Lectura a: “prácticas y estilos de investigación en la historia oral…”

 





Referencia:

ACEVES Lozano, Jorge Eduardo (1994). “Técnicas de investigación y manipulación. Prácticas y estilos de investigación en la historia oral contemporánea”. En: Historia y Fuente Oral. 2, Nº 12. Pp. 143-150.

Síntesis:

En este breve artículo, Jorge E. Aceves Lozano nos presenta algunas de las líneas maestras que se perfilaban en la década de los 90 en torno al concepto de «oralidad». Como él muy bien señala nada más empezar, esta ya no es una cuestión novedosa o ausente, tanto en la historiografía más amplia como en el caso español.

Comparte la metodología de la historia tradicional, así pues, su organización procedimental, no la distingue de otras corrientes. Las instituciones, si bien no la reconocían en un principio, en la actualidad –del texto- el panorama ya era otro, y en la actualidad, por fortuna o desgracia, ya es hiperbólico (hasta un ley se aprueba en estos términos).

El autor resalta 4 rasgos novedosos (Pp. 143-144):

-          Toma a nuevos sujetos de estudio

-          Toma dimensiones regionales y/o locales

-          Aporta interpretaciones cualitativas

-          Su finalidad es ser útil a las necesidades sociales

Que la trasmisión de información, testimonios, narraciones, historias sea vía oral hace de este campo uno de muy compleja articulación ético-profesional (Pp. 145 y 149). Elementos como al subjetividad hace que algunos autores solamente consideren este espacio como un «apoyo» antes que un basamento mismo de la investigación.

Este campo historiográfico bebe de múltiples disciplinas (pp. 146-147):

-          De la Antropología toma su interés por la construcción y desarrollo de identidades colectivas, al igual que elementos metodológicos y de práctica.[1]

-          Sociología

-          Psicología, en particular el psicoanálisis.

-          Lingüística

-          Folclore

-          Semiótica.

Así pues, podemos sintetizar, que, en primera y última instancia, esta «historia oral» “es más bien, un espacio de contacto e influencia interdisciplinaria” (P. 143).

Finalmente desarrolla una surte de breve teoría de las actuales intervenciones de la  «historia oral»

-          Técnica

o   Archivista y/o documentalista

o   Difusor populista

-          Metodología

o   Reduccionista

o   Análisis complejo

Reseña:

Este breve artículo posee muy sintetizados materiales entorno a lo que se ha ido constituyendo como un campo de por sí: la memoria simbólica.

Múltiples corrientes confluyen, en este caso, tratamos con dos disciplinas: por un lado la historia, por otro lado la antropología.

¿Por qué estas dos disciplinas? Sencillamente porque son desde las cuales se abordan los asuntos en este volumen de la revista Historia y fuentes orales. Ciertamente, sea dicho, además han sido los campos que más se han ido ampliando en estas últimas décadas, y de las cuales se desprende una mayor atención, tanto social, como por nuestra parte.

La sociología también es importante, como lo es la psicología u otras disciplinas. Esta pluralidad de disciplinas puede comprenderse en dos órdenes:

-          Multi_disciplinariedad

-          Trans­_disciplinariedad

Así pues, la oralidad como soporte informativo, es un campo de trabajo (no un objeto, como sostiene Aceves y la mayoría de los que le han seguido la estela) donde confluyen múltiples disciplinas que se encuentran con materiales similares y técnicas de trabajo similares. Esta primera exposición atiende a la idea de multidisciplinariedad.

La otra versión, transdisciplinar podría ser algo parecido a lo siguiente: la opacidad da un contenido y una sustancia común a los materiales de que disponemos en nuestros análisis, dispersos en varios campos científicos, tomando una identidad propia y desprendiéndose, cada vez más, como un campo de conjunción y refundición de saberes.

Para comprender cómo el autor no atiende a la primer característica (multidisciplinariedad) y cómo llega a abogar por la segunda hay que comprender algo básico: confunde sujeto con informante

la Física de altas energías […] utiliza de una modo esencial, constitutivo, unas tecnologías muy sofisticadas sin las cuales no sería posible su desarrollo, entonces, esa ciencia-tecnología es, por razones internas, gnoseológicas, una actividad multidisciplinar

Alvargonzalez (2010, p. 7)[2]

Hacen del sujeto una tecnología del trabajo de campo. Esto es un intento de superar la dicotomía objeto/sujeto. De ahí la importancia que le daba Aceves a la idea de seleccionar “nuevos sujetos” (P. 143). Como si fueran las personas, o los objetos, los que nos explican la historia sin más. En esto último cabe advertir que en su “tipología critica” de procedimientos (técnica y metodológica) de la historiografía oral advierte de estos posibles malos usos:

 

 

B - La faceta metódica

 

 

c - Reduccionista

d- Complejo

A - Faceta técnica

a- Archivista/ documentalista

a-c

¿?

a-d

¿?

b- Difusor

b-c

¿?

b-d

¿?

A priori, nos parece una clasificación con poco potencial, más allá de presentar dos dictiomas más cerca de la perspectiva interna del propio campo, que no un retrato “desde fuera” de la propia disciplina:

-          Buen / mal historiador oral

-          Productor / difusor de historia oral.

Y esta segunda dicotomía tampoco es muy clara en el fondo. Ya que el “archivista” crea el archivo, la tipología, la ordenación y puede inclusive recoger en primera instancia la información, pero no tiene por qué ser el comienzo de la disciplina. Un buen ejemplo de ello es la antropología,[3] la cual se usa aquí por lo general para atacar a la historia “tradicional”, pero no se hace el mas mínimo caso de su propia tradición critica sobre el trabajo profesional (los sociólogos hacen algo similar, si bien no entraremos aquí “al trapo”). La antropología no fue capaz de sistematizar todas sus “fichas” y “archivos” o “bancos de datos” hasta, de forma aproximada y nunca completa, la “Muestra etnográfica mundial” (1957)[4] elaborada por  George Peter Murdock y utilizado desde entonces hasta la actualidad por un sinfín de autores de múltiples disciplinas (en especial arqueología y antropología): pero esta era una herramienta de trabajo. La antropología, junto a otros expertos como bibliotecarios, biblioteconomistas, archivistas, etc. había creado una herramienta de trabajo, al igual que se desarrollaron programas de diseño gráfico o se desarrolló Excel y sus (infinitas) tablas. Pero ¿existe la Excelogía? No.[5]

Así pues, incluso el desarrollo de una técnica refinada por parte de una ciencia, no tiene nada que ver con el desarrollo de un campo de trabajo/estudio.

De igual modo pueden existir técnicas muy refinadas para el estudio de ciertos ámbitos de una misma disciplina, en contraste con una misma especialidad compartida por varias disciplinas. Si volvemos a la antropología nos encontramos con técnicas y ámbitos de estudio, de los cuales algunos han devenido campos autónomos, pero otros sencillamente nunca se han propuesto como tales:

-          Documentos

-          Restos arqueológicos

-          Leyendas

-          Recuerdos

-          Lingüística

En la actualidad, en especial en Europa, la antropología se considera una disciplina totalmente segregable de la arqueología: en la Universidad de Barcelona no se da ni un triste crédito sobre los materiales líticos, los yacimientos o los marcadores de estrés, tampoco ni una triste página se dedica a autores de igual modo tan reaprovechables por los estudiantes de antropología, por ejemplo Lewis Binford o Liev S. Klejn.[6]

En cuanto a los recuerdos y la información oral, podemos ver como la antropología también ha reelaborado estos espacios de trabajo. Como es bien sabido, el sistema comparativo en antropología nace en la 2ª mitad del siglo XIX, a partir de los trabajos y estudios sobre parentesco.[7] Pero a principios de siglo se encuentran con un problema: ¿Es seguro recoger la información así? ¿Qué recogemos en cada caso? ¿Por dónde se empieza? ¿De dónde podemos y de dónde no podemos obtener información?

Para dar respuestas a estos problemas, y tantos otros, se desarrolló el «método genealógico», que Rivers sintetizó por vez primera en 1910. Pero este “método” venía a completar/mentar las metodologías ya desarrolladas de forma previa; y, en especial, nos habla de la unificación de varios métodos dispersos hasta la fecha. En esto, puede parecer, es como el “invento” del «trabajo de campo» por parte de Malinowski: él no inventó nada, formalizó una serie de técnicas de investigación, muchas de las cuales ya venían practicándose por los misioneros en américa desde el siglo XVI. Así, por ejemplo, en el caso de Malinowsky es más interesante su contra-relación con otros antropólogos de la época, como el propio Rivers, pero también con las instituciones, en concreto las Notes &  Queires, una publicación que indicaba cómo debían ser los trabajaos y publicaciones de los investigadores.[8]

A nuestro parecer, ni la memoria, ni la oralidad son dos campos que obliguen al investigador a abordarlo de tal modo que constituya una ciencia: no hay «historia oral» ni «memoriología». Aquí atajo ambos términos porque es evidente la relación que existe entre el “giro oralista” en historia y el “giro memorístico”;[9] esto, a su vez, tiene mucho que ver con los usos políticos e institucionales de estos saberes (y su desarrollo). Decía Aceves que, institucionalmente, no había habido un gran apoyo, en la actualidad son millones de euros los que gastamos en España en proyectos similares.

Personalmente me parecen llenos de ñoñerías y soberbia. Yo estudio antropología, no historia, así que no sé cómo está el patio actualmente, pero sí que procuro informarme.

La unión entre varias disciplinas para desarrollar una “nueva historia” no es novedosa y sí que se debe a la incorporación de nuevos materiales como fuentes de estudio históricos o como factores a tener en cuenta, como mínimo.

Esta ya fue una de las novedades presentadas por la escuela de los Anales en Francia. Así lo consideraba Vicens Vives en su prólogo al volumen dedicado a «Oriente y Grecia antigua» (1981, España: Ed. Destino) dentro de la Historia general de las civilizaciones de Aymard y Auboyer:[10]

Historia social quiere decir que se ha renunciado al catalejo de la personalidad o de un grupo reducido de personalidades para otear el horizonte histórico, y que en adelante es preciso hacer un esfuerzo de imaginación para situarse en el terreno de sus múltiples creadores sociales: todos los oficios, clases, castas y jerarquías al unísono, en una tensión o éxtasis mancomunado. (p. 17)

A lo largo de una centuria habían crecido y se habían desarrollado una gran variedad de ciencias paralelas, cuya aportación resultaba imprescindible para intentar la empresa de captar el hombre en su dimensión social […]. Nos referimos, en primer lugar, a la geografía humana […]. Luego a la economía y la sociología […]. En fin, a la demografía […].

[…], y el empleo bien intencionado del método estadístico para descubrir los inevitables resultados de masa, pudo aspirar, como decíamos, a elaborar una historia verdadera del hombre, no una historia del simple evento. (p. 10)

Con respecto a esto último es interesante que las “historias de” ciertos elementos sean tan comunes en el XIX como en la actualidad: ¿Quién tiene el valor de negar la importancia de la Historia de la muerte en Occidente (1975) o la Historia de la vida privada (1985) de Aries y Duby, o al Historia general de las drogas (1989) de Escohotado? Por no hablar de las exploraciones temáticas de algunos antropólogos/sociólogos; un clásico al respecto es Bourdieu y su Miseria del mundo (1999, Méjico: FCE), donde en las primeras páginas (9-10) reflexiona entorno a las miserias, su diversidad, su abordaje, sus expectativas, etc. este libro del sociólogo francés es uno de los mejores ejemplos de la importancia de la oralidad como fuente: su presencia, cuando lo habitual no es incorporar las transcripciones enteras de las entrevistas, marca la diferencia.[11] Por compararlo con un estudio de características “similares”, en cuanto al entorno sociológico escogido, si bien en Inglaterra en vez de Francia, véase el clásico de P. Willis Aprendiendo a trabajar: contrástense.

Es en el trabajo sobre Las estrategias de la reproducción social, Bourdieu encontramos uno de los motivos clave para comprender esta importancia del testimonio (antes sujeto que informante):

Dicha representación se deposita en las palabras comunes, términos performativos que constituyen el sentido del mundo social tanto como lo registran. (p. 187)

Pero más allá de este viraje epistemológico[12] también hay un cambio de implicación política, así pues:

el dominante es quien llega a imponer las normas de su propia percepción, a ser percibido como él se percibe, a apropiarse u propia objetivación, reduciendo su verdad objetiva a su intención subjetiva. […], una de las dimensiones fundamentales de la alienación reside en el hecho de que los dominados deben contar con una verdad objetiva de su clase que ellos no han forjado, con esta clase-para-los-demás que se impone a ellos como una esencia, un destino, fatum, es decir, con la fuerza de lo que se dice con autoridad (P. 192)

Bourdieu, en un sentido más amplio, atrapa sus textos entre el refinado análisis sociológico y la obligación de la movilización política que lo constituyó como «personaje» del panorama; si bien todo se homogeniza en su característica retórica francesa.

Esta obligación política la comparte en su visión con el planeamiento de Vicens Vives (por ej. P. 13) y con Aceves:

[El analista complejo de la historia oral] sostiene que la versión de la historia de la sociedad que se construye, es tan válida, como podría ser aquella que resulta de consultar fuentes documentales tales como archivos y expedientes fiscales o policiales, por ejemplo. (P. 150)

Es mediante esta metodología que se produce una inversión de “roles”, o a ellos se aspira constantemente:

[La historia oral] procura destacar y centrar su análisis en la visión y versión que se manifiesta, desde el interior y los más profundo de la experiencia de los actores sociales (p. 144)[13]

En este sentido, no obstante, no creo que la historia pueda emplearse, literalmente, para arreglar algo. Es por ello que esta sustantivación de la historia suele coger partes suyas y partir de ahí desarrollarse, pero no a la inversa. Ya existe una preselección delimitada política, sociológica, económica, académicamente, etc.

En este sentido hay dos muy claros ejemplos:

-          Historia visual de X: el concepto de «historia visual» nos es mucho más común, probablemente por su popularidad pedagógica. Este “visual” puede ser por el tema  a tratar, pero desde luego, el medio, es fundamental: que garantice la reproductibilidad gráfica para su visionado, su exposición, su difusión, etc.

En cuestiones de historia del arte suele haber muchos ejemplos de publicaciones de este estilo, de igual modo sucede con la historia militar. Nosotros vamos proponemos el caso del libro de Melquiades Prieto (2020, España: modus operandi) titulado La guerra de papel. Origen iconográfico de la Leyenda Negra.

Ya para empezar, señalaremos que “de papel” es un mal término, pues descarta demasiados materiales donde también se ha reproducido la leyenda negra: por ej., la serie francesa animada “Érase una vez”.

No obstante, esta es una historia gráfica o visual entorno  un tema, así pues, lo primero seria advertir que no existe “Historia oral” sin más, debe circunscribirse a campo, pues al historia oral, no es un campo, es un medio. El grafismo es el medio mediante el cual nos centramos en un proceso más amplio, o bien dicho proceso ha sido relevante en ese medio en concreto, en el caso del libro de Prieto: Tratamos el Imperio español (con los demás imperios y reinos que ello implica), en concreto sus relaciones internacionales, pero no necesariamente las diplomáticas, sino las propagandísticas; y más en concreto aun, un tipo de propaganda sistematizada y analizada (y etiquetada) por Julián de Juderías y Emilia Pardo Bazán a principios del siglo XX.

 

Así pues, la historia oral no puede existir como corriente historiográfica. Hay quien diría que la “historia visual” es un requerimiento editorial, no de metodología.

Eso es falso y lo demuestra muy sencillamente una somera lectura al libro de Prieto, pues no hablamos de un mero alarde editorial. Está tan confeccionado de imágenes como lo está de entrevistas el libro de Bourdieu La miseria del mundo que comentábamos antes.

Así pues, quien quiera deslegitimar el libro de Prieto como contraejemplo de una “historia oral”, deberá primero enfrentar esa misma critica al libro de Bourdieu y preguntarse si procede o no.

 

Por otro lado, y regresando a la antropología, Adolfo Estalella (2020)[14] nos presentaba recientemente, de forma sintética, los tres usos clásicos de los dibujos en la disciplina:

El dibujo ha sido incorporado a la práctica antropológica en múltiples instancias, tanto en el trabajo de campo como, de manera más reciente, la ilustración etnográfica se ha convertido en un formato de expresión para las monografías etno-gráficas, de manera sintética hay tres instancias distintas en las que diferentes antropólogas han hecho uso de la ilustración etnográfica: (1) como dispositivo de campo en el trabajo etnográfico para la documentación y el registro, (2) como forma de representación del conocimiento antropológico y ([3][15]) como modo de indagación[16]

 

Esto solamente hablando del dibujo, no entrando en otros trabajos igualmente importantes.[17]

 

-          La territorialidad: la cuestión de territorio ha sido estudiada ampliamente, en especial desde los estudios zoológicos y etológicos. En cuanto al hombre, por lo general, hasta la década de los 70, aprox., nos encontramos con un mero interés superficial, como resultado de la conquista política o del modus operandi de una economía.

Es elementalmente a partir de la ecología que disciplinas como la sociología o la antropología empiezan a embarcarse en esta cuestión tan humana como animal (Dyson-Hudson y Alden, 1983)[18].

No obstante, la cuestión ha avanzado muchísimo, en especial por los estudios de migraciones, pero no solo: en especial intentando, y cada vez estando más cerca –nos parece-, superar la dicotomía global-local, un ejemplo claro lo encontramos en el trabajo de Doreen Massey[19].

Pero este tema también ha sido de interés para la arqueología, así, en 2004, Fernando Diez Martin presentaba su Largo viaje. Arqueología de los orígenes humanos y las primeras migraciones. Donde al son de las movilizaciones humanas, las presiones ecológicas, los encuentros con nuevas especies y la perdida de otras nos describen la evolución física, social y cultural del hombre.

 

Así, la territorialidad ha sido estudiada mediante múltiples fenómenos (si no es que la territorialidad misma es un fenómeno) y múltiples disciplinas: no por ello se ha convertido en una disciplina segregable, por más estudios especializados en la materia que existan.

En conclusión; frente a una historia oral, que confunde sujetos, informantes y testimonio; que se reclama como un “algo” político; frente a la sustantivación de la historia misma y sus partes; proponemos regresar a lo que advertía Thompson[20]:

Porque la historia permanece siempre sin resolver, es como un campo de posibilidades inacabadas que queda tras nosotros, con todas sus contradicciones y con todas sus renuncias, y somos nosotros, actuando en el presente, los que hemos de volver atrás para rechazar algunas posibilidades y dar apoyo y empuje a otras. Nosotros asumimos algunos valores del pasado, nosotros rechazamos otros. (P. 168)



[1] Así pues, no de extrañar, que artículo posterior de Silvia Paggi sea: “A propósito de la entrevista filmada en la investigación antropológica” (Pp. 163-174)

[2] ALVARGONZALEZ, David (2010). “La transdisciplinariedad como mito milenarista”. En: Encuentros multidisciplinares. Vol. 12, Nº 34. Pp. 70-79. Disponible en: <<https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=3179534>> Un ejemplo bibliográfico preciso de esto lo podemos encontrar en ORAL, Ahmet Yavuz; ORAL, Zehra Banu Bahsi (eds,) (2017). 3rd International Multidiciplinary Microscopy and Microanalysis Congreess (InterM). EEUU: Springer.

[3] Otro buen ejemplo es la arqueología. En concreto Leroi-Gourhan (1976, [“Las excavaciones y la doctrina de investigación”. En: A. L.-G. et al. La prehistoria. España: Editorial Labor. Pp. 149-154], en especial 151-4) trata muy bien la paradójica relación entre el exploración – registro – conservación de los yacimientos: “el mejor investigador es a pesar de todo, un vándalo que destruye su documento consultándolo”, al igual que “El salvamento y el estudio científico son cosas distintas” (p. 153)

[4] Traducido al español en 1975 en LLOBERA, Josep  R. (Comp. Y Prol.) (1975). La antropología como ciencia. España: Anagrama. Pp. 203-230.

[5] Hay quien podría proponer la cibernética, esta opción será revisada y adaptado el texto en consonancia con las conclusiones.

[6] Es curioso que a la inversa no sucede: en arqueología se estudian asignaturas de Antropología. <<http://www.ub.edu/grauarqueo/index.php/cat/pla-d-estudis-cat/assignatures>>

Por otro lado, es preocupante que Martin Almagro en su Introducción al estudio de la prehistoria y de la arqueología de campo (1973, España: Guadarrama), ya advirtiera lo siguiente:

Estas actitud anómala de apartar la Prehistoria de la Historia hace, como hemos dicho, que en muchos países los estudios prehistóricos se hayan excluido de las Facultades de Filosofía y Letras, seccionando totalmente su enseñanza y su verdadero carácter de ciencia humanística, solo guiados, quienes tal hacen, por los métodos empíricos y la necesidad de complejas técnicas que para estudiar tan remotos tiempos el prehistoriador ha de emplear

(p. 20)

[7] Particularmente, consideramos que es aquí donde se ve la diferencia entre antropología moderna (iniciada por Bernardino de Sahagun ) y la antropología contemporánea (asociada a Bronislaw Malinowski; a lo cual nos oponemos)

[8] Este es un tema que he tratado mucho más en extenso en el artículo titulado “Sobre Bronislaw K. Malinowsky y Ruth F. Benedict” <<https://arturllp.blogspot.com/2019/03/sobre-bronislaw-k-malinowsky-y-ruth-f.html>>.

[9] Pensemos en un historiador como Hayad White y su propuesta de una historiofotía, al hablar de los modos de registrar la historia mediante imágenes: aquí se ve bien el anverso de esta “historia oral” de la cual nos habla Aceves.

[10] Cabe destacar que, lamentablemente, Vives parece ignorar totalmente el trabajo realizado por autores de la talla de Polany (Comercio y mercado en los imperios antiguos, por más críticas a posteriori que podamos hacerle, es una obra de 1957, trad. al esp. en 1976, España: labor universitaria). De igual modo hay ciertos aspectos sobre la incorporación de otros saberes a la historia que, si bien podemos resaltar su evolución y su mayor refinamiento, cosa que sin dudas también ocurre en la actualidad, no aportaban nada nuevo bajo el sol: un excelente historiador español como Altamira ya en su Manual de historia de España (2ª ed. de 1946 Argentina: Editorial Sudamericana) había incorporado explícitamente las condiciones geográficas, las sociológicas y las tecnológicas a su análisis de la historia de España.

E inclusive la arqueología ya estaba influida por otras ciencias como la sociología. En Rusia, nos cuenta Leo S. Klejn ((1993). La arqueología soviética. Historia y teoría de una escuela desconocida. España: Critica. P. 17), a mediados de la década de 1920 se continuaron las líneas abiertas por investigadores como Vladimir A. Gorodtsov, M. N. Pokrovsky o Vladimir M. Friche.

[11] En este sentido, se muestra a la perfección como un trabajo tan amplio como el que presenta Bourdieu pasa perfectamente por la clasificación de Aceves sin recibir clasificación/critica alguna, sencillamente “pasa los estándares de calidad”.

De todos modos, es fundamental destacar que Bourdieu advierte en la primera página de su gran obra: “los previos planteos metodológicos o los análisis teóricos que, en nuestra opinión, son sin embargo completamente indispensables para una justa comprensión de las entrevistas.” (p. 7); si bien estos análisis, a nuestro parecer, son excesivamente breves [por mas retórica francesa que sea], y es ahí donde se resalta –aún más– el  papel de la entrevista como trascripción de la expresión/comunicación oral y gestual [Cfr. Ernesto Castro (2019). “¿Cómo se hace una entrevista?” disponible en: <<https://www.youtube.com/watch?v=-WsOQroefCM>>]. Es importante que el aspecto gestual no lo trata Aceves

[12] Ver GONZALEZ-ABRISKETA, Olatz; CARRO-RIPALDA, Susana (2016). “La apretura ontológica en la antropología contemporánea”. En: Revista de Dialectología y Tradiciones Populares. LXXI (1). Pp., 101-128. Disponible en: <<https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=6969532>>

[13] Toda esta referencia a la interioridad del hombre, como si la voz del pensamiento no fuera más que una mera reconstrucción cognitiva de las mecánicas del cuerpo para comunicarse, puede retrotraernos a abordajes más psicológicos de lo antropológico (si bien esto puede llevarnos hasta  una antropología neuroevolutiva, como hizo Lamote de Grignon). Para comprender el alcance de esta disciplina en la antropología contemporánea, puede leerse: REYNOSO, Carlos (ed.) (2008). “Presentación”. En: El surgimiento de la antropología posmoderna. España: gedisa.

[14] ESTALELLA, Adolfo (2020). “El dibujo etnográfico. Delinear modos de indagación”. Open#doc. Disponible en: <<http://estalella.eu/open-doc/el-dibujo-etnografico>>

[15] Por lo que entendemos era un error, en este espacio en el texto original hay un “2”.

[16] Más allá del elemento técnico, es también interesante que Estalella recupera la dimensión del “hacer”, la “operatoriedad del sujeto corpóreo”. En este sentido recuperamos a Le Breton [(2018). La sociología del cuerpo. España: Siruela] cunado advierte que “La memoria de una comunidad humana [no hay memoria subjetiva, solo individualizada] no reside solo en las tradiciones orales y escritas, sino que también está entretejida en efímeras habilidades corporales” (P. 64).

[17] Por ejemplo, Hasan G. López Sanz (2019, España: concreta) en Zoos humanos, ethnic freaks y exhibición etnológicas nos da buenas muestras de uso del cine, el cartel ismo u otros medios para hablar de “lo salvaje”, en concreto desde su patrimonialización.

[18] DYSON-HUDSON, Rada y ALDEN Smith, Eric (1983). “Territorialidad humana: una reconsideración ecológica”. En: Mª Jesús Buxo Rey (ed.). Cultura y ecología en las sociedades primitivas. España: editorial mitre. Pp. 151-185.

[19] Cfr. ALBET, Abel y BENACH, Núria (Comp.) (2012). Doreen Massey. Un sentido global del lugar. España: Icaria.

[20] En FONTANA, Josep (2014). “La evolución de E. P. Thompson”. En: (2018). Sobre la història i els seus usos públics. España: PUV. Pp. 157-168.

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