Desarrollo antropológico.

Introducción

La antropología tiene dos acepciones. Por un lado se encuentra la antropología como ciencia, como disciplina científica que se dedica a estudiar los “modos de vida” y sus contrastes. Huelga advertir que esta es una definición (Rossi y O’Higgins, 1981) de muchas (ver por ej. Harris, 1985).

La otra acepción de la antropología es el surgimiento de esta como espacio filosófico. Lo que podríamos llamar una “concepción del hombre”. Así, antropologías hay muchas en este sentido, y las formas que se consideran aptas para abordarlas también son variadas (Castilla, 1991). Los debate sobre su origen en la “modernidad” están más que vivos (por ej., Ronzón, 2015).

En la actualidad existen pujantes teorías sobre cómo debe ser el desarrollo del los subdesarrollados, en concreto se centran en los problemas en el campo, en aspectos como las técnicas de cultivo, las diversidades bilógicas, la combinación del trabajo agrícola con el trabajo ganadero, etc. Si bien estas posiciones parecen encontrarse lejos del “desarrollismo” o “post-desarrollismo”, veremos cómo están directamente relacionadas. Así pues, como la idea de “contracultura” o “antiglobalización” que en el fondo lo único que hacen es proponer alternativas a aquello a lo que en principio se oponen, estas nuevas tendencias apuntan hacia esa misma dirección: un desarrollo, pero antropológico.

En las siguientes páginas imitaremos el modelo del ensayo anterior (Llinares, 2020): dedicaremos la parte principal (más amplia que en el primer ensayo) de la memoria a exponer lo que hemos podido estudiar, a  saber ¿Qué se está proponiendo y haciendo?; la segunda parte, y conclusión, trataremos de averiguar qué es en concreto esta nueva propuesta para el desarrollo del tercer mundo y veremos cómo se opone a otras perspectivas y en especial, como estamos viendo sobre el mismo tablero funcionar dos acepciones diferentes de “antropología del/para el desarrollo”.

La primera parte del trabajo la hemos dividido en tres bloques. Centrándonos en la triple propuesta de Altieri et al. (2011, en Altieri y Nicholls, 2013) (Ilustración 1):

Estos tres aspectos trazan el bloque de “nuevas propuestas” ecológicas entrono al tratamiento de la producción en el sector primario en los países, llamados, en vías de desarrollo.

Soberanía Alimentaria

Definición

Altieri y Nicholls (ídem., 79) definen soberanía ecológica en contraste con el planteamiento neo-liberal, “que plantea que el comercio internacional va a resolver el problema mundial de alimentos. En su lugar, [la soberanía alimentaria] se centra en la autonomía, los mercados locales y la acción comunitaria para asegurar el acceso y control de la tierra, el agua, la biodiversidad agrícola, etc.”.

En este caso nos centramos en dos puntos calve del proceso de alimentación: la producción y el consumo. Como eremos este planteamiento lleva a la conjunción de proyectos entre el consumo y la producción (Gonzalez, et al. 2017).

Así pues, si bien tiene consonancia con las relaciones técnicas y la cuestión energética, aquí se resalta la autonomía “para producir, distribuir y consumir alimentos” (idem., 72) bajo una perspectiva local. Así, la proximidad “de la tierra” será un factor en disputa.

Posesión:

Esta lucha es una de las más antiguas y uno de sus pilares: el derecho a la tierra. El acceso a la tierra considerado como una doble vertiente.

-          Por un lado, como acceso a los medios de trabajo.

-          Por otro lado, el acceso a los procesos de producción de alimentos.

Esta lucha tiene larga historia en el mundo campesinado y ha implicado fuertes contrariedades a lo largo de la historia política. Por ejemplo, durante al independencia de las repúblicas hispanoamericanas, en Venezuela, José Tomadas Boves, un realista, luchó contra Simón Bolívar al grito de “muerte a los blancos” (como una versión “original” de aquel “muerte a los gringos”) por los derechos de indígenas y clases sociales contra la aristocracia criolla y exigiendo un proceso contrario al que Bolívar realizaría a partir de 1824: privatizar tierras y disolver las comunas indígenas (Veisaga, 2017).

Pero retomemos la cuestión de las opciones que se abren al horizonte de esta cuestión de la “soberanía alimentaria”. La toma de soberanía sobre la producción de alimentos es algo que, si bien está muy relacionada con esta cuestión, tiene más que ver con la búsqueda de nuevos conocimientos, nuevas técnicas, que son la recuperaciones de viejas tradiciones a la vez que la conjunción de nuevos saberes (no dejan de haber ingenieros agrónomos en Cuba, por ejemplo).

Aquí nos interesa la idea de derecho a  la tierra y derecho a acceder a los productos de dicha tierra; estos, entendemos, son los dos aspectos calve que se esconden tras esta idea.

La evolución de la posesión de la tierra marca fuertemente el carácter de privatización y, lo más importante, acumulación (Tabla 1 y 2).

Esta situación es representativa del tercer mundo, no obstante, “Los países de América Latina y del caribe han registrado, históricamente, los índices de concentración de la tierra más altos del mundo” (Pérez, 2004, 185).

Esta “privatización” de las tierras responde a la puesta en juego de este recurso en el “mercado generador de precios” (Polany, 1976 y 2011). Al entrar en una escala global, entran en competición con grandes capitales extranjeros, en especial empresas del norte global. No obstante, las críticas a este proceso no son sencillamente “xenófobas”. Así pues, en el supuesto que el gobierno prefiriera favorecer los grandes propietarios nacionales el problema seguiría siendo el mismo.

Tabla 1. Índices de concentración de la tierra en América Latina y El Caribe. Décadas de 1970, 80 y 90. Fuente: Pérez, 2004.

 

El acaparamiento de terreno deja sin recursos a los campesinos. Los proletariza en dos posibles sentidos: 1) bien se ven obligados trabajar para nuevos grandes terratenientes o 2) deben migrar a las ciudades a buscar un empleo, con todo lo que ello puede llegar a empicar (Kingman, 2011 y Rivera, 2010).

Acceso:

La tenencia de tierra, su redistribución y en especial al organización de esta tenencia será fundamental. Así pues, si bien la “posesión” de la tierra en grandes manos es un factor fundamental, hay más:

La inequidad no es sólo en cuanto a la tenencia, sino de manera especial al acceso a la tierra, por la imposibilidad de obtener recursos financieros que faciliten a los agricultores sin tierra y a pequeños y medianos propietarios la participación en el “mercado de tierras”.

(Pérez, 2004, 185)

En este proceso hay múltiples piezas sobre el tablero, desde el propio Estado hasta la actitud de los propios campesinos. Así se viene a llamar a una doble dinámica, tanto desde arriba como desde abajo.

El marco institucional dominante, que convierte a los mercados desregulados en los principales distribuidores de bienes y servicios alimentarios, incluidos los recursos naturales, el principal factor que bloquea el cambio e impone sus reglas.

(González et al., 2017, 36)

Esta dependencia de los mercados desregulados es lo que explica otro de los grandes problemas en el “acceso a la tierra”, o mejor dicho a su producción.

A diferencia de lo que pudiera parecer, vivimos en una época de abundancia absoluta en cuanto  alimentos, nunca en la historia se ha producido tantísimo, “suficiente alimento para nutrir de 9 a 10 millones de personas, la población esperada para el año 2050” (Altieri y Nicholls, 2013, 67).

The world today produces more food per inhabitant than ever before. Enough is available to provide 4.3 pounds for every person every day, including 2.5 pounds of grain, beans, and nuts; about a pound of meat, milk, and eggs; and another pound of fruits and vegetables— more than enough for a healthy, active life.

(Rosset, 2005)

Por lo que hay que preguntarse: ¿Por qué entonces no comen los famélicos del tercer mundo? La respuesta evidente es que porque no pueden. Y hay dos direcciones a las que mirara:

-          Por un lado (Otero, 2013), las personas no pueden acceder  a los alimentos por falta de dinero. Los precios de la comida son elevadísimos  en países que a apenas gana un dólar al día (Grafica 1). Esto es importante porque también nos relativiza la perspectiva de aquellos que aseveran el excelente estado del mundo al advertir que cada vez más personas llegan a obtener 1$ al día para poder subsistir (por ej. Norberg, 2017): ¿De qué me sirve tener 1$ al Dai cuando 1) sonso varios miembros en la familia, 2) los alimentos no paran de subir y 3) aun ni hemos tenido en cuenta otros gastos como los médicos, energías, etc.?

Los alimentos “and other farm products flows from areas of hunger and need to areas were money is concentrated: northern countries” (Rosset, 2005, 308)[1].

-          Por otro lado (Altieri y Nicholls, 2013), los alimentos que no llenan estómagos están ocupando dos áreas en especial. Por un lado se emplean para alimentar al ganado. Esto es algo muy interesante, ya que la mayor producción de carne y leche que ha conducido a la incremento de recursos destinados a ellos no se queda solo en los alimentos. Con respecto a la tenencia de la tierra, que hemos tratado anteriormente, también nos plantea problemas. Así, en Colombia este situación “ha conducido a muchos productores rurales a abandonar la agricultura y aumentar el área de terrenos dedicados a la ganadería en tierras no aptas para esta actividad” (Pérez, 2004, 189). Como veremos en el apartado dedicado a la técnica, la combinación de ganadería y agricultura es fundamental, peor de este modo resulta perjudicial para las economías locales y para sus ecosistemas.

El otro recurso en el cual se invierte es en los biocombustibles. Lo cual no es de extrañar. Ya podemos avanzar aquí que se produce una paradoja entre la técnica y el propio sistema de producción. Aquí es fundamental, a pesar de las consideraciones de Mauss[2], volver a Marx y atender a como un sistema de explotación que busca la masificación de al producción termina por homogeneizar las variedades vegetales y se ve en la obligación e desarrollar cada vez pesticidas más agresivos. Esto produce nuevas paradojas, que trataremos en los apartados restantes.

Gráfica 1.  Índice de inflación de precios alimentarios (2000=100).

Fuente: Otero, 2013 p. 70.

 

Teniendo en cuenta el marco de la economía mundial de mercado y las implicaciones que este parece haber acarreado para una parte mayoritaria de la población (hay que recordar que la pobreza no termina en las vallas fronterizas de Marruecos, Turquía o México), hay autores que sintetizan lo siguiente:

What peasants have typically lacked, above all, is secure access to cultivable land and state commitment to provide the resources and incentives that small-holder production requires.

(Ross, 2003, 454)

Es aquí cuando entra en juego la dimensión política de esta gestión.

 

Política:

Así, esta lucha por la tierra se traduce en términos políticos. Esto no es una novedad por dos motivos. El primero, como ya hemos señalado anteriormente con el caso de Bolívar, es que estas luchas son muy antiguas, inclusive por una lógica que excede lo regional para incorporarse en la tradición de las sociedades políticas.[3] En el caso del 3r mundo su inestabilidad política, sea propia o acuciada por los intereses extranjeros (para el caso de Hispanoamérica véase Hobsbawm, 2018), facilita que las políticas de unos prescriban todavía con más rapidez de lo habitual bajo el mando de un nuevo orden.

Por otro lado, este enfrentamiento por la tierra forma parte de múltiples proyectos en la actualidad de grupos étnicos. Por ejemplo Alessandra Olivi  (2011, 248), nos deja las siguientes palabras de un miembro de la comunidad mapuche de Antipi, Temuco:

[comenzar un proceso de reconstrucción del territorio mapuche] (…) no solamente significa rearmar el espacio físico a unir los espacios dispersos que tenemos actualmente, significa también ampliar las superficies de tierra recuperar nuestros bosques naturales, nuestra medicina, nuestro sistema de creencias, volver a practicar costumbres, recuperar los roles de las autoridades mapuches, suponer de un proyecto político propiamente mapuche, con dirigentes capaces de representar fielmente a sus pueblos, a su territorio en particular y ser contraparte respetable y respetada de instancias externas tanto de gobierno como de particulares”

Esta lucha política, no hay que confundir, no tiene los mismos rasgos desde todas las posiciones. Creemos que se puede plantear y abordar brevemente desde dos posiciones en concreto:

-          Diacrónica: a lo largo de la historia los conflictos toman su forma del presente. Si bien de forma local podemos estudiar conflictos y la antropología ha demostrado ser habilidosa en ello (por ej. Calabresi, 2015), contamos para este trabajo con un marco geopolítico que nos describe como se ha ido trazando el poder i la influencia de estados, organizaciones del desarrollo y empresa privadas multinacionales.

Ross (2002) nos hace un brillante resumen al respecto, centrándose en especial en cómo se imbrica la cuestión técnica con la cuestión política. No es de extrañar, como el empieza señalando, que Norman Bolaug, quien empezó a desarrollar el trigo hibrido en Méjico, fuera reconocido con la nominación al premio Novel de la Paz en 1970, si bien este es el menor de los problemas. Para sintetizar esta cuestión y relacionarlo con los aparatados previos añadiremos que (ídem., 439):

By then, the prospects for land reform had been largely marginalized by the geopolitics of the cold war […], and the argument that there was no more land to cultivate and that technological change was the best way to increase output had proven to be an effective way to obscure the fact that large landowners typically tended to underutilize land that peasants could have brought into food production

 

-          Sincrónica: en cuanto al retrato concreto de los conflictos políticos sería imposible empezar aquí ni un mero esbozo del panorama general de conflictos en el tercer mundo, la bibliografía al respecto es tan abrumadora que ni añadiremos propuestas. No obstante, se puede hace la lectura en un doble sentido, desde el discurso propiamente político o el del campesino.

Esto lo plantea muy bien Pablo Lapegna (2014, 241-242) en un trabajo de campo con campesinos en Argentina, estudiando un conflicto  a causa de plantaciones de Soya (anexo 1):

Mientras que los discursos públicos y de los líderes expresaban las visiones críticas cercanas a los discursos globales sobre los transgénicos y sus impactos ambientales, las bases del movimiento en general no objetaban la producción de soya transgénica ni el uso de agroquímicos en sí mismos, sino que mostraban una fuerte oposición a que los transgénicos dañaran a sus cultivos, amenazaran su supervivencia cotidiana, o comprometieran la salud de sus familias.[4]

La política así vista, toma una dimensión más profunda. Es donde pueden haber problemas la situación del campesinado, pero tampoco hay que olvidar que la política es también un eslabón ineludible al momento de comprender cómo se ha llegado a la actual situación de los piases en desarrollo.

De igual modo es importante señalar que, aunque nosotros nos centremos aquí en las luchas en el campo, estos procesos tienen continuidades fuera de “lo rural”. Como ya planteamos en el anterior trabajo y en este insistimos, ya no es solo que la ciudad, en tanto que nódulo receptor de migración, sea un punto calve al comprender las estrategias que se construyen ante la degradación de al vida social en el campo, sino que también ahí residen movilizaciones políticas que dan continuidad a las del campo, a la vez que el campo mantiene reales relaciones con la ciudad, como centro institucional, de servicios o económico.

Soberanía Tecnológica

Definición

Altieri y Nicholls (2013, 80) definen soberanía tecnológica como:

Se refiere a la capacidad de lograr las otras dos formas de soberanía [la alimentaria y la energética] mediante la optimización de los diseños de fincas basados en la diversidad bilógica agrícola, de manera que utilice de forma eficiente los recursos locales y fomente las sinergias que patrocina

En cuanto a la soberanía tecnológica cabe advertir que puede abordarse desde múltiples enfoques. Así, existen proyectos muy diversos de recuperación de tecnologías. Recientemente Julia Watson (2020) ha bautizado con el nombre Lo – TEK un proyecto de recuperación tecnológica:

A design movement to rebuild an understanding of indigenous philosophy and vernacular architecture that generates sustainable, climate-resilient infrastructures.

(ídem., 9)

Por otro lado, la Agroecología, en la que nos vamos a centrar aquí, se muestra como una potente alternativa entre las alternativas (Lo – TeK, Agricultura orgánica pero masificada, etc.). Si bien a continuación expandiremos un poco más estas propuestas y cómo se han concretado, cabe advertir que la “agroecología”, antes que un sistema técnico concreto de agricultura, es una propuesta más amplia, es la propuesta de un marco dentro del cual hacer funcional la agricultura orgánica “evitando o excluyendo en gran parte fertilizantes y plaguicidas sintéticos” (Altieri y Nicholls, 71).

Así pues, tanto la Agroecología como la Lo – Tek, son propuestas, antes que técnicas, tecno-lógicas. La clave de ambos subyace en comprender las reglas que ambas buscan establecer: desde qué conceptualización, desde qué antropología, se organiza la relación entre el hombre y sus fines.

Agroecología

La agroecología es la gran opositora al sistema industrial de producción de alimentos. No obstante, se plantea desde dos perspectivas, íntimamente relacionadas. Por un lado la práctica, por otro la ideología.

Así existe una contraposición básica en las propuestas técnicas, en su desarrollo, pero, primero de todo, en una crítica a la noción de ciencia moderna:

La agroecología critica al pensamiento científico: por un lado, desvelando el etnocentrismo sociocultural de las ciencias sociales como construcción histórica europea que centra su pesquisa en una única propuesta civilizatoria que excluye de su acervo conceptual a las demás.[5] Y, por otro lado, pretendiendo modificarlo probando además la necesidad de complementar los hallazgos científicos agropecuarios y forestales con aquellas “prácticas campesinas e indígenas” que han mostrado su sustentabilidad histórica.[6]

(Sevilla, 2011, 2)

Así, aplicando esta crítica, se puede concluir, hablando sobre las semillas modificadas genéticamente, una de las tecnologías estrella de la Revolución Verde y de la actual ecología a gran escala, que:

podemos ver cómo las semillas son un medio para dominar a la gente y a la naturaleza, y cómo esta tecnología puede crear y destruir valores de uso al mismo tiempo.[7]

(Yapa, 1966, 5)

Así la tecnología, no solo tiene su vertiente “corpórea”, técnica, sino su parte ideológica o discursiva, en síntesis: “existe una formación materialista discursiva” (ídem., 8). Y en ello se encuentran los cauces políticos tanto de su imposición (Ross, 2000) como de su oposición (Lapegna, 2014).

Así, al conjugar estos on perspectivas antropológicas que se centran o bien en lo indígena o bien en el campesinado, adquiere esta tendencia de ver su campo, politizadamente, como el de la “sociedad contra el estado” (Clastres, 2014); vemos así que autores como Garrido Peña (1993, en Sevilla, 2011, 14) proponen:

Es el enfrentamiento entre un modelo de sistema artificial, cerrado[8], estático y mecanicista (el Estado); y un modelo de ecosistema dinámico y plural (la sociedad).

Aquí es donde mejor podemos ver como se están conjugando las dos acepciones de antropología que advertíamos en al introducción a este trabajo.

Más allá de esta primera parte, más “abstracta”, también hemos de revisar la parte “técnica”. ¿En qué se concreta la agroecología en términos de producción y redistribución?

Hay múltiples ejemplos, uno de los más exitosos es Cuba (Lepore y van Caloen, 2017), ya que “su Gobierno ha sido el único en el mundo que ha promovido una política de soberanía alimentaria para el país en su conjunto” (Otero, 2013, 70).

En oposición al uso de agroquímicos y semillas transgénicas junto a tácticas de monocultivo que ocupan inmensas hectáreas, la agroecología ha propuesto cultivos complejos, compuestos por diversas especies, sea de forma conjugada en una plantación o a un nivel micro en una misma parcela (Anexo 2). En cuanto a las variedades se opta por conservar la diversidad genética, sin poner en riesgo dicha diversidad por culpa de procesos de polinización de las razas alteradas genéticamente que “contaminen” las especias locales. De igual modo dicha variedad genética implica una mayor adaptabilidad a medios y plagas, al igual que una mayor diversidad en la dieta. Finalmente los pesticidas y abonos de origen químico son substituidos por otros de tipo natural. Uno de los mejores ejemplo es el mencionado de Cuba (Lepore y van Caloen, 2017) donde se aseguran que la tierra sea rica en nutrientes, fósforos y proteínas. De igual modo la ausencia de pesticidas ayudan a no eliminar el humus de la tierra[9].

En el caso cubano nos encontramos con un tratamiento muy rico de los estiércoles. Así existe un procedimiento llamado “lombricultura”, en el cual se cogen los excremento de ganado, se apartan, se les introducen lombrices y cada 7 días se les va dando una capa de estiércol. Así, al final, a los 2 meses o 3, se cosecha. También debe procurarse mantener una alto índice de humedad, no inferior al 70%. Otro caso, más genérico, es el del compos, producido en unos 6 meses. Para producirlo, los residuos orgánicos que genera el propio huerto, se van acumulando en capas intercaladas con estiércol. De igual modo se insertan unos tubos que dejan pasar el oxígeno. Cuando toma una altura de entre 1 metro y 1,5 metros ya puede emplearse (imagen 1).

 


Imagen 1. Pantallazo min. 11:59. Fuente: (Lepore y van Caloen, 2017)

También existen nuevas técnicas, no ya solo para la preparación de los estiércoles sino para todo el proceso de cuidado de las plantas. Así en el documental se nos habla de cuan más eficiente es producir de forma individualizada cada semilla, plantándola en su propio espacio, haciendo así que no compitan por los nutrientes varias semillas en un mismo espacio pues esto produce que las plantas crezcan más pequeñas y delgadas, y por ende se esté malgastando energía en estas plantas,.

De igual modo, como estrategia de diversificación pero a su vez de protección de estos cultivos, se añaden plantas de maíz para proteger de insectos a otros cultivos.

En este sentido es importantes señalar que al diversidad de las plantas en un misma plantación no está solo relacionada con una cierta “diversidad” positivada. Al leer algunos autores parece que se haga una defensa de la diversidad genéticas como de la cultural per se. No obstante estos usos muestran que, más allá de esa parte del discurso, técnicamente tiene su relevancia.

Por otro lado el tamaño de estas plantaciones es fundamental, así la producción se ve muy beneficiada por estos cambios en términos cuantitativos, pero las dimensiones se reducen para poder gestionarlo de modo más sostenible.

Pero es impórtate resaltar esta parte: hablamos de una tecnología de aplicación local, pero que va en línea con la búsqueda de una mayor productividad (dentro de unos marcos éticos determinados).

 

 

Tabla 3. Comparación global de los rendimientos de la producción ecológica frente a la convencional utilizando una razón promedio de producción. (Orgánico vs convencional) si la razón es 1,0: orgánico = convencional; si la razón es <1,0: convencional >orgánica; si la razón es >1,0: orgánica > al convencional. Fuente: Altieri y Nicholls, 2013, 80

 

En el caso Cubano se destaca la importancia del Estado, el cual tiene un plena implicación en la idea de “dotarse de un marco institucional favorable a la continuidad y consolidación de aquellas experiencias que han alumbrado o alumbran un modo alternativo de producir, distribuir y consumir alimentos” (González et al., 2017, 36).

Así pues, existe una fortísima financiación de todos estos proyectos. Este es un aspecto interesante, ya que como muestra Mariana Mazzucato (2019), el estado es el principal órgano de inversión de riesgo en el mundo capitalista. Sin su intervención sería inconcebible el mundo contemporáneo. En el fondo esta teoría ya viene de lejos. Justamente abalando sobre Hispanoamérica, existen dos corrientes muy encontradas, entre la defensa de la idea de que fue “España” como entidad institucional (que no estatal) la que apoyó la conquista de América o si fuero, por el contrario, “cien aguerridos hombres”.

Así podemos pasar de una situación en la que:

La transferencia de capitales es la base de la llamada “transferencia de conocimiento”, un circuito en el que las inversiones públicas y privadas se interrelacionan con un resultado común, la producción de un conocimiento rentabilizable desde el marco de la competencia económica.

(Goamr y Herdo, 2020)

A una en la que:

Las políticas públicas deberían revertir esta situación, introduciendo medidas y regulaciones que cambien el sistema de incentivos monetarios y fiscales de que hoy goza la producción y el consumo convencionales y que tanto perjudica a la producción orgánica. Pero para ello, es necesario ejercer una posición de lobby, tal y como hace las grandes corporaciones alimentarias, imponiendo una nueva institucionalidad ya sea mediante la movilización social, la presión electoral, o mediante la combinación de ambas.

(González et al., 2017, 39)

Soberanía Energética

Definición

Altieri y Nicholls (2013, 80), definen soberanía energética como:

El derecho de toda la población rural, a generar energía suficiente para sus operaciones centro de los limites ecológicos a partir de fuentes sostenibles.

En este sentido, y en relación con la Agroecología, estos mismos autores (idem., 71) nos explican que:

Encontraron que los rendimientos de los cultivos orgánicos eran en promedio 20% menores, que se redujo el uso de fertilizantes y de energía entre un 31 a 53% y el uso de pesticidas en un 98%. Los investigadores concluyeron que la mayor fertilidad de los suelos y a la mayor biodiversidad en las parcelas orgánicas hicieron que estos sistemas fueran menos dependientes de insumos externos.

La energía ha sido una de las grandes cuestiones en disputa por parte de al ecología al ser considerada como estándar de conocimiento. Ciertamente, este estándar no se puede aplicar sin más en cualquier trabajo comparativo. Pero en la cuestión ecológica es fundamental.

La mayoría de autores aquí planteados nos van hablar de cómo la propuesta y puesta en práctica de otros modelos de producción ayudan a reducir el consumo de energía en especial en procesos más bien secundarios. Así pues hay dos momentos fundamentales:

-          El desarrollo de fertilizantes artificiales y pesticidas; “No por casualidad el gasto de energía más importante que se genera en el sector agrario está relacionado con la importación de fertilizantes químicos, especialmente los nitrogenados, y la importación de gran cantidad de piensos” (García et al., 2017, 42)

-          El uso de energía en el transporte de alimentos y en sus transformaciones.

Este 2º punto es el más importante que porque tiene serias implicaciones económicas. Como sería lógico pensar ¿Si producimos más alimentos de los que se demandan, cómo puede haber subido el precio de los alimentos tanto (Grafica 1)?

La respuesta se encuentra en los procesos que ponen el alimento del “huerto” al plato. Al incentivar el consumo local estos gastos de transformación de los alimentos y de transporte se reducen a una gran velocidad. De igual modo se reactivan los mercados locales.

Es importante en este sentido resaltar que:

«[…] Los campesinos en el pasado fueron afectados también por sus relaciones con los mercados» (Hodges, 1988: 125). Durante algún tiempo prevaleció, en cambio, la imagen del campesinado autárquico tanto para la Europa preindustrial […], como para los países subdesarrollados

(Domínguez, 1993, 118)

Por lo que el campesinado, ni mucho menos, debe ser asociado con la autarquía o el aislamiento económico. Si bien es indisociable de la pluriactividad (ídem.), el campesinado no se erige como una figura omnipotente.

Caso

Si bien la cuestión energética “trae cola”, aquí me gustaría traer al frente a uno de los estudios de caso más famosos de la antropología con este respecto: el planteamiento de Marvin Harris (1984, 15-36) sobre “La madre vaca” en india.

Como es sabido en la India las vacas son sagradas y se encuentran en cantidades exuberantes. Así, es normal que uno, al igual que lo hacían las administraciones occidentales, se pregunte ¿Por qué no se las comen? Sin embargo las vacas son demasiado delgadas en muchas ocasiones e inclusive estas llegan a no producir leche suficiente como para ser viable su comercialización. Pero, aparte de “no producir”, estas vacas ocupan pastos y agua, recursos que podrían invertirse en crear más cultivos.

Pero Harris (ídem., 20 y 27) desmonta rápidamente estas cuestiones:

-          La vacas cuando mueren, sirven a una lógica de castas, pues son las inferiores las que se encargan de sus desechos y en consecuencia en la industria de la piel encuentran un nicho para la subsistencia.

-          Las vacas producen poca leche, pero esta es un complemento fundamental en muchas familias, e inclusive una poca cantidad, cuando se está al borde de la inanición, puede marcar la diferencia.

-          Las vacas sí que producen: producen animales. Los bueyes son un recurso fundamental en la agricultura india, en especial en tierras secas.

-          Los excrementos de las vacas cumplen múltiples funciones, entre ellas de combustible.

-          Este combustible natural y la tracción de los bueyes facilita ausentarse de técnicas industriales de agricultura: tractores y petróleo no son necesarios y por ende su mayor consumo de energía se ausenta.

Así concluye Harris (idem, 35 y 37) que “la India utiliza su ganado vacuno con mayor eficiencia que Estados Unidos”. Que el “nivel de vida superior que poseen las naciones industrializadas no es consecuencia de una mayor eficiencia productiva, sino de una aumento muy fuerte en la cantidad de energía”.


 

Conclusiones

By building hard infrastructures and favoring hightech homogenous design, we are ignoring millennia-old knowledge of how live with Nature in symbiosis

Definiendo esta Symbiosis como:

Interaction between two different organisms living in close physical association, typically to the advantage of both.

Esta es la conclusión que presenta Watson (2020, 397) a su proyecto de recuperación de tecnologías locales e indígenas. Esta conclusión tiene dos sentidos importantes dentro de esta obra en concreto:

-          Por un lado afirma esto preguntándose si “has conservation failed us?”. Así pues ya no se defienden discursos prístinos con respecto a la naturaleza, como vimos en nuestro anterior trabajo (Llinares, 2020), sino en reorientaciones hacia esta mediante una intervención respetuosa para con esta.

-          Po otro lado, desde el principio hasta el final, el libro salpica sus propuestas con toques religiosos. Así, en su introducción, Wade Davis  afirma sobre la arquitectura del Machu Pichu:

These notions of the sanctity of land were ancient in the Andes, and they informed the construction and architecture of Machu Pichu.

(Watson, 2020, 13)

Así se apunta fuertemente hacia una “nueva mitología de la técnica” (Wtason, 2020, 26-27). En este mismo sentido es importante recordar que (Harris, 1987, 244):

Lo que deseo subrayar es que la elevación de los niveles de vida sólo comenzó hace ciento cincuenta años, mientras que la carrera entre el cambio tecnológico rápido y la intensificación lleva en escena quinientos años.[…]

Como ha observado Richard Wilkinson, todos los cambios tecnológicos importantes introducidos en Inglaterra entre 1500 y el 1839 se pusieron en práctica de forma coactiva y en respuesta directa a la escasez de recursos o al aumento de la población y las inexorables presiones reproductivas.

Este texto de Harris puede apoyarse en la experiencia de muchos pueblos a nivel global al momento de hacer una relectura del desarrollo, no ya de los países subdesarrollados, sino de cómo las potencias occidentales actuales y otros estados en la formación de su presente situación fueron engullendo otros modos de vida: nganasan (norte de Siberia) por el empuje de los mercados de producción de animales y la posterior intervención del estado soviético en su modo de vida; los basseri iraníes, que fueron reculando ante el incremento demográfico y al perforación de pozos por parte del gobierno, a la vez que la burguesa urbana empezó a interesarse por la adquisición de pastos a la vez que de crear un estrato proletarizado/profesionalizado de pastores; los aparceros de Boa ventura (Brasil) que se vieron afectados por el mayor beneficio que le daba a los terratenientes el cultivo de azúcar y al crianza de ganado masificado (Johnson y Earle, 2003, 379-381). Estos son algunos casos, interesantes para comprender como hay dinámicas globales produciendo cambios globales (y viceversa) de forma incesante.

A la vez que se produjeron estos grandes cambios ahora también nos encontramos con una situación parecida. No hablamos de una economía local sin más; los autores aquí mencionados no renuncian a un mercado global, solo lo hace Watson (2020). Se están proponiendo nuevas forma de globalismo que traerán consigo nuevas disputas.

Estas nuevas orientaciones se basan, sobre todo desde nuestra disciplina, en antropologías alternativas. Watson (idem, 19) (Anexo 3) es la que más explícitamente lo plantea. Pero todos los demás rondan observaciones similares.

En este sentido, no proponemos una crítica concreta al qué se propone, sino al cómo se aborda desde nuestra disciplina.

En el anterior trabajo empezábamos aclarando que había dos definiciones formales de “Antropología del desarrollo” (Viola, 2000, 27):

-          Development Anthropolgy (cuya traducción aproximada podría ser «Antropología para el Desarrollo»), directamente implicada en el trabajo de las instituciones de desarrollo, a través del diseño, evaluación o asesoramiento de proyectos […]

-          Anthropology of Development o «Antropología del Desarrollo» strictu sensu, que contempla el desarrollo en tanto que fenómeno sociocultural, generalmente desde una perspectiva exterior al discurso del desarrollo y mucho más crítica con sus enunciados y sus prácticas

Ante lo que nos encontramos en un intento de síntesis que la propia disciplina ha realizado. Si bien no podemos hacer grandes comentarios críticos de tipo técnico; mas allá de señalar algunos aspectos concretos como al necesidad de revisar la idea de common, o al posibilidad de abordar este cambio de la tecnología desde casos más concretos y ricos etnográficamente y otras cuestiones que hemos ido anotando; sí que podemos advertir este cambio que ha dado este campo.

El desarrollo siempre es antropológico, en tanto que es antropogénico. Pero la antropología entendida como visión del hombre (Ronzón, 2015) es muy variada y rica a lo largo de la historia. Y como hemos insistido, muchos de los autores aquí presentados no han renunciado a señalar hacia esa dimensión más amplia del campo que abordábamos.



ARTUR LLINARES PACIA

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Anexo1: Gráfico 6 (“Área de cultivo de soja, palma de aceite y caña de azúcar en América del Sur (1961-2013)”) y Gráfico 7 (“Área de cultivo de soja, palma de aceite y caña de azúcar en Centroamérica (1961-2013)”) en: OXFAM, 2016, 34.


 

Anexo 2: “Microtopography and Companion Planting”. Esquema de los jardines de Milpa, México. En: Watson, 2020, 128-129


Anexo 3: “The Knowledge-Practice-Bilief Comnplex of TEK”. En: Watson, 2020, 19.



[1] Por otro lado, es importante señalar que este mismo tráfico de productos hacia el  norte se produce desde la base misma del proceso: la tierra. Así, está calculado cuanta tierra “se exporta” a los países del norte. González et al (2017, 47) son contundentes:

Aunque Europa no ha recurrido en exceso al land grabbing […], la subordinación productiva de grandes cantidades de tierra en países en desarrollo para la satisfacción de la insostenible dieta occidental puede considerarse […] como una nueva fórmula de colonialismo. […] la UE-27 exporta alrededor de 14,10 millones de ha mientras que s´9olo la soja [anexo 1] supone una importación de 19,2 millones. En total, el déficit asciende a 35 millones de ha.

[2] El error de Karl Marx consistió en haber creído que la economía condicionaba a la técnica, siendo asi qiue sucede a la inversa” Mauss (1974, 44), entendemos defendía gremialmente esta afirmación, pues le interesaba resaltar al dimensión técnica de la producción social.

[3] Sun Tzu (2009) en su célebre libro El arte de la guerra, un tratado del siglo VI a. de J. C., nos da dos muestras ya de este interés por la tierra como base del poder político:

-          (p. 39) Mo Tun se encolerizó y dijo: “La tierra es el fundamento del Estado. ¿Cómo podría cederse?”

-          (p. 53) [citando al Eminente Fundador] deberéis saquear en mi nombre, los tesoros y los almacenes públicos en provecho de los oficiales y de los soldados. El estado solamente quiere la tierra.

[4] El subrayado es añadido.

[5] Planteamiento este, como mínimo sospechoso. ¿Pues acaso creerá que donde no hay dicha ecología no hay otra forma de representar estos procesos agrícolas? ¿Acaso se estarán empezando a incorporar mecanismo de soberanía, de imposición, de reproducción (Bourdieu, 2011)?

[6] Los subrayados son añadidos.

[7] Dado que Yapa emplea una retórica muy retorcida, presentamos sus citas traducidas al español.

[8] Casi pareciera que reabsorbe la dualidad entre las “sociedad abierta” y “sociedad cerrada” de Popper. Esta es una de las contrariedades más notorias en el discurso de la agroecología: se opone al discurso de la modernidad redificándolo sin cesar. El trabajo de Sevilla (2011) es la mejor muestra de esto; Sociedad vs estado, naturaleza – sociedad, sujeto – objeto, global – local, social – individual, etc.

[9] Esto es algo importantísimo en países con suelos ricos, pero esto toma un significado muchísimo más relevante en el caso del conteniente africano, cuyos suelos salvo puntos volcánicos, […] son pobres en humus” (Iniesta, 1998, 29)

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