Consumo de y en el lugar.

 

Introducción:

La crisis del acceso a la vivienda se ha agudizado en los últimos años asociada a diversas pautas de consumo como los alojamientos turísticos. Esto desvela un conflicto entre dos formas de consumo diferenciadas una ligada al ocio (viaje turístico) y otro ligado a la necesidad (vivienda principal). La vivienda aparece como un derecho y como una propiedad privada y estos dos criterios no siempre son compatibles. El consumo de vivienda está ligado a una diversidad de condicionantes y distintos individuos, familias, y colectivos van a acceder a este bien de formas diversas que incluyen la compra generalmente mediante hipoteca, el alquiler, el acogimiento familiar, la okupación, etc.

Comentad la interrelación entre aprovisionamiento público (bienes de consumo colectivo) y privado y su articulación con decisiones políticas de adjudicación de recursos. ¿En qué medida las posibilidades de 2 accesos a determinados recursos para el consumo dependen de decisiones individuales y en qué medida están constreñidas por un ‘habitus’ o contexto estructurado por relaciones económicas o políticas de orden supra-individual? ¿De qué modo esto influye sobre el significado y el valor simbólico de los bienes y servicios?

Lugares:

Las movilizaciones humanas (en el sentido amplio)[1] son muy diversas, y aún más si estas las relacionamos con aspectos vinculados al consumo. Para hacernos una idea, durante 12.000 años nos organizamos (la especie humana) en grupos de cazadores recolectores, y aun a día de hoy persisten algunos grupos con esta organización. Ya solo al hablar de estos grupos hemos de empezar a hacer diferenciaciones entre el tipo de asentamiento por el cual opten, lo cual afectara al tipo de vestigio que nos dejen a arqueólogos y antropólogos tanto por sus usos como por sus tipos, Boinfor (2007, 446)[2] en un célebre articulo proponía diferenciar entre Grupos Nomadas y (ídem.: 447) Grupos Organizados Logísticamente, haciendo hincapié en la relación entre vivienda y alimentos/bienes. Esta es una de las formas más evidente de ver la relación entre movilidad y alimentación, la cual, por lo general, sigue un patrón de agotamiento claro. No obstante, estas relaciones pueden ser inclusive más complejas, si las contrastamos o relaciones con la organización social. Marvin Harris nos ofreces la siguiente división:

Simples

Complejas

Baja densidad de población

La densidad de población

No dependen del almacenamiento de alimentos

Dependen del almacenamiento de alimentos

Viven en asentamientos temporales la mayor parte del año

Viven en aldeas la mayor parte del año

Débiles distinciones de rango

Fuertes distinciones de rango

Comparten una ética común

Ética común relajada

No existe propiedad de los recursos

Propiedad familiar de los recursos

Tabla 1: Sobre los dos grupos diferenciados de C-R. Fuente: Reelaboración del Cuadro 12.2 en Harris, 1998 p. 275. [3]

Por lo general, también estamos ante una lógica “territorial” que se desprende de la recurrencia de uso de un determinado espacio. Esto puede llevar a la jerarquización del grupo, lo cual, a su vez, también altera los consumos dándose bienes para estas castas/clases: espacios comunales, espacios privados, espacios públicos –“inapropiables”-, etc.

Así pues, vemos que la cuestión del espacio, el acceso a recursos y la organización social están fuertemente imbricados en toda dimensión antropológica (sea en un plano histórico o analizando un momento concreto). Pero, justamente en este orden del espacio, de la comunitas a la civitas (Fernández-Martorell, 19)[4] hay un salto categorial.

Las estructuras de funcionamiento y abastecimiento de una ciudad son ingentes en comparación y mucho más compelejos, tanto de forma interna como en sus relaciones externas, en la actualidad en un sistema económico global y de capitalismo.

Como bien indica Hannerz (1986)[5] en un manual ya clásico, dicho cambio se ha producido en especial  partir de la II G. M. por múltiples motivos: la descolonización, el éxodo rural, la migración al norte global, etc.

Es en este mismo contexto donde nos hemos movido entre una crisis del tiempo y otra del espacio (Castro; 2020)[6]. Los medios de comunicación garantizan una prespecialidad virtual en el mundo (Prats; 1997: 40)[7] que a la vez nos hace presentes en las vidas de muchos. El sistema hegemónico en expansión de igual modo ha sido uno capitalista, que favorece el reglamento social en función a la célebre formula:

D – M – D'

Esto ha determinado en cierto modo la forma con al que nos relacionamos en el espacio in situ y también las percepciones y relaciones que mantenemos con otros espacios: será unos 30 años después de la II G. M. cuando una ciudad como Detroit quede desolada por las deslocalizaciones productivas a países en «vías de desarrollo» como México. De igual modo, ello también se debe a la posibilidad de una mayor complejidad en las cadenas de suministramiento, tanto de las piezas y materiales al lugar de “producción” (ensamblaje igual sería más apropiado), como la posibilidad de después distribuir dicho producto ya reproducido.

Por otro lado, el desarrollo virtual también abre una ventana a la “desnacionalización del dinero” por la que clamara Hayek. Dichos medios virtuales, que también son un campo de posibilidades para romper el orden establecido (Cockshott y Nieto, 2017)[8], aceleran los procesos de financiarización a escala global, cuyos núcleos de actividad –claro está- se sitúan entre Nueva York y Londres sobre todo, sin necesidad de excluir viejas colonias de los tramites más incómodos (Oswald, 2018)[9].

Así pues, el espacio a la vez que es un lugar donde realizamos cosas, es a su vez un espacio que nos codetermina al modo de hacer las cosas: si habitamos de un modo –produciendo un paisaje en el lugar (Caro; 1984)[10]- nuestras relaciones con los elementos cambiará drásticamente, así es como podemos comprender los cambios que se producen de un grupo de C-R que se trasladan cuando no pueden recoger más nueces mongongo (Lee, 1981)[11], a un sistema donde sencillamente es la producción la que se traslada dando cada vez una mayor sensación de “ingravidez del poder” (Bauman, 2001: 29)[12].

Consumos:

Sara Ahmed (2020)[13] en una obra reciente se preguntaba por «los usos del uso» elaborando una propuesta reflexiva sobre el concepto «uso» -antes que «usar»- viendo como este concepto era capaz de ser mucho más plural de lo que por lo general se suele ser consciente. Si bien ella toma un camino muy elaborado, el cual ni se podría sintetizar en estas páginas,[14] menos aun replicar, lo que nos interesa es la pluralidad que nos pone en guardia contra una concepción más tradicionalmente encerrada del sustantivo que queramos tratar, en este caso, el consumo.

Narotzky (2004)[15] señala que el consumo se ha solido abordar mediante dos enfoques que postulan al mismo como un «momento» de final o de inicio de un proceso más amplio que se inicia con la producción y se ve suministrado mediante la distribución. Por un lado, hay un consumo entendido como demanda al mercadeo; por otro lado, hay un consumo final que no es más que un finis operis[16] del propio proceso económico.

No obstante, en buena media debido al desarrollo de la antropología económica, muchos de los procesos de la economía en al actualidad se nos presentan «incrustados» en muchos otros ámbitos de la vida cuotidiana. Narotzky (2012: 88)[17], por ejemplo, proponía la siguiente tabal en relación a las “dialécticas del aprovisionamiento”:


Así, el consumo no puede delimitarse a un «acto» o a una actividad encerrada en sí misma. La mejor muestra es el propio hecho del consumo que se produce de algunos bienes durante otros procesos:[18] consumo de petróleo durante el transporte, consumo de energía durante la preparación, consumos durante la extracción de materias primas, etcétera, etc.

En definitiva: “El consumo […] se concibe mejor como un proceso” (Narotzky, 2004: 163).

Pero no como un proceso encerrado en sí mismo, sino resultado de la interacción de otros campos, sujetos, objetos, etc. No es un consumo que se dobla sobre sí mismo, sino que, por un lado él mismo es resultado de procesos multifactoriales más amplios y plurales y, por otro lado, se relaciona también de forma plural con otros procesos, en contextos muy diversos y con medios y fines también divergentes. En este mismo sentido, no obstante, no creemos que el consumo este subsumido a la producción y al posición que se sostiene en relación a ella.  O más bien, un mismo hecho puede ser tanto productivo como de consumo: el consumo cultural es el mejor ejemplo, siempre y cuando también recordemos los “movimientos contraculturales”[19]. Y en este mismo sentido la posición es puntual y relativa.

Consumo en y del lugar:

Wirth (2005: 4)[20], uno de los padres de la antropología urbana, ya advertía en 1938 de algo claro con respecto a esta convergencia que vamos a desarrollar:

Es de particular importancia llamar la atención hacia el peligro de confundir el urbanismo con el industrialismo y el capitalismo moderno. Indudablemente, el surgimiento de ciudades en el mundo moderno no es independiente del brote de la tecnología moderna de las máquinas, de la producción en masa y de las empresas capitalistas; pero, por muy distintas que las ciudades de épocas anteriores hayan sido de las grandes ciudades de hoy, en virtud de su desarrollo en un orden preindustrial y precapitalista, no obstante también fueron ciudades.

Es así como debe comprenderse que nuestro abordaje, pese a los materiales de sobras desde clásico (de Coulanges; 1987)[21] hasta clásicos modernos (Sennet; 2019)[22], no se centra en la ciudad universal o en la ciudad antropológica (Bueno; 1987)[23]. Nos interesa saltar directamente a la urbe como nódulo de interacciones a muy diversas escalas en un momento histórico definido hegemónicamente por el modo de producción capitalista.

Y es que es en el marco del crecimiento de las urbes de finales del siglo XIX cuando se intensifica el interés por este espacio; si bien con una producción de corte evolucionista y, en especial, higienista los trabajos de aquella época –entre los cuales se encuentran el caso de Engels sobre la situación de la clase obrera o los estudios del afroamericano Du Bois[24]- marcan caros precedentes para la sociología urbana y la antropología urbana –más propiamente desarrollada en África[25]-.

No obstante, será la ecología human desarrollada al amparo de autores como Robert E. Park y Ernest Burge la que sentara los precedentes de nuestro interés. Será este último el que elabore uno de los diagramas más famosos de las ciencias sociales, con un prototipo ideal que da muestras de la biocenosis que es la urbe, y como el valor del terreno determina la posición de los sujetos:



Figura 1:Diagrama ideal de la ciudad desarrollado por Burges. Fuente: Hannerz, 1986: 40

No obstante, fenómenos como la gentrificación –Gentry-[26] mostraron que los centros urbanos no eran geométricos, sino sociales. Así pues, barrios o áreas periféricas en decadencia podían ser revalorizadas en plazo de años, al igual que ciudades que fueran grandes motores podían desaparecer con la movilización global de capitales –humanos (mano de obra), financieros e industriales[27]-.

Así pues, a finales del siglo pasado entran nuevas orientaciones de la mano de marcos muy diversos de estudios –algunos ya preconizados por la explosión urbanística africana que aun a día de hoy perdura- desde sociólogos como Bourdieu (1999)[28] o el mencionado Sennet hasta geógrafos como Doren Massey (2012)[29] y David Harvey. Este último, en un trabajo que ha circundado una permanente actualización de Marx para la sociedad post-estado del bienestar, se ha desarrollado en la conocida como economía política del espacio.

Harvey (2018)[30], se pregunta por la interacción entre la producción estudiad en el primer volumen del capital y la reproducción estudiada en los demás volúmenes de la obra del Marx. En ello considera que la calve está en la sobreproducción de excedentes que deben invertirse bien reinvertirse, bien invertirse en nuevos circuitos del capital. Así diferencia 3; uno primero que es el propio de la producción, uno segundo dedicado al capital fijo (infraestructuras) y fondo de consumo y un último centrado en la inversión científica y en los gastos sociales de reproducción social.



Figura 2. Fuente: Harvey; 2018: 90.

 Es en el segundo bloque donde Harvey describe:

El fondo de consumo se forma a partir de los productos que funcionan como ayudas más que como aportaciones directas de consumo. Algunos artículos están directamente incluidos dentro del proceso de consumo ([…] hornos, lavadoras, etc.) mientras que otros actúan como marco físico para el consumo (casas, pavimentos, etc.), a esto último lo llamo «entorno construido para le consumo».

(Ídem.: 87)

 

Así es como, en una enterada amplia a este campo, hemos de describir la inserción de los espacios en los circuitos (multimodales e intermodales en realidad) del capitalismo. Claro está, ello no se ha desarrollado de la noche a la mañana. Harvey (1985)[31] propone un modelo en el cual se suceden diferentes fases de evolución en el urbanismo capitalismo:

Ciudad Industrial (Rev. Industrial-IGM) -> Ciudad fordista (-crak del 29) -> ciudad keynesiana (-crisis del 73) -> ciudad post-keybnesiana (-actualidad)

Harvey advierte aquí que, si bien la financiarización ha sido fundamental, y bien existe una lógica global, no debe negarse el papel del estado como “intermediario” de la dialéctica de clases. Es así como hemos de comprender que para España hemos de saber localizar un desarrollo local, alejado de los ejemplos anglosajones o centro europeos que suele trabajar el geógrafo. Sonia Vives y Obofre Rulla (2014)[32] se dedicarían a explicar este proceso para el caso español. Pese a la calidad de su trabajo, aquí nos queda nada más que dejarlo mencionado e incorporar su sintético esquema:





Figura 2: El modelo y neoliberal de apropiación de la renta del suelo en España. Fuente: Vives y Rulla; 2014: 405

Si volvemos un segundo al fenómeno de la gentrificación, dentro de este marco, se entenderá mucho mejor. Si bien se da en la década de los 60 –cuando hace sus trabajos Ruth Glass- no ha tenido un desarrollo/impacto homogéneo. Un caso de áreas desarrolladas mediante incentivos estatales para desarrollar un «consumo del lugar» pueden ser las propuestas museográficas, en Barcelona contamos con el caso MACBA, y en la actualidad se propone el desarrollo del área de Poble Nou introduciendo también instituciones relacionadas con el diseño como un centro de ELISAVA. La experiencia vasca, con el Guggenheim, es sin lugar a dudas uno de los casos de “mayor éxito”[33] y con mayor resonancia internacional para España. No obstante, también se han advertido sobre los límites de este recurso (Vackimes; 2012)[34].

Radiografías de la ciudad:

Así pues: ¿Qué podemos decir sobre el consumo y la vivienda en la ciudad global?

Por un lado, la dimensión productiva puede parecer la más relevante. No obstante, el consumo, al encontrarse insertado en aspectos que van desde las energías –que se usa desde la casa hasta la fábrica- hasta el conocimiento mismo –que se reproduce en un colegios produce en un centro de investigación y nosotros mismos aplicamos cuotidianamente-, no podría desvincularse de dichos procesos.

Sim bien todos esos aspectos son relevantes, al centrarnos en la dimensión del lugar, y en especial en un funcionamiento del capitalismo «en marcha» vemos que estructuralmente los espacios también deviene un campo de trabajo para el capital: bien sea para garantizarse él mismo condiciones de viabilidad para sus empresas, bien sea para empelar dichos espacios enfocados hacia un «consumo del lugar» como son los centros comerciales, los parques de atracciones –disneyficación- o los museos que antes hablábamos.

El lugar, el espacio, se inserta en un «entorno construido para el consumo» (Harvey, 2014: 87). Dichos espacios se correlacionarán de modos muy complejos, y no necesariamente de forma coherente: hemos visto como la digitalización del libro –desaparición de las imprentas- no se ha corporeizado en esta crisis socio sanitaria, sin embargo que los medios de distribución sí que se hayan digitalizado tendrán su impacto en las librerías[35]. La casa, o mejor dicho “el hogar” entran aquí en juego en correlación con muchas otras instituciones y espacios elaborados algunos con más antigüedad –como la escuela- y otros más novedades como los centros comerciales.

El espacio de vencida en si puede estar en juego, y es aquí importante advertir que una cosa es el domicilio y otra es un espacio de cobijo. A su vez dichos espacios pueden funcionar de forma conglomerada: por ejemplo las áreas marginadas –slums- han salido de los centros históricos –el Rabal por ej. en Barcelona- a las áreas periféricas –el departamento Sena-Saint-Denis en el noreste de Paris por ej.-.

La vivienda cumplirá funciones que desbordan el mero cobijo, pues son espacio de vida y de desarrollo. Ello implica que a veces la vivienda puede quedar reducida a una habitación, pues es una recurrencia de usos y su diversidad lo que marca la distinción entre un agujero cualquiera y una vivienda, derechos que inclusive están reconocidos por las NNUU.

Es ello lo que lo constituye en una pieza tan importante en el entramado social de cualquier época o memento –como veíamos antes- y es su acceso lo que puede o no verse dificultado o incentivado por varios motivos y de diversos modos.

En la figura 3 veíamos por ejemplo como hay dos vías fundamentales: por un lado existe un mercado financiero que permite un endeudamiento rápido y, gracias a productos como XXX, con pocas exigencias impuesta por la entidad bancaria. No obstante, y esto importante desde la perspectiva del consumo, el estado tiene también un papel céntrico al incentivar o no ciertas intervenciones, ciertos desarrollos urbanísticos –la especulación que se ha dicho tanto-, en imponer ciertos “mínimos”, etc. Así pues, si bien puede existir un interés productor, es importante generar unas potencias para el desarrollo de los consumos necesarios para garantizar el éxito de un proyecto.

Esta complejidad no queda solo a resguardo de los altos vuelos: a nivel “micro” las formas de acceso y tenencia son muy variadas, no siempre quedan reflejadas en el mercado formal. Por ejemplo, en el Alicante de la década de los 90 se daba el siguiente cuadro:

Todos los marroquíes que han podido ser entrevistados han entrado en las casas pagando. Unas veces han pagado a los "payos", que, como "propietarios" del piso, han cobrado mucho más (a veces entre 300.000 y 400.000 pesetas). Las casas "vendidas" por "los propietarios" están en mejores condiciones que las que ofrecen los gitanos. En este caso, el pago fue menor, y en algunos casos, cuando han pagado el alquiler por un tiempo más o menos largo, el precio es todavía más bajo.

(Martínez; 1999: 38)[36]

Así pues, cohabitan en un mismo espacio económico medios formales e informales de acceso a la vivienda, inclusive con una surte de legalidad subalterna muy interesante y que, en realidad, toma su mejor forma con las mafias u organizaciones similares. Por otro lado, la negación de la acceso a un espacio también puede venir dad por el estado, no ya a una vivienda proyectada, sino a viviendas ya realizadas: planes de renovación, peor también proyectos como la patrimonialización de ciertos espacios que obligan a los que viven o bien a irse –el pazo de la familia Franco- o bien a vivir en ellos respetando ciertos límites en su interacción con el espacio –la Pedrera aun  se usa como vivienda y como espacio de oficinas, pero estas tiene restringidos aspectos como las reformas-.

Las crisis también pueden ser un espacio de desarrollo urbano, por lo que no debe asociarse el desarrollo de la pobreza habitacional con un mero proceso de pauperización nacional o regional: durante periodos de gran crecimiento económico se han producido espacios como los cerros en caracarás o las barricadas en la Barcelona de los 40. En ese mismo periodo, o algo más tardío, también se realizaron edificios de protección oficial en barrios como San Gervasio que aun hoy perduran, algunos bastantes con placas conmemoriales. Por otro Aldo, como señala Harvey (2014: 95) China aplicó un política de inversión en el desarrollo urbano para reorientar sus excedentes durante la crisis del 2008. Si bien aquí habría que reflexionar sobre la posibilidad de romper las crisis cíclicas del capital –cosa que también procuró la URSS- y el ya largo debate centre socialismo real y capitalismo de estado (Cfr. Gao, 2021)[37].

En síntesis: la vivienda, a aparte de ser consumida, es un nódulo en un proceso más amplio de consumos, de los cuales algunos se enfrentan entre sí, bien sea en si mismo bien en las estrategias en las cuales están insertadas; de igual modo la agencia del sujeto vendrá delimitada por factores familiares –por ejemplo en aspectos como la distancias interfamiliar- pero también estatales o empresariales –siendo todos ellos sociales-.



[1] Puede verse un análisis más amplio, pero ampliado a la escala zoológica y no centrándose en la dimensión antropológica, en DINGLE, H (1996). Migration. The biology of life on the move. Reino Unido: Oxford University Press. Disponible en Google Libros.

[2] BINFORD, Lewis R. (2007 [1980]). “Humo de sauce y colas de perros: los sistemas de asentamiento de los cazadores-recolectores y la formación de los sitios arqueológicos”. En: HORWITS, V. (edit.). Clásicos de Teoría arqueológica contemporánea. Argentina: Publicaciones de la SAA. Pp. 439-464.

[3] HARRIS, Marvin (1998). Introducción a la antropología general. España: Alianza.

[4] FERNANDEZ Martorell, Mercedes (1997). Antropología de la convivencia. Manifiesto de antropología urbana. Madrid: Catedra.

[5] HANNERZ, Ulf (1986). Exploración de la ciudad. Hacia una antropología urbana. México: FCE.

[6] CATSTRO, Ernesto (2020). “¿El fin de la historia o el fin de la geografía para los marxistas?”. En: Ética, estética y política. Ensayos (y errores) de un metaindignado. Barcelona: Arpa. Pp.: 210-224.

[7] PRATS, Llorenç (1997). Antropología y patrimonio. España: Ariel.

[8] COCKSHOTT, Paul y NIETO, Maxi (2017). Ciber-Comunismo. Planificación económica, computadoras y democracia. Madrid: Trota.

[9] OSWALD, Michael (2018). Telaraña: El segundo imperio Británico. Documental. Disponible en: <<https://www.youtube.com/watch?v=85dsTnbhchc&t=6s>>

[10] CARO Baroja, Julio (1984). “La interpretación histórico-cultural del paisaje”. En: Paisajes y ciudades. Madrid: Taurus. Pp.: 13-62.

[11] LEE, R.B. (1981) "La subsistencia de los bosquimanos !kung: un análisis de input-output", a LLOBERA, J.R. (ed.): Antropología económica. Estudios etnográficos. Barcelona, Anagrama. Pp.: 35-63.

[12] BAUMAN, Zygmunt (2001). La globalización: Consecuencias humanas. México: FCE.

[13] AHMED, Sara (2020). ¿Para qué sirve? Sobre los usos del uso. Barcelona: edicions ebllaterra.

[14] Como al propia autora comenta (ídem.: 15-16), en realidad es un campo de trabajo que debe ser analizado no solo mediante esta obra, sino que habría que incluir sus dos publicaciones previas (The promise of Happiness de 2010 y Willful subjects de 2014) para comprender bien cuál ha sido su proceso de elaboración teórico y metodológico.

[15] NAROTZKY, Susana (2004). Antropología económica. Nuevas tendencias. España: melusina.

[16] La idea de un «consumo final» es obscura porque, al igual que de consumos hay muchos –recordemos a Bataille diferenciando entre consomation y consumatioin-, de finalidades también (¿Qué es la escatología concretamente?). Tradicionalmente se han discernido:

Finis operis, finis operantis, finis motivus, y finis impulsivus. Finis operis es aquel que es intrínseco a la misma obra; como en el ayuno la templanza. Finis operantis se llama aquel que pretende extrínsecamente el que obra; como en el ayundo dicho, lograr de Dios algún beneficio. Finis motivus es el que principalmente mueve a obrar; como si uno intenta en el ayuno principalmente el culto y honor de Dios. Finis impulsivus es, el que excita a obrar con más gusto; como en el ayuno satisfacer por los pecados.

De Sant Joseph, Antonio (1805). “Punto cuarto. Del voto acerca de las cosas indiferentes, o malas”. En: Compendio Moral Salmaticense. Disponible en: <<https://www.filosofia.org/mor/cms/cms1306.htm>>.

[17] NAROTZKY, Susana (2004). “Provisioning”. En: James G. Carrier (ed.) (2012). A Handbook of Economic Anthropology, Second Edition. Northampton: Edward Elgar Publishing.

[18] En el supuesto de que ello se subsumiera a la mera categoría de “gasto”: “No obstante, incluso en una economía de mercado los gastos constituyen una media inexacta de los bienes y servicios consumidos (u obtenidos para el uso)” (Narotzky; 2004: 162. Un buen ejemplo de esto es la dicotomía entre trabajo manual/intelectual donde los “conocimiento” y “saber hacer” mantienen un estatuto extraño cuanto menos en relación a los martillos, combustibles, espacios de trabajo, servicios e infraestructuras estatales –y/o no gubernamentales como iglesias y ONGs-, etc.

[19] Aquí en un doble sentido: por un lado con las críticas en BUENO, Gustavo (2016). El mito de la cultura. Oviedo: Pentalfa; por otro lado por el peso del papel de los medios de comunicación en la promoción de “luchas” a escala global que después llevan a olvidarse de las luchas “inmediatas”, o más bien incluso, lo que hace es generar una dicotomía entre luchas globales y locales –a nuestro parecer- muy insatisfactoria.

[20] WIRTH, L (2005). “El urbanismo como forma de vida”. En: Bifurcaciones. Nº 2, otoño. Disponible en: <<http://www.bifurcaciones.cl/002/bifurcaciones_002_reserva.pdf>>

[21] De CULANGES, N. D. Fustel (1987). La ciudad antigua. Barcelona: Editorial Iberia.

[22] SENNET, R (2019). Carne y piedra. El cuerpo y la ciudad en la civilización occidental. Madrid: alianza.

[23] BUENO, Gustavo (1987). “Un modelo dialectico para la formulación de las oposiciones clásicas entre la ciudad y el campo”. En: Etnología y utopía. Gijón: Júcar Universidad. Pp.: 75-91.

[24] En relación a este autor es de notar cómo, en el ámbito editorial español, el interés por su figura ha sido suscitado antes por su negritud que por su trabajo como sociólogo –tristemente-.

[25] Hannertz (1986: 41) sostiene que se originan en los estudios de Chicago y habla de una segregación formal dada mediante la academia; a nosotros más bien nos parece que es él el que pone a escala de la universidad las trasformaciones de la antropología. A nuestro entender la antropología es en realidad anterior a la sociología y del mismo modo la antropología implica una dimensión más compleja que la sociología: Cfr. RONZON, Elena (2015). Sobre la constitución de la idea moderna de hombre en el siglo XVI: <<el conflicto de las Facultades>>. Oviedo: Fundación Gustavo Bueno.

[26] Gentry es un concepto muy próximo a  la historiografía anglosajona, por ejemplo Thompson dedicó muchísimas páginas a este grupo social emergido a la lumbre del siglo XVII. Así en España se requiere que se incorpore a un mercado global, junto a  políticas globales y otros aspectos para incentivar el surgimiento de dicha clase social. En este sentido, el “un país de propietarios antes que de proletarios” hizo de tapon a ciertos fenómenos occidentales en España durante buena parte del siglo XX.

[27] Y probablemente ya en la actualidad habría que hablar de la “información”.

[28] BOURDIEU, Pierre [dir.] (1999). La miseria del mundo. Buenos Aires: FCE.

[29] MASSEY, Doreen (2012). Un sentido global de lugar. Albet y Benach (eds.). Barcelona: Icaria.

[30] HARVEY, David (2018). “El proceso urbano bajo el capitalismo. Un marco para el análisis”. En: Senderos del mundo. Madrid: Akal. Pp.: 81-96.

[31] HARVEY, David (1985). Consciousness and the Urban Experience. RU: Blackwell.

[32] VIVES y RULLAN (2014). “La apropiación de las rentas del suelo en la ciudad neoliberal española”. En: Boletín de las Asociación de Geógrafos Españoles. Nº 65. Pp.: 387-408.

[33] ARENSO, Ibon (20). “Bilbao ante el cambio de siglo. La metamorfosis de la metrópolis industrial”. En: VV.AA. Archivo crítico modelo Barcelona 1973-2004. Barcelona: Ajuntament de Barcelona. Pp.: 99-107. Si bien está lejos de ser un texto crítico, esta autora es la que dirigió el Plan General de Ordenación Urbana para Bilbao.

[34] VACKIMES, Sophia (2012). “De rampas y pasarelas: los museos Guggenheim como espacios artísticos genéricos". En: Iñaqui Marrieta (ed.). Museos y turismo: expectativas y realidades. España: Universidad del pais Vasco. Pp. 142-153.

[35] Y el caso de las librerías es uno de los más interesantes, pues si bien parece que la alarma “saltó” mediáticamente durante esta crisis, ya hace años que emergen modelos de librería que procuran dar una experiencia “completa” al consumidor como Laie o La Central. Tampoco es sorprendente que cada una de estas pertenezca a una de las dos urbes editoriales por excelencia –no ya de España sino- del orbe hispanohablante. Este modelo de librerías se van propagando, recuperando en algunos casos la presencia en barrios. En Sant Andreu, apareció recientemente una llamada El Tigre con espacios (2 salas) de recreo y conferencias para presentar las últimas novedades editoriales que clamen por la revolución. Se ve de fondo la filosofía del pagar por la experiencia antes que por el producto, una constitución más personal de la marca.

[36] MARTINEZ Veiga, Antonio (1999). “Pobreza, exclusión social y segregación espacial”. En: Áreas. Pp.: 35-50. Cabe recordar que la segregación espacial, entre pobres o ricos, es también una forma canónica de distinción.

[37] GAO, Mogo (2021). Construyendo China. Visiones enfrentadas sobre la República Popular China. Barcelona: Edicions Bellaterra.



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