Sobre Bronislaw K. Malinowski y Ruth F. Benedict.




En la búsqueda de información sobre Benedict y Malinowski nos encontramos con que los resultados sobre estos dos autores son bastante descompensados, en tanto que de Malinowski mucho se ha escrito en cambio con Benedict sucede lo contrario. Tanto la metodología como las obras de Malinowski han sido trabajadas ampliamente, mientras que la obra de Benedict, especialmente El crisantemo y al espada, ha quedado relegada a un segundo plano en pro de su alumna Margaret Mead; así pues, habiéndome encontrado con esta dificultad en el momento de buscar fuentes fiables de información, he creído más adecuado proceder del siguiente modo:

Primero presentaré la obra de Bronislaw Malinowski procurando dar respuesta a las cuestiones planteadas por la profesora de un modo más o menos ordenado, pero sin una división concisa para favorecer así una lectura fluida del trabajo. Una vez presentado el primer autor, del cual he podido obtener más información, procederé a presentar a Ruth Benedict. La comparación entre ambos autores, que es la finalidad de este trabajo, se planteará en el propio apartado de Benedict y no en uno separado, ello por cuestiones de extensión del presente trabajo y porque, como se ha dicho, al encontrar más información sobre el primer autor resultará más ágil de trabajar y leer el documento del modo planteado.

Malinowski:

La comparación cualitativa entre dos tótems como Ruth Benedict y Bronislaw Malinowski es un imposible y aún más teniendo en cuenta mi inexperiencia acerca de este tipo de comparaciones. Sus metodologías, sin embargo, no implican para el que escribe estas líneas ningún debate moral.  Entre Malinowski y Benedict hay más de una década de espacio y una corriente diferente al cómo se formula la cultura y el estudio etnográfico. Curiosamente las circunstancias pueden resultar similares, aunque este punto lo trataré más adelante en este trabajo.

Bronislaw Malinowski nace en Cracovia, Polonia, un 7 de abril de 1884. Su familia, aristocrática, lo prepara para la vida universitaria y una carrera de carácter académica[1]. Los inicios de Malinowski son en las ciencias exactas, no en campos de las ciencias sociales. Primeramente, recibe formación en Física y Matemáticas, será mediante La Rama Dorada; Magia y Religión de James G. Frazer que se empieza a implicar en las ciencias sociales y más específicamente en la Antropología Británica.

A caballo entre el s. XIX y el s. XX el extraordinario desarrollo de las ciencias exactas permea todo el desarrollo intelectual. Malinowski se encuentra con dos cuestiones fundamentales:

         i.            Una “antropología de gabinete”; donde el antropólogo no trata directamente el objeto de estudio sino que emplea fuentes secundarias.

       ii.            Un debate intelectual entre dos posibles corrientes a aplicar en las disciplinas sociales.

Malinowski es conocido por poner solución al primer dilema e instaurar una metodología de trabajo en la antropología que es la que permanece como la metodología insigne de la disciplina Antropológica; la observación participante ayuda a ala antropología a elevarse como campo profesionalizado y de carácter científico. (Osterhammel, 2015; 1148).[2]

La segunda problemática es más compleja. En el contexto presentado se aspira a otorgar una categoría de ciencia a los estudios humanísticos. Ricardo Bocco y Mariella Villasante presenta claramente las dos corrientes que se proponen para otorgar un corpus a las disciplinas sociales:

·         El positivismo de A. Comte y/o E. Durkheim quienes consideran que existe una unidad entre las ciencias sociales y las naturales; consideran que la objetividad ya está implícita en la materia de estudio en tanto que forma parte de la naturaleza y esta se desarrolla más allá de la subjetividad humana. A. R. Radclieff-Brown es de los primeros y más relevantes autores de esta corriente en Inglaterra, enfocando su labor con miras a la comparación entre los organismos biológicos y las estructuras sociales concretas. En Francia se destaca más tardíamente a C. Levi-Strauss quien escoge el paradigma de las estructuras cognitivas como campo de desarrollo de sus estudios.

·         El historicismo alemán se eleva como una corriente anti-positivista que defiende una diferencia esencial entre las ciencias humanas y las naturales. Considera que en las segundas el sujeto y el objeto de conocimiento pertenecen a dos líneas diferenciadas de estudio, mientras que en las primeras esto no sucede. Es por ello que consideran que para que se pueda realizar un estudio científico se debe someter el estudio a una metodología de diferenciación entre el sujeto de conocimiento y el sujeto de observación.

Malinowski posee una gran variedad de fuentes en su pensamiento, y ello dificulta el vislumbrar claramente cuál de estas dos propuestas fue la que más fuertemente influyó en él; aun así:

Ni la una ni la otra ponen en duda la posibilidad final según la cual el mundo social puede ser reducido a un objeto independiente de intencionalidad del investigador que lo estudia.

(Bocco y Villasante, 2011; 282)

Pese a esto en su redacción se puede percibir una fuerte influencia romántica[3]. Esta dualidad de carácter entre el positivismo y una visión más romántica marcará fuertemente la visión y redacción de sus trabajos (UW Press. 1986).

Su trabajo de campo permitió que la influencia de autores evolucionistas como Lévy-Bruhl’s menguara (ibid). Pese a esto cabe destacar que el trabajo de Malinowski es un tema complejo sobre el cual hay que aclarar dos aspectos:

1.       Malinowski no es el primero específicamente en hacer “trabajo de campo”.

2.       Malinowski no aplica desde un buen principio la metodología que aplicará en Los argonautas del pacífico occidental.

En cuanto al primer punto podemos ampliamente descartar a autores como Frazer quienes optaron por la llamada “antropología de sillón”. Pero esto no descarta dos trabajos importantes: la expedición de Cambridge al estrecho de Torres (1898) y los trabajos de Baldwin Spencer y Gillen entre los aborígenes en Australia (1901). Efectivamente ambos se llevan a cabo “sobre el terreno”; la cuestión es que no se hicieron con una finalidad puramente antropológica. Esto no quita que se obtuvieran resultados vinculados con la materia. Finalmente podríamos hablar de Radclieff-Browwn, quien estudió a los andamaneses, como verdadero padre de la etnografía moderna. La cuestión aquí sería la perspectiva que utilizó el inglés, pues elaboraría su trabajo desde el método genealógico de Rivers, lo cual no le confiere la visión funcionalista[4] que sí tendría el trabajo de Malinowski. (Tejera. 1986)

Sobre la segunda cuestión hay que decir que, pese a que de Malinowski quede y se enseñe potencialmente su metodología, en él se produce, igual que en la antropología en general, una evolución. Para ello resulta muy interesante la comparación entre el trabajo inmediatamente anterior a Los Argonautas y este mismo como hace Arturo Álvarez Roldan:

La práctica etnográfica de Malinowski en las Islas Trobriand tuvo seis diferencias cruciales en comparación con su trabajo anterior en Mailu.(1) En Kiriwina vivió durante un largo período de tiempo entre los miembros de la comunidad que estudió; (2) enfocó su investigación sobre unos pocos temas específicos; (3) estudió a los trobriandeses en su forma de vida presente y no en el pasado; (4) aprendió la lengua vernácula; (5) incrementó el número de sus observaciones sobre la vida cotidiana y las instituciones nativas; y (6) cambió su estilo de escribir los informes.

 (p. 2 [del artículo])

 

Lo que nos propone Álvarez (p.12) en su artículo es que los cambios de Malinowski en la proyección de su trabajo no se deben a cambios en aspectos biográficos i en su formación académica, sino, básicamente, a “una serie de cambios en el comportamiento de Malinowski en el campo”; es decir: no es la metodología que determina el comportamiento del antropólogo en las isla Trobriand, sino que debido a unas circunstancias determinadas en la praxis se ve obligado a cambiar su epistemología o lo inducen a ello. Esto lo llevaría a enriquecer la metodología etnográfica mediante 1) la observación participante y 2) la formación del texto resultante en un sentido argumental.

Con esto, considera Álvarez, Malinowski apunta a resolver una de las mayores problemáticas que presenta la etnografía: la validez de la misma. La propuesta de Malinowski para construir su trabajo textual se desmarca de las formas que proponía la cuarta edición de las Notes and Queries (las cuales sí que siguió par su trabajo en Mailu), y “combinando tres elementos: datos del trabajo de campo, información sobre el proceso de investigación y teorías” escribió su primer trabajo sobre las Trobriand con su nueva metodología: Baloma; The Spirits of the Dead in the Trobriand Islands (1916).

Como vemos la primera obra de Malinowski sobre su experiencia en las Trobriand no es su célebre Los argonautas del Pacífico occidental. El antropólogo polaco opta por una metodología diferente para presentar su trabajo de campo.

Se puede considerar que la etnografía de Malinowski en las Trobriand se publica de forma fragmentada “como una serie de estudios individuales, cada uno sobre un tema diferente” (Parkin, 2001; 404). Cronológicamente sería:

à         Arnagonauts of the western Pacific. (1922)

à         The sexual life of savages. (1929)

à         Coral gardens and their magic. (1935)

à         Magic, science and religion. (1948)[5]

Especialmente en esta última obra (Magic, science and religion)[6] es donde se puede percibir más claramente que “[el] enfoque restringido a una sola área de trabajo de campo influyó […] negativamente en el trabajo teórico de Malinowski, haciéndole generalizar gratuitamente al resto de la humanidad lo observado en las islas Trobriand”. (ibid.)

Pese a estas generalizaciones que Malinowski hace se le debe reconocer de igual modo el derrumbar la teoría Freudiana de la universalidad del Complejo de Edipo (Tejera, 1986, 122), sosteniéndose en que la matrilinealidad de los trobriandeses hacía que tuvieran “diferentes pensamientos sobre el homicidio familiar y el incesto” (UW Press. 1986).

Malinowski es considerado el padre de la etnografía moderna y también uno de los máximos exponentes del Funcionalismo junto a Radcliffe-Brown (este segundo forjando el estructural-funcionalismo). Para el funcionalismo “la principal tarea de la antropología cultural es describir las funciones recurrentes de costumbres e instituciones, más que explicar los orígenes de las diferencias y semejanzas culturales.” (Harris, 2015, 627). Es por ello que en multitud de ocasiones se afirma que Malinowski “contribuyó […] a alejar la antropología de la historia” pese a que se le reconozca que su “antihistoricismo […] era menos férreo que el de A. R. Radcliffe-Brown” (Parkin, 2001; 402).

Ciertamente entre las lecturas de Malinowski (Seligman y Rivers) podemos encontrar anotaciones que nos indican su mayor interés hacia una antropología que estudie el presente de los pueblos (Álvarez, 1994; UW Press, 1986[7]), pero para Malinowski lo que debe separarse es el estudio antropológico de la visión evolucionista o “historia conjetural” (Tejera, 1986); en cuanto a la historia se refiere para él esta era un estudio complementario a estudios más “científicos”. “Sin embargo, dio prioridad a la primera [la ciencia], porque sentía que las interpretaciones históricas, si no iban a ser nada más que conjeturas inspiradas, debían construirse dentro del marco de una teoría sólida de la cultura, el comportamiento y la estructura social”[8] (Murdock, 1943).

Los argonautas del pacífico occidental, como ya hemos dicho, es una de las obras resultantes del trabajo etnográfico de Malinowski. Recuperando el listado de líneas anteriores, las obras principales que surgen de su experiencia en las Trobriand y su contenido sería:

Título

Fecha

Contenidos

Argonauts of the western Pacific

1922

El intercambio mediante el circulo Kula

The sexual life of savages

1929

Acerca de la familia, el parentesco y el matrimonio

Coral gardens and their magic

1935

Sobre la relación de la tecnología y el rito en la jardinería Trobriand

Magic, science and religion

1948

Sobre la magia y como se articula en los pueblos primitivos. Estudia el Baloma Trobriandés.[9]

Tabla1: Obras etnográficas de Malinowski tras las Trobriand. Fuente: Elaboración propia a partir de PARKIN, Robert (2001). Malinowski, Bronislaw (1884-1942). En: Diccionario de Antropología. Thomas Barfield (ed.) España: Edicions Bellaterra. Pp. 402-405.

La institución del Kula es el elemento fundamental que se estudia en Los argonautas. Esta institución al relacionarse con otras genera una noción de totalidad. La función del Kula es “reforzar la tradición” y “impedir el conflicto intertribal” (Tejera, 1986) mediante la generación de vínculos debido a reciprocidad que se produce mediante el intercambio de collares (soulava) y pulseras (mwali). El Kula se concatena con la religión, la mitología y los diferentes estatus. Todo esto permite que se proceda a cumplir con el “anillo Kula”. La mitología da fe sobre los ritos de carácter religioso para la protección de los que participen en la travesía en el mar abierto (mulukwausi), a su vez la religión dota a los sacerdotes de poderes concretos que les otorga un determinado estatus (mago de los huertos), al igual que ellos cada persona en las tribus (participen directa o indirectamente) poseerán una función determinada de cara al Kula en función de su estatus.

El Kula, a fin de cuentas, es la institución que permite a los trobriandeses cumplir con las necesidades sociales como grupo humano:

·         La necesidad social para Malinowski “es el mantenimiento de la sociedad mediante la generación de solidaridad social” (Tejera, 1986, 119).

·         Una institución para Malinowski permite que las actividades de los individuos en la sociedad se entrelacen, asegurando una recompensa y un respaldo de carácter reciproco (Murdock, 1943). Las características de una institución son 6:

(1) personnel, a group of individuals cooperating in the performance of a common task; (2) material apparatus, the artifacts […]; (3) norms, the rules or ideal patterns […]; (4) activities, the behavior, including deviation from norms, which actually takes place in the performance of the joint tasks; ( 5 ) charter, the express cultural definition of the common aims or purpose of the institution; and (6) function, the actual effect of the collective enterprise in satisfying human needs.

(Murdock, 1943, 443-444)

Finalmente expongamos algo más sobre el estilo de Malinowski.

El hecho de que Los argonautas sea uno de los múltiples tomos que dedicó Malinowski a su experiencia antropológica en las Trobriand forma parte en sí de su estilo. Podemos enmarcarlo dentro de “la etapa pionera del realismo etnográfico”, posteriormente la focalización temática permitirá a los futuros autores reducir las dimensiones de sus etnografías a un único volumen. (Marcus y Cushman, 1982, 174)

En cuanto al punto de vista nativo en la etnografía de Malinowski se adoptó un forma de “simples afirmaciones respecto de que un informe delimitado presenta o debería presentar la perspectiva nativa sobre el asunto” (ibid.).

Malinowski emplea formulas del tipo “nosotros-ellos” para “sustentar, mediante el contraste, algunos de los puntos principales de diferencia cultural en el fenómeno que se hallaba en foco” (ibid.).

La voluntad de Los argonautas es erigirse como un ejemplo de etnografía para los futuros antropólogos (Bocco y Villasante, 1989, 286); en esto resulta muy interesante el contraste entre el trabajo “oficial” que sería la etnografía publicada y los diarios personales, no creados para su publicación, donde Malinowski deja ver su verdadero ser y la gran cantidad de tensiones que sufrió y que no deja ver en su obra profesional.

Como se ha dicho anteriormente Malinowski introduce como una novedad en el estilo etnográfico la voluntad de generar un argumento etnográfico, en sustitución de la división sistemática por la que había optado en obras anteriores en base a las Notes and Queries. Para Álvarez Roldan escribir una etnografía requiere de dos fases, una primera de recopilación de datos y una segunda de análisis de los mismos. Para Álvarez, Malinowski no intenta en esta etnografía cumplir con el guion marcado desde Cambridge sino que la misma disquisición de los datos obtenidos en el trabajo de campo es lo que le guia para formular su índice de temas a exponer en su futura bibliografía sobre las Trobriand. A su vez considera fundamental apuntar que las referencias teóricas y los detalles que podemos encontrar a lo largo del trabajo de cómo procedió el antropólogo polaco para recopilar los datos, no son una nimiedad, pues estos van encarados a asegurar la Validez del trabajo elaborado por el antropólogo.

Con “Baloma” la etnografía tomó la forma de un continuo proceso constructivo en el cual se encuentran implicadas tareas de hacer trabajo de campo y escribir –dos fases mutuamente relacionadas del proceso etnográfico.

(Álvarez, 1994, [11 del documento])


 

Benedict:

Benedict es un amplio abanico de aspectos muy opuesta a Malinowski, esencialmente  en su metodología, pero si únicamente observáramos esto, la comparación seria breve e insustancial.

Ruth Fulton nació en Nueva York en 1887. A la muerte de su padre, un bioquímico de cierto renombre (un reactivo lleva su nombre), se trasladaron, su madre, su hermana y ella, a una zona agrícola con los abuelos maternos. Un entorno conservador, Baptista. Se destaca en su biografía (Campos y Rodríguez, 2014 y UW Press, 1986) el carácter feminista de Benedict, que “rompe con todos os tópicos atribuidos a cualquier otra mujer nacida en los años ochenta del siglo XIX” (Gómez, 2017 y UW Press, 1986). Sus aspiraciones no se limitaros a una familia tradicional con ella como ama de casa. Se inicia en la investigación de mujeres insignes del s. XIX, prosigue con la poesía bajo el seudónimo de Anne Singleton.

Al igual que sucedió con Malinowski, Benedict no tuvo puesta la mira desde un inicio en la antropología. Benedict estudio, gracias a una acaudalada familia que la ayudó a ella y a su hermana, en el Vassar College. Se graduó en literatura, tras lo cual se dedicó profesionalmente a dar clases y participar en una pequeña publicación. Desengañada con las expectativas de vida como profesora volvió a la grana familiar para proseguir con su vena de escritora. En 1914 contrae matrimonio. En 1919 comenzó sus estudios de antropología en la Universidad de Columbia (diez años después de licenciarse en literatura). Y en 1931 es contratada como profesora asistente en la Universidad de Columbia. De aquí en adelante su carreara profesional iría in crescendo hasta llegar a ser la primera mujer presidente de la Asociación Antropológica Americana. (Campos y Rodríguez, 2014)

Benedict tiene una clara influencia a diferencia de Malinowski; Franz Boas, su profesor en la Universidad de Columbia.  El “particularismo histórico” de Boas se caracteriza por distanciarse del evolucionismo, profundizar en los estudios de Tylor que presentaban la cultura como “un sistema integrado de comportamientos, significados y disposiciones psicológicas” (Brown; 2010).  Boas no se pronunció determinantemente sobre el “relativismo cultural”, pero ciertamente dejó con su trabajo el terreno preparado para futuras visiones más cómplices con este pensamiento.

Benedict al igual que Malinowski también bebe de Freud.[10] La escuela de Cultura y personalidad –nombre que recibe la corriente fundada por Benedict, Mead y Herskovits- tiene su origen en un movimiento contra ciertas afirmaciones del psicoanálisis, pese a lo cual el trabajo de Sigmund Freud, Totem y Tabú (1913), se considera “el punto de partida del movimiento de Cultura y Personalidad” (Moro, 1996).  Así pues con este movimiento se consolida una “alianza” entre Psicología y Antropología. Es interesante que tanto Mead como Benedict se interesaran mucho por la relación sujeto cultura; y ambas considerar que uno es fruto del otro pero de modo opuesto.  El punto básico de la escuela de Cultura y Personalidad es el estudio de la relación personalidad/sociedad. Curiosamente Malinowski insistió en que si bien para el “salvaje” la tradición y unas ciertas dinámicas de grupo son fundamentales para él, en su comportamiento se puede ver igualmente una psicología, que “tiene como origen el egoísmo, la vanidad y el deseo de poder” (Tejera, 1986), esto ya nos advierte que es necesario hacer una diferenciación a nivel universal entre la psique propia y una cierta dinámica cultural.

De Malinowski existe un amplio estudio de su bibliografía, como se ha advertido al inicio de este trabajo, que recorre su amplia obra; sin embargo de Benedict dos han sido las obras más influyentes: Patherns of culture (1934) y The Chrysanthemum and the Sword (1946). La segunda lectura es la fundamental para este breve trabajo, pero es igualmente necesario introducir la primera obra de Benedict ni que sea con una cita.

Patherns of culture se considera la obra fundamental de la escuela de Cultura y Personalidad. En esta obra mediante “su enfoque configuracioncita, propone que la cultura puede etiquetarse mediante uno o dos rasgos psicológicos predominantes; teniendo en cuenta además que las culturas son todas integradas, únicas y diferentes” (Harris, 1993; Kottak, 1994. Citados en Moro, 1996). Estudia a tres pueblos; los Zuni, los Kwakitul y los Dobuan; fnalmente postula que “cada cultura representaba una configuración distinta que ya subrayaba, ya suprimía, las tendencias emocionales particulares de sus miembros” (Buckser, 2001).

La otra obra fundamental de Benedict es The Chrysanthemum and the Sword: Paterns of Japanese Culture. Talvez por mi afecto hacia las culturas asiáticas, considero que El crisantemo es una obra fabulosa. Para ahorrar posteriormente en apreciaciones de carácter subjetivo, prefiero decir desde un buen principio, que la fluidez y lo curiosamente bien hilvanada que esta la variedad de temas que Benedict expone en El crisantemo me fascinan; ciertamente no todo lo que ella propone se cumple por lo escasamente informado que yo puedo estar mediante los Video-Blogs, los Anime y los Manga, aunque ya veremos que mi opinión es compartida.

Dos cuestiones son de inmensa relevancia en El crisantemo; y curiosamente una viene dada por la otra:

·         La metodología

·         El contexto de la 2ª Guerra Mundial

Ambos aspectos de este trabajo han sido criticados fuertemente y a su vez elogiados, tanto por parte de japoneses como por parte de estudios occidentales. Se podría considerar una disputa interminable pues el dúo deontología/contexto, en este caso, se presentan como impedimentos el uno del otro. Me parece interesante proponer la revisión de Benedict respeto a Malinowski mediante los siguientes puntos: Metodóloga, Contexto, Carácter nacional, Finalidad  de las etnografías, Formas literarias. No quiero plantear estas cuestiones de forma guionizada pues ello resultaría más un obstáculo, pero sí que son cuestiones que deben quedar claramente expuestas tanto desde el punto e vista de Malinowski como de Benedict.

El debate sobre la metodología de Benedict es largo; lo que se ha llamado Estudio a Distancia, es muy sencillo. La metodología de Benedict es rotundamente diferente al “método de documentación estadística de tendencias concretas” que proponía, pomposamente, Malinowski. Pero hay algo que ya hemos advertido, y es que la deontología no casaba bien con el contexto. Ya hemos expuesto anteriormente que Malinowski desarrolló igualmente esta metodología debido a que las situaciones lo obligaron a ello (Álvarez, 1994); teniendo en cuenta esto ¿por qué a Malinowski sí que se le puede perdonar y a Benedict no? Creo yo que hay dos aspectos fundamentales:

1.       La investigación de Benedict es un encargo directo del gobierno de los EE.UU. en plena guerra para conocer a un “enemigo”.

2.       Los japoneses, a diferencia de los Trobriand, sí que han ejercido una crítica densa sobre la obra del etnógrafo que los estudiara.[i]

El desarrollo de estos dos puntos requeriría de un trabajo de por sí pero válgame decir que el trabajo de Arturo Álvarez Roldan, Sonia Ryang,  Gastón Julián Gil, Agustín Santana Talavera y el de Antonius C. G. M. Robben, son las fuentes fundamentales para sostener esta tesis.

Pese a esto, el trabajo de Benedict, su metodología, sigue siendo hoy una fuente importante para los presentes estudios de este tipo que se hacen de cara a nuevos conflictos a distantica, el mencionado Robben (2008) así lo considera de cara a los presentes conflictos a los que nos enfrentamos.

El contexto en el que se recabó información fue curiosamente similar y distinto a la vez que el de Malinowski. Para amos la guerra es un factor decisivo para encaminar sus metodologías. Ya hemos hablado de la tesis que nos propone Arturo Álvarez (1994) de cara a Malinowski, y es interesante ver que en Benedict no sucede menos. Debido a la 2ª Guerra Mundial, Benedict no pudo hacer un trabajo de campo propiamente dicho[11]; tuvo que utilizar en esencia informantes inmigrados o fuentes secundarias como películas propaganda, libros, etc. Metodológicamente se le ha criticado a Benedict la escasez de fuentes que emplea lo cual la induce a generalizar sobre la personalidad japonesa. Agustín Santana explica que Mead defendería a su maestra concluyendo que, mientras  se especificara la posición social, y la cultura del informante, un único informante podía ser suficiente sobre pautas sumamente extendidas. Este mismo autor afirma más abajo que:

Pero ni siquiera la lingüística renuncia alegremente a buscar las variaciones de la conducta verbal y, por supuesto, no afirma que tales variaciones no ayuden a la mejor formulación de las normes gramaticales.

(Santana, 2000)

Determina Santana que el modo de razonar de Mead y Benedict viene dado porque ambas emplean un sistema de trabajo propio del estudio de la lengua, y aporta como contrapunto la citada reflexión. De todos modos me parece una necedad reproches de tal tipo, cuando el contexto en sí de Benedict ya exigía generalizaciones y no centrarse en las “variaciones” que él destaca. El hecho de que el trabajo de Benedict tenga un carácter mucho más general que el de Malinowski ciertamente hace notar esa carencia de especificad; pese a lo cual debo insistir en destacar la situación de excepción de Benedict.

Tal y como he defendido desde un principio la disputa sobre la metodología se debería zanjar rápidamente; sin embargo un aspecto que, a mi parecer, es mucho más interesante, sería un debate de carácter moral sobre las responsabilidades de la obra de Benedict.

Franz Boas, el maestro de Benedict, se oponía categóricamente a una antropología que se empleara a sí misma como excusa para fines políticos, consideraba que esto prostituía la ciencia. Gastón Gil (2012) nos explica que ante estas declaraciones de Boas, hechas publicas mediante una revista, se emitió un voto de censura, especialmente impulsado por antropólogos de Harvard y Washington.

La antropología fue considerada durante el gran conflicto como una herramienta para direccionar la política exterior de ese momento en concreto y de cara al futuro (en especial la paz) de EE.UU. Si bien estos estudios son por encargo político, “existían claros criterios y objetivos académicos” (Ibid.). En el caso de Japón concretamente fueron de gran ayuda para la postguerra[12] pero igualmente durante la guerra; “se considera que evitó –gracias a su asesoría al  ejército estadounidense- el bombardeo del Palacio Imperial de Tokio durante la Segunda Guerra Mundial” (López, 2008, 298, nota a pie de página). Eso con Malinowski no sucede, pues su estudio es puramente académico y en tanto que no influyó de forma positiva sobre el desarrollo político de sus sujetos de estudio tampoco lo hizo en un contexto moral dudoso, como mínimo en los mismos términos que Ruth Benedict.[ii]

El sentido de la nación va fuertemente vinculado al tema presentado. En el libro Malinowski, Rivers, Benedict and others (UW Press, 1986) se explora ampliamente este debate suscitado hacia los antropólogos entre: ser fieles a la ética profesional o ser fieles a su nación. Sobre Malinowski no he encontrado mucho sobre esta visión, y es que es posible que Malinowski ni se planteara esta cuestión abiertamente, pero Daniele Conversi, responde contundentemente sobre la percepción de Malinowski sobre la nación.

Como ya he expuesto, Boas, maestro de Benedict, se opuso rotundamente a que el antropólogo trabajara con fines políticos. Pero el interés de los gobiernos forzó a los antropólogos (a diferencia de la 1ª Guerra mundial) a posicionarse. Ciertamente se reconoce que la ciencia no tiene que servir a nadie en concreto sino a la humanidad en general. El recopilar y exponer datos de un carácter más sensible para ejercer unas ingenierías sociales sobre una población determinada no es la finalidad (éticamente hablando) de ninguna materia de los estudios científicos. Pese a esta idealización “they [Med, Bateson, Benedict and many other] chose patriotism over passivity, and saw democracy as the prior, and necessary condition for scientific detachment” (UW Press, 1986, 207). Esta decisión tan contundente no implica que el debate sobre la ética en tiempos de guerra no se extendiera hasta tomar un aire público. Virginia Yans-McLaughlin en el trabajo citado (UW Press, 1986) nos señala a John Dewey como el origen de la decisión que tomaron algunos antropólogos americanos durante la guerra. Afirma que según Dewery la alternativa a una democracia que permite una democracia en el conocimiento, “would be rule by no rational or antirational forces, not reasoned knowledge- a direction more compatible with absolutism and totalitarianism than with democracy” (Dewey, 1939, 140; citado en UW Press, 1986, 209). Y es que ciertamente la 2ª guerra mundial no se planteó en las ciencias tanto como una guerra sobre la ética de las ciencias; Mead diría: “It is hardly an exaggeration to say… this war is ideologically about just this-the role of the social sciences” (Mead, 1942, 84; citado en UW Press, 1986, 209). Durante la Segunda Guerra Mundial el debate que se estableció fue entre democracias o autoritarismos, o así se quiso plantear[13]. Para Benedict y Mead en especial prevaleció la noción de Dewery de “humanistic democracy”.

El debate durante la 1ª guerra mundial no se proyectó de este modo; la Gran Guerra se puede considerar una guerra entre imperios que no entra en esos aspectos. A su vez, al tratarse de un enfrentamiento más tradicional y con menos implicaciones éticas, Malinowski no tiene que plantearse estas dudas. Además al antropólogo polaco se le suma que a diferencia de El crisantemo, Los argonautas no es un estudio sobre el “enemigo”; Nueva Guinea era una colonia británica sin más. De todos modos resulta interesante saber qué es lo que Malinowski opinaba sobre la idea de nación y el movilizarse en pro de unas ideas nacionalistas. El nacionalismo va fuertemente ligado a los estudios de carácter histórico, pero como hemos visto, la metodología de Malinowski consideraba la Historia como una herramienta a más a más en lugar de un eje vertebrador del trabajo de campo. Esto lo ayudó a alejarse de dicha tendencia. Lo que sí posee Malinowski es una visión de la cultura como algo con su propia autonomía que no debía ni ser alimentada por corrientes separatistas ni coartada por un centralismo estatalita. Vemos que Malinowski talvez no es un nacionalista político, pero sí que se preocupa mas por la función de la cultura, otro aspecto fundamental para crear nación. Así pues defenderá una diversidad cultural (que raya en el inmovilismo) diferenciada que no poseía carácter político, pues si la política sirve para gestionar un territorio “La cultura no es necesariamente territorial, aunque ella misma deje su huella sobre el paisaje” (Guellner, 1998; citado en Conversi, 2000).

Benedict al igual que Malinowski nos acerca la cultura de estudio y la nación que la estudia mediante una cierta yuxtaposición de las culturas. Pese a lo cual, desde mi punto de vista, Benedict consigue acercarnos infinitamente más a la cultura japonesa que Malinowski. Ciertamente los Trobriand siendo una cultura primitiva se encuentran más lejos de nuestra sociedad que los japoneses, pero el Japón de la primera mitad del siglo XX seguía conservando, aun con las adopciones de cuestiones de política que cultura que se importaron de occidente, una distinción elevada respecto a los EE.UU. de ese mismo periodo. Hay tres cuestiones fundamentales, a mi parecer, por las que sucede esto:

·         La visión desde el presente

·         El uso de imágenes

·         La técnica descriptiva

En la actualidad el lector de estas dos enografías, en mayor o menor media, se ha acostumbrado a ver la cultura japonesa como un curioso tándem que posee una tradición antiquísima (aunque en realidad no tanto como se piensa) y una cultura contemporánea muy similar a la europea. Sin embargo sobre el pueblo que estudió Malinowski aún tenemos la imagen de pueblos tribales, cazadores-recolectores, con creencias “místicas” o con gran adoración hacia la naturaleza; en síntesis una visión más exótica y, talvez, evolucionista aun. Las imágenes que han proyectado estos pueblos y las que nos han llegado son fundamentales para entender este primer impacto; que explica por qué Benedict puede cautivarnos más. De todos modos es cierto que la obra de Benedict ya fue sujeto de críticas positivas y negativas en el mismo momento de su publicación.

Malinowski presenta en su etnografía un recorrido fotográfico sobre los pobladores de las islas Trobriand. Imágenes del entorno natural, de las actividades cuotidianas, de objetos o de los propios trobriandeses. Benedict, por razones obvias, no puede procurar este material. Ciertamente en la edición española de la editorial Plantea-Agostini (1986) no se ven, aunque en la edición americana que he usado para este trabajo sí que se pueden ver hasta 65 ilustraciones de lo mencionado. Esto nos permite no idealizar la realidad trobriandeses dentro de lo posible. Sin embargo la imagen que recibimos de Benedict no viene limitada por un material de este tipo.

Finalmente la fórmula que se emplea para escribir los trabajos es curiosamente similar y a su vez diferenciada. Malinowski expone de forma mucho más extensiva las cuestiones sobre los Trobriand de lo que lo hace Benedict, esto hace de su lectura algo denso que en ocasiones nos puede llegar a parecer incesantemente repetitivo. Curiosamente esto es una mera sensación, pues tanto Malinowski como Benedict han sido calificados como autores de Etnografía Holística (Sanday, 1983 citado en González, 1996), esta metodología se centra en “la descripción y la interpretación cultural del todo o de alguna/s parte/s de la cultura de una determinada comunidad, incidiendo en como las diferentes partes configuran la cultura” (C. Álvarez, 2008, 10). Benedict logra, de todos modos, empatizar más con el japonés, acercarnos mucho más a lo que nos es, en un principio, desconocido. A fin de cuentas esa es la función de la antropología: hacer extraño lo conocido y conocido lo extraño.

 


 

Bibliografía:

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[1] Los intereses familiares determinan notablemente el destino del futuro padre de la Etnografía funcionalista. “an aristocratic and cultured family with scholarly interests - his father was a college professor and well-known Slavic philologist- he naturally prepared himself for an academic career.” (MURDOCK, 1943).

[2] Aunque ya veremos que de esto caben precisiones.

[3] Sirvan de ejemplo las primeras descripciones del paisaje donde desarrollará su estudio.

[4] Posteriormente veremos que se exige una aclaración respecto a este calificativo.

[5] Dentro de esta obra encontramos el ya publicado anteriormente Baloma; The Spirits of the Dead in the Trobriand Islands (1916).

[6] A excepción del extenso apartado explícitamente dedicado a los trobriandeses; Baloma.

[7] It was in the context that Malinowski conceived the notion of a “New Humanism” centred on “living man, living language, and living full-blooded facts” (1967:255) (UW Press, 1986, 27)

[8] He gave primacy to the former, however, for the felt that historical interpretations, if they are to be more tan inspired guesswork, must be constructed within a framework of sound theory of culture, behaviour, and social structure. (Murdock, 1943, 445)

[9] El contenido de esta obra (Magic, science and religion) no se especifica en el Diccionario de Antropología (Parkin, 2001); se concluye el contenido en base al índice de la obra original (Malinowski, 1948).

[10] Véase que Marvin Harris, en El desarrollo de la teoría antropológica (1993), citado en Lourdes Moro, 1996, propone distinguir tres fases en el estudio de la escuela de  Cultura y Personalidad: la Prefreudiana la Freudiana y la fase de Nueva Tendencias.

[11] Lo cual a mi parecer compensó sobradamente con sus trabajos a parte de El crisantemo. A lo cual no se le da, a mi parecer, la relevancia necesaria al momento de someter a juicio a Benedict.

[12] Por ejemplo (Goodenough, 1975, 32, nota 14):

Murdock y dos de sus asociados fueron comisionados [en la Office of the Coordinator of Inter-American Affairs] como oficiales de la armada durante la II Guerra Mundial y destinados a la tarea de procesar los datos sobre las zonas que la armada preveía que habría que proporcionar una administración civil conforme progresara la guerra.

[13] Pensemos en el inmenso peso, real, que tuvo al URRSS durante la 2ª GM. Muchas veces infravalorada por la llegada, más bien tardía de los EEUU e ínfima en el desembarco de Normandía. Pocas guerras se han reducido en al memoria colectiva de un modo tan brillante a una intervención tan irrelevante en una guerra tan compleja. Esto por no hablar del escaso carácter democrático de las colonias, y en esto no criticamos, necesariamente, el colonialismo en sí, sino el modelo que no reconocía como conciudadanos a sus habitantes (a menos que estos procedieran de la metrópolis).



[i] De esto, como explico, da buena muestra la bibliografía citada en el párrafo siguiente. No obstante hay una muestra muy clara de la influencia de esto en la elaboración de los trabajos, que nos reconoce la antropóloga británica Lucy Mair (1975,19), quien nos dice:

El problema es delicado, porque los pueblos a los que se dirige en su mayor parte nuestra investigación comienzan a ofenderse por toda descripción que parezca asignarles un estatus inferior. Una palabra que se ha utilizado mucho es primitivo.

Este fragmento nos explica muchas cosas sobre el desarrollo de la disciplina. Uno que aquí no trataremos, es la relación con los estudios poscoloniales que se han elaborado desde Iberoamérica y desde la India, fundamentalmente. Así aquí podríamos decir, reelaborando la expresión de Hegel para la Historia, que estamos ante “la entrada a la antropología” de otras sociedades.

Por otro lado, este es un caso fundamental para comprender las relecturas que se han hecho de la obra de Benedict sobre Japón pero que se siguen elaborando  día de hoy. Es una buena muestra los trabajos que se han desarrollado desde múltiples perspectivas de la cultura Otaku (Norris, 2005; Ito, et. al., 2012) o de sus contenidos como el manga (Douglass, Huber y Manovich, 2012; Yumiyama, 2019).

Sin embargo, desde una perspectiva histórica de la Antropología, esto tiene su importancia por el cambio de enfoque que se va a ir propiciando a partir de entonces en al disciplina. El evolucionismo ha ido evolucionando (valga la redundancia) muchísimo desde principios de siglo pasado [e inclusive mediados (Childe, 1989 [1951])], y el uso que a día de hoy se le da al término no tiene anda que ver (por ej. Johnson y Earle, 2003). Sin embargo es evidente que se procura esquivar el término. Como la propia Mair (ídem.) nos reconoce en la misma página líneas después:

Un atributo que todavía no ha ofendido a nadie es la expresión pequeña escala [Cfr. Massey, 2012], que denota el estrecho margen de las relaciones sociales al que se ven confinadas las sociedades de tecnología simple.

Esto avecina la ingente cantidad de estudios sobre “lo local”, que van desde el conocimiento a la dieta. Esto nos habla como en buena mediada la antropología ha pasado de una perspectiva cronológica, a una de escala. Sin embargo mientas que lo local ahora se ve reducido a una mera categoría de análisis, el evolucionismo ya hizo esa transición (ayudada de otras disciplinas como al Psicología comparada). Los recientes estudios (por ej. Miller, 2019) sobre la comunicación global de redes sociales, los efectos de internet o el software nos hablan de procesos localizantes [termino que, creemos, acuñamos y proponemos aquí por vez primera***] y procesos globalizantes, antes que de una “localidad” o “globalidad” en sí derivadas de uan tecnología más o menos simple. Tema este que aquí solo señalamos, pero que no desarrollaremos más allá.

[ii] Margaret Mead (2019, 75-6), en Cultura y Compromiso, nos recuerda:

Durante la Segunda Guerra Mundial casi nadie, con excepción de los estudiosos que venían aplicando métodos distintos de observación (los <<veteranos de China>>, como se los llamaba), se opuso al análisis cultural de Japón, China, Birmania o Tailandia.

Lo curioso es que si bien podría recordarnos a protestas como las de Boas por el uso bélico de las ciencias, la cuestión es más retorcida y se muestra así pues una oposición por consideraciones metodológicas, no deontológicas.

Prosigue Mead (ídem., 76);

Pero los mismos intelectuales que estaban dispuestos a aceptar el análisis de los pueblos asiáticos o africanos, protestaban enérgica y emocionalmente cuando el análisis se aplicaba a culturas europeas que contenían muchos elementos no estudiados similares a los de su propia cultura. En dichas circunstancias las defensas contra el autoanálisis, que permiten que un miembro de cualquier cultura euroamericana se imagine a sí mismo como un individuo que actúa libremente, sin ataduras culturales se levantaron contra el análisis de un elemento cultural afín, ya fuera éste alemán, ruso o inglés.

Finalmente advierte Mead que esto deriva en una surte de racismo. Sin embargo no esta tan clara la cuestión como la ya reconocida antropóloga afirmaba. Así pues la cuestión es:

¿La materia de estudio altera la metodología de estudio?

Aunque la cuestión no parezca tener mucho calado, cabe advertir que existen, justificadamente, posiciones opuestas al igual que otras más centradas. Así pues se pueden defender posiciones donde existe casi un relativismo metodológico ante el hecho inequívoco de la inmensa diversidad cultural la cual puede tomarse inclusive dentro de una misma escalera de vecinos con diferentes situaciones sociales, sociológicamente, por edad, sexo, raza, clase social; antropológicamente, étnicamente, por sistemas de parentesco, sistemas económicos; etc.

Pero permítaseme señalar que si separo las distinciones sociológicas de las antropológicas es por la diferencia entre ambas en su metodología y sus finalidades, hecho este que no abordaremos en estas líneas que más que teóricas son doxográficas.

Por otro lado puede afirmarse que aspirando la ciencia a ser universal no puede hacer distinciones en aspectos como “el qué se estudia”, lo cual nos conduce realizar un fundamentalismo de cada ciencia, pues cada una de estas se torna en universal y encontramos pseudofilsofos como Levi-Strauss, Stephen Hawking o Severo Ochoa y su famoso “todo es química!”. A esto únicamente podemos reclamar una epistemología, una ontología y una gnoseología claras y definidas.

Sin embargo, para lo que aquí nos atañe esta disputa que nos presenta Mead nos permite abrir una tercera vía de disputa en el trabajo de Benedict:

1.       La investigación de Benedict es un encargo directo del gobierno de los EE.UU. en plena guerra para conocer a un “enemigo”.

2.       Los japoneses, a diferencia de los Trobriand, sí que han ejercido una crítica densa sobre la obra del etnógrafo que los estudiara.

3.       Benedict estudia a una cultura no considerada “primitiva” por los estudios sociales, lo cual hace que caiga fuera de su ámbito de trabajo.

Si decido ampliar esta lista en una nota final se debe a que este tercer punto enriquece mucho este planteamiento, pero sin embargo nos obligaría a buscar una teoría de las ciencias sociales adecuada, realizar una revisión de las metodologías, los campos de estudios y, de igual modo, ante un factor histórico del desarrollo científico, marcar las distinciones entre “la situación de la antropología” en la década de 1950 y la actualidad. Este último es fundamental para no caer en un fraudulento presentismo; así pues que la antropología haya ido por ciertas vías, aun indefinidas, pues se ha demostrado, de facto, que el trabajo de campo ni mucho menos es exclusivo de antropología, da pie a considerar que la antropología que propusieron unos frente a otros durante el pasado siglo sea mejor o peor y lo que mejor demuestra esto es la inmensa indefinición en la que se halla la antropología la cual permite estudiar prácticamente todo aquello en lo que se vislumbre una excusa para circunscribirlo al gran tótem de “lo cultural”.

Esto mismamente nos puede plantear la cuestión de si la sociología y la antropología se estan diluyendo la una ante la otra. Cabe recordar que la antropología o ciertos estudios de este tipo se producen con las grandes expansiones imperiales modernas. Pero es tan clara esta relación que incluso en los padres clásicos de la historia podemos encontrar un trabajo pseudo-etnografico. Sin embargo es indiscutible que la etnografía moderna (que no contemporánea) nace con Bernardino de Sagunto (1500-1590) y sus trabajos en la América imperial. De igual modo Inglaterra demuestra su fracaso en su primera fase imperial (hasta la independencia americana) al no ser capaz de establecer estos instrumentos de conocimiento en sus nuevas tierras, mientras que en la segunda fase de los imperios occidentales (repartición de África y Asia) es cuando encontramos el desarrollo de una antropología en Inglaterra, Francia, Alemania, etc. es de resaltar el papel que tiene EE.UU. en el desarrollo de la antropología, siendo el primer país donde se institucionaliza/oficializa tal y como se conoce en la actualidad, y la sociología, recordemos, entre otras, la escuela de Chicago.

Así pues podríamos reflexionar en contraste con la posición de Mead y de Boas el planteamiento de Pablo José de Arriaga (1564-1622) en su La extirpación de la idolatría en el Perú (1621) (de Arriaga, 2010[1621]):

o    Conocer los hechos culturales

o    Averiguar las causas de estos hechos culturales y etnográficos

o    Aplicar el remedio para que desaparezcan o no actúen

o    Aprovechar la nueva situación para la experiencia religiosa

Este sigue siendo el guion básico de intervención de la antropología y es el que explica el trabajo de Ruth Benedict en Japón al igual que el uso de la antropología en las guerras o las conquistas. Lo que igual ya no es tan notorio es que en la actualidad esas disputas se han trasladado al interior mismo de la sociedad y ello explica el uso contemporáneo de la antropología en cuestiones de educación, segregación, protección de menores, sistemas penitenciarios, usos políticos, etc. Este último caso tiene una relevancia notoria en multitud de caso pero el mas interesante es su función curativa* para los conflictos sociales bélicos, un caso clásico es el de Ruanda, pero recientemente Jorge Moreno Andrés (2018) publicaba en el CSIC El duelo revelado un trabajo de investigación sobre la reconstrucción de relaciones de parentesco en familias de desaparecidos por la dictadura franquista mediante la fotografía, de este mismo trabajo se ha desprendido un breve documental por UNED (2019). Lo interesante de estos trabajos son su aparente inoperancia dentro de la antropología pareciendo más propios de un historia social que se encamina a una política social, antes que de una antropología de la memoria colectiva** (“mapas de memoria” es el proyecto dentro del cual se encauza dicha publicación); huelga decir aquí que obviamos todo el debate con respecto a este término, antes político que historiográfico (por ej. Cruz, 2018). Así pues, persiste la difuminación de contornos entre las materias.

Y todo esto toma fundamento con la caída de los imperios occidentales y una resituación de estas ciencias que ya observa Mead en su texto pero de modo superfluo.

 

*La cuestión de la antropología como “curación social” nos retrotrae al famoso texto de Levi-Strauss titulado “Un vasito de ron”, donde plantea la redención antropológica de la era imperial. Sin embargo Levi-Strauss, y no pocos historiadores de la disciplina, se niega a recordar el papel de la antropología en las teorías raciales desarrolladas a partir de la ilustración y el vuelco protestante, cuyas regiones liderarían el desarrollo científico desde el siglo XIX. De igual modo esta función curativa parece ir conjugada con una función pedagógica de la sociedad, poco comentada más allá de ciertas posturas del conocimiento localizado, etc.

**No es de extrañar que Emilio Silva, quien institucionaliza dicho concepto en la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica, sea un sociólogo y no un historiador. Este mismo personaje es uno de los pilares de la investigación de Jorge Moreno, tal y como el reconoce en una entrevista en La Vanguardia (2018).

***Hay otros autores que han propuesto la idea de localizante de forma semejante. Sin embargo nosotros aquí nos distanciamos de los usos que se les puede dar desde las matemáticas (la llamada subcategoría localizante (por ej. Souto, 1998)) o desde la filosofía (la antropología, no es una filosofía).

En este último caso Manuel mª Carreiro (2001, 45) nos habla de una “Carga localizante”, en una suerte de imitación de la jerga de la física. Así plantea que pos usan características (cargas) no detectables pero se le asigna a las partículas, son las que nos indican que algo está en un lugar.

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