La comunicación sagrado-profano
Carlos de la Torre (1997, 117) dice:
Los rituales racistas, como todo ritual de
sacrificio, cuenta con tres protagonistas: victimas, verdugos y espectadores. Las víctimas son los niños y niñas que
hacen uso de sus derechos ciudadanos de acceso a la educación. Los verdugos son los educadores que
trabajan en instituciones estatales y privadas. Los espectadores, que en la mayoría de las veces son acólitos de
estos actos, son los blancos/mestizos compañeros de curso y sus padres de
familia. (La cursiva es añadida)
En su artículo, precario en
muchos aspectos, de la Torre sostiene una comparación entre el sacrificio y el
acoso que reciben los niños indígenas en algunas escuelas ecuatorianas. Si
emprendo estas líneas con dicha cita no es por la brillantez de la misma, sino
porque no servirá de objeto contra el cual esgrimir una teoría más completa y
compleja del sacrificio.
Así pues este será nuestro
opuesto en aquel: “pensar es pensar contra alguien”.
Ante todo, partiendo de las
propuestas de Mauss y Hubert (1995), entre otros, no plantearemos un complejo
entramado de tipologías sacrificales y/o rituales. Ellos mismos advierten que
dicha clasificación seria infructífera debido a amplitud tipológica que existe
y que varía de inmediato alterando el eje o los ejes en torno a los cuales se
esgrimiera cualquier clasificación.
Si en algo no se equivoca de la
Torre es que los sacrificios tiene un carácter fundamentalmente grupal, no únicamente
por sus participantes sino por el efecto que busca propiciar el sacrificio en sí.
El objeto a sacrificar debe consagrarse, pero esta entrada en un nuevo espacio
no afecta únicamente a dicho objeto, entre otros, afecta también a aquel que
hay hecho el gasto para disponer de tal bien (damnum/damnare[1]).
Atendiendo a las relaciones directas del sacrificio empezamos a encontrar
oposición con respecto a lo planteado por de la Torre. El sacrifico se
caracteriza por la distancia que existe entre el numen y el hombre. Esto no
aparece en el relato del antropólogo ecuatoriano. Justamente en el sacrificio,
como bien implican sus raíces etimológicas (sacer),
se pone en tela de juicio las relaciones entre Dios y hombre:
Aquel que es llamado sacer lleva una verdadera mancilla que le pone al margen de la
sociedad de los hombres: hay que huir de su contacto. Si se le mata, no por eso
es uno homicida.
(Festus en Benveniste,
1983, 351)
Y es que con esta ambigüedad
entre lo sagrado y lo profano se actúa constantemente. Pero esto no es en
exclusiva propio del sacrificio, otros rituales también lo incorporan. Lo que
lo diferencia es el consumo de estos objetos, su destrucción. En este sentido
parece adecuado recuperar la consumation
de Bataille (2009) por la noción de consumo sin aparente consecuencia material:
En tanto que cosa, no se la puede retirar
verdaderamente del orden real, que la aprisiona, más que si la destrucción le
quita el carácter de cosa y suprime para siempre su utilidad.
(Ídem., 77)
No entraremos en estas breves
paginas a hacer consideraciones sobre la tesis más amplia que sostiene Bataille
en su célebre obra y sus repercusiones al momento de analizar el sacrificio (el
saber del que escribe tampoco lo permite). Pero en este breve fragmento ya se
plantea claramente lo que Mauss expone más dilatadamente. En lo sacrificado no se
encuentra una pureza predada, se lo debe
purificar mediante el ritual. El cuerpo es imperfecto, se corrompe; en estos
términos Bataille comprende esta corrupción con la idea de consumo vulgar que
sostenemos. La búsqueda de un provecho material y no espiritual.
El sacrificio se rige en dos órdenes a la vez:
·
El cosmos
·
El microcosmos
El sacrificio permite que los dioses
rijan a favor de los hombres, o, como mínimo, que no lo hagan en su contra. Así
pues la relación entre la carne y la instancia sagrada es compleja desde el
principio hasta el final del ritual: la destrucción no es del animal, es de su
cuerpo imperfecto.
Ese aspecto elemental no lo
comprende de la Torre. El sacrificio no humilla a su víctima, la enaltece hasta
tal grado que el deshacerse de su cuerpo es el equivalente a permitir que el
alma en su pureza acceda de pleno al ordo
universalis. En este caso podemos comprender casos como los de la castración voluntaria de Orígenes
de Alejandría; evidentemente no hablamos de un sacrificio [completo], pero el
orden puro-impuro y/o cuerpo-alma persiste. Esta comparación no deja de ser
arriesgada por las diferencias que existen en la concepción del orden universal
entre religiones del tipo brahmánico (sacrificio) y testamentario (Alianza) que
aquí anotamos pero no encauzamos (Herrenschmidt, 1989).
Como ya hemos advertido la cuestión
sacrificial no solo atañe a la víctima sino a toda la comunidad implicada. Así
pues todos aquellos que participan de dicho ritual se encurtan a lo largo del
proceso en tesituras complejas para describir su situación.
[…] del termino sacerdos, que se apoya en sakro-dhots, compuesto con ayuda de la raíz dhe-, <<hacer, poner>>, de
donde <<volver efectivo, realizar>>
(Benveniste, 198-, 350)
El sacerdote debe de igual modo pasar
por toda una serie de requisitos previos para realizar el sacrificio, pese a
que su pertenencia institucional previa le facilite el proceso. Aun así las
relaciones entre víctima y victimar8io se hacen complejas conforme avanza el
ritual. La victima sacer ya no pertenece plenamente al mundo repleto de pecados
y paulatinamente se acerca más y más a lo divino. El sacerdote duda, e incluso,
nos recuerdan Mauss y Hubert, se les llega a acusar de asesinos, se llos
abuchea, etc.
Una vez finalizado el ritual, a
diferencia del sacrificio que ha sido destruido, repartido o conservado, ellos
deben volver a su plano terrenal. Es para esta última fase donde nos encontramos
nuevamente con un ritual, peor este ya de salida, de normalización si así
place.
Se deshace de sus vestiduras, se lava,
se recogen los utensilio (algunos se destruyen otros se ocultan).
Como muy bien sintetizan Mauss y
Hubert:
Pel que fa als seus
trets essencials, resumits en un esquema molt senzill. Es comença
consagrant-la; després, les energies que aquesta consagració ha suscitat i
concentrat sobre ella són, per mitjà de la destrucció, posades en llibertat,
unes envers éssers del mon sagrat, les altres envers éssers del mon profà. […] s’eleva a
un grau màxim de religiositat, en el qual sols roman un instant, i d’allà torna
a descendir tot seguit d’una forma progressiva.
(Mauss y Hubert, 1995,
78)
Esta subida y bajada caracteriza
el ritmo del ritual aquí planteado. Con estas breves líneas esperamos haber
dado muestras de como el sacrificio es un proceso mucho más completo y complejo
que un mero abuso de fuerza o poder.
ARTUR LLINARES PACIA
Bibliografía:
BATAILLE, George
(2009). La parte maldita.
Argentina: las cuarenta.
BENVENISTE, Émile
(1983). Vocabulario de las instituciones
indoeuropeas. España: Taurus.
HERRENSCHMIDT, Olivier
(1989). “Sacrificio simbólico o sacrificio eficaz”. En: Michel Izard, Pierre
Smith. La función simbólica. Pp.
181-203.
De la TORRE, C.
(1997). "Rituales racistas en las escuelas. La letra con sangre
entra”, Iconos 3: 114-129. Disponible
en: <<http://revistas.flacsoandes.edu.ec/iconos/article/viewFile/561/549>>
MAUSS, Marcel; HUBERT,
Henri (1995). Assaig sobre la naturalesa i la funció del
sacrifici. Barcelona: Institut
Català d’Antropologia.
[1] Benveniste (1983, 374) señala una correlación
entre damnum y dañar, en español
poseemos un verbo cuya relación es mucho más evidente tanto morfológicamente
como por el uso que se le da: damnificar.
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