando la información del anterior ensayo sobre los Cazadores Recolectores>>


Los cazadores recolectores (CR) son un grupo que se caracteriza por su relación no transformativa de los ecosistemas, aunque sí pueden producir alteraciones.
¿Qué significa exactamente esto?
Como lo plantea Ramón Valdés (1977), las sociedades humanas se caracterizan por una inmensa diversidad en su desarrollo histórico, pero la mayor diferencia es aquella que permite, u obliga, o no, a una sociedad a transformar su propio entorno.
Si bien no existe una “ley” que nos diga con precisión cuales son las características concretas que hacen que un grupo humano desarrolle una técnica, incremente su presión demográfica o se organice de un modo u otro, sí que sabemos que la diversidad en la forma de obtener y consumir los alimentos son “el resultado de una continua serie de intensificaciones y agotamientos, acompañada por perfeccionamientos en la tecnología” (Harris, 1987, 39).
Con esto no queremos plantear una dicotomía universal entre “naturaleza” y “tecnología”, pues sería falaz. Como ha demostrado la etología, el uso de la técnica es común en multitud de seres vivos, como los nidos en los pájaros, el uso de palos por parte de chimpancés o la construcción de presas por partes de castores. Sin embargo entre ambos elementos en y con los que interactuamos los seres humanos vemos una diversidad de relaciones.
Los CR se caracterizan por una técnica que no transforma el medio donde se desarrollan. Pero aquí no es cuestión de introducir sentencias del tipo,  “no pueden”, “no saben”, “no quieren”. Pues esto solo se podría decir en el supuesto de una homogeneidad que nos permitiera hacer comparaciones de este tipo en igualdad de condiciones entre todos los grupos humanos. Sin embargo, el entorno ecológico varía, a lo largo del espacio y del tiempo. En este sentido es interesante que los CR ocupen un periodo histórico tan amplio en el desarrollo de la humanidad, lo cual hace casi inseparable el estudio de este grupo de la antropología como de la arqueología o la historia[1] (Barnard, 2004), pese a que la mayoría de autores aquí citados advierten de las limitaciones de considerar iguales a los CR prehistóricos a los contemporáneos, si bien la “analogía etnográfica” es “piedra angular de todo trabajo recosntructivo, medio principal de recomposición de los registros arqueológicos” (Dunnell, 2001, 39).
Esta variación ecológica, como decíamos, hace que las técnicas si bien pueden ser básicas, también han de ser adaptables a cada entorno natural: “aunque el hombre actúa en la naturaleza de acuerdo con sus conceptos y deseos, es sobre la naturales misma donde actúa, a la vez que ésta actúa sobre el hombre, nutriéndolo y destruyéndolo” (Rappaport, 1975, 271).
Así pues, y pese  a lo que podría parecer, no son un grupo estandarizado sin más (pocos lo son). Dadas sus relaciones ecológicas ajustadas al medio, podemos ver una serie de características comunes que son resultado de este marco de intervención que tienen los CR, sin embargo no hay que olvidar que de ecosistemas hay muchos. Así pues, a la vez que el margen de actuación de estos grupos es limitado y ello los caracteriza, también es cierto que “el componente esencial de esta tecnología sea su ajustada adecuación al medio, su casi perfecta articulación dentro del ecosistema” (Valdés, ídem., 39), lo cual les dota de una variabilidad concreta (local) riquísima, lo cual, a su vez, “no quiere decir que los cazadores-recolectores pudieran sobrevivir en cualquier hábitat […] recientemente se ha debatido mucho la capacidad de las poblaciones humanas para subsistir en los bosques tropicales sin recurrir al cultivo de plantas” (Harris, 1998, 275).
Podemos encontrar que dicha variabilidad genera dos extremos en las formas sociales entre los cuales van jugando los grupos humanos así caracterizados:
Simples
Complejas
Baja densidad de población
La densidad de población
No dependen del almacenamiento de alimentos
Dependen del almacenamiento de alimentos
Viven en asentamientos temporales la mayor parte del año
Viven en aldeas la mayor parte del año
Débiles distinciones de rango
Fuertes distinciones de rango
Comparten una ética común
Ética común relajada
No existe propiedad de los recursos
Propiedad familiar de los recursos
Tabla 1: Sobre los dos grupos diferenciados de C-R. Reelaboración del Cuadro 12.2 en Harris, 1998 p. 275.
Y es justamente esta diversidad en los grupos CR; que hace que se puedan “situar en el nivel familiar […], pero también en los grupos locales, incluidos los sistemas bastante complejos del gran hombre, posiblemente jerarquías” (Johnson y Earle, 2003, 16); la que se toma como cuestión a desarrollar en estas breves líneas que emprendemos. Así pues podemos ir atendiendo a las diversas características de este grupo e ir atendiendo a  como en correlación con un ecosistema diverso dichos aspectos se ven obligados a variar: “A menos que se reconozcan y entiendan los aspectos comunes básicos no se puede afirmar la magnitud e importancia de las diferencias” (Rapapport, ídem., 269).
Para ello vamos a dividir este trabajo en tres apartados. En una primera instancia vamos a comparar la relación de obtención de recursos que tienen dos grupos humanos en dos entornos bien opuestos. En un segundo apartado, buscaremos comparar la organización social de grupos humanos con dos entornos ecológicos bien distintos. Finamente, reexpondremos algunos datos y buscaremos otros para poder proponer algunas ideas, en la mediad de lo posible, concluyentes.

¿Más movimiento, menos acumulación?

Una de las principales características atribuidas a los grupos CR es su nomadismo. Así se comprende que “En el momento en que la cantidad de energía empleada en el abastecimiento […] sea excesivamente superior a la cantidad de energía que se obtiene por medio de la ingestión de alimentos […] el poblado debe buscar otro emplazamiento en el que la demanda sea satisfecha con un empleo menor de energía” (Arce, 2005); y dada su escasa alteración del medio donde viven se espera que este agotamiento de los recursos se produzca de forma regular, obligando a la movilización del grupo, de igual modo, de forma regular.
Sin embargo esto no tiene por qué ser así de simple. En este apartado nos es interesante acogernos a la propuesta de Lewis R. Binford (2007) de discernir entre grupos nómadas y grupos colectores u “organizados logísticamente” (OL) de CR:
-          Grupos nómadas: “tienen gran movilidad residencial, se apoderan de bienes de poco bulto y cumplen estrategias de obtención cotidiana regular del alimento” (ídem, 446)
-          Grupos OL: se caracteriza por “almacenar comida durante parte del año y organizar de modo logístico partidas para obtener alimentos” (ídem. 447)
Así entre estos dos tipos podemos escoger dos casos conocidos que corresponden a cada uno: Los ¡kung y los kwakiutl dos grupos CR bien diferentes entre sí en múltiples aspectos. Pero es en su organización y movilidad donde más se diferencia. En este caso la primera diferencia no la tratamos, pero si al cuestión de su dispar movilidad en dos ecosistemas bien diferenciados.
Empecemos por el caso que se desarrolla en un ecosistema desértico, donde “la distribución de las fuentes de agua es, con gran ventaja, el determinante ecológico más importante de la subsistencia de los bosquimanos. La disponibilidad de alimentos vegetales tiene una importancia secundaria, y el número y la distribución de los animales de caza tiene escasa importancia” (Lee, 1981, 43) y vemos que “los individuos y las familias se trasladaban constantemente de un campamento a otro” (ídem., 40).
Sin embargo esta movilidad debe comprenderse en términos más amplios y complejos, así hay quienes migran de un campamento a otro, hay quienes se trasladan temporalmente y hay quien solo realiza visitas,[2] pero dicha movilidad individual no debe confundirse con la movilidad entera del grupo cuando se desplaza en busca de recursos, en especial agua. Así en los ¡kung vemos una movilidad descrita por la estacionalidad (de noviembre a abril, de mayo a julio y de noviembre a octubre [ídem., 48]), motivo por el cual “reconocen cinco estaciones basándose en las diferencias de temperatura y lluvia” (Johnson y Earle, ídem., 76)(imagen 1).


Ilustración 1: Estaciones !kung. En: Johnson y Earle, 2003, p. 76.
Así los ¡kung se distribuyen alrededor de las fuentes de agua que estén disponibles, bien sea durante la estación seca (abril-octubre) con sus 8 embalses permanente de agua, cuando “la ecología […] sufre un proceso de simplificación” (Silberbauer, 1983, 300), bien sea la estación húmeda (noviembre-marzo) cuando, a parte de los 8 embalses permanentes, aparecen embalses estacionarios entorno a los cuales se redistribuían los grupos de bosquimanos, cuando “la ecología sea vuelto más compleja” (ídem.).
Lo característico es que los bosquimanos ocupen un campamento durante un periodo de semanas o meses y se coman los recursos que lo rodean” (Lee, ídem., 46). Sin embargo esta misma movilidad varía según la estación. En la estación seca, cuando hay menos embalses, estos grupos prefieren someterse a un equilibrio entre alimentos más abundantes pero menos apreciados y los menos abundantes pero más apreciados, para así no tener que trasladarse de inmediato.[3] En la estación húmeda, se consumen los alimentos menos abundantes pero más apreciados en mayor abundancia y cuando este recurso se acaba el grupo se traslada con mayor facilidad, aprovechando la aparición de los embalses. (ídem., 47)
El punto de inflexión entre movilizaciones diarias para la búsqueda de alimentos se encuentra en la pernoctación. Debido a, 1) un consumo extra de lo que se captura para poder sostenerse el grupo durante esa jornada, o las que sean, y 2) que el grupo a la espera no recibirá ningún alimento por parte de este grupo “explorador” hasta su vuelta.
En otro caso opuesto nos encontramos con los kwakiutl. Este es un grupo que cuenta con gran diversidad de alimentos a su alcance, si bien aquellos productos de los que disponen habitualmente son menos y van variando de forma estacional. No obstante, se encuentran con la posibilidad de ejercer la caza, al recolección y la pesca dado el variado paisaje de su entorno: rio, montaña y costa.
Sin embargo, y pese a esta aparente riqueza, Piddocke (1981, 104) nos recuerda que “El hambre no era desconocida para los kwakiutl”. Las principales razones eran ecológicas; por un lado, climáticas, ya que el mal tiempo podría dificultar la caza y la pesca, y, por otro lado, en la conducta de los peces, que podían producir un atraso en las migraciones; esta relación directa con los periodos de hambre, se entiende mejor por la gran dependencia de este grupo con respecto a la pesca.
En el caso de los kwakiutl la movilidad también se produce con motivo de la estacionalidad. Así se tiene unos poblados estables en invierno y otros asentamientos, más próximo a las zonas de pesca, para el verano. Lo más interesante es la función de agrupamiento y dispersión que se produce, similar a los ¡kung. Así los grupos se reúnen en Invierno y se dispersan en verano; mientras que en el segundo movimiento se hacía mediante los numaym[4], el primer movimiento producía encuentros “inter-tribales” (ídem., 107).
En el caso de los kwakiutl podemos ver una movilización recurrente, aquello que Tylor (en Binford, 1989, 444) llamó nomadismo atado; en tanto que se produce una recurrencia al concurrir a unos espacios determinados por motivo de su localización y estacionalidad.[5]
Esta misma característica, parece, define los movimientos de lo ¡kung[6], sin embargo, en este grupo dicho movimiento recurrente no define sin más el movimiento del grupo, así pues si bien existe un cambio estacional entre épocas húmedas y secas, esta variación solo sirve para redefinir una movilidad, ya de por sí, mucho más recurrente (semanas o meses).
Con esta reflexión última buscamos resaltar como la “movilidad” o el “nomadismo” de estos grupos no solo tiene que definirse en grados de recurrencia, sino que el propio tipo puede ir variando y no tener el mismo efecto sobre un grupo u otro.
De igual modo la movilidad también se describe entre estos grupos de forma interna. No solo se desplazan los kwakiutl de los emplazamientos de verano a los de invierno, también se producen movimientos internos a estos grupos que no nos hablan de temas menos importantes con respecto a la organización de dichos grupos. Mismamente, entre los kwakiutl “A menudo ocurría que un grupo local se hubiese muerto de hambre de no haber adquirido alimentos de otro grupo” (ídem., 106). Si bien esta frase es algo exagerada, ya que como nos recuerda Valdés (ídem., 34) “Son dueños [los CR] de una olvidada sabiduría que no les hace más ricos, ni talvez más felices, pero sin la que su existencia sí sería de verdad miserable: la de que no es imprescindible comer cada día”.
Sin embargo, más allá de su grado de “subsistencia”[7], este último aspecto nos permite introducirnos en la organización de dichos grupos y preguntarnos por su igualitarismo y su carácter redistributivo.

Jerarquía y redistribución:
En el caso de los indios de la costa noroccidental canadiense, si bien el entorno era generoso, la estacionalidad de la disposición de dichos recursos de caza, pesca y recolección  obligó a que “se especializaran en aquellos recursos que eran los más abundantes y susceptibles de almacenamiento y conservación”, esto “hizo necesaria una organización muy eficiente de las tareas, lo que constituyó la base de la aparición y consolidación de una fuerte estratificación social” (Sánchez, 2009, 200-201). El “hecho social total” de este proceso podría encontrarse en el Potlatch.
Sin embargo, merece la pena una mayor descripción del funcionamiento de los kwakiutl para comprender mejor su disposición. Así, si hasta ahora nos hemos centrado en su movilidad, ahora nos interesa su organización.
Ante todo es importante advertir, que si bien el Potlatch ha sido una institución profusamente estudiada, Boas, no la analizó, solo la describió; en consecuencia, los estudios posteriores han tenido que suplir dicha carencias desde múltiples ópticas (Barfield, 2001). Una de las que aquí tomamos es la visión histórica sobre esta institución, por lo que habrá que advertir que existen dos periodos, dos retratos diferentes del Potlatch. Una cara es la de la sociedad igualitaria contemporánea, aunque con transacciones económicas más extravagantes, la otra es la de una sociedad desigual que ya queda en el pasado, pero con transacciones económicas menos extravagantes y famosas. Si bien, la división puede llegar a ser más complejas (Piddocke, ídem., 102). En este caso, como nos interesa su estratificación y jerarquía, atenderemos al caso histórico antes que al contemporáneo.
Los kwakiutl tienen unos usos y derechos estandarizados. Así cada grupo tiene unos usos adscritos al territorio de caza, las estaciones de pesca y las áreas de recolección de bayas. “Los kwakiutl peleaban entre ellos por los derechos” de estos espacios (ídem., 104). Así el uso recurrente del mismo territorio, o la guerra, causa la apropiación de dicho territorio para el grupo. Esto genera una dialéctica entre los grupos los cuales deben atender a quien pertenecen ciertos usos y hasta qué punto se le puede hacer frente al propietario.
De esta dinámica belicosa los grupos podían salir beneficiados. En especial los esclavos era un recurso necesario y de prestigio, que se adquiría en este  tipo de acontecimientos. Y es que la organización estricta no se producía únicamente entre los grupos; de forma “interna” a cada grupo, también existe una diferenciación, una jerarquía.
Como ya hemos descrito líneas masa arriba, existen dos forma d de agrupamientos entre los kwakiutl; 1) la tribu es la unidad mayor y emerge de los poblados comunes para la estación de invierno, sin embargo se disolvían en verano en 2) numayms, los cuales son los grupos “realmente existentes” para la organización del trabajo y los Potlatch.
Cada numaym tiene un cabeza quien “descendía, en teoría, de la línea primogénita de un antepasado fundador” (ídem., 106). Es este cabeza el que posee derechos, símbolos y obligaciones. Son estos elementos los que se heredan a la muerte de un cabeza por parte de la línea directa masculina; si bien, también hay que hablar de que algunos de estos derechos o privilegios son dados en forma de dote, contando como parte fundamental de la contabilidad de los matrimonios. Estos privilegios, de igual modo, compiten con los de otros miembros de la tribu. Así, el jefe de un numaym con derechos y títulos superiores a los demás jefes de numaym, “era considerado el jefe de la tribu o poblado” (ídem., 101).
Estos numayms, como hemos advertido, son el grupo del cual depende la explotación de los recursos y su administración; así, un Potlatch también corre a cuenta de estas unidades sociales kwakiutl. El Potlatch se realiza como un intercambio de bienes entre los numayms. De forma tradicional, solo el jefe podía participar de estos Potlatch y era quien, en primera y ultima instancia, salía beneficiado o no de dichos festejos, mediante el honor. El jefe, no obstante, abordaba mayores funciones en estos acontecimientos, así “custodiaba y administraba los recursos del numaym. Por tanto, era su deber realizar los rituales [….]. Por ello recibía cierta parte” de los recursos obtenidos (ídem., 108).
Si bien los jefes eran los únicos que podían permitirse una acumulación de bienes como para realizar un Potlatch, es también cierto que no se disponía de tantos recursos, dado el no contacto todavía con los occidentales, lo cual, a su vez, resalta el papel de ayuda a la subsistencia del grupo, en vez del canónico planteamiento de superabundans: lo cual, a su vez, explica que “Para la mayoría de los componentes del numaym, la importancia de tener una posición de rango se veía reflejada en el hecho de recibir regalos en una distribución de Potlatch, no en tener que validar estas posiciones dando un Potlatch” (ídem., 114). De igual modo aquí toma un nuevo sentido que la distinción entre “jefe” y “plebeyo” fuera tan clara, incluso dentro de la propia familia: el jefe es quien “da” en el Potlatch, el plebeyo recibe y el esclavo puede ser dado como regalo o como pago de una deuda con motivo de un Potlatch.
Esto no implica que el plebeyo quedara totalmente apartado, como parte pasiva, del Potlatch. Mismamente, “un miembro del numaym que no era suficientemente rico [...] (y este era el caso de la mayoría), daba su riqueza al jefe de su numaym para que éste celebrara el Potlatch en su lugar” (ídem., 115)
Esto, sin embargo, es el broche a un sistema complejo de tenencia de tierra (a cargo de los numaym) y de relaciones ecológicas donde cada unidad puede tener más o menos “suerte” cada año y de ello dependerá la posición que adquiera en los Potlatch, lo cual a su vez implica un intercambio de “ayuda” para la subsistencia por honor.
De igual modo esta estructura puede hacerse aún más compleja mediante las organizaciones “secretas” que rigen el mundo ritual de los kwakiutl, ya que estas “duplicaban la estructura de la estratificación social con la existencia de dos grupos, el de los iniciados y el de los no iniciados. Los primeros eran los nobles […] Los plebeyos, los no-iniciados” (Sánchez, ídem., 202).
En contraste con la organización de los kwakiutl nos gustaría proponer a los hadza. Este es un grupo, no enteramente formado por cazadores-recolectores, pese a que nosotros nos vamos a centrar en este grupo, que vive en unas duras condiciones ecológicas, en Tanzania, alrededor del lago Eyasi.
De forma similar a los ¡kung los hadza “move camp roughly once a month, when the barries run low or the hunting becomes thought or there’s sever sickness or death” (Finkel, 2009). Su entorno consta de “una sabana rocosa, seca, dominada por matorrales espinosos y acacias e infestado por moscas tse-tsé” pero aun que pudiera parecer lo contrario, “es rico en alimentos silvestres” y los animales “son excepcionalmente numerosos”. A más a mas, “las fuentes de agua están ampliamente repartidas […], pero son muy escasas en la estación seca” (Woodbur, 1983, 24-25).
A las mujeres les corresponde recolectar, casi a diario, de lo cual una buena porción es ingerido al mismo momento de la recolección, “menos de la mitad se reservan a los hombres” (ídem., 26). La caza, sin embargo, es tarea de los hombres. Si bien se ha sostenido que es un acto puramente individual (ídem.), muestras etnográficas más recientes (Finkel, ídem.) muestran que se pueden hacer partidas, de varios hombres, para cazar, por ejemplo, un primate. Al igual que las mujeres, cumplen con sus necesidades alimenticias in situ.
Los hadza, como otros CR, tienen muy pocas posesiones, “the four possesions every Hadza man owns are a bow, some arrows,a knife anda a pipe” (idem.). Dentro de esta misma lógica, es comprensible que “no ejercen derechos sobre la tierra” (Woodbur, idem., 25). Esta carencia de acumulación crea una ausencia de autoridades, pero no solo en la órbita política, también en la esfera religiosa podemos decir que “The Hadza are not big on ritual. There is no much room in their lives, it seems, for mysticism, for spirits, for pondering the unknown. There is no specific belief in an afterlife […]. There are no hadza priests or shamans or medicine men. Missionaries have produced few converts” (Finkel, ídem.).
Así esta ausencia de elementos religiosos contrasta con el sistema de privilegios entre iniciados y no iniciados en las organizaciones secretas de los kwakiutl. De igual modo no existen diferencias internas de rango pues por la vía política “The hadza recognize no official leaders”, mientras que en términos económicos “none has more wealth; or, rather, they all have no wealth” (ídem.), a excepción de la pipa, el arco y poco más, ya mentados.
La relación con el medio en ambos caso es diametralmente opuesta. Así mientras los kwakiutl poseen un ecosistema diverso, los hadza, sin ser pobres en recursos, poseen un ecosistema más homogéneo. Mientras que los kwakiutl poseen una noción de territorialidad formalizada por la recurrencia de los espacios y de su apropiación mediante la guerra, lo hadza no poseen semejante noción, lo cual incluso le ha acarreado problemas pues “over the past century, the Hadza have lost exclusive possession of as much as 90 percent of their homeland” (ídem.). Mientras que los kwakiutl, aun con sus dificultades, tenían un acceso a  los recursos “suficientemente grande como para mantener a una población mayor de lo corriente en sociedades de cazadores-recolectores” (Piddocke, ídem., 105), los hadza se quedan en una 30 de personas, pues “that’s the largest number who can share a good-size game animal or two and feel decently sated” (Finkel, ídem.).

Conclusiones:
Como hemos podido ver existe una variabilidad inmensa en esta relación de  necesidad-recolección/caza en los grupos tipificados como CR. Sin embargo, y antes de cualquier cosa, no podemos hablar aquí de una relación de depredación simple, comparable al de cualquier otra especie, como advierte Silberbauer (ídem., 311) “Un arco y una flecha envenenada compensan sobradamente la falta de fuerza y velocidad y agudos caninos y garras, y extienden su alcance mucho más allá de la longitud de su brazo”.
Así las relaciones ecológicas entre hombre y animal, no son graduales, son categoriales, a  diferencia de lo que algunos autores han podido querer proponer (Lee, ídem., 36)[8]. Constituyen una categoría propia. De igual modo, entre grupos sucede algo similar. En los dos apartados anteriores hemos buscado exponer como dentro de unas coordenadas concretas, donde adscribimos dichos grupos humanos, hay una gran variedad, pero se mantiene dentro de unos márgenes.
Así muchas de las lecturas que hacemos de estos grupos están mas en la “visión tradicional de la situación de los cazadores [que] es también preantropólogica y extraantropológica, es a la vez histórico y referible al más amplio contexto económico en el que opera la antropología” (Sahlins, 1977, 15).
Así a lo largo de las décadas se han ido sucediendo lecturas más y menos positivistas sobre estos grupos.
En aspectos como la organización; Por lo general se les atribuye una simpleza organizativa que constituye la esencia del grupo. Así se caracterizarían por la ausencia de jerarquías, de rituales, de territorialidad y, por ende, de guerra.
Sin embargo no se produce de un modo tan esquemático, tal y como ya hemos podido ir viendo en los ejemplos anteriormente expuestos.
La disposición de los recursos marcara múltiples aspectos.
Cuando los recursos se encuentran dispersos y la explotación del terreno está limitada, “el movimiento es una de las condiciones de ese éxito” y “su fortuna es una carga” (Sahlins, ídem., 24). Es así como este modo de vida queda institucionalizado[9] (ídem, 25). A su vez es comprensible que dicho alto grado de movilidad se asocie con una no-especialización en la búsqueda pues no se requiere.
Esta consideración [la organización del trabajo] esta a su vez parcialmente condicionada por los recursos de disponibles en el medio ambiente a que se trate” (Cashdan, 1991, 51). Así pues ya no hablamos solo de la organización genérica del grupo (recurriendo, por ejemplo, a la distinción de Binford antes presentada entre Nómadas y LO), sino que de forma interna el grupo se segrega o no.
Así es comprensible que en el caso, extremo, de los indios guayaquies, “si las mujeres no recolectan prácticamente nada, es porque no hay casi nada que recolectar” (Clastres, 2014, 113) y se niega, de paso, lo que algunos afirmar con rotundidad con respecto a las sociedades CR: “los hombres cazan, las mujeres recolectan” (Arce, ídem.). El caso de los guayaquies deriva en una organización social que divide a hombres y mujeres, antes que entre recolectores y cazadores, “se ve como la oposición entre un grupo de productores y otro de consumidores” lo cual “confiere su sentido a todo un conjunto de actitudes donde se teje la trama de las relaciones sociales” (ídem, 114) que se extiende desde los instrumentos asociados a cada género (el arco y la cesta) hasta los cantos rituales (el prera para ellos y el chenaruvara para ellas). La movilidad en este grupo, efectivamente, es muy recurrente, “raramente, duran más de tres días” en un lugar (ídem.).
Esta movilidad recurrente y la limitación en la especialización de la explotación, no solo genera una ausencia de especialización en los “trabajadores”, entre cazadores o recolectores; sino que en términos rituales lo mismo sucede. No hay autoridades religiosas especializadas. De igual modo estas mismas autoridades tampoco constituyen cargos políticos de coordinación entre grupos para planificar un acontecimiento especial.
Sin embargo, si nos centramos en otros grupos, vemos que esto se produce de un modo muy distinto. Los shoshón (Johnson y Earle, ídem, 67-74) se han asociado históricamente a los CR de baja densidad señalados por Binford (ídem.), sin embargo tal y como fueron descritos originalmente (en la década de 1930) estos grupos sí que se organizaban de una forma algo más compleja que, inclusive, nos puede recordar a los kwakiutl, y hacer de este grupo uno caracterizado por una mayor complejidad, propia de una especialización logística.
Así, de forma estacional, las familias se dividían en primavera, y así permanecían en verano, mientras que se reagrupaban en otoño e invierno. Sin embargo cada ciertos años se producían grandes cambios en la organización de los grupos.
La causa era la organización entre varias familias (más de 15) de la caza cooperativa de liberes y antílopes. Centrándonos en esta última; se producía “quizás una sola vez cada doce años” (Johnson y Earle, ídem., 71) y la finalidad era eliminar por completo la población de estos animales. Para generar una cohesión entre grupos era necesaria la ritualización y jerarquización. Ahí aparece un “chaman del antílope”, “al que se creía capaz de atraer las alamas de los animales, desempeñaba un papel central en la coordinación de la batida”, por lo cual “dirigían las actividades del grupo” (ídem., 72 y 72)
Así es comprensible que, cuando se habla de “estación ceremonial” (Cashdin, idem., 59), hablamos de un concepto muy amplio, ya que la “estacionalidad” si bien puede estar presente en estos grupos, fluye mucho de las movilizaciones diarias, a las comprendidas entre las cuatro estaciones del año, las que distinguen entre estaciones secas y húmedas y las que responden a estacionalidades más amplias aun, incluyendo varios años. Po proponer un caso radical, pese a que se desvía de lo que aquí tratamos, son un buen ejemplo los ciclos de en torno a 20 años que ocupan las guerras entre los tsembaga de Nueva guinea, los cuales además están directamente relacionados con la disposición de piaras de cerdos que saturan o no a la aldea (Rapapport, ídem., 276-286) (anexo 1). Y no planteamos en balde la idea de “ciclo”, como advirtió Mauss (1974,35), “la noción de «movilidad» deberá ser substituida, en muchos casos, por la de «recorrido»: hasta los zíngaros tienen sus propios itinerarios. Hay que tener en muy en cuenta, pues, no sólo el emplazamiento momentáneo de cada grupo, sino toda su área de recorrido, a menudo a largas distancia[10]. Aspecto este último, notorio en los mapas presentados en el trabajo de Silberbauer (ídem., 306-309) sobre los G/Wi
Desde una perspectiva etnohistórica tampoco podemos consolidar un orden entre estos factores (territorialidad, complejidad, movilidad, tecnología…) como determinantes de la evolución global de los grupos humanos.
Así Harris (1987, 41), nos expone brevemente tres casos que siguieron procesos muy diferenciados del nomadismo al asentamiento; de grupos CR a otra categoría:
A.      Las aldeas del valle de Tehuacán no fueron erigidas hasta varios miles de años después de haber sido domesticadas las primeras plantas. Esta misma secuencia se da a lo largo y ancho de las Américas.
B.      En el Viejo Mundo la secuencia se cumplió en sentido inverso. Primero la gente se reunió en aldeas y dos mil años después domesticó las plantas silvestres cuyas simientes había recolectado.
C.      Hoy se sabe que las primeras aldeas de Oriente Medio se erigieron en conjunción con una forma de subsistencia que implicaba la recolección con una forma de subsistencia que implicaba la recolección de semillas de cebada silvestre, trigo y otros cereales.

Ilustración 2. La distribución geográfica de las civilizaciones de acuerdo con las regiones de la domesticación de las plantas comestibles en el mapa de N. Vavilov (Vavilov 1969, 65). Fuente: Ershova, 2019 p. 600.




En esto, tampoco hay que quedarse en un mero nihilismo. No negamos en estas líneas que exista una diferenciación categorial entre grupo humanos en función de su forma de habitar el espacio y su interacción con este. Existe efectivamente una diferenciación categorial, sin embargo, a su vez es interesante hacer notar que esta diferenciación puede llegar a ser muy fluida entre unos grupos y otros dependiendo del qué se analice.
Por ejemplo, al momento de analizar las cuestiones rituales, podemos encontrar un interesante trabajo entorno a las prácticas funerarias elaborado por Binford (2011, 42) en la década de 1970[11], del cual se concluye lo siguiente:
Ilustración 2. Tabla 2 con el número de distinciones dimensionales simbolizadas en las practicas funerarias, resumidas por categorías de subsistencia. Debajo, la Tabla 3 con la cantidad media de las distinciones dimensionales obtenidas en cada categoría se subsistencia. Fuente: Binford, 2011, 42.
En cuanto a los cazadores-recolectores, 12 de los 15 casos proporcionaron algún tipo de concatenación con diferencias de sexo o edad, mientras que solo seis mostraron distinciones relativas a la posición social. Esta observación confirma nuestras expectativas respecto a la correlación existente entre la base de la diferenciación por estatus de los cazadores-recolectores y la característica de la persona social que se reconoce en un tratamiento funerario diferente.
De igual modo es importante resaltar la dimensión histórica de estos grupos, en ocasiones introducidos en una suerte de canon que ocupa desde la prehistoria hasta el presente, cuando “la manera de estar organizada una población afecta a su interacción con otras. Al mismo tiempo que es afectada por esa interacción” (Cashdin, 297) y dicha interacción varia en el transcurso de la historia. De igual modo: “Muchos de ellos han vuelto a la caza-recolección después de haber abandonado otros modos de subsistencia, sobre todo agrícolas o de trabajo asalariado en minas, por ejemplo” (Moreno, 2011, 167). De esto mismo hemos buscado dar buenas cuentas al exponer el caso de los kwakiutl (ver también Wolf, 2001).
Para finalizar nos valdrían dos anotaciones más sobre aspectos concretos de los CR.
En cuanto a la tecnología se destaca la simpleza de la misma para la alteración del medio. Sin embargo esto no es estrictamente así. “la tecnología en estas sociedades no es tan rudimentaria como limitada” (Arce, ídem.). Así pues “Los cazadores recolectores despliegan, con frecuencia, todas las habilidades y técnicas necesarias para la práctica de la agricultura, salvo pasar a la siembra deliberada” (Harris, ídem., 25).
Un buen ejemplo lo encontramos entre los ya tratados shoshón, y también entre los paiutes de California (ídem.), quienes hicieron un cierto uso del regadío:
en el valle de Owens, donde las densidades de población son anormalmente altas, los sistemas de regadío se habían desarrollado a fin de incrementar el rendimiento y la predictibilidad de la cosecha de semillas. […], los shoshón del valle de Owens ilustran ciertos aspectos de la intensificación y al evolución social en sociedades cazadoras-recolectoras” (Johnson y Earle, ídem., 69).
En este sentido es importante no monopolizar la dimensión de CR a la de la cuestión técnica. A fin de cuentas, “la propia función de útil varía según la finalidad deseada” (Serrallonga, 1994) y lo mismo puede llegar a aplicarse a sistemas más complejos de técnica aplicada a la búsqueda y producción de alimentos: “la escasez no es una propiedad intrínseca de los medios técnicos. Es una relación entre medios y fines” (Sahlins, ídem., 17). Y esto de igual modo se aplica más allá de una mera cuestión de usos de subsistencia. Aplicado a la idea del desarrollo de una “estética” a partir de una “técnica” (por ejemplo perspectivas como las de Colorado, 2019) no tienen por qué correlacionarse con exactitud. Como demuestra Myrian Álvarez (2008) al analizar la conducta de los grupos cazadores-recolectores-pescadores en el extremo sur de Sudamérica. Ella concluye hablando a partir del 2000 AP que:
Si bien hay un aumento de en la técnica de trabajo bifacial, y en las estrategias de captura de recursos, se produce un descenso marcado en la frecuencia de decoración de los artefactos. Esto demuestra que las modificaciones en las distintas esferas de producción social no siguen ritmos[12] de cambio similar.”(ídem., 31)
En este sentido nos cabe recordar a Mauss (ídem., 51), cuando advertía que: “Todo objeto debe ser estudiado: primero en sí mismo; segundo, en relación a los individuos que lo utilizan, y tercero, en relación a la totalidad del sistema observado.
Finalmente cabe mencionar la cuestión de que por la ausencia de territorialidad se habla de una usencia de guerra. Si viene esto puede ser así en muchos retratos etnográficos actuales, no hay que subestimar la dimensión histórica en al cual estos grupos CR han sufrido cambios en un mundo global.
En un estudio Robert Kelly (2013) comparó 15 sociedades CR y encontró que “11 of these 15 societies have homicide rates higher than that of the most violent modern nation, and 14 out of the 15 have homicide higher than the United States in 2016” (Buckner, 2017) (anexo 2).
Y aquí tampoco buscamos generar confusión, la guerra no es lo mismo que la violencia, pero tampoco deben darse por sentadas visiones sobre el indígena que terminan por idealizarlo (por ej. Martínez, 2011). Silberbauer (297) nos plantea nada mas comenzar su exposición una supuesta “ley del inhóspito” advirtiendo que se refiere  a que ”Ninguna especia encuentra en ningún hábitat determinado las condiciones óptimas para todas sus funciones”, de lo cual podemos comprender que Arce (ídem.) nos diga: “no considero que el medio ambiente sea determinante para el desarrollo de las sociedades de cazadores y recolectores, sino más bien su actuación (no actuación) sobre el entorno es lo que provoca la formación de la estructura que caracteriza las sociedades nómadas o colectoras”.
Es dicha estructura fluctuante y no preestablecida a la que hemos procurado ir señalando a lo largo de estas páginas para describir la riqueza interna de los CR.



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Anexo 1: Regulación ritual entre los maring (Rapparport, 1975)

Cuadro que ilustra la regulación ritual entre los maring en un periodo de unos 20 años, señalando los inicios de los tabúes, sus causas y sus consecuencias, así como su final. De igual modo se correlaciona con los rituales que dan señales a dicho proceso. Dentro del texto "Naturaleza, cultura y antropología ecológica". Dentro del libro "Hombre, cultura y sociedad" Coordinado por Harry L. Shapiro. Editado por Fondo de Cultura Económica en 1975.

Anexo 2: Tasa de homicidios entre 15 sociedades C-R. (Kelly, 2013, p. 153).




[1] Dicotomía esta heredada de la academia francesa, más culturalista que la anglosajona. Así tanto en Inglaterra como Estado Unidos la arqueología sí que se incorpora en los planes de antropología, comprendiéndola como una de las subdisciplinas de esta junto a la lingüística, la antropología física, la antropología aplicada y la antropología cultural (Harris, 1998, 21-22).
[2] Estos movimientos son importantes para determinar el consumo entre el grupo en cada comida, así “los límites del campamento pueden considerarse determinados por los límites del grupo que consume cooperativamente” (ídem., 45).De igual modo esta movilidad es fundamental para comprender la constitución del grupo y su relación intergeneracional en lo que llamaba Margaret Mead (2019 [1970]) como Culturas Postfiguratvas.
[3] Esto se entiende como un esfuerzo en el reajuste de la dieta, ya que como advierte Lee: “resumir el principio básico de la estrategia recolectora bosquimana en una única frase: En un momento dado, los miembros del campamento prefieren recoger y comer los alimentos deseables que están a la menor distancia de las aguas permanentes” (ídem., 46)
[4] Esta es la unidad familiar básica para la explotación económica. Se describe con mayor detalle en el siguiente apartado.
[5] Ver nota 10, más adelante, sobre la idea de “recorrido” en Mauss.
[6] Cosa que no es de extrañar, ya que Tylor escribe su artículo con el título: “Tethered nomadism and water territoriality: an hypothesis
[7]no significa que produzcan únicamente lo necesario para la mera subsistencia, sino que sus miembros esperan utilizar lo que producen para atender a sus propias necesidades y no para cambiarlo por otros bienes adquiridos por medio del dinero” (Mair, 1975, 161).
[8] Véase una brevísima reseña, en este sentido, en Llinares, 2019.
[9]La modestia de los requerimientos materiales queda institucionalizada: se convierte en un hecho cultural positivo que se expresa en una variedad de disposiciones económicas
[10] En este sentido podemos ver una perspectiva más amplia con respecto a la propuesta de “nomadismo atado” que habíamos presentado páginas más arriba de Tylor. En este sentido nos movemos entre dos trabajos diferentes. Mientras que Mauss está intentando atender a la categoría genérica de pueblo “arcaico” (ídem, 11; ver nota 2 del traductor al respecto), Tylor a lo que le da importancia es concretamente a la distribución de los grupos con respecto a las fuentes de agua estacionales.
[11] Es fundamental al momento de halar de este trabajo, recalar que lo que más le interesa a Binford es señalar el error de las teorías difusionistas y hacerlo desde esta propuesta de trabajo. Sin embargo, como él mismos señala: “Los «ensayos», aun usando mediciones muy rudimentarias y siendo aplicados a una muestra que no puede ser considerada representativa de las categorías especificadas, resultan sugerentes e indicativos de la existencia de las relaciones positivas presupuestas entre la estructura del ceremonial funerario y la estructura del estatus típica de cualquier sistema sociocultural dado.” (Binford, ídem., 35)
[12] En este sentido, entendemos que la autora se refiere a que no podemos esperar una totalidad armonizada de los grupos humanos, esperando de ellos que cuanto más complejo sea X factor todo lo demás responderá, de igual modo, al mismo grado de complejidad. En ese mismos sentido piénsese en el parentesco en occidente, el cual se reduce apabullantemente de forma cuantitativa pero se hace cada vez más complejo con casos como la gestación subrogada, la adopción internacional o las nuevas técnicas reproductivas (por ej. Bestard, 1998).

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