Sobre las implicaciones del Estado y el Poder en las dimensiones culturales y sociales de la naturaleza humana.
Este es un trabajo realizado para la Universidad de Barcelona. Estudiando el primer semestre del primer curso del grado en Antropología Social y Cultural.
Se recomiendo la lectura de la anterior tesis, "Sobre las dimensiones culturales y sociales de la naturaleza y sobre cómo trata de estudiarlas la sociologia"; tambien publicada en este blog.
(Para cualquier uso de las ideas planteadas a continuación se ruega la citación de la autoría original: Artur Llinares Pacia. También es válida la citación de la fuente original, es decir, de este blog: Artur Ll. P. [https://elrincondelavidolector.blogspot.com.es/])
La percepción
que el hombre posee sobre sí mismo va inmediatamente relacionada con la que
posee sobre su entorno, así pues podríamos decir que se establece una dinámica
interdependiente de exterior-interior. Esto hace que la alteración del exterior
implique la alteración del interior; y, a su vez, la alteración del interior
implica la alteración del exterior.
A finales de
la edad media se producen dos cambios decisivos que nos llevarán a un nuevo
concepto[1];
el Estado. El primer cambio será una crisis gnoseológica; se pasará de una
concepción mucho más holística/esférica de la realidad a una visión mucho más
particularista. Piénsese en el famoso “Cogito
ergo sum”: en esta frase la cuestión del Yo es primaria, siendo el Yo el
que permite o no la toma de conciencia del resto de realidades (existencia,
realidad, naturaleza, derechos, etc.). En segundo lugar se produce un cambio a nivel
demográfico que resulta en la acumulación de muchos individuos en espacios más
“reducidos”, que permiten que “la población”, un cuerpo amorfo sin voz ni voto,
devenga en “el pueblo”, que empieza a ser una fuerza a tener en cuenta por
parte de los poderes, los cuales también empezarán a vertebrarse de un modo
distinto. Tras estas dos variaciones fundamentales[2]
se irá vertebrando paulatinamente una nueva forma de concebir la comunidad
humana y la administración de la misma y del espacio que ocupa. El estado y sus
variantes surgen paulatinamente desde el renacimiento (Maquiavelo ya hace una
propuesta de la unificación Italiana), pasando por la Ilustración y hasta
llegar a nuestros días con visiones como las de Carl Shmitt. Entiéndase que son
muchas las propuestas que se hacen desde múltiples corrientes, países,
escuelas, etc.
Llegados a
este punto somos conscientes de que en el Estado residen ciertos derechos,
privilegios, poderes, etc. que le permiten actuar a gran escala. La cuestión
será una vez aceptada esta “nueva realidad” cómo debe actuar el Estado, qué es
lo que debe procurar y cómo lo puede hacer. Quiero pensar positivamente y dar
por sentado que las políticas que se aplican sobre la población siempre van
enfocadas a cumplir la máxima que plantea F. Schiller en Cartas sobre la educación estética del hombre:
Vive con tu siglo, pero
no seas obra suya; da a tus coetáneos aquello que necesitan, pero no lo que
aplauden.[3]
La cuestión
está en que mediante mecanismos múltiples se ha caído en “procurar dar al
pueblo aquello que aplaude”; para lograr eso, hay que hacer que el pueblo
“aplauda” lo que interesa. Y es así como el Estado elabora toda una serie de
mecanismos para introducir en el pueblo, soberano respecto al Estado, toda una
serie de información. Me interesa recuperar dos conceptos de Foucault;
Normalización, y el poder disciplinario.
Primeramente
se establece toda una disciplina para el hombre que permite introducirle un
“ritmo”. Entiéndase que en tanto que hablo de ritmo hablo de cómo la persona va
a ser capaz de gestionar su variante entorno a lo largo del tiempo.[4]
Por así decirlo implantamos unas bases teóricas que moldearán sus praxis. Esto se consigue por un
constante estado de control sobre las acciones y reacciones de las personas,
para esto se necesita que la práctica
que esté “monitoreada”[5]
de forma constante mediante una red de control panóptica del hombre.
Recuperando lo
del panóptico es interesante hacer un mínimo recorrido histórico. Se plantea,
como una arquitectura idealista por hombres del s.XIX, generar espacios desde
cero y que sirvan para un nuevo plan que relaciona de forma totalmente directa
lo concreto con lo abstracto de la nueva sociedad es decir; la ciudad/pueblo
(concreto) con el estado y sus organismos (abstracto). Esta nueva arquitectura
vertebrada por un gran número de autores Europeos[6],
aspira a mejorar la vida de las personas que en ella serán recogidas;
pero también creadas para
controlar el posible descontento de los obreros, suponía desde el punto de
vista del urbanismo la aparición de un nuevo modelo de barrio al que […] alejan
de la ciudad tradicional.[7]
Y es aquí
donde llegamos al paralelismo que me interesa y que nos permite plantear las 4
lecturas primordiales[8]
que justifican este trabajo:
Si en la
primera tesis hablamos a grandes rasgos sobre conceptos superiores al hombre
individual, lo que se nos presenta ahora es el análisis del hombre individual,
o individualizado, tras toda una tecnología de los Estados modernos.
El Estado con
todas sus facultades propicia toda una serie de políticas en base a aquello que
ya se ha establecido previamente como “derecho”. Miremos dos derechos
fundamentales:
El derecho
a la educación. La educación se presenta como un
medio que permitirá a toda la población
ascender socialmente. Pero al estar en manos de unos pocos esto se consideraba
una injusticia, y es aquí cuando entra el Estado para intervenir esta educción.
Basándose en la detestable premisa de “todos somos iguales” los Estados
modernos plantean una educación que es la que nos hace a todos iguales. Que nos
hace una masa de carácter homogéneo pues crecemos bajo las mismas reglas,
normativas, códigos de conducta, de vestimenta, aspiraciones, etc.[9]
La escuela dirigida por el Estado va a introducir en el hombre el concepto de
norma y por ende en el pueblo. Esto va a permitir al poder[10]
activar ciertas sensibilidades ante lo anormal; esto a su vez provocará que la
población demande una reacción del Estado; y es así como el Estado puede darle
al pueblo “lo que aplaude”. Pero para entender que es lo normal no nos va a
bastar con la escolarización. Necesitamos algo más.
Es aquí donde
entra una nueva forma de tratar a personas, enfermedades, muertes, nacimientos,
despidos, etc. Todo es medible, todo se reduce a números que nos muestran el
progreso o empeoramiento de todo. “Ahora ya no les importa nadie, solo eres un
número para ellos” me comentaba mi padre hace ya un par de años, y él observaba
que “el problema es que esto va a ir a más, y poco a poco nos vamos pareciendo
más en todo al sistema americano”. Esto genera una crisis, pues no sabemos si
establecer vínculos afectivos o no con nuestro entorno de trabajo, el cual era
un potencial ámbito de desarrollo personal. Pero volviendo a lo que ya
estábamos planteando, se estudia a la población desde un punto de vista
deshumanizado, buscando un método mecánico que resulte eficiente. Los
individuos somos radiografiados hasta el infinito para poder ser,
posteriormente, clasificados.
El hombre es
individualizado, pero a su vez es deshumanizado[11].
Y este punto;
esta forma de analizar a los sujetos y establecer la norma en base a estudios
estadísticos y en base a procesos de normalización a través de la escuela
y otros medios; nos conduce al segundo
derecho que nos servirá de ejemplo para comprender como se articula el poder en
el Estado moderno.
El derecho
a la asistencia sanitaria. Este derecho es de los
primeros en[12]
justificar los nuevos planes urbanísticos. Este derecho no explícito será
cubierto durante la edad media y moderna por instituciones de carácter
religioso; con las revoluciones liberales será el Estado el responsable de
administrar la demanda de sanidad. Es importante el término “demanda”. A.
Campillo afirmaba que en el actual estadio de la humanidad nos encontramos en
una situación de mercantilización.[13]
Pues bien esto mismo sucede con la sanidad, y es algo expresado explícitamente
por Iván de la Mata y Alberto Ruiz.[14]
La población ya no demanda soluciones a problemas, si no que se trasforman en
problemas médicos aquello que nunca habían sido cuestiones de carácter médico y
después se busca un tratamiento. Sabemos que los problemas de la vida se
medicalizan, pero ¿cómo ha sucedido esto?
Mi abuela, ya con los 80 años cumplidos, nunca ha
seguido un tratamiento psicológico o psiquiátrico, la mayoría de su generación
nunca necesitó tales servicios. Los problemas de uno deben ser resueltos en los
círculos de uno; es decir la familia. Paulatinamente se puede ir abriendo el
horizonte a amistades de gran confianza, pero un 3º no debe inmiscuirse nunca
en asuntos personales o familiares[15].
Pues con un salto generacional la figura del psicólogo se ve recurrente. La
generación de mis padres no ve una figura anómala la del psicólogo, o invasiva
como sí hubiera podido pasar en generaciones anteriores. Bien, finalmente, en
mi generación hemos crecido con esa figura como un recurso para “ayudarnos” con
nuestros problemitas internos. Es más, si en la generación de mis padres el
hecho de que un niño fuera al psicólogo era una cierta anomalía, en la
actualidad es lo más normal que un niño vaya a un psicólogo e incluso que ya
haya pasado por varios. Ante este panorama se me presenta la duda de si no será
mi generación y las circundantes la que Normalicen la presencia de un experto
en, como digo yo, “ser tu amigo durate una hora”.
En este caso
yo he cogido la figura del psicólogo, pero esto sucede con muchos otros; por
ejemplo los ginecólogos, mi abuela únicamente lo recuerda para el embarazo,
para nada más en su vida.
El hombre
moderno es un hombre “que no sabe ser feliz, aunque tiene muchos motivos para
serlo”.[16]
La crisis del sujeto, me parece leer a mí entre líneas tras hablar con mi
abuela y tras la lectura de La corrosión
del carácter, es lo que establece el panorama actual. El Poder y el Estado
acumulan inmensas capacitaciones y han transformado nuestras dinámicas. Se ha alterado nuestra
percepción de todo. Pero lo que más zozobra despierta en los planteamientos de
Foucault y de la Mata y A. Ortiz es ¿Aquello por lo que luchamos, es
verdaderamente porque nosotros queremos, o por que otros quieren justificar su
plan de actuación en base a lo que nosotros “aplaudimos”? No es la primera vez
que me lo planteo, pero nunca había tenido tantos motivos como ahora.
Desde que empezamos
a leer a B. de Sousa, Foucault y A. Campillo, ha habido un libro que me ha rondado
profundamente en la cabeza, pero más que la obra en sí, que también, un
fragmento de sus últimos capítulos. R. I. Moore al final de La guerra contra la herejía, plantea una
larga reflexión. Lo visto me trae constantemente a la cabeza el siguiente
fragmento:
De vez en cuando,
especialmente en los siglos XVIII y XIX, las protecciones culturales y legales
que también tenían raíces en los siglos XII y XIII, y ciertamente en algunas de
las respuestas a la guerra contra la herejía, ganaron terreno, sólo para ser
obligadas a retirarse de nuevo por las barbaridades de los siglos XX y XXI.[17]
[1] Nuevo de forma
relativa, pues es cierto que a lo largo del tiempo y el espacio este concepto
no tiene nada de nuevo. Pero tras medio milenio sin una organización en Europa
con un verdadero sistema de estas características, podemos considerar que es
“nuevo”. Ciertamente la tesis se puede presentar a debate.
[2] Las causas de
estos cambios no son expuestos por dos motivos: 1) Implicaría centrar toda la
tesis en este tema. 2) Falta especialización por mi parte para analizar los
“por qué”.
[3] Schiller,
Friederich. “Cartas sobre la educación estética del hombre”. En: Kallias; Cartas sobre la educación estética
del hombre. Jaime Feijóo (intr.) Jaime Feijóo y Jorge Seca (trad. Y
notas). Barcelona: Anthropos. P. 175.
[5] Esto es
especialmente adecuada para la aplicación de las nuevas tecnologías, o lo que
es la “computarización”, sobre el comportamiento humano.
[6] Sirva de
ejemplo la obra del español Arturo Soto y Mata (1844-1920) Teoría de la Ciudad Lineal enlazando dos núcleos. (1882) Donde
podemos ver un proyecto de cierta envergadura y que aun así será superado por
otros autores como el francés Charles Furier o el estadounidense Albert
Brisbane.
[7] Antigüedad, Mª
Dolores. Aznar, Sagrario. “Hacia un nuevo escenario urbano”. En: El siglo XIX. El cauce de la memoria.
Madrid: ISTMO. P. 142-145.
[8] Foucault,
Michel. “Los medios del buen encauzamiento”. En: Vigilar y castigar. Madrid: siglo XXI. Pp.175-78.
Foucault, Michel. “Del poder de soberanía al poder
sobre la vida”. En: Genealogía del
racismo. Argentina: Altamira. Pp.193-214.
De la Mata Ruiz, Iván. Ortiz Lobo, Alberto. “La
colonización psiquiátrica de la vida”. En: Archipiélago.
Volumen 76. Pp.39-50.
Sennett, Richard. “A la deriva”. En: La corrosión del carácter. Las consecuencias
personales del trabajo en el nuevo capitalismo. Barcelona: Anagrama. Pp.13-31.
[9] Véase que esto
no ha sido tratado únicamente desde las obras filosóficas, sociológicas o de
otra índole de carácter académico. La crítica al sistema educativo (que puede
ir mucho más allá de las “escuelas”) también ha dejado huella en la literatura.
El mejor caso de esto son: Alicia en el
país de las maravillas, de Lewis Carroll (1832-1898), y El principito, de Antoine de
Saint-Exupéry (1900-1944). En ambos se expone al hombre “normal” a situaciones
extraordinarias, y se demuestran las limitaciones este nuevo sujeto moderno y
cultivado.
[11] Laurie Lipton
(1960) es una artista estadounidense contemporánea que muestra esto de forma
extraordinaria en sus dibujos de gran formato. También vale la pena recurrir a
la obra de F. Kafka (1883-1924) y percibir en ella (La transformación [cojo aquí el título por el que optó la editorial
Atalanta ISBN: 978-84-946136-0-9] y El
proceso) la deshumanización del individuo moderno.
[12] Francesco
Milizia (1725-1798) sería uno de los más importantes defensores del saneamiento
en las nuevas propuestas de urbanismo.
[13] Campillo,
Antonio. “Cuatro tesis para una teoría de la historia”. En: El gran experimento. Ensayos sobre la
sociedad global. Joaquín Gallego (edit.). Madrid: Los libros de la
Catarata. 2001. Pp.43-73.
[14] “La
investigación se origina en función de la rentabilidad del mercado (y no de las
necesidades sanitarias de la población)”. De la Mata Ruiz, Iván. Ortiz Lobo,
Alberto. “La colonización psiquiátrica de la vida”. En: Archipiélago. Volumen 76. P.47.
[15] Interesante
resulta como la figura del sujeto se ve disuelta en la unidad colectiva que
forma la familia.
[17] Moore, R.I. “Epílogo.
Un viaje infernal”. En: La guerra contra
la herejía. Fe y poder en la Europa medieval. Barcelona: Planeta. 2014. Pp.
349-353.
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