Una brevísima consideración al «Banquete» feudal.

 El banquete feudal es interesante por su dimensión ritual y económica.

En cuanto a su demisión económica es interesante el “consumo posicional” (Hirsch) de estos festejos: muchos alimentos no tiene jerarquía o directamente son “difíciles” de comer (por ej. el cisne: se despellejaba para ser cocinado y una vez ya preparado se volvía a “revestir”; nada evitaba que la carne fuera dura e insípida).

En este sentido estamos ante un acto de superabundans. En este mismo sentido, no es menos importante la cara “caritativa” a posteriori del despilfarro. En esto nos recuerda a las actuales campañas de reaprovechamiento de los alimentos, algunas de las cuales revenden restos de comida como la app “Too Good to go”.

De todos modos, Richard Sennett (2019, 269)[1] nos advierte de lo siguiente:

Aunque el cristianismo subrayaba la identificación con los pobres, la caridad de la Alta Edad Media no se basaba en un sentimiento de compasión hacia ellos. […] Estaba obligado a realizar obras de caridad independientemente de cuales fueran sus inclinaciones.  […] Tampoco era necesariamente compasión lo que movía a realizar donaciones a los primeros monasterios para el cuidado de pobres y enfermos. Estos donativos aportaban honra a los benefactores, que además trataban de congraciarse con los monjes, porque «la forma más segura de alcanzar la salvación eterna era que los monjes intercedieran por los vivos y enterraran y recordaran a los muertos».

Por otro lado, es interesante la dimensión ritual de los banquetes y festejos. En este sentido del ritual Carol Duncan (2007, 24)[2] advierte (hablando de los museos):

Aquellos que están mejor preparados para celebrar sus rituales –quienes son más capaces de responder a sus indicaciones- son también aquellos cuyas identidades (social, sexual, racial, etc.) confirman plenamente el ritual del museo.

Esta dimensión ritual no se limita al acto mismo de “comer”. Entorno a la mesa se trazan dos importantes vías de actividad social de la edad media: la caza y la corte. Como nos recuerda Thompson (2019, 85)[3]: “los grandes intereses financieros y comerciales requerían también acceso al Estado, para obtener cédulas, privilegios, contratos y las fuerzas diplomáticas, militar y naval necesarias para abrir camino al comercio”. Un ejemplo “en negativo” nos lo da Agamben (2018, 84)[4] al reflexionar en torno a la figura medieval del “rey pescador”:

[…] aun sin perder un ápice de su legitimidad y sacralidad, el rey ha sido de hecho, por algún motivo, separado de sus poderes y de su actividad y ha quedado reducido a la impotencia. No solo no puede cazar ni montar a caballo (actividades que parecen simbolizar aquí el poder mundano), sino que debe permanecer encerrado en su estancia, mientras sus ministros (halcones, arqueros y cazadores) ejercitan el gobierno en su lugar y en su nombre.

Este tipo de festejos, de igual modo, siguen estando presentes: solo hay que dar un repaso a algunas de los Balls más extravagantes que aún se celebran (Paris [presentación europea en sociedad] o Mónaco [Ball de la rosa]) al igual que hablar con empleados de la alta hostelería.

La edad media, no obstante, no es monolítica, por lo que no podemos hablar igual de la alimentación en toda Europa ni a lo largo e todo el tiempo. Pongamos un ejemplo.

Los primeros anacoretas del desierto se podían permitir regímenes muy exiguos: 1) su entorno ecológico les daba facilidades para “renunciar” a la variedad de recursos y 2) el clima impedía realizar actividades durante la mayor parte del día; no obstante, como advierte Ritchie (1997, 75)[5]:

[…] unas pocas alubias no permitían a ningún religioso, por muy entusiasta que fuese, el resistir los rigores de los inviernos europeos. Le correspondió a San Benito […] elaborar una regla monástica que compaginara la satisfacción de las necesidades de la supervivencia diaria con la espiritualidad ascética del monacato oriental.

 



[1] SENNET, Richard (2019). Carne y piedra. El cuerpo y la ciudad en la civilización occidental. Madrid: Alianza.

[2] DUNCAN, Carol (2007). Rituales de civilización. Murcia: NAUSÍCAÄ.

[3] THOMPSON, E. P. (2019). Costumbres en común. Estudios sobre cultura popular. Madrid: Capitán Swing.

[4] AGAMBEN, Hiorgio (2008). El reino y la gloria. Por una genealogía teológica de la economía y del gobierno. Valencia: Pre-textos.

[5] RITCHIE, Carson (1997). Comida y civilización. Madrid: Altaya.

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