Una genealogía difusa del «desarrollo antropológico».

 

Introducción:

En el plano de la estructura general, desde el siglo XVIII nuestra disciplina se comporta como si existiera un solo problema, desarrollándose desde el hombre físico al hombre social, en razas y etnias animadas por el desarrollo del tiempo.

Igual estas palabras de Leroi-Gourhan (1968: 313-15) dan razón de los intentos espasmódicos de Foucault por terminar con la Historia y proponer en su lugar una Arqueología del saber, donde el concepto “arqué” no había dado tantas vueltas en las cabezas ilustradas como lo ha hecho el de “etnos”. Pero no adelantemos acontecimientos.

Muchos autores afirman cosas parecidas a que el hombre vive en un mundo creado por sí, o que el hombre es la especie que se reinventa a sí misma de forma constante: ¿Pero cómo se alcanza dicha reflexividad? ¿Es Dios/Cristo el que nos permite, como en Santo Tomas, definir al hombre? ¿Es el cuerpo, como en la antropología neuroevolutiva de Lamote de Grignon? ¿Es igual el entorno? ¿Pero el natural o el social?

Como veremos, este sea probablemente una de las causas, si no la principal, de que el concepto Desarrollo se haya convertido en un flatus vocis o, en términos de Rist (2002), una vulgar creencia. Pero lo primero de todo es advertir, contra muchos antropólogos-masa que diría Llobera, que la antropología no es una disciplina salvífica. De ese lejano XVIII hasta la actualidad, muchos antropólogos han suscrito en mayor o menor medida estos ideales del desarrollo. Y en extraños casos podemos hablar de condenas maniqueas: ni el Bien ni el Mal se nos revelan de forma nítida en todos esos proyectos ni en todos esos profesionales que participaron y participan de los mismos.

Etnología y Salud:

Como han reconocido multitud de autores (Harris, 1998: 623; Caro Baroja, 1991; Boixareu, 2008) el “pensamiento antropológico” ha sobrevolado nuestra historia misma desde hace milenios, por fortuna añadiremos.

La noción de que hay hombres cuyas relaciones con el «macrocosmos» y el «microcosmos» son diferentes se hace notar desde los primero viajeros (Cfr. Portús; 1994). Es así normal que el género de “viajes” sea una de las fuentes clásicas de la protoantropología, que cubre desde las descripciones de Heródoto, el libro de viajes de un Benjamín de Tudela –S. XII- hasta los viajes de Von Humboldt por la América española realizados entre 1799 y 1804.

En todos estos autores se hacen notar aspectos de la salud o aspectos relacionados con la misma:

-          Heródoto, por ejemplo en el fragmento escogido por Llinares en sus materiales (1993: 21), habla de alimentación y su relación con los rituales y el orden social y trascendental.

-          Benjamin de Tudela (1982: 115-118), al llegar al Cairo explica cómo se daban mediciones del Nilo, por las cuales cada día se vociferaba entre la ciudadanía que había que dar gracias  al Creador.

-          Alejandro de Humboldt (2015), hermano del prestigioso pedagogo y político prusiano, habla por extenso de las condiciones de vida de los mineros de México.

La aldea global:

Lo que sin duda tienen en común las tres descripciones es el espacio central de interacciones, la ciudad: Babilonia, Cairo, y Potosí. Las tres nos servirían para intentar reconstruir una historia de la ciudad hermosa, y si bien sería necesario para aclarar malentendidos varios en especial en relación a esa disciplina llamada «antropología urbana» -que se confunde con las sociología de un modo a la par soporífero que exasperante-, esto solo nos sirve de contexto para hacer notar uno de los cambios fundamentales que se han venido dando en la modernidad occidental hegemónica: el aburguesamiento.

Pero no hablamos aquí de un aburguesamiento “personal”, como pudiera ser del que acusaba Camp (1922) a Herbert Spencer. Hablamos de lo que describiera  Toynbee como el surgimiento de la Sociedad Internacional o universal en su La civilización puesta a prueba. Es más, a día de hoy la expresión “Sociedad internacional” no se podría desvincular del discurso de los «derechos humanos» por ejemplo –reconocidos solo por una parte de los seres humanos del mundo-.

Marx (2010) en Miseria de la filosofía describe:

En la historia de la burguesía debemos diferenciar dos fases: en la primera se constituye como clase bajo el régimen del feudalismo y de la monarquía absoluta; en la segunda, la burguesía constituida ya como clase, derroca el feudalismo y la monarquía, para transformar la vieja sociedad en una sociedad burguesa. La primera de estas fases fue más prolongada y requieren mayores esfuerzos. También la burguesía comenzó su lucha con coaliciones parciales contra los señores feudales.

Estas dos fases han sido brillantemente exploradas por la literatura científica social. La segunda queda al amparo del clásico El proceso de civilización de N. Elias desde su sociología. La primera es la que buscó reproblematizar Wolf en su clásico Europa y la gente sin historia. El historiador estadounidense retoma irónicamente la expresión de Engels para referirse a los nacionalismos surgidos en Europa al amparo de la configuración de los estados-nación modernos, aquello que Gustavo Bueno (2019) llamara «nacionalismo étnico». Como advierte en el prefacio de 1997:

Tomé el año 1400 d.C. como fecha inicial de la presentación, precisamente porque esperaba que quedara claro que en todas partes la expansión europea tropezó con sociedades y culturas humanas caracterizadas por prolongadas y complejas historias.

(Wolf; 2005: 2)

Lo que está procurando Wolf no es un mero cambio de “escala” en la geografía de su trabajo. No pretenden mostrar solo que había comerciantes igual que en Italia en la India o que la circulación de papel moneda era tan importante en China como en EEUU o que la plata Española sirvió tanto para la renovación de la dinastía Ming como para el surgimiento del comercio holandés y la banca alemana que sustituiría a la italiana renacentista. No; más bien lo que busca es un radical cambio de paisaje. De pasar de lo grande a lo pequeño… o mejor dicho cuotidiano. Como dice en su  prefacio del 82:

Tanto los historiadores sociales como los sociólogos de la historia han hecho ver que la gente ordinaria fue a la vez que agente activo del proceso histórico, víctima y testigo silencioso del mismo.

(Ídem.: 10)

No obstante, dicha disolución de categorías –la categoría de «clase» es la gran tensionada por Wolf en realidad a lo largo de su estudio-, no viene de la nada. Está profundamente imbricado en el contexto del historiador mismo:

[…] conforme pueblos de otros climas empezaron a hacer valer su independencia política y económica respecto al Este y al Oeste por igual, atribuimos a estos nuevos solicitantes de posición histórica, un Tercer Mundo de subdesarrollo, una categoría residual de bolas de billar conceptuales que contrastaba con el desarrollo del Oeste y el Este en desarrollo.

(Ídem.: 19)

Así pues, igual que le negamos la historia a determinados pueblos –orientales, musulmanes, primitivos, campesinos, etc.- ahora eso mismo se hacía con el Tercer Mundo.[1] Un tercer mundo que supuso profundas transformaciones en el mundo entero.

Desarrollo civilizado:

No obstante, el impas entre Mundo Colonial y Tercer Mundo no es radical. La idea de “incivilizado” las cubre a ambas por igual. Un perfecto ejemplo de esto se encuentra en el repartimiento de África.[2]

John Westlake, profesor de la Universidad de Cambridge, publicaría en 1894 un manual de Derecho internacional. Muy alejado de las ideas de un F. de Vitoria, quien establecería 300 años antes las bases del derecho de gentes, afirma que:

El derecho internacional tiene que tratar a los nativos como incivilizados. Regula, para el beneficio mutuo de los Estados civilizados, los reclamos que hacen por la soberanía en la región y deja el trato a los nativos a conciencia del estado al que se le otorga la soberanía, en lugar de sancionar que su interés se convierta en una excusa para la guerra entre los demandantes civilizados, lo que devasta la región y causa el sufrimiento de los propios nativos.

(En Prashad; 2020: 35)

Es decir, el derecho internacional evita el derramamiento de sangre entre estados civilizados y entre los propios barbaros, a base de otorgar soberanía al civilizado subsumiendo a este las condiciones de vida de sus colonizados: los excesos de Leopoldo II de Bélgica son un excelente ejemplo de esa libertad. Para quien diga que ello se deba  a la antidemocracia, discurso propio de los Estado Unidos desde la infames palabras de un Jefferson (1810) hasta los más recientes reclamos de “derechos civiles”, sencillamente recordar al Imperio Británico, sometido a un régimen parlamentario desde la dictadura de Oliver Cromwell, y aun los actuales desmanes bajo la Common Wealth: las castraciones de indígenas en Canadá se llevaron a cabo hasta la década misma de los 90. Pero todos sabemos que el poscolonialismo de las facultades norteñas siempre es más para el otro que para uno mismo, no fuera a ser.

Pero, como decía Umberto Eco en su última novela-ensayo sobre periodismo (2015: 148), “dejemos la indignación para los periódicos de izquierdas, que están especializados en ello”[3].

Dicha noción de “incivilizado”, no obstante, no es tan abrumadoramente “imperialista”[4]. Desde el padre Acosat, la noción de Bárbaro que se describe en el Nuevo Mundo –que después será fundamento para otras proyecciones- no se inspira en una suerte de “Calibán”, cosa que acomoda a demasiados autores posmodernos. El Padre Acosta mismo, al describir la barbarie de esos pueblos, lo hace manteniendo en mente no ya solo lo conocido, histórica o místicamente, de África y Oriente, sino en base a la barbaridad presente en el seno mismo de la sociedad española del siglo XV (Green; 1969: 23).

Como puede verse, hay tanto una noción global como otra local de la idea de “bárbaro” y la idea de “civilizado”. No debemos, por ejemplo, olvidar que la cultura egipcia en pleno s. XIX es vista como un gran antecesor de la civilización Grecolatina, o el mismo Heródoto se propone escribir sobre el Imperio Persa para que, a la sombra de Alejandro, no se desvanezca su recuerdo. Los cronistas de Indias harían lo propio.[5]

Pero ¿Qué tiene que ver todo esto con la salud? ¿Y con la forma de concebirla?

Bien, hasta aquí hemos podido ver sucintamente cómo se articula una noción de desarrollo de los pueblos que se establece desde determinadas atalayas políticas y económicas, en síntesis, geopolíticas.

No obstante, la salud permanece de fondo como preocupación que también se va reelaborando al amparo de descubrimientos, revoluciones y nuevas censuras.

Salud pública:

Como recorre brillantemente López Piñero (1989), el surgimiento de la salud pública en España vine influenciado por dos grandes variables:

-          Por un lado la práctica viene transformándose.

-          Por otro, la teoría dará espasmos de muy diverso cuño para acomodarse –o no- las novedades.

Sería precipitado decir que antes de Vesalio no hubieron cambios en la forma de tratar con los diverso materiales que el hombre iba encontrándose en sus campos de investigación.

Por ser sucintos, Mindino dei Luzzi (1275-1326): incorpora el estudio de cuerpos humanos a su Anathomica, redactada en 1319. Hasta la fecha, y en especial los estudios básicos de Galeno heredados, se basaban en estudios de disecciones de animales. Ello llevaba a serias contradicciones en los estudios anatómicos, en especial entre lo que conocemos ahora como homínidos, que se irán resolviendo conforme se vayan determinando nuevas similitudes y diferencias entre el Hombre y el Animal (Cfr. Ducros y Ducros; 2004). Y aun después de Vesalio, será un manual producido desde la escuela vesaliana de Valencia la más influyente:

Fue, sin duda, la obra más reimpresa de los siglos XVI y XVII. La concisión y claridad expositiva de Valverde fueron quizá las principales razones por las que su obra tuvo más trascendencia que la propia FABRICA de Vesalio (1543) y de RE ANATOMICA (1559) de Realdo Colombo. […] La obra de Valverde de forma parcial o total fue reeditada en poco más de un siglo dieciséis veces en cuatro idiomas: castellano, holandés, italiano y latín.

(Texto presentación a Valverde; 1993 [1560])

Todo ello contribuyó en la práctica quirúrgica y en el estudio anatómico al cambio de perspectiva sobre el galenismo y una recuperación del hipocratismo. Pero el problema no se redujo a una dimensión individual de la persona, abordado por los novatores. Los estudios enteros sobre poblaciones y gentes no son menos importantes: las topografías médicas.[6]

Las Relaciones como género aquí son fundamentales, tanto las de «Indias» como las de «los pueblos de España». Incluyéndose aquí tanto los trabajos a distancia de cuestionarios como los trabajos “en persona” de comisionados.

Un texto clásico es el de Miguel Juan Pascual (1555) sobre las relaciones entre industria del cáñamo y las infecciones del aire. Lo más importante de este texto es que se encuadra en disputas sobre la organización urbana que se prolongan hasta la actualidad misma: Madrid Central, cierre de industrias cárnicas, los problemas con los purines de los cerdos, etc. Es más, sería imposible hablar de la historia de Barcelona sin recordar el debate entre el doctor Masdevella y el Dr. Güell y Pellicer que llevaría al derrumbe de las murallas medievales. Dicho estudio, además, seria encargado por los inquisidores generales de Valencia. Esta sería la muestra del paso de un galenismo arabizado –bajo la influencia de Avicena- al de un galenismo hipocrático, donde el ambientalismo hipocrático empieza  a jugar un papel fundamental en la descripción de enfermedades y sus remedios.

Por otro lado encontramos las preocupaciones con respecto a  la prevención o medicina preventiva, heredera de la “dietética” medieval, preocupada por el mantenimiento de un salud que era frágil y cara de recuperar si se perdía. Es aquí fundamental el texto de Luis Mercado (1598) sobre la Peste donde se pregunta sobre los encierros y como guardarse el contagio de la peste. De Freylas (1606: 94) en un texto posterior sobre la peste en Zaragoza presenta la siguiente pregunta, clave para comprender el surgimiento de una noción de “espacio público” frente a otra de “espacio privado/íntimo”:

Si conviene que las repúblicas formen hospitales para preservarse de peste o será mejor que el que quiere se cure en su casa libremente.

Marginados y nuevas epidemiologias:

En relación a este deber «cívico» de reglar los espacios y hábitos de las gentes para la salud entera del tejido social, es muestra clara el texto del humanista Juan Luis vives (1526) titulado Cuanto convenga al regidor de la ciudad de los pobres. Y es que entramos aquí en una profunda renovación en la organización sanitaria, ya iniciada por las unificaciones de hospitales bajo los reyes católicos y continuadas siglos después por los sucesivos monarcas hispanos.

Así hace su aparición el problema fundamental de los «marginados»:

No existe […] ninguna sociedad tan organizada en la que exista plena correspondencia entre la cultura establecida y la personalidad individual,[7] por lo que la propia vida social impone frustraciones y restricciones sobre las necesidades y aspiraciones que ella misma crea, dejando necesariamente insatisfechos algunos deseos y ambiciones personales.

(Rey González; 1990: 9-10)

Antonio M. Rey recoge tres casos de marginados:

-          Prostitutas

-          Drogas: Alcoholismo y opio

-          Golfos

Lo más interesante de todo ello es que todas ellas han sido y son analizadas en términos epidemiológicos o pandémicos. La mejor muestra de ello se encurta las drogas.

Por un lado, el alcoholismo es más que conocido como problemática social, si bien no se considera tal hasta mediados del s. XVIII, estudiándose ya en el XIX. El mejor ejemplo de esto se encuentra en la continuidad de estudio que recibe, por ejemplo, por parte de Eduardo Menéndez (1992 y 1990).

Por otro lado las drogas. El consumo cannabáceo sea probablemente de los temas más interesante, y esperamos nosotros mismo poder hacer aportaciones en un futuro. No obstante, la “epidemia de crack” sea probablemente más conocida y clara en la mente del lector. Es más, uno de mis informantes sobre cuestiones cannábicas me recordaba hace no mucho como él se había mantenido totalmente abstemio debido  al muerte prematura de un hermano mayor por culpa del crack.

Y es aquí importante regresar al marco global del desarrollo que estábamos trazando:

Las epidemias de crack, cocaína y heroína que afectaron a las ciudades estadounidenses entre finales de los años ochenta y mediados de los noventa tuvieron efectos devastadores mayores a los de cualquier otra epidemia de alcohol y drogas en la historia del país.

[…] La reestructuración económica mundial efectuada por las corporaciones multinacionales, el capital financiero y la tecnología digital, así como el agotamiento de los modelos socialdemócratas organizados en torno a las intervenciones públicas a favor de los sectores desfavorecidos, han intensificado las desigualdades entre etnias, los sexos y las clases sociales.

(Bourgois, 2010: 334)

Postdesarrollo civil:

La referencia de la clásica etnografía de Bourgois; quien por cierto termina por sostener un lamentable discurso regulacioncita en base a una surte de libertad de mercado –abiertamente- chusca; nos permite cerrar el círculo. Ordenemos algunas ideas.

Desde la baja edad media[8] -empezando con los Reyes Católicos, pero con estudio anatómicos previos al igual que la introducción de paradigmas psiquiátricos del mundo árabe, incorporación de alimentos del Nuevo Mundo, etc.- se van introduciendo instrumentales prácticos y teóricos novedosos que irán describiendo una nueva noción de “hombre” y la relación que este mantiene con la “salud”. A su vez, nuevas instituciones como los Estados y los Bancos aparecen en la arena política, retirándose la hegemonía que poseería la Iglesia hasta la fecha –pero que aún se mantendría, hasta la actualidad en algunas zonas-.

Esto último lleva  a nuevas nociones del cuerpo y el espacio, social e individual. Las nociones de “espacio público” se desarrollan, junto a otras como las de “salud pública” o, y esto no es irrelevante, “opinión pública”. Lo propio sucederá con lo “privado” o “intimo”.

Es así como pasamos de una Edad Media y un Renacimiento a un Barroco donde un Kant podrá preguntarse sobre la teleología, si esta forma parte de lo Natural o de lo Teológico. Y unas pocas décadas después de su muerte un Hegel afirmará que la historia se realiza al amparo/dictamen del Espíritu:

Cuando los antropólogos han formulado la tesis de la existencia de las «ideas elementales», o después la de la existencia de unos «Universales de la Cultura», parce que no han hecho más que aplicar la idea de la de una «legalidad universal», como la que se da en el mundo animado, animal o vegetal, según Kant. Cuando advierten que esta «legalidad» se ve restringida por la existencia de formas particulares de «Cultura», se encuentran con el mismo motivo de zozobra con que se encontraba Kant mismo y han procurado explicar el hecho a la luz de distintas hipótesis, que, dicho sea de paso, son más inteligibles que las de los biólogos y que a veces parecen haber influido en las de estos porque obedecen a la razón humana y no a algo exterior al hombre.

(Caro; 1991b: 16)

Esto es fundamental por muchos motivos. Ante todo para dejar bien claro que cuando los antropólogos se dan palmaditas en el pecho ante la “impresionante” superación de los paradigmas evolucionistas estos lo hacen a cambio de ignorar un evolucionismo que va desde lo griegos (ídem.) hasta posturas mucho más diversas que las del mero Darwinismo (Templado; 1974). Esta misma ignorancia se prolonga hasta la actualidad de la bilogía y otros campos: la mayoría de antropólogos viven  espaldas de los debates sobre relación mente-cuerpo, sobre el evo-debo o sobre neuropsicología de un Gazzinaga. Eso sí, que nadie olvide el celebérrimo texto de Sahlins.

Esta misma ignorancia antropológica, como denunciaba Llobera (1999) en un libro entorno al cual hay un incómodo silencio docente, está vinculada con la producción de un antropólogo-masa para el Sur que después es manejado “a placer” por las academias, bancos, estados, ONGDs y –efectivamente- antropólogos del Norte.

Ello, es importante advertirlo, no implica que no haya habido nobles intentos. Un caso que por desgracia quedó varado pero creo que es significativo, son los intentos de readecuar el mobiliario escolar para los nuevos alumnos indios y mestizos que empezaban a inundar las escuelas urbanas de México en las década de los 50. Si bien no tuvieron continuida, los antropólogos del sur nos hemos de rendir ante los hechos:

La institución que sí se ha interesado en los estudios antropométricos para el diseño de espacios y mobiliario para jardines de niños y primarias es el CONESCAL, dependiente de la UNESCO y que tiene la sede en México

(Vargas, 1988: 98-99)

Reincidiendo en México y en el drama antropológico cabe recordar la obra de Aguirre Beltrán, “que fundamentó durante medio siglo las políticas oficiales de integración del indio a la sociedad nacional”, ignorando aspectos y colectivos tan descarnados como “los casos de colonos suburbanos, de migrantes y chicanos en estados Unidos, de comerciantes indígenas ambulantes, de albañiles transmigrantes o, en especial, nuevas identidades que buscan en el pasado indio la fundamentación de sus actuales reivindicaciones” (Arrieta; 1997: 93).

Pero es también aquí sangrante la consideración del “indio” como alguien que opera entre dicotomías del tipo integrado/marginado, racializado/no racializado, moderno/ves-a-saber-qué. etc. (González, 2017). Volvemos a ver que los casos etnográficos son los más claros:

Para los conservacionistas, el objetivo indiscutible de la campaña era defender la selva tropical, en tanto que pulmón de la humanidad, como espacio natural protegido, tratando de limitar o suprimir cualquier actividad extractiva o comercial; para los kayapó, en cambio, lo que verdaderamente estaba en juego era la autodeterminación de su pueblo y la soberanía sobre su territorio, incluyendo la capacidad para decidir y controlar el uso más conveniente de sus recursos naturales y eventualmente comercialización de parte de ellos.

(Viola, 2000, 31)[9]

Y en el seno mismo de «nuestras sociedades» no sucede menos. Ya hemos denunciado el caso de la etnografía sobre la epidemia del crack hecha por Burgois. Menéndez (2008: 14) no ha sido menos crítico con el abordaje sobre los homicidios en ciudades de México, recordando cómo el concepto de «feminicidio» ha arrastrado de tal modo políticas y discurso académicos y paraacadémicos que ha hecho desaparecer las violencia por venganza o el alcoholismo, un problema poco nuevo como hemos visto.

Otro tanto sucede con las explotaciones laborales de toda índole. Si no es que es más descarado aun lo que sucede con recursos tan fundamentales como el acceso a la tierra. Como ya ha sido más que denunciado, el discurso “conservacionista”, el cual en realidad hunde sus raíces en el más vulgar extractivismo protomoderno (Marquardt; 2006)[10], bien en forma de patrimonialización de “enclaves naturales” como ha pasado en Uruguay (Santos y Chouhy; 2018) o de especies naturales… más bien de actos contra “los animales”, así en general y en abstracto. Se dan dos casos claros en países hispanos: en España se ha prohibido recientemente la caza del lobo, lo cual es básicamente una negligencia para con los pequeños ganaderos. ¿Pero a  quien le importa? España lleva décadas terciarizándose, dentro de un plan de regiones económicas especializadas de la UE y cada vez los elementos “naturales” o primarios se importan más de países que no se sabe hasta qué punto cumplen con derechos laborales o medioambientales –aun que en España la recogida de fresa y otros ámbitos han dado muestra más que claras de lo decepcionante que es el 1r mundo en relación al cumplimento y realización de derechos: solo nos quedan leyes, muchas-.

Pero es evidente que lo más importante sucede en América. Ello por dos motivos: por un lado por su extensión, por otro por su ingente riqueza biocultural: incomparable en el mundo. Solo por coger un caso veamos lo que ha pasado en la Bahía Samboombón, Argentina:

La caza furtiva y el incremento de especies exóticas, particularmente chanchos cimarrones (Sus scrofa), han sido sugeridos entre las causas actuales más importantes que afectan la recuperación de los venados […] se ha sugerido que los chanchos pueden competir y/o excluir especialmente a esta especie amenazada además de no descartarse la prelación sobre crias

(Carpinetti, 2014, 133)

Reflexiones personales:

Pero como hay que proteger a “la naturaleza”, se terminan inscribiendo derechos sobre sujetos imaginarios. Muchos han criticado las palabras del Papa Francisco contra la adopción de animales como un acto antihumanista. Más allá de lo que opinemos de esto, las reacciones en contra han tenido un argumento recurrente: la sobrepoblación. Que personajes como Bill Gates, el mayor terrateniente de EEUU –sí, el acaparamiento de tierra no es solo en el Sur como denuncia Giraldo (2015) – y uno de los hombres más ricos del mundo, hable de imposibilidad de sostener el crecimiento de «la población mundial» por la “falta de recursos”… es sencillamente demencial. Si pensamos en las relaciones que tiene con la OMS o con ONGDs (Martín Jiménez; 2021) es casi para echarse a llorar.

Hasta aquí hemos visto como la antropolgia se enfrenta a grabes problemas, no ya solo de una “crisis interna”, mistificada por muchos para evitar preguntarse por un entorno que no se reduce a una chabola, unos 300 de indígenas y una quincena de rituales a estudiar. Aunque peores son muchos de los que entusiastamente defienden la antropología, viendo en ella una literatura como promulgara Marcus y Geertz. Es más, este último es ejemplar de lo que decía:

[…] en su obra, parcialmente autobiográfica, After the Fact (1995), utiliza toda una serie de persuasivos recursos retóricos para llevarnos a creer que ambos bandos tenían el mismo poder y que el PKI era capaza de hacerse con el poder del estado por la fuerza. […], evita explayarse en el papel de los servicios de seguridad estadounidenses a la hora de convertir al ejército indonesio en el monstruo que ha demostrado ser

(Gledhill; 2000: 346)

Y ello no es casual, toda su antropología depende de:

[…] la hermenéutica de Geertz hace que toda la cuestión de las evidencias y del fundamento de los juicios parezca irrelevante

(Ídem.: 347)

No me alargaré ya más. Creo que no es inapropiado el recorrido que hemos hecho: un planteamiento general del problema, desde sus múltiples desarrollos; después, una revisión de una muestra de casaos y contextos donde el desarrollo no es más que la realización de lo que lleva siendo desde antes de que se fundara la ONU; y finalmente, algunas perspectivas más personales.

Hace unos días una compañera preguntaba por el grupo de clase: “qué significa hacer un comentario reflexivo y analítico en clave antropológica?”. A ello se dieron dos respuestas. Por un lado un compañero chileno, con el típico humor descarnado sureño, respondió:

Ocupar hartos conceptos que no se entiendan y decir en reiteradas ocasiones que las cosas son una construcción sociocultural.

Por desgracia la crítica solo se queda en el humor sarcástico, en la práctica los trabajos y discursos reproducen la tónica posmoderna y los viejos clichés sobre culturas, casi antes que propios de antropólogos próximos al vulgar “periodismo cultural”[11].

Otra compañera, diríamos en catalán que es más “asenyada”, contestaba:

En clave antropológica al final es lo que llevamos trabajando desde que empezamos, tratar un tema que sea de salud y explicarlo desde una perspectiva social y cultural, abarcando lugar, ambiente, política, economía, etc.[12] cualquier cosa fuera de lo biológico que sirva para dar también sentido a la salud

Es decir: la antropología es sociología, es historia, es filosofía, etc. La antropología queda como un Ménage à trois, donde la antropología seria casi el “marco” donde se efectuá dicho concubinato de las ciencias sociales pero sin ni ser un producto del mismo ni formar parte del mismo. El abuso de la literatura sociológica por parte de los antropólogos es más que evidente, cosa que no pasa en campos como la Historia o la Sociología: la interdisciplinariedad como excusa ya empieza  a ser evidente.

Si tras 5 años de estudios los nuevos antropólogos solo tienen estas nociones sobre la teoría, la historia y la práctica antropológica, no hemos avanzado mucho en ese antropólogo-masa. Igual, y en esto voy a ser explícitamente católico, se ve como la agencia del “hombre” es limitada, pues siempre está circunscrita a condiciones que, como señalaba Caro Baroja, también son extrahumanas. Hay un refrán español que dice: “Reza a la Virgen y no corras”. Pero no en el sentido de delegar, sino por el contrario, no apresurarse en cosas que dependen más de fe y de saber esperar y actuar concienzudamente que creerse que uno tiene la “antropología” por la palma de la mano cuando no es así.

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[1] Para el caso español Josep Fontana calcaría estas críticas. Por ej. Fontana (1997).

[2] Otro excelente ejemplo de esto es el texto de Humboldt, el cual si bien está lleno de reconocimientos que en la actualidad muchos hispanos, bajo sus historietas nacionales –esas construidas al amparo de la latinidad francesa o la banca británica-, leerían alucinados, está lleno de grotescos comentarios liberales y racistas.

[3] Traducción propia.

[4] Nos referimos al “imperialismo” que se da bajo lo que Heilbroner (1972; 31) llamaría «mundo económico vitoriano». También en España se darán cambios en al forma de concebir las colonias. Recuerda Zarandona (2012: 58):

El territorio continental, más tarde conocido como Río Muni, el segundo pilar de la pequeña colonia, no empezó a definirse hasta el advenimiento del denostado Tratado de Berlín (1884-1885) entre cuyas conclusiones y acuerdos figuraba la concesión del derecho a ocupar unos 300.000 km2 del continente africano junto al golfo de Guinea.

Es decir, se pasa de un registro Papal al descrito en la página anterior por Parshad (2020).

[5] Es aquí importante distinguir entre varias figuras del periodo imperial español. En un exceso de ocasiones se reduce a misioneros, comerciantes y soldados; sin analizar los géneros literarios que cada uno de ellos elabora y construye, y sin ver en muchas ocasiones que no es lo mismo una “Crónica” de Cortés o Cabeza de Vaca que las artes y gramáticas de lenguas como el guaraní (Padre Antonio Ruiz) o mexicana (P. Horacio Carochi).

[6] Es aquí interesante recuperar lo que advirtiera Menéndez Pelayo (1947: 292) dado que López Piñero no lo atiende:

Judío [es] el anónimo autor de la Medicina castellana regia, uno de los primeros ensayos de topografía médica. Y, en general, puede afirmarse que entre la ciencia árabe y la de los cristianos occidentales hay siempre un mediador, truchimán o intérprete judío.

[7] Por desgracia para los que subsumen la repetitiva “construcción social de la realidad” a una simplista y plana teoría de los roles sociales.

[8] Para una revisión del concepto «edad media» ver los “preliminares” de G. Fraile (1975: 3-29).

[9] Viola nos ofrece en este fragmento lo mejor y lo peor de los antropólogos del desarrollo: por un lado es claro que el “indio” no es un mero sujeto pre-moderno. Pero por otro les da de facto una dimensión de “colectivo político” sin atender a la complejidad de los estados nación –los cuales son mucho más complejos de lo que suelen reconocer los antropólogos y, en especial, diversos–. Si bien hay que recocer que en otros sitios ha sido mucho más fino (por ej. Viola; 2013), siguen faltando matices y explicaciones.

[10] Y aquí hemos de reconocer nuestras limitaciones como antropólogo-masa. Este artículo es profundamente etnocéntrico, en concreto germanocéntrico. Obvia amplísimos debates sobre los recursos establecidos a lo largo de todo el mediterráneo, tanto el cristiano como el musulmán. Nosotros no disponemos de referencias de carácter sintético, pero sí que sabemos, por ejemplo, que el gran Rafael Altamira dedicó muchos folios a la historia de la gestión del agua en el levante español. Ver también de forma más amplia (Vico; 2018).

[11] O igual, y siendo chileno, más bien próximo a la Guerra Fría Cultural que estudiara brillantemente Stonor (2005) o la conocida “política de la buena vecindada” iniciada por Roosevelt; y que se prolongará con la Offset strategy (Simón; 2015).

[12] Nótese que podría confundirse perfectamente con los estudios “medico-sociales” del XIX que nos había presentado Rey (1990).

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