Hombres Armados… Dinero, ideas y desarrollo.

Referencia:

SAYLES, John (1997). Hombres armados. EEUU.

Introducción:

Muchas veces se sintetiza la exploración, unificación y explotación de Hispanoamérica con dos términos: cruz y espada. Evangelización y conquista, sangre e ideas.

Como cualquiera puede imaginar, a menos que hablemos de la Sangre de Cristo, las relaciones no son tan metafísicas entre ambos términos, y están mediadas por una infinidad de sucesos, espacios, ideas y hechos. Hay quienes dirían que todo se jodió desde entonces. En la película misma se da un gracioso diálogo contraponiendo la imagen de una Europa feudal y sangrienta con unos “indígenas” que sabían hacer la guerra conforme al orden natural… un poco más y el personaje se saca en mitad de la selva el grueso tomo de los Essays de Montaigne.

Esta película, ante todo, explora el desangramiento interno de América Latina. Explora un fracaso de tipo “interno”, sin entrar en los circuitos globales en los cuales ello se produce.[1] Algo que pocos suelen notar ante estos fenómenos es algo bien sencillo: Hispanoamérica se sostuvo “cerrada” del contacto con Ingleses, Estadounidenses, Holandeses y otros hasta poco antes de su independencia –en cocnreto con la corona en manos de la familia Borbón-. No es aquí necesario ser xenófobos: no, la revolución no la hizo solo el capital anglosajón –como no solo franceses y españoles hicimos la independencia de esas colonias que tiraban té al mar como una “proto-protesta pacífica”-. No obstante, con el pasar de los años y con la formación de esas nuevas republicas… que llevarían mucha sangre y transformaciones –ya nadie recuerda la Gran Colombia con la que soñaba Bolívar… tampoco las críticas de Marx a este, pero memoria e historia son dos cosas diferentes[2]- esos circuitos internacionales a los que España había incorporado millones de hectáreas y de personas empezarían a sumarse al juego de la explotación a escala global por capitales internacionales. Una nueva fase… sino es que el capitalismo por excelencia.

Lo que va a emerger al amparo de ello son los diferentes estados los cuales harán usos muy diversos de viejas y nuevas instituciones. Con respecto a al papel de la Iglesia hay obras que de sobras revisan el papel de esta institución… a fin de cuentas quien podría olvidar al sacerdote Miguel Hidalgo, padre de la patria mexicana. Y las contrapartes metafísicas como al Virgen de Guadalupe no serán menos, tan recuperada junto al grito de “Viva Cristo Rey” durante las persecuciones del porfiriato.          

Con el ejército otro tanto sucede. Al ton de cada contexto histórico se irán sucediendo relaciones más que ambiguas con este cuerpo de orden y conquista.

 

 

Territorialidad e identidad:

Ilustración Wikimedia commons

Como explica brillantemente Marvin Harris (199), la relación costo/beneficio en la extracción, producción, trasporte, trasformación y consumo de los alimentos (y otros recursos) es lo que lleva a la descripción de una cierta “territorialidad”. Esta territorialidad no se da solo con grupo ya “asentadas”, los nómadas también termina por describir mas unos territorios que otros, siguiendo un patrón de agotamiento de recursos –nueces, pozos de agua, alimentos estacionales, etc.-. Es con el surgimiento de esta nueva dimensión del paisaje – ¡Qué concepto tan amplio!- son el que surge la guerra.

Así, el brazo armado, sea formal o informalmente, emerge de la necesidad de garantizar la recurrencia a ciertos espacios y recursos por parte de grupos humanos. Aquí, claro esta, no contamos con las guerras rituales –si bien sería apasionante de explorar hasta el presente mismo en el deporte[3]-. El “ejercito” es aquí una institución antigua: piénsese en el género de la ars militaris occidental… o el milenario “El arte de la guerra” de Sun Tzu. En el espacio urbano, por otro lado, se fundan los cuerpos policiales. Es aquí importante que dichas “guardias” no emergen de la nada, sino que más bien se dan en complejos procesos entre el amateurismo, el reconocimiento institución y, de igual modo, la reproducción institucional. Vamos: que la Guardia Civil, fundada en la segunda mitad del siglo XIX, es una institución con un “campo de trabajo” mucho más amplio e indefinido. Por no hablar de como dichos cuerpos policiales terminarán por garantizar “el orden interno”: “La càrrega” de Ramón Cases es un excelente ejemplo, el hecho de que una década antes el mismo autor pintara “El garrote vil” redunda en reforzar nuestra tesis sobre ala articulación institucional e instituyente.

Así, el ejército, más que la policía, desde el nacimiento mismo de estas republicas, muy desiguales entre sí, es una institución fundamental. Pero ¿Qué pintan soldados en mitad de la selva? La respuesta fácil y rápida, por lo que la propia antropología nos indica, son los recursos naturales o humanos que ahí se encuentran.

Espacio público y opinión pública:

La configuración de una noción de «lo público» se desarrolla de forma multivoca y no unívoca desde el siglo XVI en adelante. Nuestro campo, el de la salud, con diferencia, es privilegiado en este proceso.

Ilustración Wikimedia commons

Como estudia López Piñero (1989), la noción de “salud pública” se desarrolla en España desde la ordenación de los hospitales incida por los reyes católicos hasta prácticamente el franquismo, y aun a día de hoy prosigue dicho proyecto –véase por ejemplo la propuesta de Errejón et al. de Ley Trans, un cheque en blanco para el Leviatán y el consumidor consciente capitalista-. Es decir, “la salud pública” no es un fenómeno predado, eterno e  inmutable, más bien surge como necesidad o no en determinados espacios y momentos y, en especial, de modoso muy diversos.

Me atrevería a decir que esta interpretación es la clave para comprender la película, ya que se explicita en reiteradas ocasiones una espacialidad aislada, y en consecuencia una sociabilidad en las mismas características: “tú no eres de aquí, no me relaciono contigo” (Cfr. Diamond, 2015). Algo que saca de quicio al médico protagonista, pero que por otro lado va siéndole cada vez más indiferente, hasta el punto de que su reposo eterno es en un bosque donde, tras morir, nadie le presta mayor atención: ¿Quién es un médico en mitad de la selva?

Y esta misma pregunta es al que se repite a lo largo de la película, pues la gran pegunta de fondo si bien es la búsqueda de identidad e un doctor jubilado, esta encuentra su devenir en al búsqueda de un puñado de sus aprendices, todos desaparecidos o irreconocibles. Sea así interesante el “puente” que se establece al principio de la búsqueda: el primer discípulo con el que se encuentra no es en la selva –muerto-, sino que se dedica al comercio ilegal de medicamentos en un área extremadamente pobre y violenta de la ciudad. Ahí está la primera marca de un descenso que devorará al caminante que hace camino al andar. Del marginado urbano al rural, cuando no al montañés.

En ese viaje el Doctor descubrirá un mundo, muy cercano en lo espacial, pero muy lejano desde su particular “sentido común”. ¿Por qué nadie le ha avisado de la violencia de estas regiones? ¿Porque sus pacientes militares no le han dicho nunca nada sobre esos alumnos que han ido muriendo poco a  poco e incansablemente?

Es aquí donde podemos ver que, por desgracia para liberales e izquierdistas, “la opinión pública” no existe. Más bien, haber, hay muchas opiniones realizadas al amparo de grupos humanos muy diversos –algunos contrapuestos entre ellos, otros tendentes  colaborar entre si-. Pero esa idea liberal de que “vox populi” respetada en pactos que uno no sabe cuándo ha firmado con su alama, es falsa. No existe solo un aislamiento desde el campo con respecto a  la ciudad, sino viceversa. Esto en América Latina es aun más sangrante, donde se describió un urbanocentrismo apabullante: solo cabe recordar cómo se iban cambiando las capitalidades sin ton ni son al largo de las revoluciones para “renacer” uno y mil proyectos de «construcción nacional» –por ejemplo el paso de Bogotá a Caracas, donde incluso los “revolucionarios” no dejan de ser uno urbanocentricos, lo cual explica su fracaso en reparticiones y desamortizaciones[4]-.

 “La letra con sangre entra”: pedagogías del desarrollo.

Y es aquí internaste esa idea de que hay naciones intentando realizar «proyectos nacionales»: ¿No deberían existir ya, dado que son “autónomos”? Lo primero, como ya advertíamos, es que no existe dicha autodeterminación –de tipo kantiano-. Por otro lado, Hobsbawm lo explica:

Si yo tuviera que resumirlo en una oración sola, diría que la política latinoamericana está determinada por el hecho de que la independencia nacional llegó al continente más de un siglo antes de que la gran mayoría de su población ingresara en la vida nacional.

(Hobsbawm; 1963a: 56-57)

En parte, si ello es así, se debe a que igual los españoles eran menos “rufianes heroicos” de lo que le gustaría al historiador (ídem, 1963b: 46)… cosa que por cierto contrasta con al total ausencia de mención de la intervención de la pérfida Albión al momento de esas independencias expresamente realizadas con una debilidad evidente, tanto  militar como social como política –el papel que jugó para la existencia de Chile es ejemplar, propio de la ingeniería e injerencias para crear un Israel-. Económicamente, más bien había una gran riqueza y prosperidad, probablemente una de las regiones del mundo mejor situadas. Todo ello se ha ido desarticulando –el guano- y se sigue desarticulando –ese petróleo venezolano que está vendido a años visita al terrible EEUU-[5], hasta que eso recursos que asientan dictaduras y democracias igual de corruptas se agoten. De momento, el neocolonialismo Chino no sustituye a las viejas potencias (Esteban, 2015).

Una revolución que fue realizada, en especial, por la clase criolla. Eso es lo que tenemos a lo largo y ancho –que es mucho decir- del continente. Es así como la vieja institución que fue el ejército será determinante, no solo en la declaración formal de tal o cual independencia, sino para que esta se efectúen, pues aunque agrade a muchos posmodernos, el texto no lo sostiene todo. Por su propia estructura jerárquica –hablamos aquí del ejército formal, no los informales formados por bandas o por mercenarios, que bien existen y han existido en territorio hispano, tanto como que fueron la primera respuesta la Guerra del Francés- son dispositivos lógicamente organizados entorno a elementos centrípetos como el Gobierno de turno –sea parlamentario [pensemos en Benito Juárez], monárquico [recordemos a Iturbide], o populista [pensemos en el MLN de Guatemala][6]-. Así, al momento de «consolidar» un territorio, es lógico que, o bien sean ácratas –al modo de los delincuentes que colonizaron Australia- o bien sea el ejército el que se lance a dicha empresa, más aun en una fase donde sí que existía una organización virreinal previa que hacía de mínimos.

Este panorama se ha ido dilatando a lo largo del tiempo, pero no funciona solo con “la fuerza” en abstracto. Es necesario mucho más.

El trono y el altar:

Si nos preguntan, al actual metafísica no se encuentra tanto en Dios cuanto en la política. En especial esa política que, supuestamente, nos trae el progreso “como debe ser”: algo que, para sorpresa de nadie, vuelven a compartir tanto derechas como izquierdas[7]. Al ton y son de cada uno, si bien ciertas organizaciones llevan sorprendentemente de forma semipermanente en el territorio, se han ido auspiciando políticas de liberalización de la tierra, de movilizaciones de poblaciones, control de las mismas, etc. Y en esto, como es lógico, el brazo de la “salud pública” extiende un brazo muy largo. Ante todo, cabe advertir, no es siempre negativo. Sería falaz y, ante todo, esencialistas para o bien con los malos malísimos o bien para los buenos buenísimos.

Ese brazo que son los médicos y científicos en esta película concreta se ve enmarcado dentro del proyecto de la Alianza para el progreso. Lo más interesante, dado el título de este apartado, es que los hombres de Dios algo sí que tuvieron que ver en la implantación de este plan –una iglesia que por el otro lado, o bien pierde fieles a mansalva con las conversiones evangélicas y pentecostales o bien da un Papa que parece un vulgar protestante-; nos referimos a la exhortación de monseñor Manuel Larrai (1957)[8], obispo de Talca. Su argumento estrella era que, a fin de cuentas, todos son cristianos, el pobre debería haber leído alguno de los trabajos de Roger Bastida… igual ya es tarde de todos modos.

Es aquí donde entra en juego el equipo de protagonistas, en vida o en muerte, de la película. Ellos debían ser una de esas conexiones entre el orden cívico de las ciudades y la anarquía que era el monte o el campo, y si aun así se resistían podía barrerse esa población, ya que no había opinión pública alguna aguardando para denunciar, tan siquiera enunciar nada.

¡Viva la insubordinación, carajo!

En síntesis vemos que Hispanoamérica lleva en el mismo proceso desde su independencia hasta ala actualidad, si bien con honrosos momentos de excepción –¿Quién negará que Chile es la región más rica del cono sur?-.

En este largo proceso, la configuración de un espacio público unificado, y en especial bajo la égida monolítica del estado-nación moderno (jacobino). Para ello se sirve de las muy diversas instituciones, armas y cuerpos a su disposición: miliares, clérigos, misioneros, medios de comunicación… y médicos. Es probable que debido a la conexión que fácilmente pueda articularse con las nociones de mal social y natural[9], sea especialmente fácil bien sostener un discurso de “por el bien del pueblo” y, por otro lado, de verdad creer que el médico es el único que puede –insertándose casi como un hongo- curar a la comunidad.

La enfermedad y pobreza, si bien afecta al indígena o al negro más que a  otros sectores, no deja de ser más que amplia en la región, donde los abuso urbanos también son brutales y desangrantes. No puedo dejar de pensar en las observaciones de Eduardo L. Menéndez sobre abusos de sustancias en México capital o en los “pagos” que tenía que hacer Fernández Martorell (1997) para cruzar el país.

Hay quien diría que el marxismo es la clave, nosotros más bien sostenemos la postura de Gullo (2012, Nota):

Karl Marx y Friederich Engels suponía, erróneamente, que la penetración de una potencia capitalista en el mundo artesano debía llevar de modo inexorable a la introducción del capitalismo en ese mundo subdesarrollado, lo que estimaban justamente un gran progreso histórico. Ese razonamiento llevó a Marx a afirmar equivocadamente: “Si introducís las máquinas en el sistema de locomoción de un país que posee hierro y carbón, ya no podréis impedir que ese país fabrique dichas máquinas… El sistema ferroviario se convertirá, por tanto, en la India, en un verdadero precursor de la industria moderna”. A su vez el citado razonamiento llevó a Engels incluso a alabar, por ejemplo, la guerra de conquista norteamericana sobre México […]. Importa precisar que el marxismo era perfectamente funcional a los intereses de las grandes potencias pues justificaba, lisa y llanamente, al expansión imperialista.

Algo similar ocurre en la actualidad con la posmodernidad –la cual mas que vender un discurso de acción lo hace de impasible reflexividad, por ejemplo Rosa (2019) - o con el feminismo que permite a Ana Botín reestructurar su cúpula bancaria para poder encauzar políticas empresariales aun más competitivas –recuerdo ahora a su bajito padre con sus típicas corbatas anchas abriendo una oficina en al favelas brasileñas en plena crisis económica-. La vida de los hispanos ha mejorado, solo la de algunos. Otros siguen estancados. Películas como la presente, igual que las críticas de Hobsbawm, muestran realidades crudas “internas”, pero no dan el paso a preguntarse cuál es el tablero internacional donde se juega de verdad la multiculturalidad que choca por todos sitios. Esperamos, a la vez que haber dado algunas respuestas a la película, haber explicado en mayor profundidad algunos aspectos que solo se presentan como fenómenos.

Bibliografía:


CARDÍN, Alberto (1979). “Los anarquistas descubren la antropología”. En: Cardín (1988). Tientos etnológicos. Gijón: Júcar Universidad. Pp.: 113-116.

D’ANDRADE (2000). “The sad story of anthropology 1950-1999”. En: Cross-Cultural research. Vol. 34, Nº 3. Pp.: 219-232.

DIAMOND, Jared (2015). El mundo hasta ayer. ¿Qué podemos aprender de las sociedades tradicionales?. Barcelona: Debolsillo.

DUMONT, René (1989). En favor de África yo acuso. Diario de un agrónomo en el Sahel en vías de destrucción. España: Júcar Universidad.

ESTEBAN, M. (2015) (Coord.). China en América Latina: repercusiones para España. Madrid: Real instituto Elcano. Nº 3, Octubre.

FERNADNEZ Martorell, Mercedes (1997). Antropología de la convivencia. Manifiesto de antropología urbana. Madrid: Catedra.

GULLO, Marcelo (2012). Insubordinación y desarrollo. Argentina: Editorial Biblos.

HOBSBAWM, E. (1963a) “América Latina: no hay región más revolucionaria”. En: Leslie Bethell (Comp.). ¡Viva la revolución! Sobre América Latina. Barcelona: crítica. Pp.: 53-60.

(1963b). “Viaje sudamericano”. En: ídem. Pp.: 43-48.

MARTINEZ Viademonte, Hugo (1962). “Hispanoamérica y la alianza para el progreso”. En: Revista de estudios políticos. Nº 125. Disponible en: <<http://www.cepc.gob.es/publicaciones/revistas/revista-de-estudios-politicos/numero-125-septiembreoctubre-1962-0>> [Consultado: 4 de febrero de 2022]

RAMOS (2011). “Perspectivas antropológicas sobre la memoria en contextos de diversidad y desigualdad”. En: Alteridades. 21 (42). Pp.: 131-148.

ROSA,  Jonathan (2019).  Looking  like  a  Language,  Sounding  like  a  Race:  Raciolinguistic Ideologies  and  the  Learning of  Latinidad.  New  York:  Oxford University  Press.  

TERRADAS, Ignasi (1988). Mal natural, mal social. Introducción a la teoría de las ciencias humanas. Barcelona: Barcanova.




[1] Incorporación que es lo que se suele llamar “descubrimiento” (Cfr. Gullo; 2012). Pero esto por desgracia es imposible de exponer a un antropólogo, el sacerdote posmoderno… tan “politizado” (ver D’andrade; 1999).

[2] “Si bien Halbwachs había señalado que existen tantas memorias como grupos en sociedad, fue Walter Benjamin, quien diferenció estas memorias y grupos, al sostener que la narrativa del pasado es constantemente escrita por los victoriosos, quienes silencian las memorias de los que no tienen poder” (Ramos, 2011: 142)

[3] Acaso alguien pueda olvidar la intervención de la Mano de Dios en el mundial del 86, poco después del desastre de las Malvinas, otro conflicto tan confuso al pasar de los años (Guerriero; 2021).

[4] Esto casi es un tropo en todo el mundo. A René Dumont (1989: 11), un campesino congoleño le advertía, ya en 1961, que “la independencia solo existe para la ciudad”. En España solo hace falta ver las protestas en el campo, esas que los medios de comunicación –a los políticos de ambos bandos les da igual ya, vean la frivolidad de Garzón o su antecedente Anguita; de Extremadura mejor ni hablar- olvidan a los 5 minutos de haber pasado y no “recuerdan” traerlas al frente de la opinión pública cuando van a firmarse leyes o tratados comerciales –y ni hablar de lo inaccesible de todo lo que pasa nivel europeo, un marco político hiuxelyano: todo está disponible, pero nadie a pie de calle sabe nada-.

[5] Hablo de Venezuela porque mi familia materna esta estrechamente vinculada. Pero si se quiere cámbiense Venezuela por México y pónganse los 5.000 millones de dólares que el señor López Obrador recibía del señor Donald Trump –si, el del muro-, mientras exigía España un oro… que se fue a la URRSS durante la guerra civil –las mayores reservas de oro del mundo, ahora, pertenecen a Francia, que sigue extrayéndolo de África-. Cuando alguien le hable de “la revolución del 3r mundo”, recuerde primero reírse de él, después darle una bofetada por todos los que mueren cada día en minas, en fábricas o por la contaminación de los ríos y, finalmente, recomiéndele que deje de leer los periodos.

[6] Seguimos el modelo aristotélico de los modos de gobierno: monarquía-oligarquía, democracia-populismo, aristocracia-plutocracia.

[7] Los anarquistas –que recordemos que son libertarios, beben de la misma matriz jacobina que el individualismo neoliberal- optan por un naturalismo del hombre… que sencillamente aun han de saber justificar (ver Cardín, 1979).

[8] En Martínez (1962)

[9] Ver Terradas (1988)

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