Desarrollo, desarrollismo y post-desarrollo.
Introducción
La cuestión que nos ocupa es
compleja. Se ha abordado desde múltiples perspectivas, desde la historia, la economía,
la ciencia política, la ecología o la antropología entre otras.
Nosotros nos inscribimos dentro
de esta última disciplina, y aun así el enfoque ha sido diverso. En tiempos
recientes podemos presentarlo desde dos planteamientos bien diferentes (Viola,
2000, 27):
-
Development Anthropolgy (cuya traducción aproximada podría ser «Antropología
para el Desarrollo»),
directamente implicada en el trabajo de las instituciones de desarrollo, a
través del diseño, evaluación o asesoramiento de proyectos […]
-
Anthropology of Development o «Antropología del Desarrollo» strictu sensu, que contempla el
desarrollo en tanto que fenómeno sociocultural, generalmente desde una
perspectiva exterior al discurso del desarrollo y mucho más crítica con sus
enunciados y sus prácticas
Estos dos campos se enfrentan por
trabajar uno desde una perspectiva Emic. (Antropología para el desarrollo) y
otro desde una perspectiva Etic. (la Antropología del Desarrollo), por
recuperar la propuesta de Picke (Bueno, 1990). No obstante, la distinción fundamental
entre ambos no es una mera cuestión de “perspectiva”, es una distinción del
espacio que ocupan dentro del entramado de instituciones, capitales, personas,
saberes, etc. en el mundo y sus papeles en los diferentes procesos de globalizaciones[1].
Es así comprensible que esta
disputa “no es sustancialmente diferente de la generada en el periodo de
entreguerras por la investigación al servicio de burocracia e institutos
coloniales” (Viola, ídem.). Pero no es ya simplemente paralela a la disputa
deontológica de la II Guerra Mundial, puede inclusive retrotraerse aún más atrás
en el tiempo. Al leer los autores que se irán sucediendo en las siguientes
paginas me daba la sensación de que si había algo a lo que, por lo general, no
se renunciaba, era a una suerte de sistema-mundo, aquella “aldea global” de la
que nos habló ya hace más de medio siglo McLuchan (1985 [1968]). Y eso nos
lleva a otra disputa; la que hubo entre Las Casas, denunciando el colonialismo[2]
en América, y Francisco de Vitoria. Ambos con propuestas diferentes sobre la
idea de imperio y cómo este debían funcionar. No es de extrañar que en esos
lingüistas misioneros del Nuevo Mundo podamos encontrar los reales antecedentes
de la disciplina que hoy nos ocupa, antes que en Montaigne, por más que un
bloque académico anglo-francés pretenda apropiarse el origen de una suerte de “perspectiva”
antropológica[3],
de la cual, desde luego, nadie tiene constancia, o no la suficiente como para
crear consenso.
Pero esta cuestión la
reservaremos para el siguiente trabajo.
Así pues nos proponemos en el
siguiente apartado dar muestras de lo que el “desarrollo” ha implicado a una
escala humana. Esto significa que si bien nos interesan las cuestiones
ecológicas estas no son desde un antiespecismo, no partimos de la idea de la
igualdad entre especies. Nos importa la desertificación en tanto que impide el
cultivo y limita la trashumancia, el globalismo en tanto que deja sin gobiernos
a personas, la tecnología en tanto que liquida otros saberes “tradicionales”.
Ya las cuestiones que trasciendan al hombre deberían ser analizados por
etólogos, ecólogos u otros especialistas.
En un segundo bloque entraremos
en las observaciones que la crítica del desarrollo ha elaborado en base a algunos
textos clave que nos han sido recomendados como “guia de lectura” para tomar
una muestra de lo que ha constituido esta Anthropology
of development.
Antes de terminar buscaremos
comprender qué propone el post-desarrollismo a partir de lo que ha sido
criticado bajo el rotulo de “desarrollismo”. Si bien en este bloque no
entraremos en las críticas más contundentes y holísticas, si que habrán algunas
observaciones evidentes y necesarias, algunas de las cuales, cabe advertir han reconocido
otros autores ya.
En la conclusión es donde nos
proponemos hacer una criba definitiva de lo expuesto.
Cabe advertir que la cuestión
aquí tratada no nos dará espacio a exponer por qué la cuestión del desarrollo
no es tan simple como para creer que se limita al último medio siglo y en el
fondo es perfectamente trazable una suerte de hilo que se oculta y reaparece en
muchos otros procesos que han tenido lugar a lo largo de la historia. Sin
embargo si que queremos dar muestras de que estos mismo problemas hay que
relativizarlos y ver que en otros contextos históricos ido sucediendo algo
similar. Esperemos en el próximo trabajo nos sea posible abordarlo con mayor
profundidad.
Desarrollo
Ilustración 1 Mapa que ilustra el Índice de Desarrollo Humano según un estudio de la UAB y la Universidad de Radboud (Países Bajos). Disponible en Global data lab. 2018 <<https://globaldatalab.org/shdi/maps/shdi/2018/>>
Como se puede ver en el mapa
(Ilustración 1), no son pocos los países que no obtienen el “aprobado” en el
Índice de Desarrollo Humano (IDH). Lo más preocupante de esta ilustración no
es, s9olamente, que la mayor parte del planeta tenga serios problemas en uno de
los 5 indicadores[4]
bajo los cuales se elaboró el mapa. Lo más preocupante es la evolución de este
mapa en retrospectiva, con una representación similar que nos hable de los que
eran considerados países en vías de desarrollo hace décadas (ilustración 2).
El segundo mapa cuenta con unos
factores[5]
un poco diferentes al de la anterior ilustración, sin embargo aspectos como la
renta o el grado mínimo de formación académica (ilustrado por el grado de
analfabetismo por lo general),, al igual que una cierta densidad demográfica,
en especial en áreas urbanas en el caso de la segunda ilustración, son factores
comunes al momento de analizar el desarrollo humano.
Hecha esta aclaración
metodológica, podemos ver que, sencillamente, afirmaciones del calibre “Estamos mejor que nunca” (Norberg,
2017, 19) al momento de hablar del progreso (si es que tal término en singular,
de por sí, tiene algún sentido) humano no tienen sentido con cierta visión
retrospectiva.
Los factores que han afectado a
este proceso entre dos mapas, en exceso semejantes entre sí, han sido múltiples
y muy difíciles de delimitar a los largo del tiempo y el espacio, dado lo
complejo de coordinar procesos globalizados y procesos localizados. No
obstante, en un esfuerzo, queremos situar qué ha estado pasando estas últimas
décadas en dos “bloques” geográficos: Iberoamérica y África.
Ilustración 2: Mapa que muestra "Los países en vías de
desarrollo (1960-1962). Fuente: Kinder y Hilgemann (2006). Atlas histórico Mundial. Vol. II. 20ª edición actualizada. P. 280.
Iberoamérica:
En este sector vamos a intentar
fijar nuestra atención en el “desarrollo” de regiones hispanas y el Brasil
durante las últimas décadas, dentro de un sencillo esbozo de la cuestión.
Desde una perspectiva ecologista,
vemos que discursos próximos a la llamada Deep
Ecollogy, han llevado a una suerte de nueva visión sobre el estado prístino
de la naturaleza. Así, si bien se renuncia a la visión del salvaje como próximo
a la naturaleza y, en consecuencia, tolerable para el medioambiente, se ha
apostado por la creación de una surte de “Edén”. De esto encontramos dos buenos
ejemplo.
-
El primero es el caso de la Bahia Samborombón
(argentina), donde la ausencia de controles reales en esta área han producido
efectos contradictorios al momento de procurar la proliferación de las crias de
venado, así pues:
La caza furtiva
y el incremento de especies exóticas, particularmente chanchos cimarrones[6]
(Sus scrofa), han sido sugeridos
entre las causas actuales más importantes que afectan la recuperación de los
venados […] se ha sugerido
que los chanchos pueden competir y/o excluir especialmente a esta especie
amenazada además de no descartarse la prelación sobre crias
(Carpinetti,
2014, 133)
-
El segundo caso nos habla sobre una lucha contra
la deforestación de la Amazonía brasileña, donde se aliaron los Kaaypó y
algunas ONGs. Sin embargo, habían intenciones opuestas de fondo y a medio/largo
plazo:
Para los
conservacionistas, el objetivo indiscutible de la campaña era defender la selva
tropical, en tanto que pulmón de la
humanidad, como espacio natural protegido, tratando de limitar o suprimir
cualquier actividad extractiva o comercial; para los kayapó, en cambio, lo que
verdaderamente estaba en juego era la autodeterminación de su pueblo y la
soberanía sobre su territorio, incluyendo la capacidad para decidir y controlar
el uso más conveniente de sus recursos naturales y eventualmente
comercialización de parte de ellos.
(Viola,
ídem., 31)
Ambos casos nos hablan de la
evolución de esta visión hedonista de la naturaleza y del espacio habitado por
el hombre. Así pues cuando el ecologismo empieza a darse cuenta de que la
explotación de los recursos es amplia en su existencia, inclusive para los
indígenas (que igual no emplean ciertos recursos, o en la magnitud que se hace
desde grandes explotaciones madereras) dan un paso más allá, buscando ya una
“ecología total” directamente antiespecistas[7].
El segundo caso nos lleva a hablar del extractivismo. Para
hacernos una idea, entorno al área andina, podemos decir que:
En el Perú, 64 bloques de hidrocarburos (áreas en las que empresas
adquieren los derechos a explorar para y, finalmente, explotar el petróleo y
gas) incluyen más del 70% del territorio amazónico del país. Once bloques
solapan áreas protegidas, 17 incluyen reservas de pueblos indígenas en
aislamiento voluntario y 58 extienden sobre tierras a las que pueblos indígenas
tienen título.
En Ecuador, aproximadamente dos terceras partes de la Amazonía han
sido zonificadas para la expansión de hidrocarburos.
Mientras tanto, en Bolivia, aunque el área concesionada es menor,
hasta el momento el 55% del territorio nacional se considera de interés
potencial.
(Bebbington, 2010, 290)
Este acceso a los recursos, que
puede variar desde una administración directa por parte de los estados
nacionalizando dichos recursos y las empresas que los extraen, o bien pueden implicarla
privatización e dichos espacios. En cualquier caso esto da lugar a serios
enfrentamientos entre la población indígena (llegando a las víctimas [ver anexo
1]) y dichas empresas extractoras, por no mencionar del dónde van estos
beneficios, lo cual contribuye a que esta situación genere, similar a lo que
sucede en África, “un «desarrollo» con un sesgo
de clase” (Gledhill, 2000, 154).
Es así como en términos políticos
también es interesante analizar el desarrollo de América, que en buena medida
se comprende dentro de las democracias[8]. En este sentido, el territorio sigue siendo
un polvorín repleto de ideas opuestas las unas con las otras, enfrentadas. Así
pue hay tres factores con los cuales se va jugando en el desarrollo político de
Iberoamérica durante el siglo XX:
-
Militarismo; por ejemplo en el caso brasileño
iniciado en 1964, quienes “crearon
un gobernante «de
paja»
y una oposición «leal»” (ídem., 172). En este mismo sentido, la reciente
elección de Bolsonaro reaviva este fuego, si bien no alcanza a encenderlo, en
especial por las fuertes críticas que está recibiendo durante la gestión del
COVID-19.
-
Populismo; al cual se ha ido retornando tras periodos
de serias crisis de confianza en el gobierno. Un buen ejemplo es el de Fernandoi
H. Cardoso quien governa tras el fracaso del anterior suplente del gobierno
militarista, Fernando Collor de Mello. Al llegar el colapso financiero, a final
de los 90, que llevó a la intervención del FMI[9]
(ídem., 173). Un buen ejemplo, más reciente, puede ser López Obrador en las
últimas elecciones en México, quien ha demostrado ser un fiel aliado de Trump,
tras un paquete varios miles de millones en ayudas, al igual que un gestor
dudoso ante la crisis del COVID-19.
-
Fuerzas paramilitares: El mejor ejemplo es el de
las FARC y el ELN (Ejército de Liberación nacional). Si bien también cabe
hablar de algunos intentos fallidos como el de México: “el intento de crear un movimiento guerrillero al estilo de
la década de 1960, el EPR (Ejército Popular Revolucionario)” (ídem.,
174).
África:
En el aspecto político África es mucho más complejo, por lo que no lo
abordaremos en estas líneas, si bien en muchos aspectos se asemeja a
Iberoamérica, pero de forma más dramática y cruzada además por un pobreza que
roza lo increíble, guerras abiertas y grupos radicalizados que hacen, entere
otros, del sur sahariano un campo de minas para opositores (o no) a grupos como
Boko Haram. Solo para dar una muestra Chazan et al. (1992) (en Gledhil, ídem.,
153-161) plantea hasta 6 tipos diferentes, y principales, de regímenes
estatales en África:
-
Regímenes administrativo-hegemónicos
-
Regímenes pluralistas
-
RR. de partido movilizador
-
RR. de partido centralista
-
RR. Personales coercitivos
-
Populismo
En un marco más amplio, en África
podemos hablar de un marcado giro de rumbo del siglo XX al XXI. Menestras que
el anterior siglo se caracterizó por una deslegitimación del estado:
en esta primera década del siglo XXI: las
exigencias de «menos
estado»
en África ya no presiden los documentos financieros, y la función estatal
vuelve a ser considerada como un garante de estabilidad.
(Iniesta,
2007, 12)
Sin embargo el campo se sigue presentado
como el gran monstruo a batir por parte de África. En Sudáfrica la
redistribución de tierras a unas 150.00 familias no se había cumplido ni en un
50% en 2007 en el gobierno de Mbeki (ídem., 14). A más a mas esta gestión de
las tierras choca con la conjugación entre gestiones familiares y comunales de
las mismas, cuya combinación además se aprovecha para diversificar las fuentes
en dichas áreas 8idem., 15).
Estos problemas en el campo, como
indicaba no son nuevos. René Dumont (1989) en su celebre En favor de África, yo acuso (Pour
l’afrique j’accuse) nos hablaba de los inmenso problemas que se van repitiendo,
con sus diferencias locales e históricas concretas, por toda África con aspecto
al campo, tanto desde el papel infravalorado de las mujeres (ídem., 36), las
deudas con poderes internacionales desde las empresas hasta las ONG (ídem., 49-54),
las cuestiones políticas (ídem., 228), o el incesante problema del desgaste de
los suelos (los cuales “salvo puntos volcánicos, […] son pobres en humus”
(Iniesta, 1998, 29)) y la desertización que cruzan desde el principio al final del
libro.
En términos generales, con respecto
ese El África negra ha empezado mal,
que entonaba Dumont en 1961, algunos autores reconocen que:
El Estado africano poscolonial no dispone
ni de capacidades ni de medios para definir y financiar, de una manera independiente,
las políticas o los proyectos sociales […]
[..] el estado no dispone de medios
suficientes para crear las bases económicas de la unidad nacional o realizar el
desarrollo económico a escala nacional. Para hacer frente a las fuerzas centrifugas
nacidas de esta situación, el estado desarrolla las funciones de gendarme,
[…] o el autoritarismo y la
corrupción de los funcionarios.
(Kabunda, 2007, 43
Lo cual nos puede conducir a esa
idea extrema de los Fallen States
(Alvarez, 2000) al momento de describir las situación de África en un sistema
global que se caracteriza por que los estados son, en apariencia como mínimo,
los intermediarios últimos de la realidad.
No obstante los avances y
retrocesos en África tampoco han de ser tan rotundos. Kabunda (ídem., 46 y 47)
nos ofrece una tabla describiendo las mejoras y los déficits algunos aspectos
básicos de la vida africana (Anexo 2). Uno de los más interesantes es el
económico. Así pues mientras podemos ver que PIB per cápita ha incrementado
notoriamente (de unos 644 dólares a principios de los 60 a unos 1.180 en la
década de los 90) vemos que esta misma tasa de crecimiento lleva cayendo desde
los 80 hasta finales de los 90.
Esto nos sitúa en el punto de
plantearnos cuál es esa continuidad que el desarrollo parece querer
plantearnos. ¿Es posible? ¿Ha sido jamás posible?
Desarrollismo
El desarrollismo se ha planteado
la crítica al desarrollo como una crítica conceptual, desde lo ontológico. Es
visto, por recuperar el concepto de Rist (2002), como una “creencia occidental”.
Vemos que la evolución de la
sociedad global ha sido compleja. Con algunas mejoras y algunos problemas. Sin
embargo el panorama general parecía[10]
indicar estancamiento.
No un estancamiento absoluto,
mucho han cambiado las cosas desde la época de posguerra. El mejor ejemplo de ello,
es el enviste de poscolonialidad que tiene la crítica al desarrollismo,
inviable si dichos países desde donde se ejerce la crítica no tuviera algún
tipo de sustento desde el cual poder realizarla: universidades, editoriales, relaciones
internacionales, etc.
No obstante, y regresando a la
cuestión del desarrollo hay algunos contrapuntos que se han presentados a todos
estos planes y cuestiones que se han ido desarrollando en el “tercer mundo”
desde el último medio siglo.
Así hay quien advierte que se están
cerniendo críticas sobre grupos nativos cpor razón de sus explotaciones
comunales:
Culpabilizar a la gestión comunal de
pastos entre sociedades ganaderas tradicionales de fenómenos como el
sobre-pastoreo y la desertización.
(Viola, ídem., 33)
Si bien puede haber críticas
infundadas, tampoco se puede caer en una idealización de las gestiones comunes,
ni antropológica ni históricamente.
En África nos encontramos que sí
que han existido estos problemas. Dumont (ídem., 26-7) advertía de que:
Pero la densidad de población alcanzada
en el Sahel ha exigido desde hace tiempo la roturación, el trabajo de su suelo,
orientado hacia la producción de cereales. Sin embargo, y a pesar de ello, los
pastores mantuvieron como esclavos a los agricultores durante largo tiempo; su
relativa riqueza les causa aun el respeto –cuando no la complicidad de los
poderes públicos- cada vez que sus rebaños invaden sus cultivos.
[…] A menudo, una parte de estos rebaños
vigilados por pastores, pertenecen a los ricos de las ciudades, incluso a los
funcionarios locales encargados de aplicar la ley.
Este caso además nos pone sobre
aviso de la dividinos entre campo y ciudad es también tramposa al momento de
hablar del desarrollo. No es cuestión de negar la diferencia categorial que
existe entre la ciudad y otros espacios; más bien negamos la independencia que
pueda existir entre ambos y en especial en estos espacios “en vías de
desarrollo”, donde se hace aun más evidente que el surgimiento de ciudades
produce fuertes enfrentamientos que retroalimentan los cambios ya experimentados.
Así pues ¿Cuál es la solución a estas intromisiones? Delimitar el espacio, parcelarlo
y dejar clara constancia de quien es el propietario y/o ocupante de dicho
espacio para así impedir la invasión de dicho espacio “privado” (?) por otros
potenciales explotadores del terreno.
A esto se suma la cuestión de la
alta población “indígena” en las ciudades. Por ejemplo:
El 53% de los bolivianos mayores de 16
años que se autoidentificaron etnoculturalmente como quechuas o aymaras vivían
en un medio social urbano.
(Viola, 2013, )
En buena media esta idealización
del campo se debe a una doble polaridad, históricamente descrita que va desde
el pintoresquismo de la campesina inocente y bucólica hasta el campesino rebelde
cuya historia pareció desaparecer durante buena parte de la historia
contemporánea. Así no es de extrañar que esta narrativa pasara a la descripción
del campesino en el tercer mundo, pues:
Mientras parecían esfumarse en el mundo desarrollado,
el campesino reapareció en la historia del siglo XX como protagonista de nuevos
movimientos revolucionarios. No tanto en Rusia[11]
[…] como en los países
subdesarrollados –en lo que vendría más adelante a denominarse abusivamente el «tercer mundo», como si hubiera
más de dos, el de los pobres y el de los ricos-[12]“
(Fontana 1997, 257)
En otro orden de cuestiones. En
términos culturales, si bien se podría haber creído que empezaríamos a
encontrar una humanidad más homogénea al paso de las décadas, el proceso, que
tampoco se puede decir perfectamente que hay sido el contrario más bien ha
respondido a una suerte de “reculturalización” (Viola, 2000, 21). Con respecto
a esta circunstancia desde la perspectiva hindú nos encontramos con que “caste relations had been transformed
into power relations in our dealings with whites, the latter occupying the
position of power and prestige” (Shrestha, 1995, 271). EN este espacio
es donde encuentra mayor empuje la crítica al desarrollismo.
Lo primero de todo es advertir
que la cuestión del desarrollo n fue
nunca homogénea desde un principio. Así pues no es lo mismo en los estados
comunistas, los países del bloque capitalista o los países que se mantuvieron
aislados (por ejemplo España). E inclsuive en la actualidad Escobar y Esteva
(2016, 20) reconoce que “las
corrientes actuales en torno al desarrollo, que asocia con tres Sachs”:
-
Goldman Sachs; quien defiende el clásico
desarrollo orientado al mercado y la mercantilización.
-
Jeffrey Sachs; cree en el capitalismo, pero sí
que ve un problema en las hambrunas y desigualdades a escala global. Sin
embargo, encentra la solución en “más capitalismo”. Al estilo Bill gates.
-
Wolfgang Sachs; son los más extravagante y por
lo general ignorados por las elites. “viven
cada vez “más allá” del desarrollo” (ídem.)
Escobar (2005), siguiendo con la
cuestión ideológica y la no homogeneidad cultural universal, resalta que a
critica posestructrural al desarrollo se
centra en el abordar como “Discurso histórico” y “aparato institucional”. Así
pues, aquí se recupera la mayor preocupación de Foucault: la construcción
discursiva de la verdad[13].
Comprendiendo aquí discursivo como algo complejo:
An
institution is a symbol-based program that regulates social interaction. The
institutionalization of a discourse implies the formalization of statements and
practices through rules of formation, which bearers of that particular
discourse both represent and reproduce through their agency. A discourse refers
not only to statements (oral and written) and communicative meaning embodied in
non-verbal infrastructure, technology, and practice, but also to aggregates of
social practices.
(Lie, 2008, 120-121)
El mayor problema, para Escobar
es la exclusión a al que llega la hegemonía del discurso desarrollista moderno
y occidental. Un claro ejemplo se encuentra en los sistemas de salud (Viola,
2000, 40-46 y Menéndez, 2016).
Así se denuncia la falta de
agencia por parte de los “desarrollados”: “Los
profesionales definían las necesidades y éramos clasificados según ellas”
(Escobar y Esteva, ídem., 21). LO cual hace de desarrollismo un discurso
eurocéntrico.
Ramirez-Cendrero (2017, 24)
localiza otra característica más que se le critica al desarrollismo: “la imposibilidad de un crecimiento
económico (identificado con el desarrollo) infirió en un planeta con límites
físicos, lo que obliga a pensar la economía en el seno de la biosfera”.
Esta crítica ha tenido un fuerte desarrollo en Latouche (po rej. 2009) quien ha
apostado por un modelo de decrecimiento[14].
También se ha realizado una
crítica más sistemática a las herramientas mismas con las cuales funciona el
desarrollismo. Así por ejemplo, Latouche
(1996) nos explica como pasar medidas del primer mundo al tercer mundo es
contraproducente:
El primer caso ilustra cómo una
distribución desigual de la riqueza elimina todo significado de la cifra de un
promedio, mientras el segundo ejemplo revela el absurdo de la comparación
internacional de índices cuando los estilos de vida son muy diferentes y de
hecho no comparables. La economía política no ha sido capaz de construir una
teoría satisfactoria del valor objetivo de todas las cosas, haciendo así imposible
proceder a una evaluación y una agregación de utilidades objetivas.
Post-desarrollismo
Esta es la propuesta que queda
después del desarrollismo:
La gente [muestra] resistencia y oposición abierta al
desarrollo en sí mismo; no solo algunas formas de desarrollo a las que hace
tiempo resistían.
(Escobar y Esteve, ídem., 19)
Escobar (ídem.,) sintetiza el
postdesarrollismo del siguiente modo:
una concientización de que la realidad
puede definirse en términos distintos a los del desarrollo y que, por
consiguiente, las personas y los grupos sociales pueden actuar sobre la base de
esas diferentes definiciones.
Gustavo
Esteve (Escobar y Esteve, ídem., 20) nos dice que para mirar más allá del
desarrollismo él piensa en la palabra “hospitalidad”:
El desarrollo es radicalmente inhóspito:
impone una definición universal de la buena vida y excluye otras.
No obstante estas dos primeras
definiciones, que parecen tan amplias, en realidad el marco al que e acogen es
más limitado. Su punto principal es mirar hacia lo no-europeo como ejemplo y
guia para oponerse al capitalismo, y eso pese a la trama de autores
occidentales que acompañan a sus discurso. A partir de este punto de vista,
esta perspectiva se propone la reconstrucción del mundo, o partes de este.
Así pues el planteamiento se hace
desde la recuperación de técnicas, de sistemas sociales y de concepciones del
mundo mismo. En síntesis, como nos plantea Ramírez-Cendrero (ídem., 26), tiene
dos vertientes el postdesarrollismo, la espiritual y la ecológica. La primera,
en línea del deconstructivismo ontológico y, la segunda, en línea del
desaceleracionismo, de la recuperación de tecnologías adaptadas al medio, etc.
Conclusiones:
Juan Ramón Rallo (2017, 14) a la introducción del libro Progreso de Johan Norberg, afirma:
Pero el capitalismo decimonónico quedó
confinado a un selecto grupo de países occidentales que, con el paso del
tiempo, pasaron denominarse «países desarrollados». El resto del
mundo seguía doblegado por instituciones extractivas, ora mercantilistas ora socialistas,
que frenaban cualquier tipo de desarrollo acelerado y sostenido. Desde finales
de la segunda guerra mundial [...] muchos
de estos países rezagados y subdesarrollados
no solo comenzaron a implementar tímidas reformas liberalizadoras […], sino que fueron capaces de acceder
expansivamente a los flujos de comercio internacional. Es ahí donde arranca en
toda su intensidad el proceso de globalización.
Esto contrasta con la visión de
otros autores sobre los países subdesarrollados como la de Robert D. Kaplan
(2017, 64), quine al hablar sobre África nos dice:
¿Por qué África es tan pobre? A pesar de
ser el segundo continente más grande del mundo, con una superficie cinco veces
mayor a la de Europa, la longitud de litoral al sur del Sáhara sobrepasa en poco
una cuarta parte del europeo. Además, dicho litoral carece de buenos puertos
naturales, aunque los de la costa oriental, que mantienen un comercio intenso
con arabia y la India, constituyen una excepción. Pocos ríos tropicales
africanos son navegables cuando se accede a ellos desde el mar, ya que llegan a
las llanuras costeras desde la meseta a través de una serie de cataratas y
rápidos, por lo que el interior del continente queda aislado de la costa.
Asimismo, el desierto del Sahara dificultó el contacto humano con el norte
durante demasiados siglos, y por tanto África no se vio tan expuesta a las
influencias de las grandes civilizaciones mediterráneas, tanto en la antigüedad
como posteriormente. Tampoco hemos de olvidar las amplias y densas selvas que se
extienden en torno a la línea del sometimiento a fuertes lluvias y calor
intenso. Estas selvas no son amigas de la civilización, ni facilitan el
establecimiento de fronteras naturales; de ahí que las trazadas por los
colonialistas europeos fueran, forzosamente, artificiales. La naturaleza ha
colocado demasiadas piedras en el camino de África hacia la modernización.
Así cuando Shrestha (ídem., 268)
afirma que ser pobre “meant being “underdeveloped” and lacking human dignity”,
cuanto menos, es exagerado, de forma más directa, es victimita[15].
El discurso desarrollista, en su presentación general, no creemos que
deshumanice a nadie. Eso si, tomar a la humanidad por un conjunto homogéneo no
es algo prescriptivo para ninguna reflexión que involucre a la compleja y
diversa especie humana.
Ciertamente existe, entre lo
tolerable y lo intolerable existe un factor radical. El hecho mismo de que
ciertos sistemas de vida no sean aceptados por ciertas instituciones es digno
de denuncia. Sine embargo la idea misma de la plena coordinación entre los
diversos sistemas de vida en el planeta tierra es absurda, desde el punto de
vista entre especies (ecológica), pero también, y principalmente, dentro de
nuestra propia especie (antropológicamente).
En cuanto a la visión perspectivita que plantean no es
tomada de forma radical por todos los autores. Viola (2000, 23) planteando esta
misma cuestión desde la perspectiva del indígena nos habla de una negociación:
Son muy cosnci3entes de la necesidad o la
utilidad de incorporar –selectivamente- determinadas aportaciones de la
tecnología o de la sociedad occidental, siempre y cuando no representen una
amenaza para su estilo de vida o se conviertan en un factor adicional de
dependencia
Sin lugar a dudas, el mayor
peligro para la propia subsistencia del post-desarrollismo ya algunas de sus
propuestas (como el decrecimiento), es el hecho de que autores como Latouche
(ídem., 160) defiendan una:
Interpretación del desarrollo y el
sub-desarrollo como ocultación, destrucción de las culturales por imposición de
una cultura exterior, la de occidente.
Esta perspectiva choca directamente
con una explicación razonada de la difusión de los sistemas culturales.
Inclusive parece retornar a un cierto difusionismo. A ello nos vale recurrir a
unos de los arqueólogos que más trabajó en contra de dichas teorías para
responder a estos planteamientos:
[…] la hipótesis se basa en la visión
idealista de la cultura; es decir, la cultura es una corriente ramificada en
redes de transmisión de ideas y de conocimiento cuya cristalización varía en
diferentes puntos del espacio y del tiempo. Tal asunción ignora la posibilidad
de que existan procesos que actúen de manera selectiva sobre un conjunto de
ideas o conocimientos.
Esto en especial me vino a la mente
cuando Shrestha (ídem., 272) habla del incremento del consumismo en u entorno
hasta tal punto que la producción no puede cumplir con el consumismo. La
pregunta es simple entonces: ¿De dónde bien dicho consumismo? O mejor dicho:
¿En qué se sostiene dicho consumismo?
Si el análisis se queda en una
suerte de ingrávido plano ontológico perdemos las principales herramientas de
las que disponemos. Por un lado de cara al análisis, motivo por el cual no he
querido quedarme únicamente en un análisis discursivo de la problemática y he
creído necesario hablar de ese desarrollo que se denuncia. Y en un segundo
término se pierden las herramientas para cambios efectivos; pero de esto último
nos tocará hablar en el próximo ensayo sobre la cuestión.
Anexo 1: América Latina: conflictos
relacionados con proyectos extractivos en el sector de la minería y los
hidrocarburos en territorios habitados por pueblos indígenas, 2010-2013.
(NN.UU., 2014, 138)
Anexo 2: Evolución de los indicadores de
desarrollo humano en África desde las independencias. (Kabunda, 2007, 46-47)

Bibliografía:
ÁLVAREZ, Juan (2000).
“El África Subsahariana y el concepto del Falling
State: sus consecuencias en el derecho internacional”. En: Francisco Javier
Peñas (ed.). África en el sistema
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[1]
Cabe recordar que: La
globalización es una operación o conjunto de operaciones, realizadas por un
sujeto operatorio o por un grupo cooperativo de sujetos (teniendo en cuenta que
cooperación no implica siempre armonía, sino conflicto entre los sujetos
cooperantes). Y es una operación de totalización cuyo resultado es la
construcción de un «globo». Presuponemos, en esta caracterización, que las
operaciones de las que hablamos son manuales («quirúrgicas») y, por tanto, se
aplican a cuerpos, sin olvidar que los símbolos algebraicos o los mapas geográficos
son también cuerpos que referimos a otros cuerpos; por consiguiente, que una
totalización, en cuanto es resultado de operaciones «quirúrgicas» (manuales),
ha de entenderse como construcción o configuración de un cuerpo a partir de
partes suyas o de términos que una vez constituido el todo, puedan figurar
retrospectivamente como partes. (Bueno, 2002)
[2]
No el colonialismo en abstracto, esa
surte de cajón de sastre que se emplea para describir las tensiones
geopolíticas a diestro y siniestro. El colonialismo entendido como el sistema
que busca implantar Cristóbal Colon de explotación (esclavismo, realmente) de
los indígenas en la tierra que recién había descubierto para el mundo.
[3]
Curioso por otro lado que los
autores suelan hacer alusión a una suerte de “voluntad” critica antes que no a
una metodología, que es lo que de verdad construye una disciplina. De
Malinowsky mismamente su “Diario de campo” (1989, edición que nos trajo, por
suerte, Alberto Cardín en una colección única) nos revela muchos de sus prejuicios
y deseos menos nobles. En este
sentido lo mismo se puede acusar a todo autor que sostenga a otro por meras
cuestiones morales: por ejemplo, Voltaire y Las Casas tienen en común, por un
lado, ser pilares de la moderna defensa de los “derechos humanos” y la
“tolerancia” y, por otro lado, blanquear y beneficiarse del tráfico de esclavos
negros.
[4] Life expectancy, GNI per capita in
thousands of US$ (2011 PP), Expected years of schooling, Mean years schooling y
Population size in million. <<https://globaldatalab.org/shdi/2018/lifexp/?levels=1%2B4&interpolation=0&extrapolation=0&nearest_real=0>>
[5]
Renta anual por hab. En dólares, %
de analfabetismo (entre 20-50% o más del 50%), necesidad de capital y ciudades
de más 1 millón de habitantes.
[6] Una suerte de cerdo parecido al jabalí. A
parte de lo citado en el texto, hace daño a la superficie de los suelos,
dificultando el pastoreo de especies herbívoras.
[7]
De aquí mi critica inicial contra
otras perspectivas que trataran la cuestión ecológica en ausencia del hombre,
donde la antropología nada tiene que de decir.
[8]
Lo cual, as u vez, es muy curioso
que se defienda sin cesar desde posiciones muy diversas y enfrentadas, pues
buena parte de estas comprenden democracia a su manera, inclusive
antidemocráticamente, como son los derechos históricos (étnicos) de los
territorios liquidadas, en principio, por las garantías de los estados-nación
modernos que procuran terminar con lo que, en España se llamaban
"fueros", entre otros privilegios feudales (en el caso español, entre
otros procesos, cabe destacar el Decreto de nueva planta (1707-1716) y la
Constitución de Cádiz de 1812 que igualaba los derechos para los “españoles de
ambos hemisferios”)
[9]
En este mismo sentido, vemos que
argentina sucede algo similar con respecto a la deuda con el FMI, que está
poniendo muchas presiones en la reciente política del país hispano. No obstante
las negociaciones, parece que el crecimiento de la deuda alcanza cotas
seriamente ponibles en duda de ser pagables. En este sentido podemos ver un
“desarrollo” en estado puro, permitámonos el sarcasmo.
[10]
Si se fija el lector, pese a que
hemos procurado analizar un espectro amplio de referencias, la bibliografía
aquí empleada no está actualizada a la última década (2010-2020). Fallo este
por falta de capacidad de preparar este trabajo con mayor profundidad y por lo
que nos disculpamos al lector.
[11]
Cabe recordar que el telón de fondo
de la revolución rusa es, por lo general, la ciudad de San Petersburgo. No
obstante no cabe menospreciar la importancia del campo en este proceso, pues la
mayoría de la población vivía ahí (pese a que su voto por los mencheviques
seria brutalmente omitido por Lenin y los bolcheviques en su golpe de estado),
y su sistema de MIR para gestionar la tierra de forma comunal fue un factor
fundamental para el buen encauzamiento de la revolución, que en 1917 solo
empezaba a tomar forma concreta.
[12]
A lo que yo me atrevería a decir que
ni así, un único mundo que compartimos ricos y pobres.
[13] “Pero mi problema ha estado siempre de
parte de otro termino: verdad” (Foucault, 1998 en Turner, 1994, 25)
[14] No obstante cabría preguntarse por qué no
enfrentarse a las propuestas que proponen radicalmente lo opuesto: el
aceleracionismo.
[15]
Aunque por lo general, esta forma de
explicación de “revelación” en los autores poscoloniales suele ser bastante
frecuente, mientras son los primeros en mezclar citas desde el Papa [de turno]
de Roma hasta Marx, incentivando, ellos mismos los primeros, el mito de las
“naciones universales unidas”.
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