Consumo de y en el lugar.
Introducción:
La crisis del acceso a la vivienda se ha agudizado en los
últimos años asociada a diversas pautas de consumo como los alojamientos
turísticos. Esto desvela un conflicto entre dos formas de consumo diferenciadas
una ligada al ocio (viaje turístico) y otro ligado a la necesidad (vivienda
principal). La vivienda aparece como un derecho y como una propiedad privada y
estos dos criterios no siempre son compatibles. El consumo de vivienda está
ligado a una diversidad de condicionantes y distintos individuos, familias, y
colectivos van a acceder a este bien de formas diversas que incluyen la compra
generalmente mediante hipoteca, el alquiler, el acogimiento familiar, la
okupación, etc.
Comentad la interrelación entre aprovisionamiento público
(bienes de consumo colectivo) y privado y su articulación con decisiones
políticas de adjudicación de recursos. ¿En qué medida las posibilidades de 2 accesos
a determinados recursos para el consumo dependen de decisiones individuales y
en qué medida están constreñidas por un ‘habitus’ o contexto estructurado por
relaciones económicas o políticas de orden supra-individual? ¿De qué modo esto
influye sobre el significado y el valor simbólico de los bienes y servicios?
Lugares:
Las movilizaciones humanas (en el sentido amplio)[1]
son muy diversas, y aún más si estas las relacionamos con aspectos vinculados al
consumo. Para hacernos una idea, durante 12.000 años nos organizamos (la
especie humana) en grupos de cazadores recolectores, y aun a día de hoy
persisten algunos grupos con esta organización. Ya solo al hablar de estos
grupos hemos de empezar a hacer diferenciaciones entre el tipo de asentamiento
por el cual opten, lo cual afectara al tipo de vestigio que nos dejen a
arqueólogos y antropólogos tanto por sus usos como por sus tipos, Boinfor (2007,
446)[2]
en un célebre articulo proponía diferenciar entre Grupos Nomadas y (ídem.: 447)
Grupos Organizados Logísticamente, haciendo hincapié en la relación entre
vivienda y alimentos/bienes. Esta es una de las formas más evidente de ver la
relación entre movilidad y alimentación, la cual, por lo general, sigue un
patrón de agotamiento claro. No obstante, estas relaciones pueden ser inclusive
más complejas, si las contrastamos o relaciones con la organización social.
Marvin Harris nos ofreces la siguiente división:
Simples |
Complejas |
Baja densidad de población |
La densidad de población |
No dependen del almacenamiento de alimentos |
Dependen del almacenamiento de alimentos |
Viven en asentamientos temporales la mayor parte
del año |
Viven en aldeas la mayor parte del año |
Débiles distinciones de rango |
Fuertes distinciones de rango |
Comparten una ética común |
Ética común relajada |
No existe propiedad de los recursos |
Propiedad familiar de los recursos |
Tabla 1: Sobre los dos grupos
diferenciados de C-R. Fuente: Reelaboración del Cuadro 12.2 en Harris, 1998 p.
275. [3]
Por lo general, también estamos
ante una lógica “territorial” que se desprende de la recurrencia de uso de un
determinado espacio. Esto puede llevar a la jerarquización del grupo, lo cual,
a su vez, también altera los consumos dándose bienes para estas castas/clases: espacios
comunales, espacios privados, espacios públicos –“inapropiables”-, etc.
Así pues, vemos que la cuestión
del espacio, el acceso a recursos y la organización social están fuertemente
imbricados en toda dimensión antropológica (sea en un plano histórico o
analizando un momento concreto). Pero, justamente en este orden del espacio, de
la comunitas a la civitas (Fernández-Martorell, 19)[4]
hay un salto categorial.
Las estructuras de funcionamiento
y abastecimiento de una ciudad son ingentes en comparación y mucho más compelejos,
tanto de forma interna como en sus relaciones externas, en la actualidad en un sistema
económico global y de capitalismo.
Como bien indica Hannerz (1986)[5]
en un manual ya clásico, dicho cambio se ha producido en especial partir de la II G. M. por múltiples motivos:
la descolonización, el éxodo rural, la migración al norte global, etc.
Es en este mismo contexto donde
nos hemos movido entre una crisis del tiempo y otra del espacio (Castro; 2020)[6].
Los medios de comunicación garantizan una prespecialidad virtual en el mundo
(Prats; 1997: 40)[7]
que a la vez nos hace presentes en las vidas de muchos. El sistema hegemónico
en expansión de igual modo ha sido uno capitalista, que favorece el reglamento
social en función a la célebre formula:
D – M – D'
Esto ha determinado en cierto
modo la forma con al que nos relacionamos en el espacio in situ y también las percepciones y relaciones que mantenemos con
otros espacios: será unos 30 años después de la II G. M. cuando una ciudad como
Detroit quede desolada por las deslocalizaciones productivas a países en «vías
de desarrollo» como México. De igual modo, ello también se debe a la posibilidad
de una mayor complejidad en las cadenas de suministramiento, tanto de las
piezas y materiales al lugar de “producción” (ensamblaje igual sería más
apropiado), como la posibilidad de después distribuir dicho producto ya
reproducido.
Por otro lado, el desarrollo
virtual también abre una ventana a la “desnacionalización del dinero” por la
que clamara Hayek. Dichos medios virtuales, que también son un campo de posibilidades
para romper el orden establecido (Cockshott y Nieto, 2017)[8],
aceleran los procesos de financiarización a escala global, cuyos núcleos de
actividad –claro está- se sitúan entre Nueva York y Londres sobre todo, sin
necesidad de excluir viejas colonias de los tramites más incómodos (Oswald, 2018)[9].
Así pues, el espacio a la vez que
es un lugar donde realizamos cosas, es a su vez un espacio que nos codetermina
al modo de hacer las cosas: si habitamos de un modo –produciendo un paisaje en el lugar (Caro; 1984)[10]-
nuestras relaciones con los elementos cambiará drásticamente, así es como
podemos comprender los cambios que se producen de un grupo de C-R que se trasladan
cuando no pueden recoger más nueces mongongo (Lee, 1981)[11],
a un sistema donde sencillamente es la producción la que se traslada dando cada
vez una mayor sensación de “ingravidez del poder” (Bauman, 2001: 29)[12].
Consumos:
Sara Ahmed (2020)[13]
en una obra reciente se preguntaba por «los usos del uso» elaborando una
propuesta reflexiva sobre el concepto «uso» -antes que «usar»- viendo como este
concepto era capaz de ser mucho más plural de lo que por lo general se suele
ser consciente. Si bien ella toma un camino muy elaborado, el cual ni se podría
sintetizar en estas páginas,[14]
menos aun replicar, lo que nos interesa es la pluralidad que nos pone en
guardia contra una concepción más tradicionalmente encerrada del sustantivo que
queramos tratar, en este caso, el consumo.
Narotzky (2004)[15]
señala que el consumo se ha solido abordar mediante dos enfoques que postulan
al mismo como un «momento» de final o de inicio de un proceso más amplio que se
inicia con la producción y se ve suministrado mediante la distribución. Por un
lado, hay un consumo entendido como demanda al mercadeo; por otro lado, hay un
consumo final que no es más que un finis
operis[16]
del propio proceso económico.
No obstante, en buena media
debido al desarrollo de la antropología económica, muchos de los procesos de la
economía en al actualidad se nos presentan «incrustados» en muchos otros
ámbitos de la vida cuotidiana. Narotzky (2012: 88)[17],
por ejemplo, proponía la siguiente tabal en relación a las “dialécticas del
aprovisionamiento”:
Así, el consumo no puede
delimitarse a un «acto» o a una actividad encerrada en sí misma. La mejor muestra
es el propio hecho del consumo que se produce de algunos bienes durante otros procesos:[18]
consumo de petróleo durante el transporte, consumo de energía durante la preparación,
consumos durante la extracción de materias primas, etcétera, etc.
En definitiva: “El consumo […] se
concibe mejor como un proceso” (Narotzky, 2004: 163).
Pero no como un proceso encerrado
en sí mismo, sino resultado de la interacción de otros campos, sujetos,
objetos, etc. No es un consumo que se dobla sobre sí mismo, sino que, por un
lado él mismo es resultado de procesos multifactoriales más amplios y plurales
y, por otro lado, se relaciona también de forma plural con otros procesos, en
contextos muy diversos y con medios y fines también divergentes. En este mismo
sentido, no obstante, no creemos que el consumo este subsumido a la producción
y al posición que se sostiene en relación a ella. O más bien, un mismo hecho puede ser tanto
productivo como de consumo: el consumo cultural es el mejor ejemplo, siempre y cuando
también recordemos los “movimientos contraculturales”[19].
Y en este mismo sentido la posición es puntual y relativa.
Consumo en y del
lugar:
Wirth (2005:
4)[20],
uno de los padres de la antropología urbana, ya advertía en 1938 de algo claro
con respecto a esta convergencia que vamos a desarrollar:
Es de particular importancia llamar la
atención hacia el peligro de confundir el urbanismo con el industrialismo y el
capitalismo moderno. Indudablemente, el surgimiento de ciudades en el mundo
moderno no es independiente del brote de la tecnología moderna de las máquinas,
de la producción en masa y de las empresas capitalistas; pero, por muy
distintas que las ciudades de épocas anteriores hayan sido de las grandes
ciudades de hoy, en virtud de su desarrollo en un orden preindustrial y
precapitalista, no obstante también fueron ciudades.
Es así como debe comprenderse que
nuestro abordaje, pese a los materiales de sobras desde clásico (de Coulanges;
1987)[21]
hasta clásicos modernos (Sennet; 2019)[22],
no se centra en la ciudad universal o en la ciudad antropológica (Bueno; 1987)[23].
Nos interesa saltar directamente a la urbe como nódulo de interacciones a muy
diversas escalas en un momento histórico definido hegemónicamente por el modo
de producción capitalista.
Y es que es en el marco del crecimiento
de las urbes de finales del siglo XIX cuando se intensifica el interés por este
espacio; si bien con una producción de corte evolucionista y, en especial, higienista
los trabajos de aquella época –entre los cuales se encuentran el caso de Engels
sobre la situación de la clase obrera o los estudios del afroamericano Du Bois[24]-
marcan caros precedentes para la sociología urbana y la antropología urbana –más
propiamente desarrollada en África[25]-.
No obstante, será la ecología human desarrollada al amparo
de autores como Robert E. Park y Ernest Burge la que sentara los precedentes de
nuestro interés. Será este último el que elabore uno de los diagramas más famosos
de las ciencias sociales, con un prototipo ideal que da muestras de la biocenosis
que es la urbe, y como el valor del terreno determina la posición de los sujetos:
Figura 1:Diagrama
ideal de la ciudad desarrollado por Burges. Fuente: Hannerz, 1986: 40
No obstante, fenómenos como la
gentrificación –Gentry-[26]
mostraron que los centros urbanos no eran geométricos, sino sociales. Así pues,
barrios o áreas periféricas en decadencia podían ser revalorizadas en plazo de
años, al igual que ciudades que fueran grandes motores podían desaparecer con
la movilización global de capitales –humanos (mano de obra), financieros e
industriales[27]-.
Así pues, a finales del siglo
pasado entran nuevas orientaciones de la mano de marcos muy diversos de
estudios –algunos ya preconizados por la explosión urbanística africana que aun
a día de hoy perdura- desde sociólogos como Bourdieu (1999)[28]
o el mencionado Sennet hasta geógrafos como Doren Massey (2012)[29]
y David Harvey. Este último, en un trabajo que ha circundado una permanente
actualización de Marx para la sociedad post-estado del bienestar, se ha
desarrollado en la conocida como economía política del espacio.
Harvey (2018)[30],
se pregunta por la interacción entre la producción estudiad en el primer
volumen del capital y la reproducción estudiada en los demás volúmenes de la
obra del Marx. En ello considera que la calve está en la sobreproducción de
excedentes que deben invertirse bien reinvertirse, bien invertirse en nuevos circuitos
del capital. Así diferencia 3; uno primero que es el propio de la producción,
uno segundo dedicado al capital fijo (infraestructuras) y fondo de consumo y un
último centrado en la inversión científica y en los gastos sociales de
reproducción social.
Figura 2. Fuente:
Harvey; 2018: 90.
Es en el segundo bloque donde Harvey describe:
El fondo de consumo se forma a partir de
los productos que funcionan como ayudas más que como aportaciones directas de
consumo. Algunos artículos están directamente incluidos dentro del proceso de consumo
([…] hornos, lavadoras,
etc.) mientras que otros actúan como marco físico para el consumo (casas,
pavimentos, etc.), a esto último lo llamo «entorno construido para le consumo».
(Ídem.: 87)
Así es como, en una enterada
amplia a este campo, hemos de describir la inserción de los espacios en los
circuitos (multimodales e intermodales en realidad) del capitalismo. Claro está,
ello no se ha desarrollado de la noche a la mañana. Harvey (1985)[31]
propone un modelo en el cual se suceden diferentes fases de evolución en el
urbanismo capitalismo:
Ciudad Industrial
(Rev. Industrial-IGM) -> Ciudad fordista (-crak del 29) -> ciudad keynesiana (-crisis del 73) -> ciudad
post-keybnesiana (-actualidad)
Harvey advierte aquí que, si bien
la financiarización ha sido fundamental, y bien existe una lógica global, no
debe negarse el papel del estado como “intermediario” de la dialéctica de
clases. Es así como hemos de comprender que para España hemos de saber
localizar un desarrollo local, alejado de los ejemplos anglosajones o centro
europeos que suele trabajar el geógrafo. Sonia Vives y Obofre Rulla (2014)[32]
se dedicarían a explicar este proceso para el caso español. Pese a la calidad
de su trabajo, aquí nos queda nada más que dejarlo mencionado e incorporar su sintético
esquema:
Figura 2: El modelo y
neoliberal de apropiación de la renta del suelo en España. Fuente: Vives y
Rulla; 2014: 405
Si volvemos un segundo al fenómeno
de la gentrificación, dentro de este marco, se entenderá mucho mejor. Si bien
se da en la década de los 60 –cuando hace sus trabajos Ruth Glass- no ha tenido
un desarrollo/impacto homogéneo. Un caso de áreas desarrolladas mediante
incentivos estatales para desarrollar un «consumo del lugar» pueden ser las
propuestas museográficas, en Barcelona contamos con el caso MACBA, y en la
actualidad se propone el desarrollo del área de Poble Nou introduciendo también
instituciones relacionadas con el diseño como un centro de ELISAVA. La
experiencia vasca, con el Guggenheim, es sin lugar a dudas uno de los casos de
“mayor éxito”[33] y
con mayor resonancia internacional para España. No obstante, también se han
advertido sobre los límites de este recurso (Vackimes; 2012)[34].
Radiografías
de la ciudad:
Así pues: ¿Qué podemos decir
sobre el consumo y la vivienda en la ciudad global?
Por un lado, la dimensión
productiva puede parecer la más relevante. No obstante, el consumo, al encontrarse
insertado en aspectos que van desde las energías –que se usa desde la casa
hasta la fábrica- hasta el conocimiento mismo –que se reproduce en un colegios produce
en un centro de investigación y nosotros mismos aplicamos cuotidianamente-, no
podría desvincularse de dichos procesos.
Sim bien todos esos aspectos son
relevantes, al centrarnos en la dimensión del lugar, y en especial en un funcionamiento
del capitalismo «en marcha» vemos que estructuralmente los espacios también
deviene un campo de trabajo para el capital: bien sea para garantizarse él
mismo condiciones de viabilidad para sus empresas, bien sea para empelar dichos
espacios enfocados hacia un «consumo del lugar» como son los centros comerciales,
los parques de atracciones –disneyficación-
o los museos que antes hablábamos.
El lugar, el espacio, se inserta
en un «entorno construido para el consumo» (Harvey, 2014: 87). Dichos espacios
se correlacionarán de modos muy complejos, y no necesariamente de forma coherente:
hemos visto como la digitalización del libro –desaparición de las imprentas- no
se ha corporeizado en esta crisis socio sanitaria, sin embargo que los medios
de distribución sí que se hayan digitalizado tendrán su impacto en las
librerías[35].
La casa, o mejor dicho “el hogar” entran aquí en juego en correlación con
muchas otras instituciones y espacios elaborados algunos con más antigüedad
–como la escuela- y otros más novedades como los centros comerciales.
El espacio de vencida en si puede
estar en juego, y es aquí importante advertir que una cosa es el domicilio y
otra es un espacio de cobijo. A su vez dichos espacios pueden funcionar de forma
conglomerada: por ejemplo las áreas marginadas –slums- han salido de los centros históricos –el Rabal por ej. en
Barcelona- a las áreas periféricas –el departamento Sena-Saint-Denis en el
noreste de Paris por ej.-.
La vivienda cumplirá funciones
que desbordan el mero cobijo, pues son espacio de vida y de desarrollo. Ello implica
que a veces la vivienda puede quedar reducida a una habitación, pues es una
recurrencia de usos y su diversidad lo que marca la distinción entre un agujero
cualquiera y una vivienda, derechos que inclusive están reconocidos por las
NNUU.
Es ello lo que lo constituye en
una pieza tan importante en el entramado social de cualquier época o memento
–como veíamos antes- y es su acceso lo que puede o no verse dificultado o
incentivado por varios motivos y de diversos modos.
En la figura 3 veíamos por
ejemplo como hay dos vías fundamentales: por un lado existe un mercado
financiero que permite un endeudamiento rápido y, gracias a productos como XXX,
con pocas exigencias impuesta por la entidad bancaria. No obstante, y esto
importante desde la perspectiva del consumo, el estado tiene también un papel
céntrico al incentivar o no ciertas intervenciones, ciertos desarrollos
urbanísticos –la especulación que se ha dicho tanto-, en imponer ciertos “mínimos”,
etc. Así pues, si bien puede existir un interés productor, es importante
generar unas potencias para el desarrollo de los consumos necesarios para
garantizar el éxito de un proyecto.
Esta complejidad no queda solo a resguardo de los altos vuelos: a
nivel “micro” las formas de acceso y tenencia son muy variadas, no siempre quedan
reflejadas en el mercado formal. Por ejemplo, en el Alicante de la década de
los 90 se daba el siguiente cuadro:
Todos los marroquíes que han podido ser
entrevistados han entrado en las casas pagando. Unas veces han pagado a los
"payos", que, como "propietarios" del piso, han cobrado
mucho más (a veces entre 300.000 y 400.000 pesetas). Las casas
"vendidas" por "los propietarios" están en mejores
condiciones que las que ofrecen los gitanos. En este caso, el pago fue menor, y
en algunos casos, cuando han pagado el alquiler por un tiempo más o menos
largo, el precio es todavía más bajo.
(Martínez; 1999: 38)[36]
Así pues, cohabitan en un mismo espacio
económico medios formales e informales de acceso a la vivienda, inclusive con
una surte de legalidad subalterna muy interesante y que, en realidad, toma su
mejor forma con las mafias u organizaciones similares. Por otro lado, la negación
de la acceso a un espacio también puede venir dad por el estado, no ya a una
vivienda proyectada, sino a viviendas ya realizadas: planes de renovación, peor
también proyectos como la patrimonialización de ciertos espacios que obligan a
los que viven o bien a irse –el pazo de la familia Franco- o bien a vivir en
ellos respetando ciertos límites en su interacción con el espacio –la Pedrera aun se usa como vivienda y como espacio de
oficinas, pero estas tiene restringidos aspectos como las reformas-.
Las crisis también pueden ser un
espacio de desarrollo urbano, por lo que no debe asociarse el desarrollo de la
pobreza habitacional con un mero proceso de pauperización nacional o regional: durante
periodos de gran crecimiento económico se han producido espacios como los
cerros en caracarás o las barricadas en la Barcelona de los 40. En ese mismo
periodo, o algo más tardío, también se realizaron edificios de protección
oficial en barrios como San Gervasio que aun hoy perduran, algunos bastantes
con placas conmemoriales. Por otro Aldo, como señala Harvey (2014: 95) China
aplicó un política de inversión en el desarrollo urbano para reorientar sus excedentes
durante la crisis del 2008. Si bien aquí habría que reflexionar sobre la
posibilidad de romper las crisis cíclicas del capital –cosa que también procuró
la URSS- y el ya largo debate centre socialismo real y capitalismo de estado
(Cfr. Gao, 2021)[37].
En síntesis: la vivienda, a aparte de ser consumida, es un nódulo en un proceso más
amplio de consumos, de los cuales algunos se enfrentan entre sí, bien sea en si
mismo bien en las estrategias en las cuales están insertadas; de igual modo la
agencia del sujeto vendrá delimitada por factores familiares –por ejemplo en aspectos
como la distancias interfamiliar- pero también estatales o empresariales
–siendo todos ellos sociales-.
[1]
Puede verse un análisis más amplio,
pero ampliado a la escala zoológica y no centrándose en la dimensión
antropológica, en DINGLE, H (1996). Migration.
The biology of life on the move. Reino Unido: Oxford University Press.
Disponible en Google Libros.
[2] BINFORD,
Lewis R. (2007 [1980]). “Humo de sauce y colas de perros: los sistemas
de asentamiento de los cazadores-recolectores y la formación de los sitios
arqueológicos”. En: HORWITS, V. (edit.). Clásicos
de Teoría arqueológica contemporánea. Argentina: Publicaciones de la SAA.
Pp. 439-464.
[3] HARRIS,
Marvin (1998). Introducción a la
antropología general. España: Alianza.
[4]
FERNANDEZ Martorell, Mercedes (1997). Antropología
de la convivencia. Manifiesto de antropología urbana. Madrid: Catedra.
[5]
HANNERZ, Ulf (1986). Exploración de la ciudad. Hacia una
antropología urbana. México: FCE.
[6]
CATSTRO, Ernesto (2020). “¿El fin de la historia o el fin de la geografía para
los marxistas?”. En: Ética, estética y
política. Ensayos (y errores) de un metaindignado. Barcelona: Arpa. Pp.:
210-224.
[7]
PRATS, Llorenç (1997). Antropología y
patrimonio. España: Ariel.
[8]
COCKSHOTT, Paul y NIETO, Maxi (2017). Ciber-Comunismo.
Planificación económica, computadoras y democracia. Madrid: Trota.
[9]
OSWALD, Michael (2018). Telaraña: El segundo imperio Británico.
Documental. Disponible en: <<https://www.youtube.com/watch?v=85dsTnbhchc&t=6s>>
[10]
CARO Baroja, Julio (1984). “La
interpretación histórico-cultural del paisaje”. En: Paisajes y ciudades. Madrid: Taurus. Pp.: 13-62.
[11]
LEE, R.B. (1981) "La subsistencia de los bosquimanos !kung: un análisis de
input-output", a LLOBERA, J.R. (ed.): Antropología
económica. Estudios etnográficos. Barcelona, Anagrama. Pp.: 35-63.
[12]
BAUMAN, Zygmunt (2001). La globalización:
Consecuencias humanas. México: FCE.
[13]
AHMED, Sara (2020). ¿Para qué sirve?
Sobre los usos del uso. Barcelona: edicions ebllaterra.
[14]
Como al propia autora comenta
(ídem.: 15-16), en realidad es un campo de trabajo que debe ser analizado no
solo mediante esta obra, sino que habría que incluir sus dos publicaciones
previas (The promise of Happiness de
2010 y Willful subjects de 2014) para
comprender bien cuál ha sido su proceso de elaboración teórico y metodológico.
[15]
NAROTZKY, Susana (2004). Antropología
económica. Nuevas tendencias. España: melusina.
[16]
La idea de un «consumo final» es
obscura porque, al igual que de consumos hay muchos –recordemos a Bataille
diferenciando entre consomation y consumatioin-, de finalidades también
(¿Qué es la escatología concretamente?). Tradicionalmente se han discernido:
Finis
operis, finis operantis, finis motivus, y finis
impulsivus. Finis operis es aquel
que es intrínseco a la misma obra; como en el ayuno la templanza. Finis operantis se llama aquel que
pretende extrínsecamente el que obra; como en el ayundo dicho, lograr de Dios
algún beneficio. Finis motivus es el
que principalmente mueve a obrar; como si uno intenta en el ayuno
principalmente el culto y honor de Dios. Finis
impulsivus es, el que excita a obrar con más gusto; como en el ayuno
satisfacer por los pecados.
De Sant
Joseph, Antonio (1805). “Punto cuarto. Del voto acerca de las cosas
indiferentes, o malas”. En: Compendio
Moral Salmaticense. Disponible en: <<https://www.filosofia.org/mor/cms/cms1306.htm>>.
[17] NAROTZKY,
Susana (2004). “Provisioning”. En: James G. Carrier (ed.) (2012). A Handbook of Economic Anthropology, Second
Edition. Northampton: Edward Elgar Publishing.
[18]
En el supuesto de que ello se
subsumiera a la mera categoría de “gasto”: “No obstante, incluso en una
economía de mercado los gastos constituyen una media inexacta de los bienes y
servicios consumidos (u obtenidos para el uso)” (Narotzky; 2004: 162. Un buen
ejemplo de esto es la dicotomía entre trabajo manual/intelectual donde los
“conocimiento” y “saber hacer” mantienen un estatuto extraño cuanto menos en
relación a los martillos, combustibles, espacios de trabajo, servicios e
infraestructuras estatales –y/o no gubernamentales como iglesias y ONGs-, etc.
[19]
Aquí en un doble sentido: por un lado con las críticas en BUENO, Gustavo (2016). El
mito de la cultura. Oviedo: Pentalfa; por otro lado por el peso del papel
de los medios de comunicación en la promoción de “luchas” a escala global que
después llevan a olvidarse de las luchas “inmediatas”, o más bien incluso, lo
que hace es generar una dicotomía entre luchas globales y locales –a nuestro
parecer- muy insatisfactoria.
[20] WIRTH,
L (2005). “El urbanismo como forma de vida”. En: Bifurcaciones. Nº 2, otoño.
Disponible en: <<http://www.bifurcaciones.cl/002/bifurcaciones_002_reserva.pdf>>
[21] De
CULANGES, N. D. Fustel (1987). La ciudad
antigua. Barcelona: Editorial Iberia.
[22] SENNET,
R (2019). Carne y piedra. El cuerpo y la
ciudad en la civilización occidental. Madrid: alianza.
[23]
BUENO, Gustavo (1987). “Un modelo
dialectico para la formulación de las oposiciones clásicas entre la ciudad y el
campo”. En: Etnología y utopía.
Gijón: Júcar Universidad. Pp.: 75-91.
[24] En relación a este autor es de notar cómo,
en el ámbito editorial español, el interés por su figura ha sido suscitado
antes por su negritud que por su trabajo como sociólogo –tristemente-.
[25] Hannertz (1986: 41) sostiene que se
originan en los estudios de Chicago y habla de una segregación formal dada
mediante la academia; a nosotros más bien nos parece que es él el que pone a escala de la universidad las
trasformaciones de la antropología. A nuestro entender la antropología es en
realidad anterior a la sociología y del mismo modo la antropología implica una
dimensión más compleja que la sociología: Cfr. RONZON, Elena (2015). Sobre la constitución de la idea moderna de
hombre en el siglo XVI: <<el conflicto de las Facultades>>. Oviedo:
Fundación Gustavo Bueno.
[26]
Gentry es un concepto
muy próximo a la historiografía
anglosajona, por ejemplo Thompson dedicó muchísimas páginas a este grupo social
emergido a la lumbre del siglo XVII. Así en España se requiere que se incorpore
a un mercado global, junto a políticas
globales y otros aspectos para incentivar el surgimiento de dicha clase social.
En este sentido, el “un país de propietarios antes que de proletarios” hizo de
tapon a ciertos fenómenos occidentales en España durante buena parte del siglo
XX.
[27]
Y probablemente ya en la actualidad
habría que hablar de la “información”.
[28]
BOURDIEU, Pierre [dir.] (1999). La
miseria del mundo. Buenos Aires: FCE.
[29]
MASSEY, Doreen (2012). Un sentido global de lugar. Albet y
Benach (eds.). Barcelona: Icaria.
[30]
HARVEY, David (2018). “El proceso
urbano bajo el capitalismo. Un marco para el análisis”. En: Senderos del mundo. Madrid: Akal. Pp.:
81-96.
[31]
HARVEY, David (1985). Consciousness and the Urban Experience.
RU: Blackwell.
[32]
VIVES y RULLAN (2014). “La
apropiación de las rentas del suelo en la ciudad neoliberal española”. En: Boletín de las Asociación de Geógrafos
Españoles. Nº 65. Pp.: 387-408.
[33]
ARENSO, Ibon (20). “Bilbao ante el
cambio de siglo. La metamorfosis de la metrópolis industrial”. En: VV.AA. Archivo crítico modelo Barcelona 1973-2004.
Barcelona: Ajuntament de Barcelona. Pp.: 99-107. Si bien está lejos de ser un
texto crítico, esta autora es la que dirigió el Plan General de Ordenación
Urbana para Bilbao.
[34]
VACKIMES, Sophia (2012). “De rampas y pasarelas: los museos Guggenheim como
espacios artísticos genéricos". En: Iñaqui Marrieta (ed.). Museos y turismo: expectativas y realidades.
España: Universidad del pais Vasco. Pp. 142-153.
[35]
Y el caso de las librerías es uno de
los más interesantes, pues si bien parece que la alarma “saltó” mediáticamente durante
esta crisis, ya hace años que emergen modelos de librería que procuran dar una
experiencia “completa” al consumidor como Laie o La Central. Tampoco es sorprendente
que cada una de estas pertenezca a una de las dos urbes editoriales por
excelencia –no ya de España sino- del orbe hispanohablante. Este modelo de librerías
se van propagando, recuperando en algunos casos la presencia en barrios. En
Sant Andreu, apareció recientemente una llamada El Tigre con espacios (2 salas)
de recreo y conferencias para presentar las últimas novedades editoriales que
clamen por la revolución. Se ve de fondo la filosofía del pagar por la experiencia
antes que por el producto, una constitución más personal de la marca.
[36]
MARTINEZ Veiga, Antonio (1999). “Pobreza, exclusión social y segregación
espacial”. En: Áreas. Pp.: 35-50.
Cabe recordar que la segregación espacial, entre pobres o ricos, es también una
forma canónica de distinción.
[37] GAO, Mogo (2021). Construyendo China. Visiones enfrentadas sobre la República Popular China. Barcelona: Edicions Bellaterra.
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