Nota 6: a una lectura interrupta a Montaigne.

Estaba leyendo la Historia de la fisiognómica de Caro Baroja, y antes de introducirnos en el personajes que fuera Battista della Porta, cierra el capítulo III (apartado V) refiriéndose a Montaigne.

Sus Ensayos son clásicamente considerados una lectura iniciática... el motivo lo ignoro... el grueso volumen editado por Cátedra lleva años en el despacho: "19 de Septiembre de 2018" puede verse en la primera hoja. En todos estos años me cuesta de ver en Montaigne la brillantez que tanto se le aclama. Representa de modo interesante muchas perspectivas de su momento, y las coordina, a momentos con lucidez, en otros de forma poco resoluta (no tanto por la fuerza del texto como por su contenido). En ello veo un valor... y de paso me pregunto si eso es lo que hace de uno un buen autor.

Como fuera, pues los misterios de El eterno permanecerán ahi para asombro de todos siempre, me he lanzado al grueso volumen de los Essais. En concreto, como igual recuerda sin mucho complejo algún asiduo lector de la aristocracia francesa, hemos de dirigirnos al Capítulo XII del III libro: "De la fisonomía" -PP. 988-1011 de la edición de Cátedra del año 2003, reimpresión del 2016-.

Si bien, como es costumbre, me parece que Montaigne mezcla muchas cosas sin ton ni son, rozando la divagación en más de un párrafo, han habido dos fragmentos que me han hecho detenerme a reflexionar, y los cuales, creo, pueden ser oportunos para el presente.

«Miremos a esas pobres gentes a las que vemos tendidas en tierra, con la cabeza colgando tras el combate, que no conocen ni a Aristóteles, ni a Catón, ni ejemplo, ni precepto; de ellos tomo la naturaleza cada día actos de constancia y de paciencia, más puros y firmes que los que estudiamos con tanto interés en la escuela.»

P. 991

Como es comprensible, en el marco de la lectura más amplia de este ensayo, en general la obra de Montaigne, pueden darse algunos matices de esencialismo a  una forma tan simple de comprender la sapiencia, la verdad o el conocimiento (y la interacción de ellos con el alma). No obstante, no nos interesa aquí esto... los colores ya se le sacaran en otro momento más oportuno.

La verdad de este fragmento -que es lo que interesa- también hace que nos preguntemos por los espacios especializados en la vida "corriente" que tanto admira Montaigne en los clásicos -un romántico adelantado en esto-. Y en relación a ese día a día y la convivencia del hombre con el hombre y otros ¿Dónde queda lo político? Ante Montaigne me da la sensación de que la política queda disuelta, como siempre, de un modo poco resoluto. Pero a su vez, y mientras escribo, me acuerdo de Agamben y su crítica a la obsolescencia de un socialismo humano en el capitalismo contemporáneo donde la clase trabajadora no existe, ante un individuo endiosado y dispuesto a  asumir algo llamado "roles", un "guion", vaya.

Pero, al seguir leyendo, encuentro otra reflexión al paso que me hace volver la mirada a la página previa y decidir a encauzar este tecleo -sin pausa, pero sin prisa-:

«Tócale al mando seguir, cortejar y plegarse, solo a él toca obedecer; todo lo demás está libre y disoluto. [...] Más duéleme ver cómo naturalezas buenas y capaces de justicia se corrompen cada día actuando y mandando en esta confusión. El sufrimiento largo produce hábito, el hábito, consentimiento e imitación.»

P. 992

Ese "mando" apartado, el cual parece ser una fuerza per sé que no se doblega ni ante un entorno tan endeble como líquido. Parece que ya sabemos de dónde sacó Bauman su desdichada metáfora... no obstante parece que ambos veían algo... pero a su vez no del todo. Pues ambos fueron grandes defensores de la «libertad humana», pero no definieron al «hombre» dándolo como la misma petición de principio que le habían recriminado a los escolásticos con la figura de "Dios" -¿¡Qué mejor Dios que el Hecho Hombre para darnos una nueva esencia con la que alumbrarnos 2.000 años más!?-.

Por otro lado, pasamos del mal individual al más social, pues de los malos súbditos aparecen malas sociedades, erráticas igual sería el mejor adjetivo. De camino de vuelta, el mal social realimenta a los males individuales. Así pues, el hábito lleva a la imitación y esta reformula hábitos.

Si bien podría parecer que a ojos de un antropólogo esto se presta a grandes disquisiciones -lo cual en realidad solo serviría para reafirmar que uno conoce los autores clave sobre la cuestión-, lo que me acongoja de estas líneas es su significado para la sociedad civil y su (supuesta) articulación con la sociedad política. La autoridad es múltiple, no sólo civil ni política. Pese a que en nuestro caso, curiosamente, es donde no existe esa diferenciación: ¿No aparece el espacio civil como una cuestión del poder Político de estados y organismo supranacionales? ¿Es el verdadero ciudadano el que no pertenece a ninguna ciudad para las ONGs? ¿O es un perfecto ciudadano el que aspira a ser un burócrata más de su estado-patria -DNI, Carnets, permisos, reconocimientos faciales, información personal, etc.-?

Al final del camino, en el campo de batalla, aparecen con el "cuello colgando" señores, mendigos, clérigos –sí, aun en pleno s. XXI los curas van al campo de batalla- y todo tipo de gentes. Algunos saben unas cosas, otros otras, y algunos ninguna o ambas; pero nunca todo. Así pues: ¿hay disolución o vertebración? ¿Cómo quedan esos "mandos" que obedecen pero no queda un "algo" o "algunos" al que obedecer? Eso es lo que me acongoja: ese punto ciego parece ser el mismo que nos ahoga. Volviendo a Agamben, este hablaba de la caída de la dialéctica de clases, otros resituaron esta dialéctica de un modo metafísico: diría Bauman que el poder parece ingrávido (que le digan a los empresarios Canadienses de minas en África cuan ingrávidos son sus capitales).

La pluralidad y su relación en simploké de la materia parece ahogarnos, asfixiarnos. No ofrezco soluciones, pues si bien procuro no ser el necio que se queda mirando la punta del dedo cuando se está señalando a la luna, sí que soy el necio que solo sabe que la luna se aleja y la señala sin saber qué hacer… como tantos otros, por otro lado.

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