Entorno a un médico renacentista y una investigación historiográfica.

 

Referencia:

RONZÓN, Elena (1998). “El médico Juan Sánchez Valdés de la Plata y su libro sobre el hombre. Historia de una investigación”. En: El Basilisco. Nº 24. Pp.: 63-84. Versión en línea, sin notas ni imágenes: <<https://www.filosofia.org/rev/bas/bas22405.htm>> [Consultado: 14-02-2022]

Introducción:       

Hace ya años calló en mis manos una obra exquisita: Sobre la constitución de la idea moderna de hombre en el siglo XVI: «el conflicto de als facultades». Esta obra de Ronzón (2015) me preció fascinante… pero a su vez temía que hubiera un excesivo arrastre del omnipresente Maestro, Don Gustavo Bueno. El filósofo riojano ha planteado en nuestro paisaje cultural conceptos, ideas y métodos interesantes, pero también es cierto que su personalidad es lo que las mas de las personas encontramos en primer término: bien sea recordando su apariciones en televisión o bien por su canal de YouTube (https://www.youtube.com/c/fgbuenotv/about).

Revisando la obra de la autora, tiempo después, me encontré con una obra que parecía traer algo curioso… Antropología y antropologías. Ideas para una historia critica de la antropología española. El siglo XIX. Esta obra, aun anterior (Ronzón, 1991), se me hizo irresistible. El motivo, como no hay otra manera en estas lides, venia de otra lectura. Leroi-Gourhan (1968: 317) plantea la posibilidad de hablar de «Etnología y “antropologías”». Y en ese momento ya se me hizo irrevocable volver al libro de Ronzón (1991): por un lago hablaba de antropologías, lo cual nunca había hecho un profesor mido, por otro lado se centraba en un siglo el cual, según muchas voces, era inexistente para la antropología –y en general la ciencia- en España.

Empecé a leer dicho libro en noviembre del pasado año. Una lectura apasionante, pero, para lo que nos conviene aquí y ahora, que incluía una curiosa referencia a pie de página: se hablaba de un tal Juan Sánchez Valdés de la Plata… cuyo tratado Coronica y historia general del hombre, en que se tarta del hombre común… podía contener interesantísimos aspectos sobre el desarrollo de la antropología –como lo presenta Ronzón en su obra posterior, o “el surgimiento de “la idea moderna de hombre” como planteara Foucault (Cfr. Bueno, 1991)-. Allí (Ronzón, 1991: 68), en una nota se daba noticia de una investigación en curso… y cuando tuve tiempo quise revisarla… al introducir en google los dos nombre propios, el del estudioso y el del sujeto estudiado, rápidamente me surgió el artículo que nos congrega.

Presentación:

Mi sorpresa seria mayor al leerlo. Esperaba una suerte de ficha bibliográfica, de esas que hicieron nuestros eruditos ilustrados y aun se siguen haciendo para fortuna de archivos y bibliotecas (públicas y privadas). Pero ante lo que estábamos era una investigación… una interesante y curiosa descripción en primera persona de una investigación historiográfica.

Como antropólogo profesional, y más aún como aficionado a la historia pero sin tener conocimientos formales sobre investigación histórica, me parece fascinante ver “el otro lado”. Y el cómo la autora organizaba su relato –pues aquí sí, hay un relato, pero relato no es equivalente a Historia sin más- era aún más interesante. Este es el motivo –señalo- por el cual he escogido este texto para presentarlo.

El texto, así nos lo parece, se divide en diversos paisajes donde la autora hubo de hacer investigación de archivo al igual que tuvo que encontrarse con personajes que la ayudarían  encauzara a un fugitivo personaje de la historia de la medicina como era el Dr. de la Palta.

El primer paisaje que se nos abre es el de la más genérica búsqueda bibliográfica. La Espasa, el clásico de Marcial Solana o el maestro D. Marcelino no hacían mención alguna. La autora se encontraba con que Puig-Samper y Galera invitaban a investigar  este autor en su historia de la antropología decimonónica. En las historias de médicos tampoco aparecería en una primera instancia. Gustavo Bueno[1], al ojearlo, no llegaba más que a la conclusión de que era «barullo camelista», pero sin más referencia. Después toca revisar las obras históricas bibliográficas: ni Hernández Morejón, ni Palau ni Nicolás Antonio daban respuestas claras. De todo ello la autora solo encurta elementos de valor entre los trabajo de Anastasio Chinchilla, Miguel de la Plata y –contemporáneamente- Luis S. Granjel. Finalmente, no quedaba más que volver al libro en sí y para sí: “procedí a un «científico» vaciado de los autores citados en el libro”, y es que “poca gente ha debido hacer nunca un ridículo tan meticuloso. Pocas cosas habían a las que cogerse: nombres que no cuadraban o planteaban hipótesis aun por investigar, autores que lo consideran brillantes mientras otros lo denostaban o un sepultante silencio.

Así, se abría el segundo paisaje: los archivos. Primero toca Ciudad Real, ahí de donde se suponía era natural el doctor en contusión. Se buscan testamentos, del mismo o de los hijos, «cedulas» varias o documentos que registraran actividades varias: ¿Dónde trabaja? ¿Cómo se compuso el libro? Etc. Así se supo que fue el hijo, y no el padre, el que compuso el libro. Ocho dias después encontraría el testamento del hijo que había publicado el libro, y en él averiguaría que el célebre de la Plata había muerto “¡en 1571! (nada menos que 27 años antes de la publicación del libro)” (Ronzón, 1998). Los archivos parroquiales también serían interesantes, en concreto tres: Iglesia de Santiago –cuyos archivos estaban más bien destruidos a causa de la Guerra-, Iglesia de San Pedro –donde encontraría su descendencia, más nada del mismo de la Plata- y Santa María –cuyos documentos se estaban llevando los mormones[2]-. Y para cuando llamó a los mormones… ningún resultado. Se va de Ciudad Real, nuestra autora ya ha renunciado a este médico como protagonista de su tesis doctoral.

Estando en Salamanca, Ronzón se preguntó por los archivos de la universidad. Justo Teresa Santander publicaría un libro en esas fechas con todos los escolares del s. XVI: nada, a excepción del hijo que editó la obra del padre.

¿Y en Simancas? Se arrepentiría también nuestra autora, y es que además “es necesario conocer muy bien la estructura y funciones de los diversos órganos de la Administración de la época correspondiente (lo que n era mi caso) […] [y] es necesario también un claro dominio de las distintas guias y catálogos existentes” (ídem.). No obstante, ahí se reencontraría con el libro de Santander. Al revisar el volumen de reojo vio una ficha familiar… “Sánchez de la Plata”: “sin el «Valdés. Ya se sabe lo que eran los apellidos en el silgo XVI” (ídem.). A nivel documental, lo interesante es que ahí no contaban ni bachillerato ni doctorado alguno.

De vuelta a Salamanca comprobó los «Libros de pruebas de cursos y bachilleramientos»: nada. Ahí también se encontraría con el profesor Granjel, quien poco o nada recordaba de este extraño autor.

Volvería la historiadora  Ciudad Real a revisar –y en ocasiones re-revisar- legajos: “poco a poco podían ir reconstruyéndose diversos aspectos de una familia, que, en algunas cosas, empezaba a imaginarme bastante peculiar” (ídem.). Ahí, en los «apuntamientos» de Rafael Floralenes a fray Francisco Méndez, se daría la calve a una obra que, casi como la búsqueda historiográfica, era obscura, retorcido y cacofónico: “En cuya obra [Coronica] se conoce haber copiado esta y otras especies y aún capítulos enteros de Mexia, sin citarle” (en ídem.).

Será este el último escenario de nuestra estudiosa, en estricta relación con el doctor de la Plata. La Biblioteca Nacional contenía copias de ambas obras, es más, en especial de la Sílava de Mexía contenía varias. La lectura comparativa entre ambos documentos es demoledora: “durante unas cuantas líneas, ambos textos eran prácticamente iguales, si bien el doctor Plata resume y omite cosas que dice Mexia”.

La autora procede a darnos sendas muestras de estos plagios. Por otro lado, algo más se prolongará la investigación, pero ahora ya para averiguar qué mas pasó con los hijos del Doctor y los derechos de la obra.

En síntesis me parece una artículo brillante, donde mediante varias escena la autora es capaz de articular hipótesis-investigación-conclusiones de un modo reciproco permanente, e inclusive en algún momento la vemos en fallos que todos los estudiantes cometemos y cometeremos. De igual modo se ve un constante entrecruzamiento institucional, fundamental para cualquier investigador. Así, esas celebres “relaciones de poder” de la superficial sociología, se encarnan en este relato, no para hablar de sórdida “episteme”, sino para entrar en una realidad gnoseológica mucho más compleja y, más allá de disputas de la filosofía del siglo aspado (Castro, 2019), realista.

Bibliografía:

BUENO, Gusatvo (1991). “La historia de la Antropología como problema”. En: Ronzón (1991). Antropología y antropologías. Ideas para una historia crítica de la antropología española. El siglo XIX. Oviedo: Pentalfa. Pp.: 9-25. Disponible en: <<https://fgbueno.es/gbm/gb1990er.htm>>

CASTRO, Ernesto (2019). Realismo poscontinental. Ontología y epistemología para el siglo XXI. Madrid: Materia Oscura.

GABARDÓN, J. Fernando (2014). “La regulación del Patrimonio Arqueológico como dominio público a raíz de la promulgación de la ley de 1911: un antecedente de la Ley 16/1985”. En: Anuario Jurídico y Económico. XLVII. Pp. 263-284.

LEROI-GOURHAN, André (1968). “Antropología y Etnología”. En: Gómez-Tabanera (Comp.) (1984). Símbolos, artes y creencias de la prehistoria. Madrid: ISTMO. Pp.: 311-319.

RONZÓN, Elena (1991). Antropología y antropologías. Ideas para una historia crítica de la antropología española. El siglo XIX. Oviedo: Pentalfa.

(2015). Sobre la constitución de la idea moderna de hombre en el siglo XVI: <<el conflicto de las Facultades>>. Oviedo: Fundación Gustavo Bueno.

VILLACAÑAS, José L. (2016). “Gustavo Bueno. In memoria”. En: Levante. Publicación en línea: <<https://www.levante-emv.com/opinion/2016/08/09/gustavo-bueno-in-memoriam-12364935.html>>



[1] No es aquí baladí. Bueno, más allá de su sistema, fue reconcomio como uno de los mayores expertos en escolástica vivos, en palabras del propio Montero Moliner (Villacañas, 2016). Es decir, no es mera retórica.

[2] José R. Mélida –director del Museo Arqueológico Nacional- diría en 1905 (En Gabardón, 2014: 265):

Desgraciadamente los hallazgos de las antigüedades en España son casuales, y las más de las veces la codicia y la ignorancia, casi siempre unidas, rodeándoles de misterio o de punible secreto, imposibilita que la ciencia pueda registrarlos entres sus legítimas conquistas. Muy rara vez suelen las entidades oficiales llamadas a ello, o las personas competentes á quienes guían su afición, llegar a tiempo de salvar lo que se descubre y estudiarlo para aumentar el caudal de los conocimientos históricos.


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