Lectura a "Ethics in Anthropology"
Lectura a la charla dada por la profesora Sienna Craig producida por The Dartmouth Ethnography Lab. DIsponible en YouTube: <<https://www.youtube.com/watch?v=U5zD_1J_WeQ>>
Aranzadi y De Hoyos, en 1917, al publicar su Etnografía. Sus bases, sus métodos y aplicaciones a España [Biblioteca Corona] daban cuenta de la cristalización de una disciplina en el país ibérico. Ciertamente, la antropología en España tardaría en consolidarse como disciplina, si bien no cabe negar méritos como que en la ley de patrimonio de 1912 incluirá "las excavaciones que se hicieren en busca de restos paleontológicos, siempre que en ellas se descubrieren objetos correspondientes á la Arqueología y á la Paleontología antropológica" (Art. 1º), pero también cabe reconocer que no es hasta la actual ley del 86 que se incorpora abiertamente "los inmuebles y objetos muebles de interés artístico, histórico, paleontológico, arqueológico, etnográfico, científico o técnico" (Art. 2º).
Ello, igual, explica la ausencia
de una preocupación por la ética en antropología del momento. Sin dudarlo, y en
marcado contraste con la entrevista de la profesora Sienna Craig, los dos maestros
considerarían que:
"El
«ethos» no es el «demos», sino que abarca a todas las clases de la sociedad, si
son congénitas; es verdad que en los «ethnos» históricos se encubre su carácter
en las clases ilustradas, pero no desaparece del todo; en los casos más
extremos disminuye por exotismo, tanto como en éstas, en las clases
desheredadas de las grandes ciudades, engendrándose un contraste, hasta un
antagonismo, entre el «ethnos» y un cierto «demos», entre lo castizo [1] y lo revolucionario, pudiendo no conducir tal
antagonismo al suicidio nacional”
(P. 9)
Esa percepción consciente de que
"el pueblo" está separado pero que su "ethos" debe
sobreponerse a ello, si bien de una forma aun distante a la Gestalt que interesaría
más tardíamente a la escuela de cultura y personalidad (Mead, Benedict y Herskovits).
Así pues, el antropólogo reconoce que puede existir el caso, una no entropía
que destruye la materia: "suicidio nacional". Y es que los autores hablan
de "la etnografía como ciencia
natural, [y] el método objetivo comparativo" (ídem.: 10).
Unos 60 años después, para cuando
Aranzadi llevaba ya 30 años muerto (1945, Barcelona) y De Hoyos una década
(1951, Madrid), parece que la dialéctica de clases ya está más que presente en
el estudio etnográfico: así Monte Ávila edita en 1978 La sociedad contra el Estado de uno de los anarquiza -junto a
Graeber- más célebres de al disciplina. No obstante, Cardín, en uno de tantos inteligentísimos
comentarios que legó, advierte que el problema "estriba en que la gran mayoría
de los pueblos que aparecen citados como ejemplo, no existen ya más que en los
estudios de etnografía" (Cardín, 1988: 113)[2].
En este sentido Cardín criticaba lo que Bueno llamaría "Ilusión etnológica"
[3]. No obstante, y a pesar del mito, no solo
nos encontramos con la «desaparición» de ciertos pueblos -lo cual casi
parecería negar la materialidad (en tanto que materialista) de los mismos al
negar aquello de que "la materia ni se crea ni se destruye, solo se
transforma"; igual por ello a día de hoy casi todo es mera y misteriosa
materia oscura-. Lucy Mair, en un libro –sintomáticamente- publicado en
1973 en España y con una rápida reedición en el 1975 advertía de que la
cuestión no era mero conservacionismo. Este texto de Mair es muy interesante
por multitud de aspectos, uno de los principales es por su consideración de que
la antropología deriva de la sociología, aspecto que los historiadores de la antropología
urbana (Hannertz) parecerían suscribir en las actuales tendencias hegemonías de
historiografía antropológica –en España V. Stolke también ha hecho lo propio en
un marco amplio de la historia de la antropología-. Más allá de esto, sin dudas
lo más interesante del volumen, el libro se publicó en Oxford en 1965, y más
que de desaparición nos habla de rebelión de estos pueblos:
“El problema
es delicado, porque los pueblos a los que se dirige en su mayor parte nuestra
investigación comienzan a ofenderse por toda descripción que parezca asignarles
un estatus inferior. Una palabra que se ha utilizado mucho es primitivo. Un
atributo que todavía no ha ofendido a nadie es la expresión pequeña escala, que
denota el estrecho margen de las relaciones sociales al que se ven confinadas
las sociedades de tecnología simple.”
(Mair, 1975: 19)[4]
Más que darse una transformación
en los sujetos de estudio, como denunciaba Cardín, lo que se estaba dando era
un cambio en el campo de trabajo. Tanto los antropólogos como los sujetos etnografiado
estábamos cambiando: es más ¿He dicho Antropólogos? Quería decir etnólogos,
pues es lo que tenemos hasta la fecha [Cfr. N.3]:
“La Ethonmological Soceity de Londres era monogenista,
vuelta hacia la historia. Ponía el acento sobre los rasgos lingüísticos o
culturales en la clasificación de grupos humanos y expresaba sus diferencias en
términos nominalistas y de medio natural. Contrariamente, la Anthropological Society de Londres, era
poligenista, miraba hacia las ciencias naturales, se interesaba por el estudio
de los rasgos somáticos y tendía a diferenciar los grupos humanos en términos
de herencia y tipología. […]
La Ethnological Society of London había
sido creada en sus orígenes en respuesta a a la Sociedad Etnológica de Paris (fundada
en 1859 por W. F. Edwards); y la Anthropolgoical
Society tomó el modelo de la Sociedad de Antropología de Paris, que Paul
Broca fundó en 1859.”
(Stocking, 1989: 375 y
376)[5]
Las disputas por este nombre,
como bien indica Stocking, se remontan
mucho más atrás, a aquello que Elena Ronzón [6]
ha analizado, en términos kantianos, como «disputa de las facultades»: la
facultad de derecho, la facultad de medicina y la facultad de teología. Si
bien, acaso sea sintomático que 10 años antes de estos congresos (celebrados en
Francia en 1984) Pierre Bonte publicara De l’ethnologie à l’anthropologie: sur la
demarche critique dans les sciences humaines, traducido el español
por Anagrama al año siguiente, en 1975.
En muchos antropólogos se darían profundas transformaciones espirituales
«gracias» a su “trabajo antropológico”. Nancy Shefer-Hiugs lo deja bien claro
en su introducción al clásico Muerte sin
llanto: ella pasó de ser una socorrista más de los Cuerpos de Paz a ser un
agente de la politización de las mujeres pobres del norte de Brasil -igual es
por ello que cuando habla de la onomástica se le olvida que la mayor
individuación del sujeto se produce mediante el DNI y no por un nombre que no
tiene apellidos o que se cambia sin rubor o se hereda… homo politicus-. En “casa” tenemos sendos
ejemplo de ello: tanto en el exilio de Angel Palerm como en la evolución de los
trabajos de Julio Caro (quien reconoce la dialéctica de clases en varias obras
[por ej. 7]) en España misma.
Luís Mallart es sin dudas un
autor cuya “conversión” es más lógica: pasó de misionero clerical a misionero
anticlerical (Mallart, 2007: 970)[8]
–anticlericalismo que también he criticado sin reparos en alguna sesión directa
con compañeros y profesora presentes, y que tiene más que ver con el CVII (como
muy inteligentemente supo notar Scheper-Hughes) que con una suerte de «inteligencia
superdotada» por parte de los estatistas o capitalistas-.Ubaldo Martínez Veiga también
se alejó de la escolástica (filosofía) para acercarse al estructuralismo (antropología
de Levi-Strauss) (Veiga, 2016: 56)[1].
No obstante, sus coordenadas políticas, ideológicas y sociológicas no nos
resuelven nada hora mismo, si bien no cabe duda que también hay clases hegemónicas
de antropólogos e investigadores. Él, Mallart, se expresaba en estos términos al
describir su experiencia iniciada en 1961:
“A medida que
iba aprendiendo la lengua ewondo [el
idioma de los evuzok] y con ella iba penetrando en el conocimiento de la manera
de pensar de aquella sociedad, mis sermones se hacían más cortos, no ya a causa
de la lengua, sino porque no sabía qué predicar…”
(Mallart, 2007: 79)
Y así, todo el 2º capítulo de la
obra, por otro lado muy rica en datos etnográficos sobre bio-cultura y
etnomedicina, es una declamación del nuevo antropólogo: igual sea aquí cuando
el antecedente de la disciplina deja de ser el monje misionero y empieza a ser
un funcionario, el paso de reconocer en Bernardino de Sagunto un claro
antecedente a depositarlo en Malinowski o, aún
pero, en Montaigne –Levi-Strauss estará historiando la disciplina en
esta clave, rehaciendo viejas lecturas sobre la relación ilustración-ciencias
modernas [claro que Horkheimer y Adorno ya habían hecho avances con su obra de
1944]; también Foucault estará en estas lides al publicar en 1966 Las palabras y las cosas donde trata el surgimiento
de la idea moderna de hombre, o más bien en general la idea de “hombre”-.
Si bien podría ser de interés,
aquí solo pretendemos lanzar los trazos de una reconstrucción de la ética en antropología,
o más bien, de sus circunstancias.
Nuestra postura es clara:
confundir por principio ética y deontología es un problema y un error, pues
esencialmente son dos cosas diferentes. Por otro lado el privilegio, antes que
darse como una cualidad esencial del sujeto en el campo es más bien circunstancial:
el privilegio del antropólogo emerge de las instituciones políticas que lo
recubren, le dan un DNI, un Pasaporte y una Embajada o Consulado. Igual en eso,
efectivamente, las cosas no han cambiado mucho: el Vaticano sigue siendo el maestro
en diplomacia, como reconocía ese gótico personaje que es el Cardenal Parolin.
No obstante, y chanzas aparte, ese privus-legio,
ese derecho privado o reservado, es reservado en tanto que se dan espacios de
interacción donde los sujetos nos hallamos. Así pues, el privilegio no es como
“mujer blanca”, pues “blanca” es una niña albina en una tribu donde la puede
ejecutar por su condición. El “mujer blanca” se va definir en tanto que su
relación con una infinidad de determinantes antropológicos, históricos y sociológicos
casi at infnitum: ¿cuantos antropólogos han muerto “en servicio”? Demasiados, como siempre debe
responderse a una pregunta que implica a la Parca. [Por ej. un caso de
secuestro en 9]
Los temas [10] y las instituciones de la antropología han variado
mucho… muchísimo… si bien autores y textos clásicos los seguimos leyendo sin
mucha complicación. Así pues, antes que procurar, mediante la antropológica, hacer
extraño lo cuotidiano y próximo lo lejano, es igualmente importante saber reconstruir
las vías de la antropología para no caer en ideas como que hay una “ética del antropólogo”
desvinculada de códigos APA, de publicaciones como las Notes & Quieres o los intereses geopolíticos de instituciones
de muy variado orden. El ser o no antropólogo no es una cuestión de, como dice Ángel
Díaz [11], aportar “una determinada visión de
mundo”, expresión hegeliana con demasiadas implicaciones políticas horrendas a
lo largo de 2 siglos. El Antropólogo como “pepito grillo” [idem.] es una
postura fuertemente vinculada a los planes de desarrollo, la primera vez que yo
escuche semejante equiparación de forma tan directa entre la postura
antropológica y la agenda de la “izquierda” fue de la boca de Ángel Viola,
experto en desarrollo andino y editor de uno de los pocos libros sobre la
materia en la España de los 2000 [Antropología del desarrollo]. Es así
como surge una vinculación casi indisociable entre antropología productiva y antropológica aplicada, o más matizadamente antropología
de intervención:
“El núcleo de
la antropología aplicada consiste en investigaciones encargadas por
organizaciones públicas o privadas con la esperanza de conseguir fines prácticos
que les interesan. Entre estas organizaciones se cuentan departamentos y
agencias de los gobiernos federal, estatal, local e internacional, tales como
el Departamento de Agricultura de los Estados Unidos, el Ministerio de Defensa,
el Servicio Nacional de Parques, la Agencia para el Desarrollo Internacional,
el Departamento de Asuntos Indios, el Banco Mundial, la Organización Mundial de
la Salud, la FAO, varias agencias contra el abuso de drogas, secciones de
educación y planteamiento urbano de las grandes ciudades y hospitales municipales,
por citar solo unos pocos. A éstas se añaden organizaciones privadas que han financiado
o contratado a antropólogos para llevar a cabo investigación practica dirigida
a un fin concreto, entre ellas las principales corporaciones industriales,
fundaciones como Panificación familiar [empresa que abiertamente hace negocio
con el tráfico de fetos muertos] y el Consejo de la Población, y varias
delegaciones de los Institutos Internacionales de Investigación Agrícola de la fundaciones
Ford y Rockefeller [Cfr. 12].”
(Harris, 1998: 601-602)
[13]
En este sentido, los antropólogos
seguimos siendo humanos, pese a que empaticemos con estatutos praeterhumanos [Cfr. Hallowell] mediante
otras culturas. En términos amplios, no veo un poscolonialismo como se vende,
sino más bien en el sentido de una nueva antropología que respondió más a los estímulos
de lo que Francis Stonor a historiado como “Guerra fría cultural” [14] que como una suerte de liberación en abstracto de
los imperios: ¿Qué antropólogo permanece al amparo de los imperios, cuando el
mayor imperio de la historia se disolvió “voluntariamente” y creo una cosa
llamada Comoon Weralth, pese a que no
tiene nada de common? ¿Es más, si
igual disociamos el trabajo antropológico del trabajo militar y ello no pasa en
otras partes, no será porque la UE esta subsumida en gastos y administraciones
militares a EEUU antes que a un supuesto antimilitarismo sesentaiochista del
antropólogo europeo –una Europa, por otro lado, muy próxima a los sueños de
Juan Pablo II [15]- [16]?
Trabajamos entre plataformas como la UE, NNUU, la Comon Wealth, etc. También podemos
trabajar para empresas concretas como han revisado recientemente tres profesionales
españolas mediante su propia experiencia [17]:
las comunidades que trabajamos, más
bien, se encuentran en medio, en la intersección, de esas otras vías
profesionales.
Los antropólogos podemos creer
que nuestros sujetos son los que han cambiado, como advertía Lucy Mair o
Alberto Cardín, más recientemente los antropólogos se muestran proclives a
proponer cambios en la propia disciplina como Juan M. Cabezas al proponer los
“etnosistemas” [18] o toda la crítica –llamada-
posmoderna: no obstante, aquello que ha cambiado esencialmente… hemos sido todos.
[1] Véase para contextualizar la expresión:
UNAMUNO, Miguel de (1983 [1943]). En
torno al casticismo. Madrid: Espasa-Calpe.
[2]. CARDIN, Alberto (1988).
"Los anarquistas descubren la etnología". En: Tientos etnológicos. Gijón: Júcar Universidad. Pp.: 113-116.
[3] BUENO, Gustavo (1987). Etnología
y utopía. Respuesta a la pregunta: ¿Qué es la etnología?. España: Júcar
Universidad. P. 31:
La “ilusión etnológica” se lleva a
cabo, o bien negativamente –por la identificación intencional con cultural
concebidas como exteriores a la nuestra- o bien positivamente, por una surte de
interiorización de esas formas lejanas y primitivas en el seno de nuestra misma
civilización, de tal suerte que sean las propias formaciones bárbaras las que,
de algún modo, logran ser identificadas en nuestro propio campo: no será ya
preciso salir de Francia para disponerse al descubrimiento del “buen salvaje”.
[4] MAIR, Lucy (1975). Introducción a la antropología social.
Madrid: Alianza Universidad.
[5] STOCKING (1989) “¿Qué es lo
que está en juego en un nombre? («What’s in a name? II). La «Sociedad de
Etnología» y la historiografía de la «antropología» en Francia”. En: Britta
Rupp-Eisenreich (ed.). Historias de la
antropología (Siglos XVI-XIX). Gijón: Júcar universidad. Pp. 375-384.
[6] RONZÓN, Elena (2015). Sobre la constitución de la idea moderna de
hombre en el siglo XVI: <<el conflicto de las Facultades>>.
Oviedo: Fundación Gustavo Bueno.
[7] CARO Baroja, Julio (1974).
“El hombre de campo y el campesino como objetos de especulación política”. En: De la superstición al ateísmo. Meditaciones
antropológicas. Madrid: Taurus. Pp.: 123-148.
[8] MALLART, Lluís (2007). Soy hijo de los evuzok. La vida de un
antropólogo en Camerún. Barcelona: Ariel.
[9] ACUÑA (2006). “UNA
EXPERIENCIA DE RIESGO. Efecto colateral del trabajo de campo etnológico en
tiempos modernos”. En: Revista de
Antropología Experimental. Nº 15. PP.: 1-9.
[10] Joan Prat planteó un esquema
sencillo para el caso español pero asequible: Folklore-Antropología >
cultura popular > fiestas, rituales y religiosidad popular > Identidad.
Si bien él mismo advierte que: “Soy consciente de que algunas líneas de
investigación –como la antropología de la medicina, la antropología del género,
la antropología del parentesco, la antropología de la pesca, la antropología de
la alimentación, la antropología del turismo, o los esfuerzos que se están
realizando sobre asociaciones o el análisis de los procesos de transición
social, etc., etc.,- deberían haber figurados en estas páginas y en cambio han
quedado al margen”. PRAT, Joan (1991). “Reflexiones sobre los nuevos objetos de
estudio en la antropología social española”. En: María Catedra. Los españoles vistos por los antropólogos.
Gijón: Júcar Universidad. Pp.: 45-68.
[11] DIAZ, Ángel (2019). “Antropología
en Primera Persona. Ángel Díaz de Rada”. Disponible en UNED: <<https://www.youtube.com/watch?v=fcn-O48J8D4>>.
Tampoco es curioso que este autor se iniciara en los 80 trabajando sobre la
educación y la exclusión, y además con trabajos de campo cada vez más breves de
la mano de profesores como Velasco. En relación a la etnografía, ello también
explica la pluralidad de formas de “etnografiar” que han aparecido, desde la
polémica “multisituada” hasta la “a distancia” canonizada por Benedict.
[12] ROSS, E. B. (2003) “Malthusianism, Capitalist
Agriculture, and the Fate of Peasants in the Making of the Modern World Food
System”. En: Review of Radical Political
Economics. Nº 35(4). PP.: 437-461. Disponible en: <<http://dspace.library.uu.nl/bitstream/handle/1874/2897/malthusianism.pdf?sequence=2>>
[13] HARRIS, Marvin (1998). Introducción a la antropología general.
España: Alianza.
[14] STONOR Saunders, Frances (1999).
La cia y la guerra fría cultural.
Madrid: Debate. Puede verse un resumen de los contenidos en filsofia.org:
<<https://www.filosofia.org/mon/cul/clc.htm>>
[15] Juan Pablo II (2005).
“Pensando «Europa» (Polonia – Europa – Iglesia)”. En: Memoria e identidad. Conversaciones al filo de dos milenios.
Madrid: la esfera de los libros. Pp.: 113-156. Para una revisión de la
actividad diplomática del llamado “Papa viajero” ver COLOMBO y DI ALBIANO
(2004). Juan Pablo II. 25 años en la
escena mundial. Madrid: BAC.
[16] SIMON, Luis (2015). “Offset strategy: ¿hacia un nuevo paradigma
de defensa en EEUU?”. En: Real Instituto el Cano. Publicado en línea.
Disponible en: <<http://www.realinstitutoelcano.org/wps/portal/rielcano_es/contenido?WCM_GLOBAL_CONTEXT=/elcano/elcano_es/zonas_es/defensa+y+seguridad/ari14-2015-simon-offset-strategy-hacia-un-nuevo-paradigma-de-defensa-en-eeuu>>.
El énfasis es añadido:
“La adopción
por parte del Pentágono de la tercera estrategia de offset a finales de 2014
simboliza la emergencia de un nuevo
paradigma en la política de defensa de EEUU. El objetivo de dicha estrategia
sería desarrollar una serie de
conceptos operacionales, capacidades y tecnologías que permitan a EEUU
neutralizar los desafíos a su actual modelo de proyección de fuerza.”
De MIGUEL (2019). “EE.UU. amenaza
a Europa con represalias si impulsa en solitario sus proyectos de defensa”. En:
El País. Disponible en: <<https://elpais.com/internacional/2019/05/12/actualidad/1557662517_974981.html>>.
El Periódico (25-sept.-2021). “Europa busca reducir su dependencia militar de
EEUU”. Disponible en: << https://www.elperiodico.com/es/internacional/20210925/europa-busca-reducir-dependencia-militar-eeuu-12113494
>>.
[17] Es un conjunto de cuatro
conferencias, disponibles en: <<https://www.youtube.com/watch?v=CMyseUHuVGs>>.
Es interesante además que estas preguntas por el futuro profesional se
prolongan a supuestos “viejos” ámbitos como el del folklorista, ver LLOYD,
Timothy (2021). What folklorists do. Professional
possibilities in folklore Studies. EE.UU.: Indiana University Press.
[18] CABEZAS, Juan M. (2007). “La teoría de los
etnosistemas. Procesos de identificación y complejidad social”. En: Ferrán
Iniesta (ed.). La frontera ambigua.
Tradición y democracia en África. España: Bellaterra. Pp. 179-208.
[1] MARTINEZ VEIGA, Ubaldo (2016). “Los
felices años de un aprendiz de antropólogo”. En: (con)textos. Nº 6. Pp.: 55-73.
Comentarios
Publicar un comentario